Laura Chimaras, actriz y poeta venezolana: «No pierdo la esperanza de recuperar nuestro país»

Aunque solo tiene 34 años, Laura Chimaras (Caracas, 1991) es, como le dice su madre, una «viejita». Actriz desde que era una niña, escritora de varios libros, perdió a su padre, Yanis Chimaras, también célebre actor en Venezuela, de la manera más trágica en 2007. A él le dedicó Nunca pierdas la fe vol. I (el segundo volumen aparecerá este año, dedicado a su madre). En su espectáculo Memoria, que pasó por Madrid con todo vendido y ahora gira por América, es una moderna rapsoda, y acompa con música sus poemas recitados. Es la excusa para hablar de su carrera pero también de su país y de ser migrante en Miami en tiempos de Trump.

PREGUNTA.- Laura Chimaras, actriz y poeta. ¿Poeta o poetisa? ¿Te importan esas palabras o no haces distinción? Hay mujeres que no quieren que las llamen poetisa.

RESPUESTA.- Sí, que quieren que las llamen poetas. No soy muy amante de los títulos. Aunque sé que el título te define, no soy como que «me encanta que me digas así, de esta forma soy». Soy lo que soy.

P.- Una rapsoda. El proyecto estás presentando, Memoria, son poemas con música. Defines que es algo nuevo, pero a la vez es algo que conecta con el principio de la poesía, y casi de la literatura, porque así empezaron a recitarse las cosas. ¿Cómo surgió el proyecto? ¿Cómo se te ocurrió hacer estas cosas?

R.- Yo empecé a ejercer la actuación muy chiquitita, cuando tenía solo ocho años. Pero cuando salí de mi país, Venezuela, y me mudé a los Estados Unidos, en 2016, empiezo a escribir. En esa escritura todavía no existía la poesía. Existía la prosa. Yo hacía cuentos cortos de ficción, tenía libros de ficción, y cuando hago mi última obra, que se titula Nunca pierdas la fe, que es una obra basada en la vida real, en la vida de mi padre, había un capítulo donde yo me tenía que despedir de él. No sabía cuál era la mejor forma de despedirme de él. Papá amaba la poesía, también era un artista que leía mucho. La poesía estuvo en mi crianza, pero de forma directa yo no la había practicado. Recuerdo escribir el primer poema, que se llama 24 horas… Yo no llegué al poema, él llegó a mí, para salvarme, en un momento muy extraño de mi vida, y para entender que cuando me despido de alguien que ya partió no significa que lo voy a olvidar, significa que va a estar conmigo para siempre. Cuando yo leo: «24 horas bastaron para saber que no volverías», pienso: «Esto no está escrito en prosa, como yo estoy haciendo todos mis libros. Okey, no tengo ni idea de cómo se hace un poema, pero yo voy a fluir con lo que siento». Cuando nace ese primer poema, y cuando lo llevo al escenario, yo le pido el favor a mi esposo: «Mi vida, ¿tú puedes por favor ponerme un poco de música?»,  y él me dice: «Que nos quedan cinco minutos para que vayas al escenario», y yo: «No importa». «¿De dónde me la saco?». «Ve a YouTube, busca cualquier cosa sin copyright», le digo. Yo no soy una persona súper religiosa, pero sí soy bastante espiritual y tuve alguna especie de epifanía. Cuando él me pone la música y recito ese poema en vivo, las personas se pararon del asiento, empezaron a llorar y yo me bajé del escenario con una sensación en el pecho: «Debo hacer música». Nunca había hecho música en mi vida.

«La música son las alas perfectas para que el poema llegue a lugares donde el papel no llega»

P.- ¿Y no cantas tampoco?

R.- Ya empecé. Tuve esa sensación: «Debo hacer música». ¿Y por qué la música? La música, en mi caso, son las alas perfectas para que el poema llegue a lugares donde quizá el papel no llega. Ya hoy en día tenemos producciones, gracias a Dios, mucho más grandes, tengo un equipo de músicos ya mucho más grande, pero en ese momento vino del corazón y de lo que me pasó en el escenario. Por eso mi esposo y mi equipo a veces me dicen: «¿Tú estás segura de lo que vamos a hacer?».

P.- Tu esposo, que trabaja contigo.

R.- Es parte del equipo, sí.

P.- En un mundo donde la poesía es ya, per se, minoritaria, ¿cómo se vive de esto?

R.- Aquí ustedes tienen mucha inspiración, como Joaquín Sabina. Verlo a él, cómo un poema lo lleva a canción. Claro, él todo lo que hace es cantado, pero entre sus canciones él recita poemas. Yo lo vi hace poco y me impresionó mucho el hecho de que no solo sus canciones son poesía, sino que cuando te habla, es poesía. Es la expresión más hermosa y más grande que existe. ¿Cómo hacemos para que no solo queden personas como él, que ya quieren retirarse y descansar un poco, cómo hacemos nosotros los jóvenes para fomentar esa palabra? Porque en la cultura americana es algo normal, ya existe.

P.- El rap.

R.- Por eso, ya existe. Existen categorías en los Grammys, existen poetas que se han llevado Grammys y tú dices: por qué en el habla hispana no existe. Quizás me encuentro en esa frontera.

Laura Chimaras. | Víctor Ubiña

P.- Bueno, qué mayor homenaje para la música y la poesía que el hecho de que Bob Dylan haya ganado un Premio Nobel.

R.- Exactamente.

P.- Hablabas de tu padre. En España no se conoce muy bien historia. Yanis Chimaras era un actor muy conocido de Venezuela al que asesinaron. Te he oído decir que justamente son las enseñanzas que te dejó tu padre las que has dejado en esos libros. ¿Cuáles fueron esas enseñanzas?

