Caravaggio redescubierto: dos obras olvidadas deslumbran en una muestra histórica en Roma

Roma es la ciudad de Caravaggio. No solo porque aquí alcanzó la cima de su carrera, sino porque en ningún otro lugar su arte se siente tan vivo. Sus obras están por toda la ciudad, accesibles a cualquiera que quiera seguir su rastro. En la iglesia de San Luigi dei Francesi, se encuentra su famoso ciclo de San Mateo, con la sobrecogedora Vocación de San Mateo. En Santa Maria del Popolo, dos de sus composiciones más dramáticas, La conversión de San Pablo y La crucifixión de San Pedro, muestran su magistral dominio del claroscuro. En Sant’Agostino, su Virgen de los Peregrinos rompe con las convenciones al representar a la Virgen con una sencillez casi terrenal.

Retrato de Maffeo Barberini, oculto durante más de 60 años en una colección privada, es una de las piezas estrella de «Caravaggio 2025», la gran exposición que el Palacio Barberini de Roma dedica al genio del Barroco. Este diario visitó la muestra el primer día de apertura, el 7 de marzo, y la expectación era abrumadora: colas interminables, salas llenas hasta el último rincón y un público ansioso por ver de cerca a un artista que, más de cuatro siglos después, sigue siendo una leyenda.

«Caravaggio 2025» es una de las exposiciones más ambiciosas dedicadas al pintor. Dividida en cuatro salas –los primeros años en la capital italiana, la producción de retratos, entre Roma y Nápoles con su marcado estilo trágico y, por último, la que muestra sus postreras obras– la muestra cubre su vida artística que comprende unos 15 años, desde su llegada a Roma, en torno a 1595, pasando después por Nápoles, Sicilia y Malta, hasta su truncada vuelta a Roma y muerte en Porto Ercole en 1610. La disposición de las obras y la iluminación crean un ambiente casi escenográfico, donde el claroscuro que define su estilo cobra vida con una intensidad sobrecogedora.

El Retrato de Maffeo Barberini, en dos versiones, una de las grandes novedades de la muestra, nos recibe al inicio de la segunda sala del recorrido. Este cuadro ya se mostró brevemente en noviembre de 2024 en el Palacio Barberini, gracias a un préstamo histórico procedente de una colección privada. Sin embargo, en «Caravaggio 2025» es la primera vez que se presenta en un contexto más amplio, acompañado de otras obras del maestro. Oculto durante 60 años, este retrato del futuro Urbano VIII ahora redescubierto cobra una nueva dimensión dentro de la exposición. El mecenazgo de este Papa dejó una huella imborrable en Roma. Bajo su patrocinio se levantaron monumentos emblemáticos como el propio Palacio Barberini, sede de la exposición actual, la iglesia de Santa Maria della Concezione dei Cappuccini y la villa de Castel Gandolfo, que con el tiempo se convertiría en la residencia de verano de los pontífices. Este cuadro –al estilo de Retrato de un hombre, cuadro que se puede ver en el Museo Thyssen– revela la maestría de Caravaggio en el arte del retrato. La luz modela el rostro del joven cardenal con una precisión casi tridimensional, y su mirada, cargada de inteligencia y ambición, parece atravesar el lienzo.

Pero si hay una obra que atrae todas las miradas, es el Ecce Homo, nunca expuesto antes en Roma. Este cuadro, redescubierto en Madrid en 2021 y atribuido definitivamente a Caravaggio, fue expuesto unos meses cedido en el Museo del Prado y ha viajado para la muestra italiana. Después de cuatro siglos, el lienzo vuelve a Italia, aunque solo de manera temporal. En su momento el Ministerio de Cultura no adquirió la obra—hoy en manos de un coleccionista británico residente en España—, pero se aseguró su protección al declararlo Bien de Interés Cultural en 2021.

‘Retrato de Maffeo Barberini’, Caravaggio. | Colección particular

Un artista fugitivo

Una vez finalizada la exposición, la pintura deberá regresar a España, aunque su destino final sigue siendo incierto y no está garantizado que vuelva a exhibirse en el Museo del Prado. La sala en la que está expuesto se siente diferente: hay menos murmullos, una expectación silenciosa. La imagen de Cristo, con la corona de espinas y el rostro de resignación infinita, es un ejemplo perfecto de la intensidad emocional que define el arte de Caravaggio.

Junto a estas piezas inéditas, la exposición reúne algunas de sus obras más célebres, como Narciso, Judith y Holofernes, Santa Catalina de Alejandría o El martirio de Santa Úrsula, que podría ser su última pintura. Cada una de ellas ilustra la evolución de su estilo y su capacidad para captar el drama humano con una crudeza que sigue impactando siglos después.

