Quizás el arte mayor que más ha contribuido durante siglos a configurar lo que hoy llamamos Europa ha sido la arquitectura. En un diálogo constante con las otras artes, los diferentes estilos arquitectónicos han ido dando forma a una cultura común a la vez que, en sus piedras y ladrillos, reflejaban las ideas y vicisitudes de cada tiempo histórico.
El arquitecto David Ferrer acaba de publicar en la editorial Tusquets Una historia personal de la arquitectura europea, una obra escrita como antes podía recorrerse una ciudad, sin turistas ni masificaciones, con el escritor como flâneur que recorre el continente acompañado solamente por el peso de los siglos que aderezan nuestras calles. Una invitación a deambular por las ruinas y los sueños del viejo continente, a mirar con ojos curiosos lo que otros ven como parte indisoluble de su rutina diaria: un frontón dórico, una cúpula barroca, una viga de acero que desafía la gravedad y el tiempo.
Lejos de la seriedad de los inabarcables manuales, Ferrer huye de la nota al pie de página y de las bibliografías infinitas para acercarnos a la arquitectura a través de la crónica, el relato de los detalles que revelan la transcendencia histórica de un edificio o de un espacio urbano. Una narración personal, que no por ello ligera o vaga, que despliega una enorme erudición en cuarenta capítulos breves donde cada uno es una postal, una instantánea de cada momento histórico en que la arquitectura europea se transforma legándonos nuevas formas de entender el mundo. Desde el templo griego hasta la Bauhaus y las vanguardias, Ferrer va conectando historias, lugares y fechas, pero sobre todo atmósferas que se dibujan en unos pocos párrafos.
El recorrido arranca en la Grecia clásica, con su obsesión por el orden y las proporciones. Continúa con la pragmática Roma, que domestica el espacio y el agua, y da paso a la vida urbana. Ferrer contextualiza cada etapa no solo desde el punto de vista arquitectónico, sino también histórico, social y cultural, mostrando cómo las transformaciones políticas, religiosas y tecnológicas influyeron en la evolución de la arquitectura.
La Edad Media aparece con sus catedrales que buscan el cielo y sus claustros silenciosos. El Renacimiento redescubre la medida humana y el placer de la simetría; el Barroco se desborda en curvas y dorados, en plazas teatrales y fachadas que parecen retablos; el Neoclasicismo añora la pureza perdida y se refugia en la geometría. Pero Ferrer no se detiene ahí: su mirada se posa en los movimientos de ruptura y búsqueda, como el Arts and Crafts, el Art Nouveau o el Modernismo catalán. Son capítulos que se leen como crónicas de rebeldía, de intentos de romper con la tradición y de inventar nuevos códigos. El libro culmina en la Bauhaus y las vanguardias, instante en que la arquitectura se vuelve un auténtico laboratorio social persiguiendo la utopía.
A lo largo de la obra, el autor esboza a los grandes maestros y explica conceptos técnicos y detalles constructivos. El tono didáctico y ameno, que combina rigor y sencillez, acerca la arquitectura a un público amplio sin sacrificar profundidad. La cuidada selección de ilustraciones e imágenes nos recuerda, con su blanco y negro, a los antiguos libros de Historia del Arte: no se necesita el color ni grandes alardes técnicos para editar una pequeña obra de arte.
Una historia personal de la arquitectura europea es un libro que se puede leer como una guía de viajes o una colección de microensayos. Ferrer nos recuerda que la arquitectura no es solo cuestión de estilos o de materiales, sino de personas, con sus contextos y aspiraciones. Que las ciudades son, en el fondo, el reflejo de nuestras contradicciones y de nuestros sueños.
David Ferrer ha dirigido la Biblioteca y el Archivo Histórico del Colegio de Arquitectos de Catalunya y ha impulsado exposiciones y publicaciones sobre Gaudí. En esta ocasión nos invita a mirar de otra manera, a detenernos en los detalles, a preguntarnos por el significado de lo que nos rodea. No es un tratado de arquitectura, ni pretende serlo, pero tampoco un anecdotario ligero y simplón, sino un resumen personal de lo mejor de nuestra arquitectura en unas cuatrocientas páginas, una invitación para salir a la calle con ganas de mirar y entender.
