Paula Mattheus, la voz luminosa de una generación que anhela amor, paz y autenticidad

Desde un pequeño rincón de Getxo (Vizcaya), con apenas una guitarra y un mundo de emociones por descubrir, Paula Mattheus empezó a construir un refugio personal hecho de melodías y letras. Lo que comenzó siendo un escape para esa niña tímida se transformó con los años en una carrera musical sólida, auténtica y profundamente honesta. En su voz se percibe una verdad desnuda, en sus letras una vulnerabilidad sin filtros, y en su historia una mezcla valiente de incertidumbres, vértigo y una fe inquebrantable en sí misma. Tras dos discos, una gira nacional y el reconocimiento de un público fiel, Paula no solo canta, sino que abraza con cada nota a quienes la escuchan, ofreciéndoles un espacio donde sentirse comprendidos.

En esta conversación íntima con THE OBJECTIVE, se abre sin reservas para hablar de miedos, pérdidas, resiliencia y del salvaje acto de ser auténtica, cueste lo que cueste. Es la historia de alguien que ha aprendido a usar la música como terapia, como herramienta para ordenar pensamientos y emociones, y como un acto de valentía para mostrarse sin máscaras ante miles de personas. Entre confesiones sobre su proceso creativo caótico, la evolución de su estilo y las canciones que más la han marcado, revela también la dificultad y el poder de la vulnerabilidad, el reto de mantenerse fiel en una industria compleja y su lucha por conservar su esencia. Habla de la importancia de la terapia, el deporte y el tiempo en soledad para cuidar su salud mental, y de cómo la música se ha convertido en su forma de sanar y de liberar lo que lleva dentro.

Paula es una mujer que reconoce el peso de sus miedos, pero que también aprende a convivir con ellos sin dejarse paralizar. Con honestidad y una humildad profunda, comparte sus dudas y aprendizajes, dejando claro que su música no es solo para mujeres, sino para cualquier persona que busque en sus historias un espejo, un abrazo o una chispa de esperanza. En cada acorde, en cada palabra, está la invitación a reconectar con nuestra propia verdad y a seguir adelante, incluso cuando el camino parezca incierto.

PREGUNTA.- Estudiaste Derecho y Relaciones Internacionales. ¿Qué te llevó a dejarlo todo y lanzarte a la música?

RESPUESTA.– Exacto, estudié Derecho y Relaciones Internacionales, pero la música siempre ha estado presente en mi vida, desde que tengo uso de razón. Empecé a escribir canciones con nueve o diez años, como una forma de desahogarme, porque era una niña muy tímida. Me costaba expresar lo que sentía, así que lo volcaba todo en la escritura. Incluso cuando me enfadaba con mis padres, les escribía cartas que les dejaba por debajo de la puerta.

Durante mucho tiempo, escribir fue mi vía de escape. En casa se escuchaban muchos cantautores, mis padres eran muy fans, y en los viajes en coche yo prestaba atención a cómo estaban construidas las canciones. Me fascinaba cómo la música de otros podía provocarme tantas emociones, y desde entonces me obsesioné con la composición. A los 14 años ya tocaba en bares, y durante la universidad formé parte de un grupo musical. No me pagaban, lo hacía por puro gusto, y además seguía formándome en una academia de guitarra. Para cuando terminé la carrera, ya llevaba toda mi vida vinculada a la música. Todo el mundo me lo decía, que se me notaba, que tenía mucha “calle”, mucho “barro”, como dicen aquí.

«Sabía cómo eran mis canciones en su forma más desnuda, pero no tenía ni idea de cómo vestirlas, de cómo producirlas»

La carrera la acabé porque no me gusta dejar las cosas a medias, pero siempre supe que lo mío era la música. Por eso, al graduarme, me metí de lleno: estudié un máster en industria musical. Nunca llegué a ejercer como jurista, ni siquiera trabajé un solo día en eso. Me pilló la pandemia, estuve unos meses en una promotora de festivales y, en paralelo, empecé a moverme mucho en Madrid para sesiones de composición. Fiché como compositora en Warner Chappell con una carpeta de Drive llena de audios grabados con el móvil. Me pasaba tanto tiempo en Madrid que acabé mudándome, y a los pocos meses de lanzar mis primeras canciones, me contactó una agencia de management. Desde entonces, todo ha ido encajando.

P.- ¿Cómo describirías tu evolución artística desde tus primeros temas hasta ahora?

R.- Cuando empecé a hacer música, lo único que conocía era la guitarra y mi voz. Sabía cómo eran mis canciones en su forma más desnuda, pero no tenía ni idea de cómo vestirlas, de cómo producirlas. Mis dos primeros EP fueron, en realidad, una especie de laboratorio: una etapa de prueba y error en la que exploré diferentes estilos para entender con cuál me sentía más yo. Tenía muchísima curiosidad por el mundo de la producción, así que experimenté sin miedo, hice desde una rumba, un tema con toques latinos, otros más indie o incluso más folk. Estaba buscando mi sonido, probando todo lo que me llamaba la atención.