La conversión de Pablo de Tarso, Caravaggio/ Preslava Boneva

La vida de Michelangelo Merisi da Caravaggio, más conocido como Caravaggio, es tan apasionante como su pintura. Nacido en Lombardía, su talento lo llevó a Roma con 21 años, donde alcanzó el éxito bajo la protección de importantes mecenas, como Giuseppe Cesari, pintor de cámara de Clemente VIII.

Sin embargo, su carácter impulsivo y su tendencia a los conflictos marcaron su destino. En la cúspide de su éxito, en 1606, un suceso inesperado y trágico cambió su vida para siempre. Durante una partida de pallacorda, una antigua disciplina del tenis, mató a Ranuccio Tomassoni y huyó inmediatamente de Roma, refugiándose primero en la finca de la familia Colonna en el Lacio, luego en Nápoles y más tarde en Malta, adonde llegó en 1607. Aquí fue aceptado en la orden de los Caballeros de Malta, también gracias a sus probados logros artísticos. Sin embargo, pronto fue encarcelado tras meterse en una pelea. Caravaggio consiguió escapar audazmente y se dirigió primero a Sicilia, permaneciendo en Siracusa y Mesina, y luego de nuevo a Nápoles, donde llegó en 1609.

En 1610, cuando por fin había obtenido el perdón papal y emprendía el camino de vuelta, murió en circunstancias extrañas en Porto Ercole con solo 39 años. Su obra ha seguido un destino similar: dispersa por colecciones de todo el mundo, algunas piezas desaparecieron durante siglos, otras fueron redescubiertas, y su legado quedó en la sombra hasta que en 1951 el historiador Roberto Longhi lo rescató con una histórica exposición en Milán. Desde entonces, el fervor por Caravaggio no ha dejado de crecer. Exposiciones como la de Roma en 2010 o Milán en 2017 han tratado de reunir lo mejor de su producción, pero «Caravaggio 2025» aspira a marcar un antes y un después. Con 60.000 entradas reservadas y una previsión de 300.000 visitantes, la muestra promete ser uno de los grandes acontecimientos artísticos del año.

 Roma es la ciudad de Caravaggio. No solo porque aquí alcanzó la cima de su carrera, sino porque en ningún otro lugar su arte se siente  

Roma es la ciudad de Caravaggio. No solo porque aquí alcanzó la cima de su carrera, sino porque en ningún otro lugar su arte se siente tan vivo. Sus obras están por toda la ciudad, accesibles a cualquiera que quiera seguir su rastro. En la iglesia de San Luigi dei Francesi, se encuentra su famoso ciclo de San Mateo, con la sobrecogedora Vocación de San Mateo. En Santa Maria del Popolo, dos de sus composiciones más dramáticas, La conversión de San Pablo y La crucifixión de San Pedro, muestran su magistral dominio del claroscuro. En Sant’Agostino, su Virgen de los Peregrinos rompe con las convenciones al representar a la Virgen con una sencillez casi terrenal.

Retrato de Maffeo Barberini, oculto durante más de 60 años en una colección privada, es una de las piezas estrella de «Caravaggio 2025», la gran exposición que el Palacio Barberini de Roma dedica al genio del Barroco. Este diario visitó la muestra el primer día de apertura, el 7 de marzo, y la expectación era abrumadora: colas interminables, salas llenas hasta el último rincón y un público ansioso por ver de cerca a un artista que, más de cuatro siglos después, sigue siendo una leyenda.

«Caravaggio 2025» es una de las exposiciones más ambiciosas dedicadas al pintor. Dividida en cuatro salas –los primeros años en la capital italiana, la producción de retratos, entre Roma y Nápoles con su marcado estilo trágico y, por último, la que muestra sus postreras obras– la muestra cubre su vida artística que comprende unos 15 años, desde su llegada a Roma, en torno a 1595, pasando después por Nápoles, Sicilia y Malta, hasta su truncada vuelta a Roma y muerte en Porto Ercole en 1610. La disposición de las obras y la iluminación crean un ambiente casi escenográfico, donde el claroscuro que define su estilo cobra vida con una intensidad sobrecogedora.