Quizás el arte mayor que más ha contribuido durante siglos a configurar lo que hoy llamamos Europa ha sido la arquitectura. En un diálogo constante con
Quizás el arte mayor que más ha contribuido durante siglos a configurar lo que hoy llamamos Europa ha sido la arquitectura. En un diálogo constante con las otras artes, los diferentes estilos arquitectónicos han ido dando forma a una cultura común a la vez que, en sus piedras y ladrillos, reflejaban las ideas y vicisitudes de cada tiempo histórico.
El arquitecto David Ferrer acaba de publicar en la editorial Tusquets Una historia personal de la arquitectura europea, una obra escrita como antes podía recorrerse una ciudad, sin turistas ni masificaciones, con el escritor como flâneur que recorre el continente acompañado solamente por el peso de los siglos que aderezan nuestras calles. Una invitación a deambular por las ruinas y los sueños del viejo continente, a mirar con ojos curiosos lo que otros ven como parte indisoluble de su rutina diaria: un frontón dórico, una cúpula barroca, una viga de acero que desafía la gravedad y el tiempo.
Lejos de la seriedad de los inabarcables manuales, Ferrer huye de la nota al pie de página y de las bibliografías infinitas para acercarnos a la arquitectura a través de la crónica, el relato de los detalles que revelan la transcendencia histórica de un edificio o de un espacio urbano. Una narración personal, que no por ello ligera o vaga, que despliega una enorme erudición en cuarenta capítulos breves donde cada uno es una postal, una instantánea de cada momento histórico en que la arquitectura europea se transforma legándonos nuevas formas de entender el mundo. Desde el templo griego hasta la Bauhaus y las vanguardias, Ferrer va conectando historias, lugares y fechas, pero sobre todo atmósferas que se dibujan en unos pocos párrafos.
El recorrido arranca en la Grecia clásica, con su obsesión por el orden y las proporciones. Continúa con la pragmática Roma, que domestica el espacio y el agua, y da paso a la vida urbana. Ferrer contextualiza cada etapa no solo desde el punto de vista arquitectónico, sino también histórico, social y cultural, mostrando cómo las transformaciones políticas, religiosas y tecnológicas influyeron en la evolución de la arquitectura.
La Edad Media aparece con sus catedrales que buscan el cielo y sus claustros silenciosos. El Renacimiento redescubre la medida humana y el placer de la simetría; el Barroco se desborda en curvas y dorados, en plazas teatrales y fachadas que parecen retablos; el Neoclasicismo añora la pureza perdida y se refugia en la geometría. Pero Ferrer no se detiene ahí: su mirada se posa en los movimientos de ruptura y búsqueda, como el Arts and Crafts, el Art Nouveau o el Modernismo catalán. Son capítulos que se leen como crónicas de rebeldía, de intentos de romper con la tradición y de inventar nuevos códigos. El libro culmina en la Bauhaus y las vanguardias, instante en que la arquitectura se vuelve un auténtico laboratorio social persiguiendo la utopía.
A lo largo de la obra, el autor esboza a los grandes maestros y explica conceptos técnicos y detalles constructivos. El tono didáctico y ameno, que combina rigor y sencillez, acerca la arquitectura a un público amplio sin sacrificar profundidad. La cuidada selección de ilustraciones e imágenes nos recuerda, con su blanco y negro, a los antiguos libros de Historia del Arte: no se necesita el color ni grandes alardes técnicos para editar una pequeña obra de arte.
Una historia personal de la arquitectura europea es un libro que se puede leer como una guía de viajes o una colección de microensayos. Ferrer nos recuerda que la arquitectura no es solo cuestión de estilos o de materiales, sino de personas, con sus contextos y aspiraciones. Que las ciudades son, en el fondo, el reflejo de nuestras contradicciones y de nuestros sueños.
David Ferrer ha dirigido la Biblioteca y el Archivo Histórico del Colegio de Arquitectos de Catalunya y ha impulsado exposiciones y publicaciones sobre Gaudí. En esta ocasión nos invita a mirar de otra manera, a detenernos en los detalles, a preguntarnos por el significado de lo que nos rodea. No es un tratado de arquitectura, ni pretende serlo, pero tampoco un anecdotario ligero y simplón, sino un resumen personal de lo mejor de nuestra arquitectura en unas cuatrocientas páginas, una invitación para salir a la calle con ganas de mirar y entender.
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