Una tarde de calurosa primavera nos recibe la escritora argentina María Negroni (Rosario, Argentina, 1951) en un hotel del centro de Barcelona, algo cansada tras haber volado desde Berlín, ciudad donde ha permanecido casi un año gracias a una residencia literaria. Conversamos con ella debido a la publicación de su último libro, Colección permanente (Literatura Random House, 2025), un libro híbrido y delicado donde juega con sus dudas alrededor del lenguaje, algo que esta poeta y escritora suele habitar.
«Este libro es resultado directo de la beca» comenta. “Vine acá -Europa- para escribirlo, aunque no sabía exactamente qué iba a salir. La beca es una especie de intemperie generosa, un regalo del tiempo». En efecto, el libro, cuya forma híbrida juega con géneros como la poesía, el ensayo, la entrevista apócrifa y la narrativa breve, refleja bien esa naturaleza de «intemperie» que describe la autora.
Negroni habla con calma, como si hilvanara un tejido delicado que podría romperse en cualquier instante. Preguntarle sobre la hibridez, una marca constante en su obra, es casi obligatorio: «Creo que esa hibridez empezó con mi libro Islandia, cuando vivía en Manhattan. Intentaba mezclar dos voces distintas: la de la saga islandesa original y la de una mujer contemporánea en otra isla, Nueva York”. Desde entonces la autora crea ese collage narrativo, esa hibridez, ya que es su «forma de respirar».
En Colección permanente, Negroni recupera esa reflexión sobre lo inaprensible, la imposibilidad de «poseer la experiencia” en la escritura. Al escucharla, se hace evidente que no hay distancia entre lo que escribe y lo que vive. «Cada vez que empiezo un texto, vuelvo a foja cero. Esa imposibilidad es a la vez una condena y un premio».
«Me alegra la visibilidad que están teniendo las escritoras, pero el mercado tiene sus antenas afiladas. Muchas veces toma reclamos válidos y los convierte en etiquetas vendibles.
La conversación deriva, inevitablemente, hacia cómo el mercado posee a los autores, lo que saca a relucir su visión crítica del estructura codificadora actual que a menudo reduce los libros y sus autores a etiquetas fáciles. «Me alegra la visibilidad que están teniendo las escritoras, pero el mercado tiene sus antenas afiladas. Muchas veces toma reclamos válidos y los convierte en etiquetas vendibles. Lo peligroso es que te pidan repetir un tema traumático como fórmula para mantenerte visible» afirma.
Volviendo a Colección permanente, Negroni insiste en que el corazón de la literatura no está en el tema sino en el lenguaje:»La literatura es siempre sobre el lenguaje. Me interesa que las palabras lleguen hasta ese punto donde la realidad ya no puede ser explicada”.
Argentina como signo y la entrevista como máscara
Durante esta entrevista con THE OBJECTIVE, María Negroni también reflexiona sobre cómo la historia reciente de su país ha moldeado su escritura. Comenzó a publicar tardíamente, a los treinta y cinco años, en un contexto aún marcado por los ecos de la dictadura argentina, la cual, afirma la autora, le «afectó profundamente» su relación con el lenguaje. «Aprendí que el discurso largo pertenece a los militares; por eso prefiero el fragmento, es mi forma de desconfiar, de decir lo máximo con lo mínimo posible».
Otro punto que no podíamos dejar de mencionar son sus «entrevistas apócrifas» dentro de Colección permanente, esas curiosas construcciones donde dialoga con figuras históricas de la literatura. Al preguntarle si se trata de un desafío literario o un gesto humorístico, responde con una sonrisa: «Hay un poco de picardía argentina en eso. Es como jugar con la ventriloquia: poner a un autor a discutir o a quejarse, a decir ‘no me hagas decir más tonterías’. Al final, claro, la voz prestada termina siendo siempre la mía».
Finalmente, antes de cerrar esta breve conversación, hablamos de lo que significa para ella la lectura. Negroni cita a Macedonio Fernández y su lector ideal, quien «deja el libro a la mitad para ir a escribirlo”. No es de extrañar que la autora sea generosa con quienes leemos y que para ella «la lectura es un acto radicalmente generoso. Cuando un libro logra conmoverte hasta impulsarte a escribir, se completa un circuito secreto y hermoso entre dos soledades».
Este nuevo libro refleja esa búsqueda infinita y poética de lo inaprensible que define su obra. Cada conversación con Negroni es abrir una puerta delicada hacia lo inefable, hacia aquello que las palabras apenas logran rozar, un territorio siempre a medio camino entre la certeza y el misterio, por eso es muy difícil cerrar esta conversación porque se extiende y se comprende en tiempos largos.