Con el tiempo, creo que esa búsqueda se ha ido afinando. En los últimos trabajos se nota que ya sé en qué géneros me muevo con más comodidad, qué tipo de producción refleja mejor lo que quiero contar. Y también, claro, se nota una evolución personal. Como escribo mis propias canciones, es lógico que lo que me importa ahora no sea lo mismo que a los 22 años. En ese entonces me preocupaba si el chico me miraba o no, y ahora, con 29, me pregunto qué estoy haciendo con mi vida. Esa madurez también se traduce en la música.

«Cuando escribo una canción que realmente me toca por dentro, suelo acabar llorando»

Paula Mattheus | Cedida
Paula Mattheus

P.- Tus letras suelen tener una carga emocional muy potente. ¿En qué momento sabes que una vivencia personal merece convertirse en canción?

R.- Uf, qué pregunta tan complicada. La verdad es que nunca lo sabes con certeza. Yo, al menos, no lo sé. Pero tengo una especie de termómetro emocional, lo que uno de mis productores llama el YoroMetro. Cuando escribo una canción que realmente me toca por dentro, suelo acabar llorando. Y, aunque suene raro, eso para mí es una buena señal. Es como si algo dentro de mí hiciera clic. Si esa letra me remueve a mí, pienso que tal vez también pueda remover a alguien más. Ese momento en el que me emociono escribiendo es, para mí, el mejor baremo para saber que esa vivencia tenía que convertirse en canción.

«Es como si todas las piezas encajaran de golpe, como si algo dentro de ti hiciera clic. Y ahí nace la canción.»

P.- ¿Cuál es tu rutina creativa cuando compones? ¿Eres de las que escribe por impulso o prefieres un método más estructurado?

R.- Soy un completo caos. De verdad. Como compositora para otros artistas, eso a veces me cuesta bastante, porque no tengo una forma metódica de trabajar. No sigo un proceso lineal. Voy por la vida recogiendo ideas: un día se me ocurre una frase y la apunto en el móvil, otro día me grabo una melodía que me viene de repente, sin saber muy bien de dónde. Y luego pasa algo que creo que les sucede a muchos autores, aunque nadie sabe exactamente por qué ni cómo. De repente, un día te sientas y todo eso que llevas semanas o meses gestando cobra sentido. Es como si todas las piezas encajaran de golpe, como si algo dentro de ti hiciera clic. Y ahí nace la canción.

«A mi alrededor veo relaciones muy distintas, todo va rápido, se consume igual que llega. Y de repente yo escribo desde un lugar muy sincero, diciendo: yo quiero algo como lo que tienen mis padres»

P.-¿Qué canción tuya te ha sorprendido más por la forma en que conectó con el público y cuál es la que más te ha marcado personalmente?

R.- Sin duda, la que más me sorprendió fue Me presento. Es la única vez en mi vida que una canción mía se ha hecho viral de esa manera. Y lo curioso es que era una canción extremadamente íntima, casi un diario de lo que estaba viviendo en ese momento. Nunca me imaginé, ni de lejos, que tanta gente se iba a ver reflejada en ella. El mensaje hablaba de un amor bonito, lento, de los de antes, algo que a día de hoy casi parece contracultural. A mi alrededor veo relaciones muy distintas, todo va rápido, se consume igual que llega. Y de repente yo escribo desde un lugar muy sincero, diciendo: yo quiero algo como lo que tienen mis padres. En casa he tenido ese ejemplo maravilloso de amor duradero y sano, pero no esperaba que eso conectara con tanta fuerza con otras personas. Fue muy emocionante ver esa respuesta.

Y, por otro lado, la canción que más me ha marcado personalmente es El río. Es mi favorita, sin duda. Es con la que más disfruto y con la que más conecto, al menos en este momento. Hay algo en ella que me representa profundamente, tanto a nivel emocional como artístico.

«Yo no hago música para mujeres, simplemente soy mujer y hago música»

P. – ¿Hay alguna causa social o mensaje que te gustaría visibilizar más a través de tu música?

R.- Me encantaría, en algún momento, ser capaz de escribir una canción sobre cómo me he sentido como mujer dentro de la industria musical durante estos años. Pero, sinceramente, siento que todavía no tengo las herramientas necesarias para contarlo como me gustaría. Sé que esa canción está ahí, porque la he intentado escribir muchísimas veces, de mil formas distintas, pero ninguna ha conseguido reflejar realmente lo que quiero decir.

En alguna entrevista me han llegado a preguntar por qué hago música “para mujeres”. Y me sorprende esa forma de plantearlo, porque yo no hago música para mujeres, simplemente soy mujer y hago música. Y eso, naturalmente, hace que muchas mujeres se vean reflejadas en mis letras, igual que yo me he visto reflejada muchas veces en canciones escritas por hombres. Nadie les pregunta a ellos si escriben “para hombres”.

