¿Se maquillan menos las catalanas? Un libro aborda el recelo político a la industria cosmética

Cuando Anna Gabriel apareció en Suiza tras fugarse de España en 2017, una cosa llamó poderosamente la atención: su cambio estético. La dirigente de la CUP pasó a lucir su frondosa melena, dejando atrás el flequillo delineado a hachazos y las camisetas con mensaje combativo que le habían acompañado en los años del procés en Cataluña. 

Su nueva apariencia, más acorde a los cánones clásicos de belleza, suscitó comentarios de lo más variopintos. Algún historiador y tuitero sugirió que él ya tenía el ojo entrenado para detectar a «pastoretes» (pastorcillas) que esconden su belleza. Y el periodista Arcadi Espada aprovechó la ocasión para revelar que la dirigente independentista iba a su misma peluquería, «cara y burguesa», a hacerse minuciosamente el peinado que le había caracterizado y convertido en el «icono del feísmo parlamentario».

El nuevo peinado de Gabriel operó como un arquetipo sobre la belleza de las mujeres catalanas. Se entendió que detrás de su apuesta estética había también una posición política. Y que, pese a todo, en las dos versiones de Gabriel había una coquetería discreta, sobria y trabajada minuciosamente. ¿Un estilo de belleza del catalanismo?

Ahora un nuevo libro Las mujeres catalanas no se pintan (Grup 62), de la youtuber cultural Ofèlia Carbonell, explora cómo el catalanismo ha abordado el ideal de belleza en la «mujer catalana» y sus reticencias ante la industria cosmética.


Les catalanes no es pinten

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«Poco esfuerzo»

La escritora reflexiona sobre este ideal y traza una línea que va desde 1911, cuando Eugeni d’Ors escribió que la mujer catalana «no tiene una belleza terrible sino familiar» hasta la canción de Teresa Rampell, del grupo Manel, que define a esta mujer que da nombre a la canción como una fémina bonita que, aunque no lo admite en público, «se ve al espejo del ascensor» y se encuentra «guapa». Es decir, se abunda en este prototipo de belleza discreta que definiría a la mujer catalana.

También bucea en las redes sociales para saber qué opinan, en la actualidad, aquellas mujeres que proceden de otros países y se han transferido a vivir en Cataluña. Algunas de estas mujeres comentan en los vídeos que han adaptado su estética para integrarse al resto de madres de la escuela y se han quitado las pestañas postizas o el bótox.

«Hay una manera de hacer de poco esfuerzo, para decirlo de alguna forma, que es diferente del estilo parisino», sostiene una expatriada norteamericana para definir la apariencia de las mujeres catalanas.

La industria cosmética no ‘habla’ catalán

Si bien el libro afirma que hay distintos estilos de belleza en las mujeres catalanas, como el que representan Rosalía o Bad Gyal, en las antípodas de la catalana discreta y moderada, la escritora considera que el catalanismo ha dado la espalda a la industria cosmética, por verlo algo superficial o del ámbito privado.

En una entrevista en el diario Ara añade, además, la poca diligencia de los gobernantes catalanes para pedir que también se pueda hablar de maquillaje en catalán, dado que las empresas más célebres del sector no usan el catalán para etiquetar sus productos. «La reivindicación de la lengua que caracteriza de manera tan transversal toda forma de catalanismo ha dejado al margen algunas esferas. Una es esta concepción de la belleza», concluye.

 Cuando Anna Gabriel apareció en Suiza tras fugarse de España en 2017, una cosa llamó poderosamente la atención: su cambio estético. La dirigente de la CUP  

Cuando Anna Gabriel apareció en Suiza tras fugarse de España en 2017, una cosa llamó poderosamente la atención: su cambio estético. La dirigente de la CUP pasó a lucir su frondosa melena, dejando atrás el flequillo delineado a hachazos y las camisetas con mensaje combativo que le habían acompañado en los años del procés en Cataluña. 

Su nueva apariencia, más acorde a los cánones clásicos de belleza, suscitó comentarios de lo más variopintos. Algún historiador y tuitero sugirió que él ya tenía el ojo entrenado para detectar a «pastoretes» (pastorcillas) que esconden su belleza. Y el periodista Arcadi Espada aprovechó la ocasión para revelar que la dirigente independentista iba a su misma peluquería, «cara y burguesa», a hacerse minuciosamente el peinado que le había caracterizado y convertido en el «icono del feísmo parlamentario».

El nuevo peinado de Gabriel operó como un arquetipo sobre la belleza de las mujeres catalanas. Se entendió que detrás de su apuesta estética había también una posición política. Y que, pese a todo, en las dos versiones de Gabriel había una coquetería discreta, sobria y trabajada minuciosamente. ¿Un estilo de belleza del catalanismo?

Ahora un nuevo libro Las mujeres catalanas no se pintan (Grup 62), de la youtuber cultural Ofèlia Carbonell, explora cómo el catalanismo ha abordado el ideal de belleza en la «mujer catalana» y sus reticencias ante la industria cosmética.

La escritora reflexiona sobre este ideal y traza una línea que va desde 1911, cuando Eugeni d’Ors escribió que la mujer catalana «no tiene una belleza terrible sino familiar» hasta la canción de Teresa Rampell, del grupo Manel, que define a esta mujer que da nombre a la canción como una fémina bonita que, aunque no lo admite en público, «se ve al espejo del ascensor» y se encuentra «guapa». Es decir, se abunda en este prototipo de belleza discreta que definiría a la mujer catalana.

También bucea en las redes sociales para saber qué opinan, en la actualidad, aquellas mujeres que proceden de otros países y se han transferido a vivir en Cataluña. Algunas de estas mujeres comentan en los vídeos que han adaptado su estética para integrarse al resto de madres de la escuela y se han quitado las pestañas postizas o el bótox.

«Hay una manera de hacer de poco esfuerzo, para decirlo de alguna forma, que es diferente del estilo parisino», sostiene una expatriada norteamericana para definir la apariencia de las mujeres catalanas.

Si bien el libro afirma que hay distintos estilos de belleza en las mujeres catalanas, como el que representan Rosalía o Bad Gyal, en las antípodas de la catalana discreta y moderada, la escritora considera que el catalanismo ha dado la espalda a la industria cosmética, por verlo algo superficial o del ámbito privado.

En una entrevista en el diario Ara añade, además, la poca diligencia de los gobernantes catalanes para pedir que también se pueda hablar de maquillaje en catalán, dado que las empresas más célebres del sector no usan el catalán para etiquetar sus productos. «La reivindicación de la lengua que caracteriza de manera tan transversal toda forma de catalanismo ha dejado al margen algunas esferas. Una es esta concepción de la belleza», concluye.

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