Se acaba de estrenar El gatopardo que viene a ser una «adaptación» a la película de Luchino Visconti de 1963, cuyo guion estaba, a su vez, basado en la novela homónima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. No es este un artículo que analice la calidad ni de la serie, ni que la compare con la película, ni muchísimo menos con la novela. Para eso están los críticos de cine y televisión. Tan solo señalar que si está buscando una serie histórica, esta no lo es. Pero si se quiere hacer una somera idea de qué pasó en Italia a mediados del siglo XIX, en la denominada época de Resurgimento, esta es una buena serie… para después tirar del hilo. Le pasa a mucha gente: ver una serie, quedarse encantada con ella y querer saber más.
Concretamente de esa época, es decir, buscar y rebuscar en los libros (perdón, en internet), sobre esa época. Y eso siempre es bueno. Porque saber historia siempre lo es. El problema es que el siglo XIX es endiabladamente complejo y no es en absoluto nada sencillo abarcarlo porque sucedieron demasiadas cosas en demasiados sitios. Pero intentaremos poner en este artículo en contexto lo que pasa durante esos años en Sicilia. Y para ellos revisaremos todo lo que le rodea, el resto del territorio que después sería Italia, Europa e incluso América.
Aquí intentaremos pergeñar una época tan compleja como fascinante por los numerosos cambios a nivel social, económicos y sobre todo políticos. La transformación del mundo en los últimos doscientos años es quizás la más radical del conjunto de la Historia.
¿De qué va ‘El gatopardo’?
Es una novela que narra la vida de don Fabrizio Corbera, príncipe de Salina y que está inspirada en Giulio IV di Lampedusa (bisabuelo del autor). La trama arranca en 1860 cuando arriba a las costas de Sicilia el autor de la unificación de Italia. Garibaldi. Fabrizio entiende perfectamente que acaba una era histórica y que está dando comienzo otra que no es más que el fin de la supremacía de la aristocracia y el comienzo del auge de las clases burguesas. Esto en la serie se pergeña bastante bien desde el primer capítulo donde (no es spoiler) Tancredi le dice a su tío Fabrizio la que, sin duda, es la frase más famosa de la obra de Lampedusa: «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie».
¿Qué pasó en Italia en la época de ‘El gatopardo’?
La novela en la que está inspirada la serie se desarrolla en los territorios que hoy día ocupan Italia durante la unificación de Italia que, además de ser un acontecimiento fundamental en dicho país, es el fiel retrato de una época en constante cambio. En Italia especialmente en las unidades políticas, antes vinculadas a la tradición de siglos anteriores y en ese momento definiéndose por el nacionalismo emergente que, por si fuera poco lío, chocaba con la presencia de unos estados pontificios con el Papa como soberano.
La nueva idea nacionalista hacía imposible que siguieran existiendo: no eran un estado nacional sino los custodios de una independencia, la independencia papal. Por eso desaparecieron sin que se pudiera encontrar un arreglo estable hasta 1929 para el estatuto político de los papas. En la historia nada sucede porque sí y casi todos los acontecimientos están imbricados.
¿Qué pasó en Europa durante la época de ‘El gatopardo’?
La historiografía suele referirse al «largo siglo XIX y al corto XX». Lógicamente, ambos duraron lo mismo pero el primero tuvo tan profundas transformaciones que, a pesar de que el comienzo de la Historia Contemporánea se sitúa en 1789 con la Revolución Francesa, los grandes cambios a todos los niveles fueron en el siglo XIX. Sí es verdad que para entender estos, hay que ser conocedor de los anteriores, es decir, los que tuvieron lugar en el XVIII y, sobre todo, tener muy en cuenta el pensamiento de esa centuria. Sin ellos no se puede comprender el XVIII y sin este, el XIX y, por ende tampoco se puede entender el XX.