Creo que todavía queda mucho por revisar en cómo se percibe la autoría femenina en la música. Pero lo que me gusta pensar es que soy una mujer escribiendo canciones desde su verdad, desde lo que vive y siente. No escribo desde la reivindicación directa, escribo desde mi experiencia como ser humano, como alguien libre y pensante. Me pasan cosas, como le pasan a cualquiera.

P.- Como cantautora, solemos asumir que tus canciones parten de experiencias personales. ¿Cómo gestionas la vulnerabilidad de exponer tus emociones más profundas ante miles de personas?

R.- La verdad es que ahora ya no me importa. Al principio sí me costaba mucho más, sobre todo porque quienes más me escuchaban eran mis amigos, mi familia, gente cercana. Y claro, para ellos siempre voy a ser “la hija de”, o “la amiga de”. Pero con el tiempo entendí algo importante: que en realidad a nadie le importa tanto como creemos, y que la peor juez que tengo soy yo misma. Además, cuando alguien viene y me dice: “Esta canción me ayudó muchísimo” o “me sentí muy identificada”, todo cobra sentido. Es entonces cuando pienso que vale la pena haberme expuesto, si eso puede acompañar o aliviar a alguien más.

Cuando era adolescente, sí lo pasaba peor. Subía vídeos a YouTube con 14 o 15 años, y en aquella época no era como ahora, que está de moda mostrarse tal cual eres. Entonces, si hacías eso, eras “la friki”. Se reían bastante de mí. Pero supongo que con los años una aprende a sostener esa vulnerabilidad y convertirla en fortaleza. Hoy por hoy, siento que es parte de lo que da valor a lo que hago.

«Componer funciona como una especie de terapia»

P.- Componer es un proceso muy introspectivo. ¿Cómo cuidas tu salud mental mientras revives emociones intensas al escribir?

R.- Fíjate que, en mi caso, a veces sucede justo lo contrario. Entiendo perfectamente la pregunta, porque es cierto que escribir puede remover mucho, y a veces cuesta abrir, como yo digo, “el cajón de la mierda”, porque sabes que vas a encontrar cosas que no te gustan, emociones que duelen o recuerdos que creías superados. Es un proceso emocional intenso, y no siempre es fácil. Pero también siento que, para mí, componer funciona como una especie de terapia. Me ayuda a ordenar mis pensamientos, a entender qué me está pasando realmente. Muchas veces, escribiendo, descubro cosas que ni siquiera sabía que estaban ahí. Y cuando identificas un problema o una emoción que no habías reconocido, ya puedes empezar a trabajarlo. Así que, aunque a veces duela, escribir me sana. Lo uso justo para eso: para mirar hacia dentro y encontrar claridad.

P.- Durante una gira, los ritmos suelen ser muy agotadores. ¿Tienes alguna rutina personal que te ayude a mantener el equilibrio físico y emocional?

R.- Cuando estoy de gira, todos mis amigos saben que desaparezco un poco, porque entre concierto y concierto necesito desconectar y volver a mí misma. Es muy bonito estar en un escenario, pero también es emocionalmente agotador: muchas caras nuevas, mucha emoción y adrenalina. Por eso, durante la semana me dedico a estar conmigo misma, a cuidar de mi perro, a cocinar, a estar en los lugares donde realmente necesito estar. Trato de aprovechar al máximo esos momentos de tranquilidad, dentro de lo que la agenda me permite, porque a veces hay compromisos que atender. Además, hago mucho deporte, que para mí es fundamental para aguantar el ritmo frenético de los fines de semana. Eso me ayuda a mantener el equilibrio físico y emocional.

P.- ¿Cómo gestionas el estrés en medio de tanta exigencia personal, profesional y social? He leído que te exiges mucho.

R.-Gestionar el estrés no es fácil, pero para mí el deporte es fundamental, incluso es mi práctica diaria imprescindible. Siempre que tengo algo programado, lo primero que pregunto es a qué hora empieza, porque necesito organizarme para levantarme temprano, ir al gimnasio, sacar al perro y tomarme un café. Si no hago esa rutina, simplemente no funciona; incluso me pongo de mal humor. Es clave para que mi día fluya y para mantenerme equilibrada.

Además, necesito pasar mucho tiempo sola, desconectando y reencontrándome conmigo misma. Y, por supuesto, cuento con ayuda profesional: voy a terapia religiosamente desde hace años. Hace un tiempo empecé a trabajar con una terapeuta especializada en artistas, y eso me ha permitido entender cosas nuevas, procesos que antes no había reconocido. La terapia es una herramienta vital para manejar todo lo que implica esta vida tan intensa.

P.- ¿Cómo logras organizarte y mantener el equilibrio dentro de tanto caos?

