Julio Martínez Santa-Olalla fue el auténtico factótum de la arqueología española durante la primera etapa del franquismo. Todo, absolutamente todo, giraba en torno a él. Germanófilo declarado, fue nombrado representante del Gobierno de Franco y de Falange Española Tradicionalista (FET) y de las JONS (el partido único franquista). Visitó la Alemania nazi para impartir unas conferencias en el Instituto de la Morfología Cultural de Fráncfort. Fue nombrado comisario general de Excavaciones (responsable de todos los yacimientos españoles) en 1939 y acudió al Ahnenerbe, el instituto que investigaba en Alemania la raza aria. Además, fue el hombre que acompañó al genocida Heinrich Himmler durante su visita a España en 1940 buscando piezas arqueológicas que unieran racial e históricamente a ambos pueblos. En 1953, fue nombrado director del Instituto Arqueológico Madrileño, precursor del actual Museo de San Isidro. Los Orígenes de Madrid, adonde trasladó parte de su colección visigoda, procedente de, al menos, dos yacimientos: Castiltierra (Segovia) y Villel de Mesa (Guadalajara).
Los expertos llevan 25 años intentando separar las piezas mezcladas de dos excavaciones godas que un arqueólogo se llevó a su casa
Julio Martínez Santa-Olalla fue el auténtico factótum de la arqueología española durante la primera etapa del franquismo. Todo, absolutamente todo, giraba en torno a él. Germanófilo declarado, fue nombrado representante del Gobierno de Franco y de Falange Española Tradicionalista (FET) y de las JONS (el partido único franquista). Visitó la Alemania nazi para impartir unas conferencias en el Instituto de la Morfología Cultural de Fráncfort. Fue nombrado comisario general de Excavaciones (responsable de todos los yacimientos españoles) en 1939 y acudió al Ahnenerbe, el instituto que investigaba en Alemania la raza aria. Además, fue el hombre que acompañó al genocida Heinrich Himmler durante su visita a España en 1940 buscando piezas arqueológicas que unieran racial e históricamente a ambos pueblos. En 1953, fue nombrado director del Instituto Arqueológico Madrileño, precursor del actual Museo de San Isidro. Los Orígenes de Madrid, adonde trasladó parte de su colección visigoda, procedente de, al menos, dos yacimientos: Castiltierra (Segovia) y Villel de Mesa (Guadalajara).
Martínez Santa-Olalla murió en 1972. Un año después, el Estado adquirió a sus hermanos una parte de sus piezas, documentos y biblioteca y lo transfirió al Museo Arqueológico Nacional (MAN). Lo que se compró eran objetos que venían en una “serie de cajas que contenían materiales procedentes de excavaciones”, según el estudio El yacimiento visigodo de Villel de Mesa en el Museo Arqueológico Nacional, un estado de la cuestión, de Paula Pagés Alonso, del Departamento de Antigüedades Medievales del MAN. Las cajas incluían materiales etiquetados como “Castiltierra” y “Villel de Mesa”.
En 1999, los técnicos del MAN revisaron los embalajes y realizaron un listado de los objetos que hallaron en su interior. Las piezas venían envueltas de distintas maneras. Unas, en papeles de periódicos, cajas de material fotográfico y de tabaco alemanes, lo que indicaba que eran de Castiltierra, ya que ese yacimiento se reabrió para que lo observase Himmler. Buena parte de los centenares de valiosos objetos hallados fueron enviados a Alemania para su supuesta restauración. Solo regresó una mínima parte.

Otras piezas venían en unos envoltorios de papel amarillo dentro de cajas de una empresa de mudanzas. Algunas incluían el número de la tumba en que fueron encontradas, otras no. Como en Castiltierra se enumeraron las tumbas —unas 420— y en Villel de Mesa no, los técnicos del museo creen saber cuáles corresponden a cada yacimiento. “De esta manera, de un modo preliminar es posible hacer una separación entre las piezas que están sigladas [numeradas e identificadas] y las que no”, dice Paula Pagés.
El principal problema con la documentación de la excavación de Villel de Mesa es su escasez. Se carece de un plano del yacimiento, puesto que no existe una memoria de la excavación ―sí algunos documentos que se guardan en el MAN―, aunque Miguel López Gordo, vecino del pueblo, ha conseguido recopilar alguna información que ofrece en una web.