Como Lampedusa apunta, era necesario que «todo cambiara para que todo siguiera igual». La superficie política, las formas, deben cambiar al ritmo de los tiempos, pero lo que hay en el fondo no cambia tanto. Ser capaz de percibirlo no es fácil. No se puede abordar en el tiempo que dura una vida. Por eso es preciso conocer la historia, y solo así se puede entender qué es el nacionalismo y por qué la política es algo tan temporal, tan cambiante.
Nacionalismo, liberalismo y socialismo
Las grandes pasiones que impulsaron las voluntades del XIX pasaron todas ellas por consolidar la libertad en la economía y la política y, desde luego, lo relativo a lo nacional. Todas tuvieron su expresión en el nacionalismo, en el liberalismo y en el socialismo. Sin esto es imposible analizar el siglo XIX. Y todas nacen y se desarrollan en el siglo XVIII, culminando en el XIX y, por supuesto, en el XX. Si uno desea analizar el siglo pasado y todo lo que en él sucedió, se hace indispensable retrotraerse hasta el XVIII.
El pensamiento económico, la reflexión política francesa y la aportación de la filosofía, especialmente la alemana, condensan ese manantial ideológico que es la Ilustración y que sirve de eje vertebrador del XVIII para desarrollarse de lleno en el siglo XIX. Las monarquías absolutas dejan paso a formas de gobierno regidas por constituciones, parlamentos o monarquías constitucionales. Y todo esto, lógicamente, tiene una consecuencia directa en las sociedades, algo que se ve perfectamente en el Gatopardo (novela, película y serie).
¿Por qué Europa cambia de una manera tan drástica?
Hay que irse bastante hacia atrás para entender esto, concretamente a comienzos del XIX, a la época de Napoleón. Este había dejado Europa con unas fronteras totalmente modificadas después de tantas guerras. Un hecho al que se puso solución (en parte) en el Congreso de Viena (septiembre, 1814-junio, 1815) y que duraría prácticamente igual hasta el estallido de la I Guerra Mundial en 1914, justo cien años más tarde. Reino de Portugal, Reino de España, Reino de Francia, Reino de Piamonte-Cerdeña, Reino de Sicilia, Reino de Prusia, Reino Unido, Suiza, Imperio Austríaco e Imperio Ruso. En Estados Unidos, por cierto, también hay modificaciones vitales con la independencia de las 13 colonias.
Lo importante es que el mundo que había dejado Luis XVI el día que fue guillotinado en 1793 en nada se parecía al de este momento. Las libertades habían hecho cambios notables. La igualdad no avanzaba tan rápidamente pero la moral aristocrática con sus valores mermaba de forma considerable. Es el tiempo del nacimiento de la burguesía. Tocqueville, político francés muerto en 1859 e influenciado por Montesquieu, dijo una frase que define muy bien esta época: «La aristocracia ya había muerto cuando empecé a vivir y la democracia aún no existía». Asistimos en esta época, por lo tanto, al momento de las grandes transformaciones que habían dado comienzo en el XVIII y que culminaría en el XX. Esto es lo más interesante y, desde luego, importante de la segunda mitad del siglo XIX y lo es en Europa y Estados Unidos.
¿Cómo era el pensamiento en la época de ‘El gatopardo’?
Las ideas en la historia nunca vienen de la nada y en la época de la que hablamos, mucho menos. El pensamiento político de la época de El gatopardo tiene su origen en las obras teóricas de los siglos XVII y XVIII. Hay dos países que ejercen como grandes vertebradores del pensamiento, aunque no son los únicos: Inglaterra y Francia. En el primero, las obras de Locke sentaron las bases de una nueva legitimidad del poder político al modificar su origen: ya no es divino sino que proviene de los derechos naturales de los hombres. En Francia, dos pensadores fundamentales, Montesquieu y Rosseau.
El primero estableció en su obra El espíritu de las leyes (1748) la división de poderes como medio para evitar el abuso del poder. Una división que hoy tenemos en democracia expresada en tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. Rosseau, por su parte, acuñó el principio del pueblo como fuente única de la soberanía política que se manifiesta a través de la voluntad general (elecciones). Son, por tanto, cambios radicales con respecto al pasado, que florecen en esta época y que sustentan las democracias actuales.