R.- Creo que la clave está en ser coherente con el momento en el que estás, aceptando que esta etapa no va a durar para siempre. Son unos años en los que hay que apretar, en los que estás tratando de encontrar tu lugar en el mundo y en el trabajo. Yo intento no verlo como una carga, sino como algo temporal. Visualizo a dónde quiero llegar y por qué estoy haciendo todo esto. Recordarme constantemente el motivo me ayuda mucho a no tirar la toalla cuando siento que todo puede ser demasiado. Además, tengo una red de apoyo increíble. Cuidar a las personas que me quieren y a las que quiero siempre ha sido fundamental para mantenerme firme y con la energía necesaria

«Sentí que había perdido cosas de mí que me gustaban»

P.- Tu nuevo tema, “La Salvaje”, suena a grito de libertad. ¿Qué significa para ti?

R.- Para mí, La salvaje representa una reconexión con una parte de mí misma con la que estuve muy enfadada durante años. Creo que a muchos de los que venimos de zonas más provincianas y nos mudamos a la ciudad nos pasa lo mismo: sentimos que tenemos que irnos para crecer, prosperar y convertirnos en algo o alguien. La capital me ha dado mucho: felicidad, amigos maravillosos y un trabajo precioso, pero durante el último año, sobre todo hablando de salud mental, sentí que había perdido cosas de mí que me gustaban. No tanto mi esencia, sino esa persona tranquila, despreocupada, libre, a la que no le importaba lo que pensaran de ella, ni de su música, ni de nada. Esa persona era Paulita, un alma libre, como me decían mis amigos.

En estos años me exigí mucho, física y socialmente, siempre intentando estar a la altura de cada situación, y en ese proceso me fui haciendo muy pequeñita. Por eso este último año ha sido un viaje hermoso para reconectar conmigo misma y con mis raíces. Claro que hay cosas en las que hay que avanzar, pero también hay otras que amo y no quería perder. La salvaje significa, en esencia, volver a mí, a esa parte que todos llevamos dentro y que nadie nos puede quitar.

«Soy de las que piensa que hay daños totalmente evitables, cosas que luego cuestan mucho trabajo sanar, incluso en terapia, y que no eran necesarias»

P.- Si pudieras hablar con tu yo de hace diez años, ¿qué le dirías? ¿Hay algo en lo que te arrepientas del camino que has recorrido?

R.- De hecho, he escrito una canción sobre eso que saldrá en mi próximo disco, así que creo que lo explica mejor que yo. Pero, en resumen, le diría que no tenga miedo, que todo va a ir bien y que no permita que la hagan sentir pequeña, porque lo que está viviendo es parte de ella. Soy de las que piensa que hay daños totalmente evitables, cosas que luego cuestan mucho trabajo sanar, incluso en terapia, y que no eran necesarias. Está bien aprender, por supuesto, pero también creo que hay otras maneras de hacerlo. Muchas veces creemos que tenemos que pasar por experiencias horribles para aprender, pero no es así. Claro que me arrepiento de algunas cosas, pero no cambiaría nada de lo que he vivido.

«Me han asaltado pensamientos como “no voy a volver a vender una entrada en mi vida” o “todo lo que ha pasado ha sido suerte”»

P.- El tema de los miedos es algo recurrente entre artistas. Muchos comentan que, tras el subidón de una gira o una etapa muy activa, llega el parón, y con él una bajada emocional: menos conciertos, menos exposición… ¿Cómo gestionas tú esos momentos más bajos? Al final, el miedo no es algo que se supera del todo, sino que va y viene. ¿Tienes algún consejo para quienes sueñan con ser una Paula Mattheus, pero se enfrentan a esos mismos temores, sobre todo al empezar?

R.- Lo llevo fatal, sinceramente. Acabé la gira en abril y, aunque no he parado, he estado grabando disco, preparando la nueva gira, haciendo cosas, estos dos últimos meses han sido muy duros. Me han asaltado pensamientos como “no voy a volver a vender una entrada en mi vida” o “todo lo que ha pasado ha sido suerte”. Sé que es algo que me va a seguir pasando cíclicamente, que forma parte de este oficio. Esa incertidumbre constante es difícil de manejar, pero es real y, al menos en mi caso, inevitable. Y para quienes empiezan y sienten ese mismo miedo, les diría lo que me dice mi psicóloga: que es normal. Que lo acepten, lo lloren, lo digieran y se desahoguen. Pero, sobre todo, que sigan trabajando. Que no permitan que el miedo los paralice. Se puede avanzar incluso con miedo encima, y eso también es valentía.

P.-¿Hay algo que te gustaría añadir fuera de las preguntas que te he hecho?

R.- Sí, me gustaría decir algo que siempre intento aclarar: no me considero cantautora, soy compositora. En España, por alguna razón, la palabra “cantautor” arrastra una fama un poco injusta, como si todos fuéramos unos cuenta penas, cuando en realidad casi todas las bandas que tocan en festivales también lo son, porque escriben sus propias canciones. Me encantaría que dejáramos de pensar que ser cantautor es sinónimo de aburrido. Que las mujeres en los escenarios también somos divertidas, potentes, disfrutonas. Y que tengo la suerte de tener una banda maravillosa que lo demuestra en cada directo.