R.- De mi padre, un montón, pero hay un par de cosas que las quiero llevar siempre tatuadas en la piel. Recuerdo de chiquitita, cuando yo empiezo a actuar, que me firma un primer canal de televisión en nuestro país, Venezuela. Me llega –tenía un carácter muy fuerte, rubio, ojos claros, 1,94, grande, con una voz gruesa– y me dice: «Yo necesito que entiendas que el artista no es nadie si no crece y si no se llena de muchas cosas bonitas, espirituales». Me acerco a la literatura por él, porque él decía que los grandes artistas se enamoran de los grandes clásicos. Estamos hablando de una niña de 12 años. Yo empiezo a crear mi carrera como artista no desde el lugar donde te firma un canal y empiezas a ser famosa, sino desde un lugar más espiritual. Él me decía que el artista no puede dar o transmitir lo que él no tiene. Tienes que tener muchas cosas adentro. Ahora bien, ¿qué son esas cosas adentro? No tenía ni idea. Las descubrí en el camino. Comprendí que la lectura no solamente funciona para que pases un buen rato. La lectura ha sido para mí la base fundamental para crecer en todos los aspectos emocionales, financieros, de amor. No imagino mi mundo sin la lectura. Esa ha sido una enseñanza muy grande. Y la segunda fue lo que te dije al principio de los títulos. Yo recuerdo una conversación con él, que yo le digo: «Papá, pero ya yo soy actriz», y él, intentando ser cariñoso, me decía: «Yo tengo 40 años haciendo una carrera, no te ates a los títulos, porque si no, te metes en una cajita y no puedes ser ilimitada». Me costó entenderlo. Yo peleaba con los títulos antes, yo decía: «Yo quiero que me digas actriz, quiero que me digas poeta». Creo que cuando pisé mis 30 años dije: uf, ya entiendo esa conversación en aquel estudio cuando papá me dijo: «No te ates a los títulos, tú eres Laura, tú eres tú».

P.- Él había sido policía.

R.- Sí, muy joven.

P.- Increíble.

R.- Su padre, mi abuelo, fue coronel de la Segunda Guerra Mundial.

«En general, la gente está un poco más tensa en Miami, no es tan amigable en este momento»

P.- ¿Cuál es el origen de la familia?

R.- Somos griegos. Papá era el hermano menor de ocho, pero era la segunda familia de mi abuelo. Él estuvo en la guerra turco-francesa donde pierde asu primera familia. De esos ocho, cuatro vienen de la primera familia. Papá es el único varón de Chimaras. Tenemos una crianza particular, no sé cómo definirla. No quiero decirte difícil, sino particular. Muy bonita.

P.- Una crianza basada en la inmigración, por un lado, que recibe Venezuela durante años, y luego la emigración, o la expulsión. Es casi inevitable cuando se habla con una venezolana hablar de este tema. Tú tienes un tema sobre la migración que se llama Pa’delante. Viviendo en Miami, ahora es un tema de total actualidad, porque Estados Unidos ha endurecido las políticas migratorias. ¿Sientes de cerca esa actualidad, la sufres?

R.- Yo llegué al país bajo un contrato, no llegué por asilo político ni nada; llegué con una visa de artista, y actualmente soy residente, pero lo conversaba justamente antes de venir para acá que sientes la tensión. Todos los inmigrantes ahorita, especialmente en Miami –yo vivo en una zona que se llama Doral, una zona que tiene muchos venezolanos– sentimos la atención, y algo tan sencillo como llegar a pedir un café, ya no es: «Hola, ¿cómo estás? Buenos días, quiero un café», sino que es en automático: «¿Qué? ¿Quieres un café?». En general, la gente está un poco más tensa, no es tan amigable en este momento. Pero yo siento que no nos podemos exigir más de eso ahorita. Estamos tratando de estar lo más tranquilos posible, pasivos, y que no nos choque tanto eso en el corazón, porque el emigrar también nos ha regalado cosas lindas. No quiero ver eso simplemente como un caos y como que están devolviendo a un montón de personas, que está ocurriendo, sino también ver lo que te regala el hecho salir de tu país. Te regala aprender un par de idiomas diferentes. Yo tengo familia, amigos, que pueden ser cubanos, argentinos, puertorriqueños, y creo que hay una riqueza en la cultura, especialmente en Miami, pero sí, está siendo difícil. Yo, que soy residente y que puedo entrar y salir tranquilamente, por primera vez, después de diez años que tengo viviendo allá, digo: okey, ahorita voy a entrar a los Estados Unidos y me siento como rara, siento como que me van a preguntar. Yo vivo aquí, pero al final mi pasaporte todavía no dice ciudadana americana.

P.- Y han dado permiso al ICE, a los agentes de migración, para detener a cualquiera en cualquier sitio. Desde Miami, ¿cómo se ve Venezuela, como se ha vivido estos últimos años?

R.- Estamos como segmentados. Hay un segmento que ve Venezuela de forma muy caótica. Venezuela tiene un porcentaje de caos, sí. Hay otro segmento que tiene mucha esperanza en que mejoren, que podamos ir y venir de nuestro país. Y hay otro que está tranquilo, que va y viene de Venezuela. Cada quien tiene una historia, cada quien tiene un sentir. Creo también, y esta es mi humilde opinión, que hay muchas personas que tenemos tantos años transitando desde una emoción no tan bonita que, aunque pasen cosas buenas en nuestro país, no lo podemos ver. Si en Caracas o cualquier parte de Venezuela inauguran un hospital, como no estás de acuerdo con el Gobierno no vas a celebrar que hay un hospital nuevo. Por eso digo, son visiones muy complejas, desde muchos lugares. En mi caso, evidentemente, no pierdo la fe y no pierdo la esperanza de recuperar nuestro país. Yo voy a Venezuela, tengo gira en mi país porque siento que una de las cosas más bonitas que puede tener el artista es poder llevar oxígeno y esperanza a tu público. Y bueno, siempre que llego me dan ganas de llorar un rato, sobre todo Caracas. Los recuerdos más bonitos de mi vida están en Caracas.