¿Qué revolución hay de trasfondo en ‘El Gatopardo’?
Más que revolución debemos hablar de la unificación de Italia como hoy día la conocemos. Un proceso que, desde luego, no fue pacífico. Para entender qué pasó, de nuevo debemos tirar del pasado y del contexto en el que sucedieron las cosas. Norteamérica, Francia, Italia, incluso España. Ya hemos visto cómo cambia todo. Es una expansión de ideas revolucionarias que están íntimamente ligadas al Imperio Napoleónico.
Napoleón gobernó Francia 15 años (1799-1815) y durante esta etapa se da un doble proceso reflejado en las dos grandes fuerzas presentes en las dinámicas revolucionarias: la jacobina y la girondina. Lo más reseñable de su etapa como emperador fue, sin lugar a dudas, la redacción del Código de 1804, conocido como Napoleónico y que es el código civil por excelencia europeo por el que todavía hoy nos regimos. Pero también fue importante la firma del Concordato con la Iglesia, un proceso que algunos ven como la descristianización primero de Francia y progresivamente de Europa y otros como la base de la creación de los estados laicos. Esto es muy interesante porque hasta la época Dios estaba ligado al poder y ahí empieza a perfilarse una forma de pensamiento que hoy perdura.
Y, por último, la creación de un sistema educativo centralizado, desde la escuela primaria hasta la universidad. Napoleón no solo sentó las bases del estado moderno francés sino las del resto de Europa, mediante la ocupación de amplios territorios en Italia, la actual Alemania y España, donde trastocó las instituciones del Antiguo Régimen con el objetivo de abolir lo que de feudalismo quedaba y, desde luego, con la promulgación de las constituciones. Aunque no logró su ambición de conquistar Europa, sin duda su impronta permanece.
La Italia de ‘El Gatopardo’, la Italia de Garibaldi
La unificación de Italia fue un proceso que unió los distintos estados que conformaban la península itálica y que en su mayoría estaban vinculados a dos grandes dinastías, los Habsburgo y los Borbones. Además del marco histórico ya señalado, mención aparte merece la aplicación del Romanticismo a la ideología nacionalista que pretendió siempre la identificación de nación y Estado. A comienzos del siglo XIX convivían el Reino Lombardo-Véneto, los Estados Pontificios, el Reino de Piamonte-Cerdeña, el Reino de las dos Sicilias, entre otros. Entre 1821 y 1849 hubo numerosos intentos de unificación pero no es hasta la década de 1860, en el momento en el transcurre la serie, cuando se logra.
¿Quién era Garibaldi y qué papel tiene en ‘El gatopardo’?
En 1859, el reino de Piamonte, apoyado por la Francia de Luis Napoleón, derrota a Austria, permitiendo incorporar al proceso unificador la región de Lombardía. En 1860 y 1861, todo el sur se vincula al Piamonte tras la expedición de los “camisas rojas” capitaneados por Garibaldi que se apodera de Nápoles y Sicilia. Esto se ve perfectamente ya en el primer episodio de la serie cuando el sobrino díscolo, Tancredi, se pasa a las filas del unificador. En 1961 se reúne en Turín el primer Parlamento italiano y en 1866, Austria cede el territorio de Venecia tras su derrota frente a Prusia, y en 1879, tras la caída del Imperio francés, se incorpora la ciudad de Roma, que se convierte, además, en la capital del nuevo Estado. Acababa de nacer Italia.
¿Y qué pasó después de la unificación de Italia?
Pues pasaron muchas cosas pero las más significativas fueron, en primer lugar que fue un proceso con un marcado carácter político más democrático por la presencia en el mismo de líderes liberales en la experiencia del 48 y en la lucha contra el Papado. Las consecuencias más importantes fueron las económicas. La unidad provocó un fuere desequilibrio entre el norte, industrializado, potente y el sur, más latifundista, pobre y atrasado y que ha marcado a Italia hasta la actualidad. Y, además, que fue proclamado rey de Italia, Víctor Manuel II de Saboya. Italia dejó de ser una monarquía en 1946, pero esa ya es otra historia.