 Desde un pequeño rincón de Getxo (Vizcaya), con apenas una guitarra y un mundo de emociones por descubrir, Paula Mattheus empezó a construir un refugio personal  

Desde un pequeño rincón de Getxo (Vizcaya), con apenas una guitarra y un mundo de emociones por descubrir, Paula Mattheus empezó a construir un refugio personal hecho de melodías y letras. Lo que comenzó siendo un escape para esa niña tímida se transformó con los años en una carrera musical sólida, auténtica y profundamente honesta. En su voz se percibe una verdad desnuda, en sus letras una vulnerabilidad sin filtros, y en su historia una mezcla valiente de incertidumbres, vértigo y una fe inquebrantable en sí misma. Tras dos discos, una gira nacional y el reconocimiento de un público fiel, Paula no solo canta, sino que abraza con cada nota a quienes la escuchan, ofreciéndoles un espacio donde sentirse comprendidos.

En esta conversación íntima con THE OBJECTIVE, se abre sin reservas para hablar de miedos, pérdidas, resiliencia y del salvaje acto de ser auténtica, cueste lo que cueste. Es la historia de alguien que ha aprendido a usar la música como terapia, como herramienta para ordenar pensamientos y emociones, y como un acto de valentía para mostrarse sin máscaras ante miles de personas. Entre confesiones sobre su proceso creativo caótico, la evolución de su estilo y las canciones que más la han marcado, revela también la dificultad y el poder de la vulnerabilidad, el reto de mantenerse fiel en una industria compleja y su lucha por conservar su esencia. Habla de la importancia de la terapia, el deporte y el tiempo en soledad para cuidar su salud mental, y de cómo la música se ha convertido en su forma de sanar y de liberar lo que lleva dentro.

Paula es una mujer que reconoce el peso de sus miedos, pero que también aprende a convivir con ellos sin dejarse paralizar. Con honestidad y una humildad profunda, comparte sus dudas y aprendizajes, dejando claro que su música no es solo para mujeres, sino para cualquier persona que busque en sus historias un espejo, un abrazo o una chispa de esperanza. En cada acorde, en cada palabra, está la invitación a reconectar con nuestra propia verdad y a seguir adelante, incluso cuando el camino parezca incierto.

PREGUNTA.- Estudiaste Derecho y Relaciones Internacionales. ¿Qué te llevó a dejarlo todo y lanzarte a la música?

RESPUESTA.– Exacto, estudié Derecho y Relaciones Internacionales, pero la música siempre ha estado presente en mi vida, desde que tengo uso de razón. Empecé a escribir canciones con nueve o diez años, como una forma de desahogarme, porque era una niña muy tímida. Me costaba expresar lo que sentía, así que lo volcaba todo en la escritura. Incluso cuando me enfadaba con mis padres, les escribía cartas que les dejaba por debajo de la puerta.

Durante mucho tiempo, escribir fue mi vía de escape. En casa se escuchaban muchos cantautores, mis padres eran muy fans, y en los viajes en coche yo prestaba atención a cómo estaban construidas las canciones. Me fascinaba cómo la música de otros podía provocarme tantas emociones, y desde entonces me obsesioné con la composición. A los 14 años ya tocaba en bares, y durante la universidad formé parte de un grupo musical. No me pagaban, lo hacía por puro gusto, y además seguía formándome en una academia de guitarra. Para cuando terminé la carrera, ya llevaba toda mi vida vinculada a la música. Todo el mundo me lo decía, que se me notaba, que tenía mucha “calle”, mucho “barro”, como dicen aquí.

«Sabía cómo eran mis canciones en su forma más desnuda, pero no tenía ni idea de cómo vestirlas, de cómo producirlas»

La carrera la acabé porque no me gusta dejar las cosas a medias, pero siempre supe que lo mío era la música. Por eso, al graduarme, me metí de lleno: estudié un máster en industria musical. Nunca llegué a ejercer como jurista, ni siquiera trabajé un solo día en eso. Me pilló la pandemia, estuve unos meses en una promotora de festivales y, en paralelo, empecé a moverme mucho en Madrid para sesiones de composición. Fiché como compositora en Warner Chappell con una carpeta de Drive llena de audios grabados con el móvil. Me pasaba tanto tiempo en Madrid que acabé mudándome, y a los pocos meses de lanzar mis primeras canciones, me contactó una agencia de management. Desde entonces, todo ha ido encajando.

P.- ¿Cómo describirías tu evolución artística desde tus primeros temas hasta ahora?

R.- Cuando empecé a hacer música, lo único que conocía era la guitarra y mi voz. Sabía cómo eran mis canciones en su forma más desnuda, pero no tenía ni idea de cómo vestirlas, de cómo producirlas. Mis dos primeros EP fueron, en realidad, una especie de laboratorio: una etapa de prueba y error en la que exploré diferentes estilos para entender con cuál me sentía más yo. Tenía muchísima curiosidad por el mundo de la producción, así que experimenté sin miedo, hice desde una rumba, un tema con toques latinos, otros más indie o incluso más folk. Estaba buscando mi sonido, probando todo lo que me llamaba la atención.