Laura Chimaras. | Víctor Ubiña

P.- Tienes un verso en esa canción, Memoria, que habla de Caracas y es verdaderamente emocionante, incluso para la gente que no sabe o que no ha estado nunca. ¿Recuerdas la diferencia de una Caracas distinta a otra? ¿O cuándo se produjo ese cambio?

R.- Yo tengo noción, por ejemplo, de la época de cuando papá estaba vivo, porque la industria del artista, cuando mi padre estaba vivo…

P.- Murió en 2007, en este momento en que grabamos está a punto de ser el aniversario…

R.- Yo recuerdo el año 2000 o 2001, donde Venezuela era un lugar donde el artista –como crezco en familia de artista, no tengo otra visión, no tengo la visión del abogado, no tengo la visión del médico, tengo la visión del artista– tenía tanto trabajo… Era el primer lugar desde donde se exportaban novelas. La gente amaba las novelas venezolanas, y yo vivo con mi padre el momento de oro de Venezuela, del artista. Vivo las alfombras rojas más grandes que se hacían en el país. A papá lo querían tanto, que tú decías «wow, esto es muy grande y es muy bonito». Hubo una transición muy dura, que me pasó a mí porque estaba contratada por un canal, donde cierran un canal [Radio Caracas Televisión], donde el artista deja de tener un poco de trabajo, pero justo cuando cae lo más complejo yo me fui del país. Ya ahí tengo un blackout hasta actualmente, que es un híbrido. Hay lugares de Venezuela que funcionan y hay otros que no.

P.- Te oigo hablar y parece que has vivido muchas vidas. Eres actriz y escritora de muchos libros, tienes como…

R.- Sí, seis. ¿Y en qué momento, verdad? Y saqué un álbum y me casé.

P.- ¿Familia quieres tener?

R.- Por ahora no. Por ahora siento que tengo seis hijos, seis libros. Ya sumo el séptimo porque es el álbum y la gira. Ya tengo un montón de hijos. Por ahora no está en nuestros planes, pero mi madre y mi hermana viven también en Estados Unidos, gracias a Dios, entonces también es una responsabilidad familiar. Como quedamos nosotras tres, tengo algo en mi corazón de que quiero verla felices a ellas siempre… Mi hermana tiene tres chamos –les decimos chamos, los venezolanos, tres hijos– y los crié con ella, prácticamente. Tengo tiempo hasta mis 40 para pensarlo.

P.- Has hablado de la lección de tu padre, pero no la de tu madre, Luz Martí, que está también, en Nunca pierdas la fe, el segundo volumen. ¿Cuál es la lección de ella?

R.- Ella ha pasado por lugares muy oscuros también. Yo siempre le he preguntado a ella: ¿cómo hoy en día logras volver a sonreír? Mi madre tiene 60 años y la energía que tiene, cómo le brillan los ojos, cómo te sonríe a pesar del caos que pueda estar viviendo. ¿Cómo? Si de repente a mí me pasa que debo las tarjetas de crédito y estoy en caos, algo tan tonto como eso. Y ella me dice: después de haber vivido lo que viví, que eso está en ese libro que debería salir aproximadamente a finales de este año, me di cuenta de que aprendí a vivir un día a la vez. Mo pienso en lo que me pasó ni pienso en lo que voy a hacer mañana. El adicto vive un día a la vez. «Es algo que yo como madre te puedo dejar y a pesar de que tú eres una viejita –así me dice–, siempre te voy a recomendar eso: que vivas un poco más». Porque a veces yo me limito. No quiero salir a celebrar con mis amigos porque me quiero ir a descansar, porque mañana me quiero parar a las seis, porque tengo un montón de cosas que hacer, pero por esta planificación ya adulta que tengo. Eso me ha cambiado mi vida en los últimos diez años para acá, que es que emigramos, porque evidentemente emigrar te lleva a mucho conflicto, a mucho caos. Te lleva de repente a pasar un poco de necesidad en los primeros años de irte de tu país. Y eso mamá desde que me lo inculcó. Hoy en día me pasan cosas caóticas y me siento, hasta con el propio equipo, y  digo: chicos, un día a la vez, no quiero pensar en mañana. Esa es una lección muy valiosa para mí. Suena sencilla y suena cliché, pero cuando la quieres poner en práctica es compleja.

«Yo recuerdo el año 2000 o 2001, donde Venezuela era un lugar donde el artista tenía tanto trabajo»

P.- Ese espectáculo tan bonito que tienes, que además se ve que desarrollaste el espectáculo después de esa primera reacción del público, creo que tiene que ser muy difícil. Una cosa tan intimista, que requiere mucha concentración y a la vez emoción… Porque claro, la concentración no te puede mermar la emoción. ¿Qué puede estropear el momento sobre el escenario? Y al revés: ¿qué hace una noche perfecta? ¿Cuáles son las sensaciones arriba del escenario cuando haces esto?

R.- Lo primero que yo hago es, cuando hago el primer poema, tratar de conectar con el público, como sea que me reciban. Hay públicos que te reciben en alegría y aplausos y hay públicos que entras y están así [gesto de seriedad]. Yo trato de entrar y ver cómo está el público, trato de sentir algo y de ahí viajar un poco. ¿Qué puede estropear? Que alguien no esté conectado con el concierto y trate de de sacar el concierto. Sin embargo, gracias a Dios, nunca me ha pasado. No sé qué pasa cuando arranca el show, pero la gente es como si entra en un trance. En mi caso, creo que la actuación me dio un trabajo con la memoria interesante. Tengo buena memoria hasta ahora. Ojalá no me falle hasta muy adulta. Mi trabajo de memoria me permite aprenderme mis poemas como si fuesen canciones. Hoy en día contamos con un teleprompter, aunque me apoyo de vez en cuando, no lo uso siempre. Ya cuento con un equipo más grande. Pero yo entro con ganas de ver los ojos de las personas brillar. Te lo juro que eso es lo que yo quiero, así sea una lágrima, así sea una sonrisa. Que estén ahí, que brillen y que te diga muchísimas gracias, yo siento que ya se hizo el trabajo. Dejé de tener expectativas. Antes tenía expectativas muy altas y no me sentía tan bien, porque sentía que no las cumplía, y ahora no quiero llegar con nada. Ahora llego a disfrutar.