En mayo de 1943, mientras se llevaban a cabo unas labores de ampliación del cementerio municipal de Villel de Mesa se descubrió un sarcófago antropoide de toba (piedra caliza) de gran tamaño, hallazgo que se unía a otros anteriores que se habían dado de forma casual al labrar el campo, como sepulturas, osamentas y objetos varios. Al descubrirse el sarcófago, el alcalde se puso en contacto con el entonces gobernador civil, Juan Casas Fernández. Este, a su vez, avisó a Santa-Olalla. Se conserva una carta del gobernador sobre el asunto: “Me ha producido viva satisfacción el saber que el asunto de Villel de Mesa puede ser algo de tanto interés como V. supone; ya le he dado orden al alcalde para que no se toque allí hasta que V. no vaya”.

Santa-Olalla se puso en contacto con el embajador de Alemania en España, Hans Heinrich Dieckhoff, y le invitó a conocer los hallazgos. Bernardo Sáez Martín, amigo íntimo y colaborador de Santa-Olalla, financió las excavaciones. Las arqueólogas Ana María Elorrieta Lacy y María Victoria Martín Mendiluce las dirigieron. Los vecinos del pueblo ayudaron en las labores de excavación.
Se recogieron centenares de piezas, entre ellas, féretros de madera con clavazón de hierro, sarcófagos labrados en toba para niños y adultos, hebillas arriñonadas, placas de cinturón, fíbulas, brazaletes, pendientes, cuentas de vidrio y ámbar o anillos. “La mayoría eran de bronce, muy raramente la plata, y excepcionalmente el oro”, según las arqueólogas que intervinieron. De la excavación se conservan también cuatro fotografías en las que se distinguen un par de fíbulas laminares y un broche de cinturón de bronce con la figura de un carnicero.
“La falta de información que rodea a este yacimiento es uno de los principales problemas a la hora de investigar sus fondos. No obstante, a través de la escasa bibliografía sobre el asunto y la correspondencia conservada en el Museo de San Isidro [que dirigía el propio Santa-Olalla], podemos reconstruir los hechos que dieron lugar a la excavación”, indica el artículo de Pagés Alonso.
Los materiales recogidos en Villel de Mesa fueron trasladados a casa de Santa-Olalla. En una carta que se conserva en el Museo de San Isidro, del 26 de junio de 1944, el arqueólogo invita, otra vez, al embajador de Alemania en España para que conozca las piezas de Villel de Mesa que tiene en su casa antes de que traslade una parte a la Ciudad Universitaria, en concreto a las instalaciones del Seminario de Historia Primitiva del Hombre. El embajador nunca acudió.
Pero al seminario no fueron solo las piezas de Villel, sino también de Castiltierra, pertenecientes a algunas de las más de 400 tumbas abiertas. Los restos óseos de Castiltierra se enviaron, por su parte, al Museo Anatómico de la Universidad y los ajuares al Ahnenerbe (Berlín). En 1944, Alemania devolvió algunos objetos, pero se quedó con los más importantes.
Según los conservadores del MAN, en el año 2000 “no había ningún orden concreto y las piezas se encontraban mezcladas en envoltorios y cajas”. El material de Villel y de Castiltierra se guardó finalmente en el MAN en 32 cajas, según “la capacidad de las mismas, por lo que, a pesar de que las piezas que se hallaban en ellas venían todas del fondo de Santa-Olalla, que se encontrasen juntas no significaba que perteneciesen a una misma sepultura o incluso yacimiento”.
Desde junio de 2023, el Departamento de Antigüedades Medievales del MAN está inventariando el contenido de estas cajas “intentando casar los materiales con las descripciones y los dibujos que se conservaban”. Se ha conseguido documentar casi la totalidad. Una vez terminado el trabajo, se expondrán las piezas en el museo, junto a los dibujos del archivo, “poniendo en valor tanto estos materiales como la labor de las arqueólogas [Ana María Elorrieta Lacy y María Victoria Martín Mendiluce] que realizaron la excavación, dándolas a conocer al público después de casi 80 años de su trabajo”.
Pagés concluye su estudio aceptando que, “a pesar de esto, es más que probable que cierta cantidad de estas piezas que entraron en las cajas 44 a 48 de la colección de Santa-Olalla no se puedan asociar con seguridad a uno u otro yacimiento, por lo que la fase final de revisión de los materiales de estas cajas será siglado como un tercer grupo de piezas sin una procedencia segura”.
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