Con el tiempo, creo que esa búsqueda se ha ido afinando. En los últimos trabajos se nota que ya sé en qué géneros me muevo con más comodidad, qué tipo de producción refleja mejor lo que quiero contar. Y también, claro, se nota una evolución personal. Como escribo mis propias canciones, es lógico que lo que me importa ahora no sea lo mismo que a los 22 años. En ese entonces me preocupaba si el chico me miraba o no, y ahora, con 29, me pregunto qué estoy haciendo con mi vida. Esa madurez también se traduce en la música.

«Cuando escribo una canción que realmente me toca por dentro, suelo acabar llorando»

Paula Mattheus | Cedida
Paula Mattheus

P.- Tus letras suelen tener una carga emocional muy potente. ¿En qué momento sabes que una vivencia personal merece convertirse en canción?

R.- Uf, qué pregunta tan complicada. La verdad es que nunca lo sabes con certeza. Yo, al menos, no lo sé. Pero tengo una especie de termómetro emocional, lo que uno de mis productores llama el YoroMetro. Cuando escribo una canción que realmente me toca por dentro, suelo acabar llorando. Y, aunque suene raro, eso para mí es una buena señal. Es como si algo dentro de mí hiciera clic. Si esa letra me remueve a mí, pienso que tal vez también pueda remover a alguien más. Ese momento en el que me emociono escribiendo es, para mí, el mejor baremo para saber que esa vivencia tenía que convertirse en canción.

«Es como si todas las piezas encajaran de golpe, como si algo dentro de ti hiciera clic. Y ahí nace la canción.»

P.- ¿Cuál es tu rutina creativa cuando compones? ¿Eres de las que escribe por impulso o prefieres un método más estructurado?

R.- Soy un completo caos. De verdad. Como compositora para otros artistas, eso a veces me cuesta bastante, porque no tengo una forma metódica de trabajar. No sigo un proceso lineal. Voy por la vida recogiendo ideas: un día se me ocurre una frase y la apunto en el móvil, otro día me grabo una melodía que me viene de repente, sin saber muy bien de dónde. Y luego pasa algo que creo que les sucede a muchos autores, aunque nadie sabe exactamente por qué ni cómo. De repente, un día te sientas y todo eso que llevas semanas o meses gestando cobra sentido. Es como si todas las piezas encajaran de golpe, como si algo dentro de ti hiciera clic. Y ahí nace la canción.

«A mi alrededor veo relaciones muy distintas, todo va rápido, se consume igual que llega. Y de repente yo escribo desde un lugar muy sincero, diciendo: yo quiero algo como lo que tienen mis padres»

P.-¿Qué canción tuya te ha sorprendido más por la forma en que conectó con el público y cuál es la que más te ha marcado personalmente?

R.- Sin duda, la que más me sorprendió fue Me presento. Es la única vez en mi vida que una canción mía se ha hecho viral de esa manera. Y lo curioso es que era una canción extremadamente íntima, casi un diario de lo que estaba viviendo en ese momento. Nunca me imaginé, ni de lejos, que tanta gente se iba a ver reflejada en ella. El mensaje hablaba de un amor bonito, lento, de los de antes, algo que a día de hoy casi parece contracultural. A mi alrededor veo relaciones muy distintas, todo va rápido, se consume igual que llega. Y de repente yo escribo desde un lugar muy sincero, diciendo: yo quiero algo como lo que tienen mis padres. En casa he tenido ese ejemplo maravilloso de amor duradero y sano, pero no esperaba que eso conectara con tanta fuerza con otras personas. Fue muy emocionante ver esa respuesta.

Y, por otro lado, la canción que más me ha marcado personalmente es El río. Es mi favorita, sin duda. Es con la que más disfruto y con la que más conecto, al menos en este momento. Hay algo en ella que me representa profundamente, tanto a nivel emocional como artístico.

«Yo no hago música para mujeres, simplemente soy mujer y hago música»

P. – ¿Hay alguna causa social o mensaje que te gustaría visibilizar más a través de tu música?

R.- Me encantaría, en algún momento, ser capaz de escribir una canción sobre cómo me he sentido como mujer dentro de la industria musical durante estos años. Pero, sinceramente, siento que todavía no tengo las herramientas necesarias para contarlo como me gustaría. Sé que esa canción está ahí, porque la he intentado escribir muchísimas veces, de mil formas distintas, pero ninguna ha conseguido reflejar realmente lo que quiero decir.

En alguna entrevista me han llegado a preguntar por qué hago música “para mujeres”. Y me sorprende esa forma de plantearlo, porque yo no hago música para mujeres, simplemente soy mujer y hago música. Y eso, naturalmente, hace que muchas mujeres se vean reflejadas en mis letras, igual que yo me he visto reflejada muchas veces en canciones escritas por hombres. Nadie les pregunta a ellos si escriben “para hombres”.