P.- ¿Cómo es el proceso de trabajo? Una vez compones la letra, ¿participas en la creación de la música, orientas a los compositores de la melodía, del ritmo, o por dónde va a ir de la mano?

R.- Por supuesto. Yo llego con el poema y les digo: este poema es triste. ¿Cuáles son los tonos tristes? Les he llegado con ejemplos de Sabina, con ejemplos, no sé, de Leiva, una rumba flamenca de Las Migas. ¡Esto me encanta! ¿Cómo podemos sonar así? Y siempre estoy, porque, aunque no sé de música, sé lo que quiero sentir. Yo tengo una relación como muy estrecha y muy bonita con el productor musical, que se llama Robbie Meza, y con él es: yo quiero sentir esto, y él empieza a poner sonidos y yo digo: ok, ¿cómo funciona esto? ¿Cómo haces esto? Yo creo que aquí puede entrar una guitarra, un piano, sin saber. Actualmente estoy estudiando música; todavía no sé, pero sé lo que quiero sentir. En la producción del álbum estuvimos seis personas involucradas, que ya es difícil llegar a un estudio y tener tanta gente. Nunca lo había vivido, pero nos convertimos en familia. Al final, hoy en día no me veo sin ellos creando otro álbum.

P.- En otra de las vidas, también tienes un Emmy, en 2022, por un documental que se llama Bully, sobre el acoso escolar. Quería tratar este tema, ya que has escrito tú este guión que fue premiado, porque me parece que es uno de estos temas de los que siempre se habla, pero que o no se actúa o se actúa y no es eficaz porque sigue una y otra vez como oculto.

R.- Exacto.

«Los reconocimientos son un recordatorio: sigue trabajando, que las cosas se pueden lograr»

P.- Para escribir este guion, ¿te basaste en alguna historia que conociste, en la propia experiencia? ¿Cómo fue ese proceso de construcción?

R.- En esa época en que se hizo ese guion, estábamos pasando por un momento en los colegios dentro de los Estados Unidos de un bullying muy feo, específicamente con los hispanos. Tuvimos un proceso de investigación de meses, por colegios súper segmentados de primaria, e hicimos este documental social. Queríamos que fuese algo social, sin embargo hay algunos diálogos que son bastante poéticos y yo lo que quería que fuese un acto de conciencia. Punto. No tenía previsto ningún premio. Fue muy difícil. Yo nunca antes había escrito un guion. Lo hice en colaboración con mi esposo, que también escribe. Lo hicimos juntos.

P.- ¿Cómo se llama tu esposo, que todavía no lo hemos dicho?

R.- Gustavo Mosquera. Venezolano también, e hicimos este guion juntos. Fue nuestro primer trabajo juntos y para nuestra sorpresa nos llevamos ese Emmy. Pero, como le digo a las personas que me lo preguntan, siempre digo cuando nos llegan estos niveles de reconocimiento para mí es un recordatorio: sigue trabajando, que las cosas se pueden lograr. Más allá de «tengo un Emmy y lo voy a colgar en mi casa», es: «Qué experiencia tan bonita, tenemos algo hermoso, qué locura tener un Emmy», y vuelves a la realidad y dices: «Ok, pero esto es un recordatorio para decir que los sueños más absurdos. Quizá si remamos mucho, lo podemos lograr».

P.- A mí no me queda ninguna duda después de escucharte. En estos momentos en los que hablamos vas a tener una presentación en Madrid que está completamente vendida, pero si vas a volver dentro de poco, espero ver tus espectáculos.

R.- Vuelvo pronto a una participación muy bonita dentro de algo muy grande en España que no puedo decir todavía. Pero qué bonito que ustedes los españoles me hayan abierto una puerta y me hayan dicho: «Bueno, te vamos a adoptar». Para participar en lo que voy a participar ahorita no hay ningún venezolano. Fue directamente de ustedes diciéndome: «Queremos tu poesía, queremos tu arte en esta plataforma y nos encantaría que vinieras». Entonces vuelvo. Yo me siento en casa cada vez que estoy. No conozco más nada que Madrid y he venido cinco veces, pero espero pronto explorarlo. Y le doy gracias a ustedes porque les juro que me tratan como si yo fuese de acá.

P.- ¿Y tú cómo te sientes?

R.- Yo me siento en casa. Sin embargo, tengo a veces mucha jerga venezolana y digo ay, hay palabras que no voy a decir, porque el español me ve como: «¿Qué estás diciendo? ¿Qué significa eso?». Pero también es lindo mostrarles a ustedes un poco de este ser venezolano y mostrar un poco nuestra cultura, nuestro arte. Siento que el arte no tiene por qué estar segmentado porque tu acento, o el mío, sea diferente, o porque yo diga chama y tú no sepas qué significa chama, o chévere. El arte es completamente universal, y puede llegar a un cubano, un puertorriqueño, un mexicano, un español, sin tener esa esa geografía marcada. Es hermoso lo que está pasando, porque ustedes le han abierto las puertas a venezolanos, han hecho de este lugar un cariño muy bonito a los venezolanos. Tengo muchos amigos viviendo acá y me dicen: «Es que yo me siento en casa». Si es por mí, si tuviese el dinero, me compraría un apartamento aquí. ¡Pronto!

P.- Laura Chimaras, me ha encantado hablar contigo. Muchas gracias por estar aquí.

R.- Gracias a ti, qué bonito.