Una tarde de calurosa primavera nos recibe la escritora argentina María Negroni (Rosario, Argentina, 1951) en un hotel del centro de Barcelona, algo cansada tras haber
Una tarde de calurosa primavera nos recibe la escritora argentina María Negroni (Rosario, Argentina, 1951) en un hotel del centro de Barcelona, algo cansada tras haber volado desde Berlín, ciudad donde ha permanecido casi un año gracias a una residencia literaria. Conversamos con ella debido a la publicación de su último libro, Colección permanente (Literatura Random House, 2025), un libro híbrido y delicado donde juega con sus dudas alrededor del lenguaje, algo que esta poeta y escritora suele habitar.
«Este libro es resultado directo de la beca» comenta. “Vine acá -Europa- para escribirlo, aunque no sabía exactamente qué iba a salir. La beca es una especie de intemperie generosa, un regalo del tiempo». En efecto, el libro, cuya forma híbrida juega con géneros como la poesía, el ensayo, la entrevista apócrifa y la narrativa breve, refleja bien esa naturaleza de «intemperie» que describe la autora.
Negroni habla con calma, como si hilvanara un tejido delicado que podría romperse en cualquier instante. Preguntarle sobre la hibridez, una marca constante en su obra, es casi obligatorio: «Creo que esa hibridez empezó con mi libro Islandia, cuando vivía en Manhattan. Intentaba mezclar dos voces distintas: la de la saga islandesa original y la de una mujer contemporánea en otra isla, Nueva York”. Desde entonces la autora crea ese collage narrativo, esa hibridez, ya que es su «forma de respirar».
En Colección permanente, Negroni recupera esa reflexión sobre lo inaprensible, la imposibilidad de «poseer la experiencia” en la escritura. Al escucharla, se hace evidente que no hay distancia entre lo que escribe y lo que vive. «Cada vez que empiezo un texto, vuelvo a foja cero. Esa imposibilidad es a la vez una condena y un premio».
«Me alegra la visibilidad que están teniendo las escritoras, pero el mercado tiene sus antenas afiladas. Muchas veces toma reclamos válidos y los convierte en etiquetas vendibles.
La conversación deriva, inevitablemente, hacia cómo el mercado posee a los autores, lo que saca a relucir su visión crítica del estructura codificadora actual que a menudo reduce los libros y sus autores a etiquetas fáciles. «Me alegra la visibilidad que están teniendo las escritoras, pero el mercado tiene sus antenas afiladas. Muchas veces toma reclamos válidos y los convierte en etiquetas vendibles. Lo peligroso es que te pidan repetir un tema traumático como fórmula para mantenerte visible» afirma.
Volviendo a Colección permanente, Negroni insiste en que el corazón de la literatura no está en el tema sino en el lenguaje:»La literatura es siempre sobre el lenguaje. Me interesa que las palabras lleguen hasta ese punto donde la realidad ya no puede ser explicada”.
Durante esta entrevista con THE OBJECTIVE, María Negroni también reflexiona sobre cómo la historia reciente de su país ha moldeado su escritura. Comenzó a publicar tardíamente, a los treinta y cinco años, en un contexto aún marcado por los ecos de la dictadura argentina, la cual, afirma la autora, le «afectó profundamente» su relación con el lenguaje. «Aprendí que el discurso largo pertenece a los militares; por eso prefiero el fragmento, es mi forma de desconfiar, de decir lo máximo con lo mínimo posible».
Otro punto que no podíamos dejar de mencionar son sus «entrevistas apócrifas» dentro de Colección permanente, esas curiosas construcciones donde dialoga con figuras históricas de la literatura. Al preguntarle si se trata de un desafío literario o un gesto humorístico, responde con una sonrisa: «Hay un poco de picardía argentina en eso. Es como jugar con la ventriloquia: poner a un autor a discutir o a quejarse, a decir ‘no me hagas decir más tonterías’. Al final, claro, la voz prestada termina siendo siempre la mía».
Finalmente, antes de cerrar esta breve conversación, hablamos de lo que significa para ella la lectura. Negroni cita a Macedonio Fernández y su lector ideal, quien «deja el libro a la mitad para ir a escribirlo”. No es de extrañar que la autora sea generosa con quienes leemos y que para ella «la lectura es un acto radicalmente generoso. Cuando un libro logra conmoverte hasta impulsarte a escribir, se completa un circuito secreto y hermoso entre dos soledades».
Este nuevo libro refleja esa búsqueda infinita y poética de lo inaprensible que define su obra. Cada conversación con Negroni es abrir una puerta delicada hacia lo inefable, hacia aquello que las palabras apenas logran rozar, un territorio siempre a medio camino entre la certeza y el misterio, por eso es muy difícil cerrar esta conversación porque se extiende y se comprende en tiempos largos.
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