La paseó, la cabalgó, la estudió, se fundió en ella y llegó a comprenderla mejor que muchos nacidos dentro de sus fronteras. Fue vecino de Yegen, en las Alpujarras, hasta ese entonces remoto paraje atrajo a sus amigos londinenses del grupo Bloomsbury de visita hace un siglo, en la pasada década de los años veinte, cuando había decidido mudarse allá con su biblioteca ambulante. Gerald Brenan no descansó en paz hasta ser recuperado de un embalsamamiento que le hizo quedar olvidado en la Universidad de Málaga hasta su entierro en 2001. Su cuerpo no había recibido sepultura cuando murió el 19 de enero de 1987 en Alhaurín el Grande. Lo había donado a la ciencia, quizás para que los estudiantes andaluces pudieran dilucidar un caso extraño de amor sistemático y entregado a España, aquel país para el que se convirtió en gurú y experto al que consultaban los centros de enseñanza británicos más prestigiosos sin que él quisiera ni por lo más remoto entrar en el mundo académico.
Renacimiento lanza ‘La literatura del pueblo español’, de Gerald Brenan, un libro desconocido del autor británico con una visión desprejuiciada y heterodoxa de los clásicos y contemporáneos, dentro de la colección de su obra impulsada junto a la Casa del autor
La paseó, la cabalgó, la estudió, se fundió en ella y llegó a comprenderla mejor que muchos nacidos dentro de sus fronteras. Fue vecino de Yegen, en las Alpujarras, hasta ese entonces remoto paraje atrajo a sus amigos londinenses del grupo Bloomsbury de visita hace un siglo, en la pasada década de los años veinte, cuando había decidido mudarse allá con su biblioteca ambulante. Gerald Brenan no descansó en paz hasta ser recuperado de un embalsamamiento que le hizo quedar olvidado en la Universidad de Málaga hasta su entierro en 2001. Su cuerpo no había recibido sepultura cuando murió el 19 de enero de 1987 en Alhaurín el Grande. Lo había donado a la ciencia, quizás para que los estudiantes andaluces pudieran dilucidar un caso extraño de amor sistemático y entregado a España, aquel país para el que se convirtió en gurú y experto al que consultaban los centros de enseñanza británicos más prestigiosos sin que él quisiera ni por lo más remoto entrar en el mundo académico.
Sin embargo, sentó cátedra en varias generaciones, como demuestran obras maestras de capacidad analítica y divulgadora extrema como El laberinto español, La faz de España, Al sur de Granada, Memoria personal y también la reaparición de una de sus piezas olvidadas, La literatura del pueblo español. Fue publicada por primera vez en inglés en 1954, apareció en castellano en Argentina en 1957 dentro de la editorial Losada, en España tuvo que esperar hasta 1984 y ha sido recuperada ahora por Renacimiento dentro del proyecto Biblioteca Gerald Brenan, impulsado por la editorial andaluza junto a la fundación y la casa que llevan su nombre.
En él, este hispanista sin título pero, quizás, el más influyente de su generación aborda como caso específico y de una originalidad y calidad únicas la creación literaria en la Península, de manera desprejuiciada y atinadísima a lo largo de milenios: desde los romanos al siglo XX y también en todos los idiomas, salvo el euskera. Del latín al castellano, del catalán al gallego, sin que las barreras que derriba la radical visión inclusiva aplicada por el erudito inglés se le pusieran por delante cuando, por el contrario, cegaban dentro a muchos.
Brenan conecta ajeno a los complejos de la idiosincrasia nacionalista a Cervantes con Ramon Llull, la picaresca y el Siglo de Oro con Ausiàs March o a Rosalía de Castro con los místicos en un marco común a todos. No solo eleva su visión dentro de la Península, contextualiza con mirada universal y compara sistemáticamente, extendiendo el lazo del tiempo y el espacio al Arcipreste de Hita con James Joyce, al Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán con Chaplin y Louise Ferdinand Céline, a Teresa de Jesús con Montaigne y a Quevedo y sus Sueños como precursor del existencialismo. Lo mismo que sostiene que Galdós no tiene nada que envidiar al mejor Tolstói y Henry James, alaba a Ortega y Gasset, Unamuno y Blasco Ibáñez o encumbra a Lorca y reivindica ante el público anglosajón la singularidad de San Juan de la Cruz o Luis de Góngora.
Asegura que la literatura española posee un carácter propio y una fuerte personalidad. La expresión de un pueblo que, sostiene, “apenas ha conocido la seguridad ni la comodidad”. Marcada por el hambre, el destierro y la cárcel y sometida a, dice, “una embriaguez religiosa, por esa disposición de perder el mundo para ganarse a Dios”.
Pero para el autor es de un valor fundamental en la cultura universal, como sostiene Carlos Pranger, legatario de la obra del hispanista y autor del prefacio a este volumen. “Lo llamativo de este análisis es que nos interpela a los españoles. Como si nos reconciliara con nuestra literatura y nos dijera: ‘Dejaos de complejos, estáis a la altura de los mejores”.