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 Aunque solo tiene 34 años, Laura Chimaras (Caracas, 1991) es, como le dice su madre, una «viejita». Actriz desde que era una niña, escritora de varios  

Aunque solo tiene 34 años, Laura Chimaras (Caracas, 1991) es, como le dice su madre, una «viejita». Actriz desde que era una niña, escritora de varios libros, perdió a su padre, Yanis Chimaras, también célebre actor en Venezuela, de la manera más trágica en 2007. A él le dedicó Nunca pierdas la fe vol. I (el segundo volumen aparecerá este año, dedicado a su madre). En su espectáculo Memoria, que pasó por Madrid con todo vendido y ahora gira por América, es una moderna rapsoda, y acompa con música sus poemas recitados. Es la excusa para hablar de su carrera pero también de su país y de ser migrante en Miami en tiempos de Trump.

PREGUNTA.- Laura Chimaras, actriz y poeta. ¿Poeta o poetisa? ¿Te importan esas palabras o no haces distinción? Hay mujeres que no quieren que las llamen poetisa.

RESPUESTA.-Sí, que quieren que las llamen poetas. No soy muy amante de los títulos. Aunque sé que el título te define, no soy como que «me encanta que me digas así, de esta forma soy». Soy lo que soy.

P.- Una rapsoda. El proyecto estás presentando, Memoria, son poemas con música. Defines que es algo nuevo, pero a la vez es algo que conecta con el principio de la poesía, y casi de la literatura, porque así empezaron a recitarse las cosas. ¿Cómo surgió el proyecto? ¿Cómo se te ocurrió hacer estas cosas?

R.-Yo empecé a ejercer la actuación muy chiquitita, cuando tenía solo ocho años. Pero cuando salí de mi país, Venezuela, y me mudé a los Estados Unidos, en 2016, empiezo a escribir. En esa escritura todavía no existía la poesía. Existía la prosa. Yo hacía cuentos cortos de ficción, tenía libros de ficción, y cuando hago mi última obra, que se titula Nunca pierdas la fe, que es una obra basada en la vida real, en la vida de mi padre, había un capítulo donde yo me tenía que despedir de él. No sabía cuál era la mejor forma de despedirme de él. Papá amaba la poesía, también era un artista que leía mucho. La poesía estuvo en mi crianza, pero de forma directa yo no la había practicado. Recuerdo escribir el primer poema, que se llama 24 horas… Yo no llegué al poema, él llegó a mí, para salvarme, en un momento muy extraño de mi vida, y para entender que cuando me despido de alguien que ya partió no significa que lo voy a olvidar, significa que va a estar conmigo para siempre. Cuando yo leo: «24 horas bastaron para saber que no volverías», pienso: «Esto no está escrito en prosa, como yo estoy haciendo todos mis libros. Okey, no tengo ni idea de cómo se hace un poema, pero yo voy a fluir con lo que siento». Cuando nace ese primer poema, y cuando lo llevo al escenario, yo le pido el favor a mi esposo: «Mi vida, ¿tú puedes por favor ponerme un poco de música?»,  y él me dice: «Que nos quedan cinco minutos para que vayas al escenario», y yo: «No importa». «¿De dónde me la saco?». «Ve a YouTube, busca cualquier cosa sin copyright», le digo. Yo no soy una persona súper religiosa, pero sí soy bastante espiritual y tuve alguna especie de epifanía. Cuando él me pone la música y recito ese poema en vivo, las personas se pararon del asiento, empezaron a llorar y yo me bajé del escenario con una sensación en el pecho: «Debo hacer música». Nunca había hecho música en mi vida.

«La música son las alas perfectas para que el poema llegue a lugares donde el papel no llega»

P.- ¿Y no cantas tampoco?

R.- Ya empecé. Tuve esa sensación: «Debo hacer música». ¿Y por qué la música? La música, en mi caso, son las alas perfectas para que el poema llegue a lugares donde quizá el papel no llega. Ya hoy en día tenemos producciones, gracias a Dios, mucho más grandes, tengo un equipo de músicos ya mucho más grande, pero en ese momento vino del corazón y de lo que me pasó en el escenario. Por eso mi esposo y mi equipo a veces me dicen: «¿Tú estás segura de lo que vamos a hacer?».

P.- Tu esposo, que trabaja contigo.

R.-Es parte del equipo, sí.

P.- En un mundo donde la poesía es ya, per se, minoritaria, ¿cómo se vive de esto?

R.-Aquí ustedes tienen mucha inspiración, como Joaquín Sabina. Verlo a él, cómo un poema lo lleva a canción. Claro, él todo lo que hace es cantado, pero entre sus canciones él recita poemas. Yo lo vi hace poco y me impresionó mucho el hecho de que no solo sus canciones son poesía, sino que cuando te habla, es poesía. Es la expresión más hermosa y más grande que existe. ¿Cómo hacemos para que no solo queden personas como él, que ya quieren retirarse y descansar un poco, cómo hacemos nosotros los jóvenes para fomentar esa palabra? Porque en la cultura americana es algo normal, ya existe.

P.- El rap.

R.-Por eso, ya existe. Existen categorías en los Grammys, existen poetas que se han llevado Grammys y tú dices: por qué en el habla hispana no existe. Quizás me encuentro en esa frontera.

Laura Chimaras. | Víctor Ubiña

P.- Bueno, qué mayor homenaje para la música y la poesía que el hecho de que Bob Dylan haya ganado un Premio Nobel.

R.-Exactamente.

P.- Hablabas de tu padre. En España no se conoce muy bien historia. Yanis Chimaras era un actor muy conocido de Venezuela al que asesinaron. Te he oído decir que justamente son las enseñanzas que te dejó tu padre las que has dejado en esos libros. ¿Cuáles fueron esas enseñanzas?