Creo que todavía queda mucho por revisar en cómo se percibe la autoría femenina en la música. Pero lo que me gusta pensar es que soy una mujer escribiendo canciones desde su verdad, desde lo que vive y siente. No escribo desde la reivindicación directa, escribo desde mi experiencia como ser humano, como alguien libre y pensante. Me pasan cosas, como le pasan a cualquiera.

P.- Como cantautora, solemos asumir que tus canciones parten de experiencias personales. ¿Cómo gestionas la vulnerabilidad de exponer tus emociones más profundas ante miles de personas?

R.- La verdad es que ahora ya no me importa. Al principio sí me costaba mucho más, sobre todo porque quienes más me escuchaban eran mis amigos, mi familia, gente cercana. Y claro, para ellos siempre voy a ser “la hija de”, o “la amiga de”. Pero con el tiempo entendí algo importante: que en realidad a nadie le importa tanto como creemos, y que la peor juez que tengo soy yo misma. Además, cuando alguien viene y me dice: “Esta canción me ayudó muchísimo” o “me sentí muy identificada”, todo cobra sentido. Es entonces cuando pienso que vale la pena haberme expuesto, si eso puede acompañar o aliviar a alguien más.

Cuando era adolescente, sí lo pasaba peor. Subía vídeos a YouTube con 14 o 15 años, y en aquella época no era como ahora, que está de moda mostrarse tal cual eres. Entonces, si hacías eso, eras “la friki”. Se reían bastante de mí. Pero supongo que con los años una aprende a sostener esa vulnerabilidad y convertirla en fortaleza. Hoy por hoy, siento que es parte de lo que da valor a lo que hago.

«Componer funciona como una especie de terapia»

P.- Componer es un proceso muy introspectivo. ¿Cómo cuidas tu salud mental mientras revives emociones intensas al escribir?

R.- Fíjate que, en mi caso, a veces sucede justo lo contrario. Entiendo perfectamente la pregunta, porque es cierto que escribir puede remover mucho, y a veces cuesta abrir, como yo digo, “el cajón de la mierda”, porque sabes que vas a encontrar cosas que no te gustan, emociones que duelen o recuerdos que creías superados. Es un proceso emocional intenso, y no siempre es fácil. Pero también siento que, para mí, componer funciona como una especie de terapia. Me ayuda a ordenar mis pensamientos, a entender qué me está pasando realmente. Muchas veces, escribiendo, descubro cosas que ni siquiera sabía que estaban ahí. Y cuando identificas un problema o una emoción que no habías reconocido, ya puedes empezar a trabajarlo. Así que, aunque a veces duela, escribir me sana. Lo uso justo para eso: para mirar hacia dentro y encontrar claridad.

P.- Durante una gira, los ritmos suelen ser muy agotadores. ¿Tienes alguna rutina personal que te ayude a mantener el equilibrio físico y emocional?

R.- Cuando estoy de gira, todos mis amigos saben que desaparezco un poco, porque entre concierto y concierto necesito desconectar y volver a mí misma. Es muy bonito estar en un escenario, pero también es emocionalmente agotador: muchas caras nuevas, mucha emoción y adrenalina. Por eso, durante la semana me dedico a estar conmigo misma, a cuidar de mi perro, a cocinar, a estar en los lugares donde realmente necesito estar. Trato de aprovechar al máximo esos momentos de tranquilidad, dentro de lo que la agenda me permite, porque a veces hay compromisos que atender. Además, hago mucho deporte, que para mí es fundamental para aguantar el ritmo frenético de los fines de semana. Eso me ayuda a mantener el equilibrio físico y emocional.

P.- ¿Cómo gestionas el estrés en medio de tanta exigencia personal, profesional y social? He leído que te exiges mucho.

R.-Gestionar el estrés no es fácil, pero para mí el deporte es fundamental, incluso es mi práctica diaria imprescindible. Siempre que tengo algo programado, lo primero que pregunto es a qué hora empieza, porque necesito organizarme para levantarme temprano, ir al gimnasio, sacar al perro y tomarme un café. Si no hago esa rutina, simplemente no funciona; incluso me pongo de mal humor. Es clave para que mi día fluya y para mantenerme equilibrada.

Además, necesito pasar mucho tiempo sola, desconectando y reencontrándome conmigo misma. Y, por supuesto, cuento con ayuda profesional: voy a terapia religiosamente desde hace años. Hace un tiempo empecé a trabajar con una terapeuta especializada en artistas, y eso me ha permitido entender cosas nuevas, procesos que antes no había reconocido. La terapia es una herramienta vital para manejar todo lo que implica esta vida tan intensa.

P.- ¿Cómo logras organizarte y mantener el equilibrio dentro de tanto caos?

