Era la primera vez que Omri Boehm (Gilon, 46 años) regresaba a Alemania después de que, por presiones de la embajada israelí, se suspendiese el discurso que debía pronunciar en Buchenwald por el 80° aniversario de la liberación de este campo de concentración nazi. Fue a principios de abril. Ahora, en junio, se hallaba de nuevo en “el lugar del crimen”, este país marcado todavía por el Holocausto y donde las críticas al Gobierno de Israel, como le ocurrió a Boehm, pueden ser motivo de cancelación.
Un discurso del autor de ‘Universalismo radical’ en el campo de Buchenwald fue cancelado en abril por presiones de la embajada de Israel. Ahora reflexiona sobre el incidente y sobre el conflicto en Próximo Oriente
Era la primera vez que Omri Boehm (Gilon, 46 años) regresaba a Alemania después de que, por presiones de la embajada israelí, se suspendiese el discurso que debía pronunciar en Buchenwald por el 80° aniversario de la liberación de este campo de concentración nazi. Fue a principios de abril. Ahora, en junio, se hallaba de nuevo en “el lugar del crimen”, este país marcado todavía por el Holocausto y donde las críticas al Gobierno de Israel, como le ocurrió a Boehm, pueden ser motivo de cancelación.
“Seré honesto, me sentí más frustrado de lo que habría querido”, decía el filósofo israelí-alemán en un café del centro de la ciudad de Leipzig, donde había acudido para participar en el Bachfest, el festival de Bach. No le frustró tanto la cancelación en sí: dice que del Gobierno israelí tampoco espera demasiado. Le frustró más el escaso o nulo debate que en Alemania suscitó el discurso, publicado entre otros medios internacionales por EL PAÍS.
Es un día soleado de final de primavera en Leipzig y han pasado casi dos meses desde la cancelación de Boehm, profesor en la New School de Nueva York, autor, entre otros, de Universalismo radical: más allá de la identidad (Taurus), y pensador que se reclama de la Ilustración, de Kant y también de Spinoza. Entretanto, la tensión en Oriente Próximo se había disparado con los bombardeos israelíes a las instalaciones nucleares de Irán y los ataques de este país contra Israel. Para él, nacido en el norte de Israel en 1979 y descendiente de judíos alemanes por parte de padre y judíos iraníes por parte de madre, se trataba de algo casi íntimo.

Unos días después, Estados Unidos intervendría en la guerra, y Boehm comentaría: “Temo que la región se encamina hacia la lógica de la guerra total, algo que, a largo plazo, volverá también imposible la vida en Israel”.
Durante la entrevista en Leipzig, Boehm regresó varias veces al mismo tema: la supervivencia de Israel. “La actual destrucción violenta de Palestina, concebida como algo necesario para preservar el Estado judío, también significa la completa destrucción de Israel,” dijo. ¿Por qué? Israel se deslegitimaría a sí mismo con la destrucción de Palestina, difícilmente podría mantenerse “moral, física o legalmente intacto” y todo esto haría trizas el Estado de derecho israelí. “Israel no sobrevivirá a la destrucción de Palestina”.
Por defender estos argumentos, o por promover una solución al conflicto con un solo Estado, una confederación binacional (la “República de Haifa”, que da título a otro de sus ensayos), o por acusar a las autoridades de su país de usar la memoria del Holocausto para “blanquear” a la extrema derecha europea, Boehm tuvo que anular el discurso en Buchenwald.
Boehm ve dos extremos en el debate que rodeó su frustrado discurso en Buchenwald. “De un lado”, dice, “está el Gobierno israelí, y la embajada israelí aquí, utilizando la memoria del Holocausto para luchar contra los derechos humanos y aprovecharse de la importante lucha contra el antisemitismo, con el fin de legitimar la política de la derecha dura”.
“En el otro lado del espectro,”, continúa, “tienes a la izquierda poscolonial que, hay que decirlo con claridad, no se posicionó en contra los crímenes de Hamás el 7 de octubre y pensó que era una forma legítima de resistencia, lo cual me parece despreciable. Y ahora, en vistas al abuso de la conmemoración de Holocausto, se apresura a desechar esta memoria como una ideología occidental”.
El fallo de los moderados
Los moderados, lo que él llama “el centro liberal-sionista” e identifica con intelectuales como David Grossman o Eva Illouz, también han fallado, en su opinión, pues han tardado demasiado “en hablar con claridad contra los crímenes israelíes”. Él busca “una posición mucho más matizada”, por libre y a contracorriente. Y, en realidad, bastante solitaria.
De su abuela judía de Alemania, que perdió a sus padres en el Holocausto y en 1939, a los 16 años, escapó sola a Palestina, Omri Boehm recibió la herencia de la Bildungsburgertum, “la burguesía culta” alemana. Hablaba con ella de Thomas Mann, Schopenhauer, Wagner. Él hizo el servicio militar, estudió en Yale y en Heidelberg y en sus trabajos recuperó el hilo de esta alemanidad ilustrada destruida por los 12 años de nacionalsocialismo.
En Universalismo radical: más allá de la identidad, Boehm relee y reinterpreta tres textos (la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América, el ensayo de Kant ¿Qué es la Ilustración? y la narración del Antiguo Testamento del sacrificio de Isaac) para formular una defensa del humanismo universal frente a “la derecha [que] lucha en defensa de los valores tradicionales” y “la izquierda [que] lo hace en defensa del género y la raza”. Pero también frente a “los progresistas liberales […] que no han sabido defender el derecho internacional, es decir, proteger a los palestinos de la destrucción sistemática de los medios de subsistencia que Israel ha sembrado en Gaza”.
¿Genocidio? “No lo sé”, responde Boehm, quien lamenta que el término se haya convertido en un arma ideológica y defiende que ceñirse a una categoría legal.
“Se ha vuelto casi imposible hablar y pensar sobre ello”, añade. “Un lado te acusa de ser un negacionista del genocidio; el otro, de antisemitismo. Bajo mi punto de vista, está habiendo una limpieza étnica. Crímenes contra la humanidad, también. Son crímenes horribles (…), y no son menores que genocidio. Pero, para muchas personas, no es suficiente, porque el uso de la palabra genocidio se ha vuelto muy importante para la ideología que busca presentar a Israel y al sionismo como genocidas. Hay que resistirse ante esta lógica. Y, por otro lado, en Alemania, por supuesto, si usas este término, y la gente puede tener razones para usarlo, entonces eres antisemita. ‘Los judíos no pueden ser genocidas’. Pues sí pueden serlo”.
Al terminar la conversación en el café Leipzig, frente a la Nikolai-Kirche, donde Bach había tocado el órgano, Boehm pronunció un discurso en el Paulinum, la moderna y reluciente iglesia universitaria. Ahí habló de Bach, la música, el lenguaje, la filosofía y citó Maimónides, Adorno, Benjamin y Schopenhauer. La “guerra de los 12” días entre Israel e Irán, como la ha llamado Donald Trump, acababa de estallar y en el turno de preguntas expresó su inquietud.
Unos días después, reflexionaba en un correo electrónico: “El régimen [iraní] es peligroso y antisemita. Pero hay una tendencia a presentarlo como el origen del conflicto en Oriente Medio.” Y no es eso, en su opinión. “El conflicto real no es global y metafísico con los iraníes. Es el conflicto político local con los palestinos”.
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