Se acaba de estrenar El gatopardo que viene a ser una «adaptación» a la película de Luchino Visconti de 1963, cuyo guion estaba, a su vez,
Se acaba de estrenar El gatopardo que viene a ser una «adaptación» a la película de Luchino Visconti de 1963, cuyo guion estaba, a su vez, basado en la novela homónima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. No es este un artículo que analice la calidad ni de la serie, ni que la compare con la película, ni muchísimo menos con la novela. Para eso están los críticos de cine y televisión. Tan solo señalar que si está buscando una serie histórica, esta no lo es. Pero si se quiere hacer una somera idea de qué pasó en Italia a mediados del siglo XIX, en la denominada época de Resurgimento, esta es una buena serie… para después tirar del hilo. Le pasa a mucha gente: ver una serie, quedarse encantada con ella y querer saber más.
Concretamente de esa época, es decir, buscar y rebuscar en los libros (perdón, en internet), sobre esa época. Y eso siempre es bueno. Porque saber historia siempre lo es. El problema es que el siglo XIX es endiabladamente complejo y no es en absoluto nada sencillo abarcarlo porque sucedieron demasiadas cosas en demasiados sitios. Pero intentaremos poner en este artículo en contexto lo que pasa durante esos años en Sicilia. Y para ellos revisaremos todo lo que le rodea, el resto del territorio que después sería Italia, Europa e incluso América.
Aquí intentaremos pergeñar una época tan compleja como fascinante por los numerosos cambios a nivel social, económicos y sobre todo políticos. La transformación del mundo en los últimos doscientos años es quizás la más radical del conjunto de la Historia.
Es una novela que narra la vida de don Fabrizio Corbera, príncipe de Salina y que está inspirada en Giulio IV di Lampedusa (bisabuelo del autor). La trama arranca en 1860 cuando arriba a las costas de Sicilia el autor de la unificación de Italia. Garibaldi. Fabrizio entiende perfectamente que acaba una era histórica y que está dando comienzo otra que no es más que el fin de la supremacía de la aristocracia y el comienzo del auge de las clases burguesas. Esto en la serie se pergeña bastante bien desde el primer capítulo donde (no es spoiler) Tancredi le dice a su tío Fabrizio la que, sin duda, es la frase más famosa de la obra de Lampedusa: «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie».
La novela en la que está inspirada la serie se desarrolla en los territorios que hoy día ocupan Italia durante la unificación de Italia que, además de ser un acontecimiento fundamental en dicho país, es el fiel retrato de una época en constante cambio. En Italia especialmente en las unidades políticas, antes vinculadas a la tradición de siglos anteriores y en ese momento definiéndose por el nacionalismo emergente que, por si fuera poco lío, chocaba con la presencia de unos estados pontificios con el Papa como soberano.
La nueva idea nacionalista hacía imposible que siguieran existiendo: no eran un estado nacional sino los custodios de una independencia, la independencia papal. Por eso desaparecieron sin que se pudiera encontrar un arreglo estable hasta 1929 para el estatuto político de los papas. En la historia nada sucede porque sí y casi todos los acontecimientos están imbricados.
La historiografía suele referirse al «largo siglo XIX y al corto XX». Lógicamente, ambos duraron lo mismo pero el primero tuvo tan profundas transformaciones que, a pesar de que el comienzo de la Historia Contemporánea se sitúa en 1789 con la Revolución Francesa, los grandes cambios a todos los niveles fueron en el siglo XIX. Sí es verdad que para entender estos, hay que ser conocedor de los anteriores, es decir, los que tuvieron lugar en el XVIII y, sobre todo, tener muy en cuenta el pensamiento de esa centuria. Sin ellos no se puede comprender el XVIII y sin este, el XIX y, por ende tampoco se puede entender el XX.