R.-De mi padre, un montón, pero hay un par de cosas que las quiero llevar siempre tatuadas en la piel. Recuerdo de chiquitita, cuando yo empiezo a actuar, que me firma un primer canal de televisión en nuestro país, Venezuela. Me llega –tenía un carácter muy fuerte, rubio, ojos claros, 1,94, grande, con una voz gruesa– y me dice: «Yo necesito que entiendas que el artista no es nadie si no crece y si no se llena de muchas cosas bonitas, espirituales». Me acerco a la literatura por él, porque él decía que los grandes artistas se enamoran de los grandes clásicos. Estamos hablando de una niña de 12 años. Yo empiezo a crear mi carrera como artista no desde el lugar donde te firma un canal y empiezas a ser famosa, sino desde un lugar más espiritual. Él me decía que el artista no puede dar o transmitir lo que él no tiene. Tienes que tener muchas cosas adentro. Ahora bien, ¿qué son esas cosas adentro? No tenía ni idea. Las descubrí en el camino. Comprendí que la lectura no solamente funciona para que pases un buen rato. La lectura ha sido para mí la base fundamental para crecer en todos los aspectos emocionales, financieros, de amor. No imagino mi mundo sin la lectura. Esa ha sido una enseñanza muy grande. Y la segunda fue lo que te dije al principio de los títulos. Yo recuerdo una conversación con él, que yo le digo: «Papá, pero ya yo soy actriz», y él, intentando ser cariñoso, me decía: «Yo tengo 40 años haciendo una carrera, no te ates a los títulos, porque si no, te metes en una cajita y no puedes ser ilimitada». Me costó entenderlo. Yo peleaba con los títulos antes, yo decía: «Yo quiero que me digas actriz, quiero que me digas poeta». Creo que cuando pisé mis 30 años dije: uf, ya entiendo esa conversación en aquel estudio cuando papá me dijo: «No te ates a los títulos, tú eres Laura, tú eres tú».

P.- Él había sido policía.

R.- Sí, muy joven.

P.- Increíble.

R.-Su padre, mi abuelo, fue coronel de la Segunda Guerra Mundial.

«En general, la gente está un poco más tensa en Miami, no es tan amigable en este momento»

P.- ¿Cuál es el origen de la familia?

R.-Somos griegos. Papá era el hermano menor de ocho, pero era la segunda familia de mi abuelo. Él estuvo en la guerra turco-francesa donde pierde asu primera familia. De esos ocho, cuatro vienen de la primera familia. Papá es el único varón de Chimaras. Tenemos una crianza particular, no sé cómo definirla. No quiero decirte difícil, sino particular. Muy bonita.

P.- Una crianza basada en la inmigración, por un lado, que recibe Venezuela durante años, y luego la emigración, o la expulsión. Es casi inevitable cuando se habla con una venezolana hablar de este tema. Tú tienes un tema sobre la migración que se llama Pa’delante. Viviendo en Miami, ahora es un tema de total actualidad, porque Estados Unidos ha endurecido las políticas migratorias. ¿Sientes de cerca esa actualidad, la sufres?

R.- Yo llegué al país bajo un contrato, no llegué por asilo político ni nada; llegué con una visa de artista, y actualmente soy residente, pero lo conversaba justamente antes de venir para acá que sientes la tensión. Todos los inmigrantes ahorita, especialmente en Miami –yo vivo en una zona que se llama Doral, una zona que tiene muchos venezolanos– sentimos la atención, y algo tan sencillo como llegar a pedir un café, ya no es: «Hola, ¿cómo estás? Buenos días, quiero un café», sino que es en automático: «¿Qué? ¿Quieres un café?». En general, la gente está un poco más tensa, no es tan amigable en este momento. Pero yo siento que no nos podemos exigir más de eso ahorita. Estamos tratando de estar lo más tranquilos posible, pasivos, y que no nos choque tanto eso en el corazón, porque el emigrar también nos ha regalado cosas lindas. No quiero ver eso simplemente como un caos y como que están devolviendo a un montón de personas, que está ocurriendo, sino también ver lo que te regala el hecho salir de tu país. Te regala aprender un par de idiomas diferentes. Yo tengo familia, amigos, que pueden ser cubanos, argentinos, puertorriqueños, y creo que hay una riqueza en la cultura, especialmente en Miami, pero sí, está siendo difícil. Yo, que soy residente y que puedo entrar y salir tranquilamente, por primera vez, después de diez años que tengo viviendo allá, digo: okey, ahorita voy a entrar a los Estados Unidos y me siento como rara, siento como que me van a preguntar. Yo vivo aquí, pero al final mi pasaporte todavía no dice ciudadana americana.

P.- Y han dado permiso al ICE, a los agentes de migración, para detener a cualquiera en cualquier sitio. Desde Miami, ¿cómo se ve Venezuela, como se ha vivido estos últimos años?

R.- Estamos como segmentados. Hay un segmento que ve Venezuela de forma muy caótica. Venezuela tiene un porcentaje de caos, sí. Hay otro segmento que tiene mucha esperanza en que mejoren, que podamos ir y venir de nuestro país. Y hay otro que está tranquilo, que va y viene de Venezuela. Cada quien tiene una historia, cada quien tiene un sentir. Creo también, y esta es mi humilde opinión, que hay muchas personas que tenemos tantos años transitando desde una emoción no tan bonita que, aunque pasen cosas buenas en nuestro país, no lo podemos ver. Si en Caracas o cualquier parte de Venezuela inauguran un hospital, como no estás de acuerdo con el Gobierno no vas a celebrar que hay un hospital nuevo. Por eso digo, son visiones muy complejas, desde muchos lugares. En mi caso, evidentemente, no pierdo la fe y no pierdo la esperanza de recuperar nuestro país. Yo voy a Venezuela, tengo gira en mi país porque siento que una de las cosas más bonitas que puede tener el artista es poder llevar oxígeno y esperanza a tu público. Y bueno, siempre que llego me dan ganas de llorar un rato, sobre todo Caracas. Los recuerdos más bonitos de mi vida están en Caracas.