Resulta clave en él su estudio, como lo es la economía o la política y el ordenamiento jurídico, para ahondar en el carácter español. De hecho, Pranger sostiene que este volumen es una consecuencia de una obra de referencia como El laberinto español, “casi una secuela”, dice. “En este sentido, uno de los cimientos de ese laberinto es el carácter nacional, cuya manifestación directa fueron los acontecimientos que desencadenaron la Guerra Civil. Sin embargo, indirectamente, ese carácter se manifiesta también mediante la literatura. Brenan descubre eso y se pone a estudiarla con fruición”.
Lee para ello en dos años alrededor de 250 obras que abarcan dos milenios de expresión común a todo el territorio. Una visión muy ajena a las corrientes estrechas conformado en este trabajo que realizó para la Universidad de Cambridge. “Con todas sus diferencias regionales, culturales y su amalgama de pueblos, la patria chica, él entendió España, al fin y al cabo, como un ente cuyas corrientes mestizas confluyen en una unidad final”, explica Pranger. “Nos unen más cosas de las que nos separan. Somos más centrípetos que centrífugos. Brenan consideraba que los pueblos albergan un espíritu, volkgeist, que se manifiesta de distintas maneras, con la literatura una de las corrientes más llamativas que lo nutren. Para él, si los romanos y los árabes han contribuido a forjar el espíritu español, los considera, sin ningún tipo de prejuicio, como dos de los grandes contribuyentes a nuestra literatura”.
Ese marco amplísimo dota de una riqueza impresionante a su visión, comenta Alfredo Taján, actual director de la Casa Brenan en Churriana (Málaga) e impulsor junto a Pranger de la nueva colección. “Rompe el prejuicio del aislamiento español, esa albanización en la que estuvieron inmersos, durante cuatro décadas, autores excepcionales, no solo pertenecientes al exilio interior, sino también escritores que sufrieron el invisible cordón sanitario de la censura sin más razones que coincidir con el régimen vigente”. Eso le costó silencio dentro del país. Sin ir más lejos, la obra literaria de Brenan no fue plenamente autorizada hasta el tardío 1974, cuenta Taján. Si circuló antes fue gracias a los esfuerzos de la editorial argentinaLosada y, posteriormente, a las ediciones de Ruedo Ibérico, que se vendían en Madrid en las trastiendas de algunas librerías.
Y eso que no hablamos en absoluto de un extremista en el bando de oposición al franquismo. “Que yo sepa Brenan se consideraba un liberal, proclive, en su momento, a la restauración de Juan de Borbón y al establecimiento de una democracia parlamentaria. Nunca fue un izquierdista radical. Lo que creo que molestaba era su tremenda e insobornable personalidad. Quizá pueda afirmarse, aunque suene mal decirlo, que su ideología política se encontraba a la derecha de su obra ensayística”, asegura Tajan.
Una obra que sirvió de inspiración a otros discípulos, como Ian Gibson, que le dedicó su investigación El asesinato de Federico García Lorca por haber sido el primero en querer buscar sus restos cuando regresó a España a finales de los años cuarenta… O le convirtió en referente para las universidades británicas, que lo consultaban como oráculo para desentrañar ese ente y ese misterio desconocido para los anglosajones que fue —y sigue siendo, en gran medida— la península ibérica. “Resulta paradójico”, destaca Taján, “pero las universidades de su país acudían a Brenan para que les iluminara sobre España, para ellos, un territorio tan atractivo como lejano, exótico y enigmático. Sin embargo, él jamás quiso pertenecer a ese mundo académico esnob, con la omnipresencia de las camarillas, la vida mortecina de los profesores. Prefirió, al igual que su esposa, la novelista norteamericana Gamel Woolsey, y como sostiene su biógrafo, Jonathan Gathorne-Hardy, la maltrecha vida de la comunidad de expatriados…”.
Brenan atinó en sus análisis durante su época hasta el punto de que no envejecen hoy. “Es un escritor que nos ayuda a reflexionar acerca de las caídas y recuperaciones de una nación que, por cierto, él amaba más que muchos españoles. Fue el hispanista de hispanistas, más que historiador, un avezado antropólogo, un lúcido intérprete de los elementos negativos y positivos que han conformado la piel de toro, de los aciertos brillantes o errores espurios que haya podido cometer en su formación nuestro país como estado europeo”, cree Taján.
Para que cale en las nuevas generaciones lo ponen en valor de nuevo Renacimiento y la institución con la Casa que lleva su nombre y esta iniciativa de la Biblioteca Gerald Brenan. Fue fundada hace cinco años y cuenta ya con cuatro títulos: La faz de España, crónica fundamental de su viaje de retorno a nuestro país en 1949; o la primera antología poética relevante de Gamel Woolsey, titulada Más allá de la Tierra Media.
La literatura del pueblo español es el tercer volumen que aparece en la colección dentro del sello Renacimiento, pero para los responsables de la Casa Brenan, el título Cosas de España, que salió en Fórcola Ediciones, también puede enmarcarse en la iniciativa. Pero Brenan fue, ante todo, según Taján, “un autor epistolar”. Por eso, quizás, para el futuro, la próxima entrega sea un libro dedicado a su correspondencia.
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