La plataforma se enfrentó a un desafío de proporciones épicas, al adaptar el universo de Macondo, del Gabo.
Julio Martínez. “Granma”. La Habana. 12/2024. Todo comenzó por la mexicana “Club de cuervos” (2015-2019), la primera serie original de Netflix en español. Lo más recordable de aquella comedia fue la actuación de la siempre grata Mariana Treviño y de Luis Gerardo Méndez, en sus defensas interpretativas de dos hermanos en disputa por el dominio de un club de fútbol familiar.
Ya para entonces, en la compañía californiana comenzaban a pensar en cómo invertir, sin dar palos de ciegos, en un mercado latinoamericano de potencial tan extraordinario, con 700 millones de espectadores, para intentar añadirlos a sus 270 millones de suscriptores a escala mundial.
Pese al poder de la plataforma de streaming, sus ejecutivos sabían que la idea de la expansión al continente suponía enfrentar la rivalidad de otras cadenas gringas (HBO, Disney, Apple TV+, Amazon Prime Video…), pero sobre todo la de emporios locales dueños de la industria: TV Globo, Televisa y Caracol, entre otros, con contenido de ficción básico centrado en las telenovelas de tanto arraigo en el área.
La plataforma estadounidense asumió la mímesis en tanto estrategia y arrancó a fabricar una indetenible seguidilla de series-telenovelas como “¿Quién mató a Sara?”, “La venganza de las Juanas”, “Oscuro deseo”, “Pálpito”, “Donde hubo fuego”, “Perfil falso”, “El niñero”, “Accidente” y “Las hermanas Guerra”, recién estrenada este 13 de noviembre.
Ver los ¡20! capítulos de “Las hermanas Guerra” ha sido una de las experiencias más desesperantes de la carrera de este comentarista.
Pero no todo lo de Netflix en el área ha sido de usar y tirar. Antes de tales telenovelas, tan retrógradas como empalagosas, la casa de la n roja produjo una serie de envergadura a la manera de “Narcos” (2015-2017). Fue la segunda promovida en el área, luego de “Club de cuervos”.
“Narcos” nos legó varias de las secuencias más soberbias filmadas en el medio durante la década anterior, un desarrollo cautivante del conflicto, y personajes e interpretaciones de real espesor. Ahora bien, incurrió en no pocos de los latiguillos y lugares comunes con que el prisma audiovisual estadounidense suele enfocar el vínculo de la droga con la región, y estigmatiza socialmente a países de Nuestra América.
México y Colombia han sido las dos bases de operaciones principales de Netflix en América Latina. Recién produjo, en la primera nación, “El secreto del río” (2024). Sin dejar de apelar a rasgos telenovelescos, en esta serie se logra trascenderlos, a partir de dos elementos cardinales.
El primero: la manera honda y noble, aunque levemente manipulada, de cómo define la amistad de los dos personajes centrales (uno heterosexual y el otro transgénero), en el arco que transita de su infancia a su juventud. El segundo: su valor antropológico, al visualizar a la comunidad indígena muxe (personas del istmo de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca, que nacen con una biología masculina pero que se identifican con el género femenino y adoptan roles de mujer).
Como parte de la actual tendencia de hbo (la serie “Como agua para chocolate”) y Netflix (el filme “Pedro Páramo” y la serie “Cien años de soledad”) de versionar textos literarios de Laura Esquivel, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, la plataforma se enfrentó a un desafío de proporciones épicas, al adaptar el universo de Macondo, del Gabo.
Tal cual fue anunciado, del material se verán sus dos primeros episodios en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. El día 11 ya podrán descargarse los ocho capítulos de su parte inicial. Esperémoslo, para valorarlo luego.
La entrada Las series de Netflix y el mercado latinoamericano se publicó primero en El Siglo.