Laura Chimaras. | Víctor Ubiña

P.- Tienes un verso en esa canción, Memoria, que habla de Caracas y es verdaderamente emocionante, incluso para la gente que no sabe o que no ha estado nunca. ¿Recuerdas la diferencia de una Caracas distinta a otra? ¿O cuándo se produjo ese cambio?

R.- Yo tengo noción, por ejemplo, de la época de cuando papá estaba vivo, porque la industria del artista, cuando mi padre estaba vivo…

P.- Murió en 2007, en este momento en que grabamos está a punto de ser el aniversario…

R.- Yo recuerdo el año 2000 o 2001, donde Venezuela era un lugar donde el artista –como crezco en familia de artista, no tengo otra visión, no tengo la visión del abogado, no tengo la visión del médico, tengo la visión del artista– tenía tanto trabajo… Era el primer lugar desde donde se exportaban novelas. La gente amaba las novelas venezolanas, y yo vivo con mi padre el momento de oro de Venezuela, del artista. Vivo las alfombras rojas más grandes que se hacían en el país. A papá lo querían tanto, que tú decías «wow, esto es muy grande y es muy bonito». Hubo una transición muy dura, que me pasó a mí porque estaba contratada por un canal, donde cierran un canal [Radio Caracas Televisión], donde el artista deja de tener un poco de trabajo, pero justo cuando cae lo más complejo yo me fui del país. Ya ahí tengo un blackout hasta actualmente, que es un híbrido. Hay lugares de Venezuela que funcionan y hay otros que no.

P.- Te oigo hablar y parece que has vivido muchas vidas. Eres actriz y escritora de muchos libros, tienes como…

R.-Sí, seis. ¿Y en qué momento, verdad? Y saqué un álbum y me casé.

P.- ¿Familia quieres tener?

R.-Por ahora no. Por ahora siento que tengo seis hijos, seis libros. Ya sumo el séptimo porque es el álbum y la gira. Ya tengo un montón de hijos. Por ahora no está en nuestros planes, pero mi madre y mi hermana viven también en Estados Unidos, gracias a Dios, entonces también es una responsabilidad familiar. Como quedamos nosotras tres, tengo algo en mi corazón de que quiero verla felices a ellas siempre… Mi hermana tiene tres chamos –les decimos chamos, los venezolanos, tres hijos– y los crié con ella, prácticamente. Tengo tiempo hasta mis 40 para pensarlo.

P.- Has hablado de la lección de tu padre, pero no la de tu madre, Luz Martí, que está también, en Nunca pierdas la fe, el segundo volumen. ¿Cuál es la lección de ella?

R.-Ella ha pasado por lugares muy oscuros también. Yo siempre le he preguntado a ella: ¿cómo hoy en día logras volver a sonreír? Mi madre tiene 60 años y la energía que tiene, cómo le brillan los ojos, cómo te sonríe a pesar del caos que pueda estar viviendo. ¿Cómo? Si de repente a mí me pasa que debo las tarjetas de crédito y estoy en caos, algo tan tonto como eso. Y ella me dice: después de haber vivido lo que viví, que eso está en ese libro que debería salir aproximadamente a finales de este año, me di cuenta de que aprendí a vivir un día a la vez. Mo pienso en lo que me pasó ni pienso en lo que voy a hacer mañana. El adicto vive un día a la vez. «Es algo que yo como madre te puedo dejar y a pesar de que tú eres una viejita –así me dice–, siempre te voy a recomendar eso: que vivas un poco más». Porque a veces yo me limito. No quiero salir a celebrar con mis amigos porque me quiero ir a descansar, porque mañana me quiero parar a las seis, porque tengo un montón de cosas que hacer, pero por esta planificación ya adulta que tengo. Eso me ha cambiado mi vida en los últimos diez años para acá, que es que emigramos, porque evidentemente emigrar te lleva a mucho conflicto, a mucho caos. Te lleva de repente a pasar un poco de necesidad en los primeros años de irte de tu país. Y eso mamá desde que me lo inculcó. Hoy en día me pasan cosas caóticas y me siento, hasta con el propio equipo, y  digo: chicos, un día a la vez, no quiero pensar en mañana. Esa es una lección muy valiosa para mí. Suena sencilla y suena cliché, pero cuando la quieres poner en práctica es compleja.

«Yo recuerdo el año 2000 o 2001, donde Venezuela era un lugar donde el artista tenía tanto trabajo»

P.- Ese espectáculo tan bonito que tienes, que además se ve que desarrollaste el espectáculo después de esa primera reacción del público, creo que tiene que ser muy difícil. Una cosa tan intimista, que requiere mucha concentración y a la vez emoción… Porque claro, la concentración no te puede mermar la emoción. ¿Qué puede estropear el momento sobre el escenario? Y al revés: ¿qué hace una noche perfecta? ¿Cuáles son las sensaciones arriba del escenario cuando haces esto?

R.-Lo primero que yo hago es, cuando hago el primer poema, tratar de conectar con el público, como sea que me reciban. Hay públicos que te reciben en alegría y aplausos y hay públicos que entras y están así [gesto de seriedad]. Yo trato de entrar y ver cómo está el público, trato de sentir algo y de ahí viajar un poco. ¿Qué puede estropear? Que alguien no esté conectado con el concierto y trate de de sacar el concierto. Sin embargo, gracias a Dios, nunca me ha pasado. No sé qué pasa cuando arranca el show, pero la gente es como si entra en un trance. En mi caso, creo que la actuación me dio un trabajo con la memoria interesante. Tengo buena memoria hasta ahora. Ojalá no me falle hasta muy adulta. Mi trabajo de memoria me permite aprenderme mis poemas como si fuesen canciones. Hoy en día contamos con un teleprompter, aunque me apoyo de vez en cuando, no lo uso siempre. Ya cuento con un equipo más grande. Pero yo entro con ganas de ver los ojos de las personas brillar. Te lo juro que eso es lo que yo quiero, así sea una lágrima, así sea una sonrisa. Que estén ahí, que brillen y que te diga muchísimas gracias, yo siento que ya se hizo el trabajo. Dejé de tener expectativas. Antes tenía expectativas muy altas y no me sentía tan bien, porque sentía que no las cumplía, y ahora no quiero llegar con nada. Ahora llego a disfrutar.