El Retrato de Maffeo Barberini, en dos versiones, una de las grandes novedades de la muestra, nos recibe al inicio de la segunda sala del recorrido. Este cuadro ya se mostró brevemente en noviembre de 2024 en el Palacio Barberini, gracias a un préstamo histórico procedente de una colección privada. Sin embargo, en«Caravaggio 2025» es la primera vez que se presenta en un contexto más amplio, acompañado de otras obras del maestro. Oculto durante 60 años, este retrato del futuro Urbano VIII ahora redescubierto cobra una nueva dimensión dentro de la exposición. El mecenazgo de este Papa dejó una huella imborrable en Roma. Bajo su patrocinio se levantaron monumentos emblemáticos como el propio Palacio Barberini, sede de la exposición actual, la iglesia de Santa Maria della Concezione dei Cappuccini y la villa de Castel Gandolfo, que con el tiempo se convertiría en la residencia de verano de los pontífices. Este cuadro –al estilo de Retrato de un hombre, cuadro que se puede ver en el Museo Thyssen– revela la maestría de Caravaggio en el arte del retrato. La luz modela el rostro del joven cardenal con una precisión casi tridimensional, y su mirada, cargada de inteligencia y ambición, parece atravesar el lienzo.

Pero si hay una obra que atrae todas las miradas, es el Ecce Homo, nunca expuesto antes en Roma. Este cuadro, redescubierto en Madrid en 2021 y atribuido definitivamente a Caravaggio, fue expuesto unos meses cedido en el Museo del Prado y ha viajado para la muestra italiana. Después de cuatro siglos, el lienzo vuelve a Italia, aunque solo de manera temporal. En su momento el Ministerio de Cultura no adquirió la obra—hoy en manos de un coleccionista británico residente en España—, pero se aseguró su protección al declararlo Bien de Interés Cultural en 2021.

‘Retrato de Maffeo Barberini’, Caravaggio. | Colección particular

Una vez finalizada la exposición, la pintura deberá regresar a España, aunque su destino final sigue siendo incierto y no está garantizado que vuelva a exhibirse en el Museo del Prado. La sala en la que está expuesto se siente diferente: hay menos murmullos, una expectación silenciosa. La imagen de Cristo, con la corona de espinas y el rostro de resignación infinita, es un ejemplo perfecto de la intensidad emocional que define el arte de Caravaggio.

Junto a estas piezas inéditas, la exposición reúne algunas de sus obras más célebres, como Narciso, Judith y Holofernes, Santa Catalina de Alejandría o El martirio de Santa Úrsula, que podría ser su última pintura. Cada una de ellas ilustra la evolución de su estilo y su capacidad para captar el drama humano con una crudeza que sigue impactando siglos después.

La conversión de Pablo de Tarso, Caravaggio/ Preslava Boneva

La vida de Michelangelo Merisi da Caravaggio, más conocido como Caravaggio, es tan apasionante como su pintura. Nacido en Lombardía, su talento lo llevó a Roma con 21 años, donde alcanzó el éxito bajo la protección de importantes mecenas, como Giuseppe Cesari, pintor de cámara de Clemente VIII.

Sin embargo, su carácter impulsivo y su tendencia a los conflictos marcaron su destino. En la cúspide de su éxito, en 1606, un suceso inesperado y trágico cambió su vida para siempre. Durante una partida de pallacorda, una antigua disciplina del tenis, mató a Ranuccio Tomassoni y huyó inmediatamente de Roma, refugiándose primero en la finca de la familia Colonna en el Lacio, luego en Nápoles y más tarde en Malta, adonde llegó en 1607. Aquí fue aceptado en la orden de los Caballeros de Malta, también gracias a sus probados logros artísticos. Sin embargo, pronto fue encarcelado tras meterse en una pelea. Caravaggio consiguió escapar audazmente y se dirigió primero a Sicilia, permaneciendo en Siracusa y Mesina, y luego de nuevo a Nápoles, donde llegó en 1609.

En 1610, cuando por fin había obtenido el perdón papal y emprendía el camino de vuelta, murió en circunstancias extrañas en Porto Ercole con solo 39 años. Su obra ha seguido un destino similar: dispersa por colecciones de todo el mundo, algunas piezas desaparecieron durante siglos, otras fueron redescubiertas, y su legado quedó en la sombra hasta que en 1951 el historiador Roberto Longhi lo rescató con una histórica exposición en Milán. Desde entonces, el fervor por Caravaggio no ha dejado de crecer. Exposiciones como la de Roma en 2010 o Milán en 2017 han tratado de reunir lo mejor de su producción, pero «Caravaggio 2025» aspira a marcar un antes y un después. Con 60.000 entradas reservadas y una previsión de 300.000 visitantes, la muestra promete ser uno de los grandes acontecimientos artísticos del año.

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