La plataforma se enfrentó a un desafío de proporciones épicas, al adaptar el universo de Macondo, del Gabo. Julio Martínez. “Granma”. La Habana. 12/2024. Todo comenzó por la mexicana “Club…
La entrada Las series de Netflix y el mercado latinoamericano se publicó primero en El Siglo.
La plataforma se enfrentó a un desafío de proporciones épicas, al adaptar el universo de Macondo, del Gabo.
Julio Martínez. “Granma”. La Habana. 12/2024. Todo comenzó por la mexicana “Club de cuervos” (2015-2019), la primera serie original de Netflix en español. Lo más recordable de aquella comedia fue la actuación de la siempre grata Mariana Treviño y de Luis Gerardo Méndez, en sus defensas interpretativas de dos hermanos en disputa por el dominio de un club de fútbol familiar.
Ya para entonces, en la compañía californiana comenzaban a pensar en cómo invertir, sin dar palos de ciegos, en un mercado latinoamericano de potencial tan extraordinario, con 700 millones de espectadores, para intentar añadirlos a sus 270 millones de suscriptores a escala mundial.
Pese al poder de la plataforma de streaming, sus ejecutivos sabían que la idea de la expansión al continente suponía enfrentar la rivalidad de otras cadenas gringas (HBO, Disney, Apple TV+, Amazon Prime Video…), pero sobre todo la de emporios locales dueños de la industria: TV Globo, Televisa y Caracol, entre otros, con contenido de ficción básico centrado en las telenovelas de tanto arraigo en el área.
La plataforma estadounidense asumió la mímesis en tanto estrategia y arrancó a fabricar una indetenible seguidilla de series-telenovelas como “¿Quién mató a Sara?”, “La venganza de las Juanas”, “Oscuro deseo”, “Pálpito”, “Donde hubo fuego”, “Perfil falso”, “El niñero”, “Accidente” y “Las hermanas Guerra”, recién estrenada este 13 de noviembre.
Ver los ¡20! capítulos de “Las hermanas Guerra” ha sido una de las experiencias más desesperantes de la carrera de este comentarista.
Pero no todo lo de Netflix en el área ha sido de usar y tirar. Antes de tales telenovelas, tan retrógradas como empalagosas, la casa de la n roja produjo una serie de envergadura a la manera de “Narcos” (2015-2017). Fue la segunda promovida en el área, luego de “Club de cuervos”.
“Narcos” nos legó varias de las secuencias más soberbias filmadas en el medio durante la década anterior, un desarrollo cautivante del conflicto, y personajes e interpretaciones de real espesor. Ahora bien, incurrió en no pocos de los latiguillos y lugares comunes con que el prisma audiovisual estadounidense suele enfocar el vínculo de la droga con la región, y estigmatiza socialmente a países de Nuestra América.
México y Colombia han sido las dos bases de operaciones principales de Netflix en América Latina. Recién produjo, en la primera nación, “El secreto del río” (2024). Sin dejar de apelar a rasgos telenovelescos, en esta serie se logra trascenderlos, a partir de dos elementos cardinales.
El primero: la manera honda y noble, aunque levemente manipulada, de cómo define la amistad de los dos personajes centrales (uno heterosexual y el otro transgénero), en el arco que transita de su infancia a su juventud. El segundo: su valor antropológico, al visualizar a la comunidad indígena muxe (personas del istmo de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca, que nacen con una biología masculina pero que se identifican con el género femenino y adoptan roles de mujer).
Como parte de la actual tendencia de hbo (la serie “Como agua para chocolate”) y Netflix (el filme “Pedro Páramo” y la serie “Cien años de soledad”) de versionar textos literarios de Laura Esquivel, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, la plataforma se enfrentó a un desafío de proporciones épicas, al adaptar el universo de Macondo, del Gabo.
Tal cual fue anunciado, del material se verán sus dos primeros episodios en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. El día 11 ya podrán descargarse los ocho capítulos de su parte inicial. Esperémoslo, para valorarlo luego.
Cultura archivos – El Siglo