Como Lampedusa apunta, era necesario que «todo cambiara para que todo siguiera igual». La superficie política, las formas, deben cambiar al ritmo de los tiempos, pero lo que hay en el fondo no cambia tanto. Ser capaz de percibirlo no es fácil. No se puede abordar en el tiempo que dura una vida. Por eso es preciso conocer la historia, y solo así se puede entender qué es el nacionalismo y por qué la política es algo tan temporal, tan cambiante.
Las grandes pasiones que impulsaron las voluntades del XIX pasaron todas ellas por consolidar la libertad en la economía y la política y, desde luego, lo relativo a lo nacional. Todas tuvieron su expresión en el nacionalismo, en el liberalismo y en el socialismo. Sin esto es imposible analizar el siglo XIX. Y todas nacen y se desarrollan en el siglo XVIII, culminando en el XIX y, por supuesto, en el XX. Si uno desea analizar el siglo pasado y todo lo que en él sucedió, se hace indispensable retrotraerse hasta el XVIII.
El pensamiento económico, la reflexión política francesa y la aportación de la filosofía, especialmente la alemana, condensan ese manantial ideológico que es la Ilustración y que sirve de eje vertebrador del XVIII para desarrollarse de lleno en el siglo XIX. Las monarquías absolutas dejan paso a formas de gobierno regidas por constituciones, parlamentos o monarquías constitucionales. Y todo esto, lógicamente, tiene una consecuencia directa en las sociedades, algo que se ve perfectamente en el Gatopardo (novela, película y serie).
Hay que irse bastante hacia atrás para entender esto, concretamente a comienzos del XIX, a la época de Napoleón. Este había dejado Europa con unas fronteras totalmente modificadas después de tantas guerras. Un hecho al que se puso solución (en parte) en el Congreso de Viena (septiembre, 1814-junio, 1815) y que duraría prácticamente igual hasta el estallido de la I Guerra Mundial en 1914, justo cien años más tarde. Reino de Portugal, Reino de España, Reino de Francia, Reino de Piamonte-Cerdeña, Reino de Sicilia, Reino de Prusia, Reino Unido, Suiza, Imperio Austríaco e Imperio Ruso. En Estados Unidos, por cierto, también hay modificaciones vitales con la independencia de las 13 colonias.
Lo importante es que el mundo que había dejado Luis XVI el día que fue guillotinado en 1793 en nada se parecía al de este momento. Las libertades habían hecho cambios notables. La igualdad no avanzaba tan rápidamente pero la moral aristocrática con sus valores mermaba de forma considerable. Es el tiempo del nacimiento de la burguesía. Tocqueville, político francés muerto en 1859 e influenciado por Montesquieu, dijo una frase que define muy bien esta época: «La aristocracia ya había muerto cuando empecé a vivir y la democracia aún no existía». Asistimos en esta época, por lo tanto, al momento de las grandes transformaciones que habían dado comienzo en el XVIII y que culminaría en el XX. Esto es lo más interesante y, desde luego, importante de la segunda mitad del siglo XIX y lo es en Europa y Estados Unidos.
Las ideas en la historia nunca vienen de la nada y en la época de la que hablamos, mucho menos. El pensamiento político de la época de El gatopardo tiene su origen en las obras teóricas de los siglos XVII y XVIII. Hay dos países que ejercen como grandes vertebradores del pensamiento, aunque no son los únicos: Inglaterra y Francia. En el primero, las obras de Locke sentaron las bases de una nueva legitimidad del poder político al modificar su origen: ya no es divino sino que proviene de los derechos naturales de los hombres. En Francia, dos pensadores fundamentales, Montesquieu y Rosseau.
El primero estableció en su obra El espíritu de las leyes (1748) la división de poderes como medio para evitar el abuso del poder. Una división que hoy tenemos en democracia expresada en tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. Rosseau, por su parte, acuñó el principio del pueblo como fuente única de la soberanía política que se manifiesta a través de la voluntad general (elecciones). Son, por tanto, cambios radicales con respecto al pasado, que florecen en esta época y que sustentan las democracias actuales.
