Tadao Ando sigue construyendo Naoshima

Soichiro Fukutake se hizo billonario con la educación. El padre de las academias de idiomas Berlitz lideró durante años el grupo Benesse que dedica parte de sus ganancias a invertir en arte y a hacer filantropía con cuestiones sociales como el cuidado de ancianos.

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 Hace 35 años, en un archipiélago japonés, nació el Benesse Art Site, un proyecto privado que buscaba unir la comunidad local, la naturaleza, la arquitectura y ahora estrena un nuevo museo  

Del tirador a la ciudad

Hace 35 años, en un archipiélago japonés, nació el Benesse Art Site, un proyecto privado que buscaba unir la comunidad local, la naturaleza, la arquitectura y ahora estrena un nuevo museo

Vista del nuevo Museo de Arte de Naoshima de Tadao Ando.
Anatxu Zabalbeascoa

Soichiro Fukutake se hizo billonario con la educación. El padre de las academias de idiomas Berlitz lideró durante años el grupo Benesse que dedica parte de sus ganancias a invertir en arte y a hacer filantropía con cuestiones sociales como el cuidado de ancianos.

Más allá de contar con una amplísima colección de arte japonés y europeo, en su mayoría moderno y contemporáneo, el grupo comenzó a construir, hace más de tres décadas, el Benesse Art Site, un grupo de intervenciones y museos artísticos desplegados ―e integrados― en las islas de Naoshima, Teshima e Inujima en el mar de Seto. Para conseguirlo, llamaron al que entonces era el arquitecto japonés más singular, Tadao Ando. Y comenzaron a sembrar las islas de edificios inspiradores. Así, Ando levantó un jardín de esculturas y también la Benesse House, el hotel donde se alojan quienes visitan las islas. Ryue Nishizawa construyó luego el inolvidable Museo de Arte de Teshima y Sou Fujimoto diseñó un singular pabellón en Naoshima.

Terraza-mirador sobre el mar de Seto del nuevo Museo de Arte de Naoshima.

El nuevo Museo de Arte es la décima intervención de Tadao Ando en la isla de Naoshima y la primera que construye en el casco urbano del propio pueblo de Naoshima. Como otros de los edificios que ha diseñado en esa isla, este museo parte también de la topografía y busca integrarse entre su paisaje, pero también entre las construcciones locales. Por eso de sus tres plantas sólo una sobresale: la cubierta inclinada del edificio que armoniza con la cresta de las colinas. También los muros exteriores son de yeso oscurecido, un color muy cercano al cedro quemado tradicional en las viviendas de la zona.

En el interior, una escalera, que recibe luz natural de un gran tragaluz cenital, conecta las plantas y las cuatro galerías. El café sirve también para exponer obras y funciona como un mirador sobre Teshima, la isla vecina en el mar de Seto.

Vista de la escalera del nuevo Museo de Arte de Naoshima, con la claraboya que la ilumina.

“Las experiencias conmovedoras tienen el poder de alimentar el alma humana. De refinar nuestros sentidos y aumentar la nuestra capacidad de conmovernos. La experiencia de visitar Naoshima se queda en la mente”, ha declarado Tadao Ando, que lleva más de 30 años construyendo edificios en la isla. Ando compara la experiencia de visitarla con los recuerdos de la infancia, los que potencian los sentidos, “los que son capaces de abrir puertas a mundos nuevos”.

La directora del Museo de Arte Nuevo de Naoshima, Miki Akiko, habla de sumar el dinamismo del cambio de exposiciones a un lugar cuya naturaleza cambiaba más que las muestras ―que eran permanentes y de artistas japoneses y occidentales―.

La llegada de artistas chinos ―como Cai Guo-Quiang―, indonesios ―como Heri Dono―, filipinos ―como Martha Atienza―, indios ―como N. S. Harsha―,  tailandeses ―como Pannaphan Yodmanee― o surcoreanos ―como Do Ho Suh-, supone la apertura al arte contemporáneo de otros países asiáticos. Y, para Miki Akiko, un acto armónico con la naturaleza del lugar.

Vista aérea del nuevo Museo de Arte de Naoshima de Tadao Ando.

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