R.- Creo que la clave está en ser coherente con el momento en el que estás, aceptando que esta etapa no va a durar para siempre. Son unos años en los que hay que apretar, en los que estás tratando de encontrar tu lugar en el mundo y en el trabajo. Yo intento no verlo como una carga, sino como algo temporal. Visualizo a dónde quiero llegar y por qué estoy haciendo todo esto. Recordarme constantemente el motivo me ayuda mucho a no tirar la toalla cuando siento que todo puede ser demasiado. Además, tengo una red de apoyo increíble. Cuidar a las personas que me quieren y a las que quiero siempre ha sido fundamental para mantenerme firme y con la energía necesaria

«Sentí que había perdido cosas de mí que me gustaban»

P.- Tu nuevo tema, “La Salvaje”, suena a grito de libertad. ¿Qué significa para ti?

R.- Para mí, La salvaje representa una reconexión con una parte de mí misma con la que estuve muy enfadada durante años. Creo que a muchos de los que venimos de zonas más provincianas y nos mudamos a la ciudad nos pasa lo mismo: sentimos que tenemos que irnos para crecer, prosperar y convertirnos en algo o alguien. La capital me ha dado mucho: felicidad, amigos maravillosos y un trabajo precioso, pero durante el último año, sobre todo hablando de salud mental, sentí que había perdido cosas de mí que me gustaban. No tanto mi esencia, sino esa persona tranquila, despreocupada, libre, a la que no le importaba lo que pensaran de ella, ni de su música, ni de nada. Esa persona era Paulita, un alma libre, como me decían mis amigos.

En estos años me exigí mucho, física y socialmente, siempre intentando estar a la altura de cada situación, y en ese proceso me fui haciendo muy pequeñita. Por eso este último año ha sido un viaje hermoso para reconectar conmigo misma y con mis raíces. Claro que hay cosas en las que hay que avanzar, pero también hay otras que amo y no quería perder. La salvaje significa, en esencia, volver a mí, a esa parte que todos llevamos dentro y que nadie nos puede quitar.

«Soy de las que piensa que hay daños totalmente evitables, cosas que luego cuestan mucho trabajo sanar, incluso en terapia, y que no eran necesarias»

P.- Si pudieras hablar con tu yo de hace diez años, ¿qué le dirías? ¿Hay algo en lo que te arrepientas del camino que has recorrido?

R.- De hecho, he escrito una canción sobre eso que saldrá en mi próximo disco, así que creo que lo explica mejor que yo. Pero, en resumen, le diría que no tenga miedo, que todo va a ir bien y que no permita que la hagan sentir pequeña, porque lo que está viviendo es parte de ella. Soy de las que piensa que hay daños totalmente evitables, cosas que luego cuestan mucho trabajo sanar, incluso en terapia, y que no eran necesarias. Está bien aprender, por supuesto, pero también creo que hay otras maneras de hacerlo. Muchas veces creemos que tenemos que pasar por experiencias horribles para aprender, pero no es así. Claro que me arrepiento de algunas cosas, pero no cambiaría nada de lo que he vivido.

«Me han asaltado pensamientos como “no voy a volver a vender una entrada en mi vida” o “todo lo que ha pasado ha sido suerte”»

P.- El tema de los miedos es algo recurrente entre artistas. Muchos comentan que, tras el subidón de una gira o una etapa muy activa, llega el parón, y con él una bajada emocional: menos conciertos, menos exposición… ¿Cómo gestionas tú esos momentos más bajos? Al final, el miedo no es algo que se supera del todo, sino que va y viene. ¿Tienes algún consejo para quienes sueñan con ser una Paula Mattheus, pero se enfrentan a esos mismos temores, sobre todo al empezar?

R.- Lo llevo fatal, sinceramente. Acabé la gira en abril y, aunque no he parado, he estado grabando disco, preparando la nueva gira, haciendo cosas, estos dos últimos meses han sido muy duros. Me han asaltado pensamientos como “no voy a volver a vender una entrada en mi vida” o “todo lo que ha pasado ha sido suerte”. Sé que es algo que me va a seguir pasando cíclicamente, que forma parte de este oficio. Esa incertidumbre constante es difícil de manejar, pero es real y, al menos en mi caso, inevitable. Y para quienes empiezan y sienten ese mismo miedo, les diría lo que me dice mi psicóloga: que es normal. Que lo acepten, lo lloren, lo digieran y se desahoguen. Pero, sobre todo, que sigan trabajando. Que no permitan que el miedo los paralice. Se puede avanzar incluso con miedo encima, y eso también es valentía.

P.-¿Hay algo que te gustaría añadir fuera de las preguntas que te he hecho?

R.- Sí, me gustaría decir algo que siempre intento aclarar: no me considero cantautora, soy compositora. En España, por alguna razón, la palabra “cantautor” arrastra una fama un poco injusta, como si todos fuéramos unos cuenta penas, cuando en realidad casi todas las bandas que tocan en festivales también lo son, porque escriben sus propias canciones. Me encantaría que dejáramos de pensar que ser cantautor es sinónimo de aburrido. Que las mujeres en los escenarios también somos divertidas, potentes, disfrutonas. Y que tengo la suerte de tener una banda maravillosa que lo demuestra en cada directo.

 Noticias de Cultura: Última hora de hoy en THE OBJECTIVE

Noticias Similares