Más que revolución debemos hablar de la unificación de Italia como hoy día la conocemos. Un proceso que, desde luego, no fue pacífico. Para entender qué pasó, de nuevo debemos tirar del pasado y del contexto en el que sucedieron las cosas. Norteamérica, Francia, Italia, incluso España. Ya hemos visto cómo cambia todo. Es una expansión de ideas revolucionarias que están íntimamente ligadas al Imperio Napoleónico.
Napoleón gobernó Francia 15 años (1799-1815) y durante esta etapa se da un doble proceso reflejado en las dos grandes fuerzas presentes en las dinámicas revolucionarias: la jacobina y la girondina. Lo más reseñable de su etapa como emperador fue, sin lugar a dudas, la redacción del Código de 1804, conocido como Napoleónico y que es el código civil por excelencia europeo por el que todavía hoy nos regimos. Pero también fue importante la firma del Concordato con la Iglesia, un proceso que algunos ven como la descristianización primero de Francia y progresivamente de Europa y otros como la base de la creación de los estados laicos. Esto es muy interesante porque hasta la época Dios estaba ligado al poder y ahí empieza a perfilarse una forma de pensamiento que hoy perdura.
Y, por último, la creación de un sistema educativo centralizado, desde la escuela primaria hasta la universidad. Napoleón no solo sentó las bases del estado moderno francés sino las del resto de Europa, mediante la ocupación de amplios territorios en Italia, la actual Alemania y España, donde trastocó las instituciones del Antiguo Régimen con el objetivo de abolir lo que de feudalismo quedaba y, desde luego, con la promulgación de las constituciones. Aunque no logró su ambición de conquistar Europa, sin duda su impronta permanece.
La unificación de Italia fue un proceso que unió los distintos estados que conformaban la península itálica y que en su mayoría estaban vinculados a dos grandes dinastías, los Habsburgo y los Borbones. Además del marco histórico ya señalado, mención aparte merece la aplicación del Romanticismo a la ideología nacionalista que pretendió siempre la identificación de nación y Estado. A comienzos del siglo XIX convivían el Reino Lombardo-Véneto, los Estados Pontificios, el Reino de Piamonte-Cerdeña, el Reino de las dos Sicilias, entre otros. Entre 1821 y 1849 hubo numerosos intentos de unificación pero no es hasta la década de 1860, en el momento en el transcurre la serie, cuando se logra.
En 1859, el reino de Piamonte, apoyado por la Francia de Luis Napoleón, derrota a Austria, permitiendo incorporar al proceso unificador la región de Lombardía. En 1860 y 1861, todo el sur se vincula al Piamonte tras la expedición de los “camisas rojas” capitaneados por Garibaldi que se apodera de Nápoles y Sicilia. Esto se ve perfectamente ya en el primer episodio de la serie cuando el sobrino díscolo, Tancredi, se pasa a las filas del unificador. En 1961 se reúne en Turín el primer Parlamento italiano y en 1866, Austria cede el territorio de Venecia tras su derrota frente a Prusia, y en 1879, tras la caída del Imperio francés, se incorpora la ciudad de Roma, que se convierte, además, en la capital del nuevo Estado. Acababa de nacer Italia.
Pues pasaron muchas cosas pero las más significativas fueron, en primer lugar que fue un proceso con un marcado carácter político más democrático por la presencia en el mismo de líderes liberales en la experiencia del 48 y en la lucha contra el Papado. Las consecuencias más importantes fueron las económicas. La unidad provocó un fuere desequilibrio entre el norte, industrializado, potente y el sur, más latifundista, pobre y atrasado y que ha marcado a Italia hasta la actualidad. Y, además, que fue proclamado rey de Italia, Víctor Manuel II de Saboya. Italia dejó de ser una monarquía en 1946, pero esa ya es otra historia.
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