P.- ¿Cómo es el proceso de trabajo? Una vez compones la letra, ¿participas en la creación de la música, orientas a los compositores de la melodía, del ritmo, o por dónde va a ir de la mano?

R.- Por supuesto. Yo llego con el poema y les digo: este poema es triste. ¿Cuáles son los tonos tristes? Les he llegado con ejemplos de Sabina, con ejemplos, no sé, de Leiva, una rumba flamenca de Las Migas. ¡Esto me encanta! ¿Cómo podemos sonar así? Y siempre estoy, porque, aunque no sé de música, sé lo que quiero sentir. Yo tengo una relación como muy estrecha y muy bonita con el productor musical, que se llama Robbie Meza, y con él es: yo quiero sentir esto, y él empieza a poner sonidos y yo digo: ok, ¿cómo funciona esto? ¿Cómo haces esto? Yo creo que aquí puede entrar una guitarra, un piano, sin saber. Actualmente estoy estudiando música; todavía no sé, pero sé lo que quiero sentir. En la producción del álbum estuvimos seis personas involucradas, que ya es difícil llegar a un estudio y tener tanta gente. Nunca lo había vivido, pero nos convertimos en familia. Al final, hoy en día no me veo sin ellos creando otro álbum.

P.- En otra de las vidas, también tienes un Emmy, en 2022, por un documental que se llama Bully, sobre el acoso escolar. Quería tratar este tema, ya que has escrito tú este guión que fue premiado, porque me parece que es uno de estos temas de los que siempre se habla, pero que o no se actúa o se actúa y no es eficaz porque sigue una y otra vez como oculto.

R.- Exacto.

«Los reconocimientos son un recordatorio: sigue trabajando, que las cosas se pueden lograr»

P.- Para escribir este guion, ¿te basaste en alguna historia que conociste, en la propia experiencia? ¿Cómo fue ese proceso de construcción?

R.-En esa época en que se hizo ese guion, estábamos pasando por un momento en los colegios dentro de los Estados Unidos de un bullying muy feo, específicamente con los hispanos. Tuvimos un proceso de investigación de meses, por colegios súper segmentados de primaria, e hicimos este documental social. Queríamos que fuese algo social, sin embargo hay algunos diálogos que son bastante poéticos y yo lo que quería que fuese un acto de conciencia. Punto. No tenía previsto ningún premio. Fue muy difícil. Yo nunca antes había escrito un guion. Lo hice en colaboración con mi esposo, que también escribe. Lo hicimos juntos.

P.- ¿Cómo se llama tu esposo, que todavía no lo hemos dicho?

R.-Gustavo Mosquera. Venezolano también, e hicimos este guion juntos. Fue nuestro primer trabajo juntos y para nuestra sorpresa nos llevamos ese Emmy. Pero, como le digo a las personas que me lo preguntan, siempre digo cuando nos llegan estos niveles de reconocimiento para mí es un recordatorio: sigue trabajando, que las cosas se pueden lograr. Más allá de «tengo un Emmy y lo voy a colgar en mi casa», es: «Qué experiencia tan bonita, tenemos algo hermoso, qué locura tener un Emmy», y vuelves a la realidad y dices: «Ok, pero esto es un recordatorio para decir que los sueños más absurdos. Quizá si remamos mucho, lo podemos lograr».

P.- A mí no me queda ninguna duda después de escucharte. En estos momentos en los que hablamos vas a tener una presentación en Madrid que está completamente vendida, pero si vas a volver dentro de poco, espero ver tus espectáculos.

R.- Vuelvo pronto a una participación muy bonita dentro de algo muy grande en España que no puedo decir todavía. Pero qué bonito que ustedes los españoles me hayan abierto una puerta y me hayan dicho: «Bueno, te vamos a adoptar». Para participar en lo que voy a participar ahorita no hay ningún venezolano. Fue directamente de ustedes diciéndome: «Queremos tu poesía, queremos tu arte en esta plataforma y nos encantaría que vinieras». Entonces vuelvo. Yo me siento en casa cada vez que estoy. No conozco más nada que Madrid y he venido cinco veces, pero espero pronto explorarlo. Y le doy gracias a ustedes porque les juro que me tratan como si yo fuese de acá.

P.- ¿Y tú cómo te sientes?

R.- Yo me siento en casa. Sin embargo, tengo a veces mucha jerga venezolana y digo ay, hay palabras que no voy a decir, porque el español me ve como: «¿Qué estás diciendo? ¿Qué significa eso?». Pero también es lindo mostrarles a ustedes un poco de este ser venezolano y mostrar un poco nuestra cultura, nuestro arte. Siento que el arte no tiene por qué estar segmentado porque tu acento, o el mío, sea diferente, o porque yo diga chama y tú no sepas qué significa chama, o chévere. El arte es completamente universal, y puede llegar a un cubano, un puertorriqueño, un mexicano, un español, sin tener esa esa geografía marcada. Es hermoso lo que está pasando, porque ustedes le han abierto las puertas a venezolanos, han hecho de este lugar un cariño muy bonito a los venezolanos. Tengo muchos amigos viviendo acá y me dicen: «Es que yo me siento en casa». Si es por mí, si tuviese el dinero, me compraría un apartamento aquí. ¡Pronto!

P.- Laura Chimaras, me ha encantado hablar contigo. Muchas gracias por estar aquí.

R.-Gracias a ti, qué bonito.

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