“Esta no es mi virgen. Se parece un poco más a la que estaba aquí hace una semana y desde luego que no tiene nada que ver con la que pusieron este sábado, pero sigue sin ser mi Macarena, su expresión es distinta. No hay derecho a lo que le han hecho”. Así opinaba Paqui Fernández este domingo tras salir de la Basílica de La Macarena de Sevilla para ver el resultado de una polémica intervención ordenada por la Hermandad y que ha provocado un encendido malestar entre los devotos de esta imagen y de los sevillanos, por extensión, indignados porque los cambios han afectado a su expresión, hasta el punto de que, para muchos, su rostro no tiene nada que ver con el que ha convertido a La Macarena en un icono de Sevilla.
Los expertos coinciden en que la transformación de la imagen de la virgen es más que una simple intervención y acusan a la Hermandad de precipitación a la hora de exponerla al culto
“Esta no es mi virgen. Se parece un poco más a la que estaba aquí hace una semana y desde luego que no tiene nada que ver con la que pusieron este sábado, pero sigue sin ser mi Macarena, su expresión es distinta. No hay derecho a lo que le han hecho”. Así opinaba Paqui Fernández este domingo tras salir de la Basílica de La Macarena de Sevilla para ver el resultado de una polémica intervención ordenada por la Hermandad y que ha provocado un encendido malestar entre los devotos de esta imagen y de los sevillanos, por extensión, indignados porque los cambios han afectado a su expresión, hasta el punto de que, para muchos, su rostro no tiene nada que ver con el que ha convertido a La Macarena en un icono de Sevilla.
Con todo, la indignación era bastante más atemperada de la que evidenciaron los fieles que se habían acercado al templo un día antes. En 24 horas, y ante el revuelo y la presión generada en las redes sociales y por los propios fieles, la virgen fue sometida a dos intervenciones para sustituirle las pestañas (al mediodía) y restablecer el tono más rojizo en las mejillas (durante la noche).
“La virgen de la Macarena es de lo sevillanos, no es de la Hermandad, no se trata de una posesión personal y por eso es muy delicado tocar algo que afecte a la estética de la imagen”. Así traslada Juan Manuel Miñarro, imaginero, restaurador, profesor jubilado de escultura de la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, la repercusión que la intervención en la virgen ha tenido en la ciudad y que va mucho más allá de las circunstancias técnicas o artísticas detrás de los retoques realizados sobre el rostro y otros elementos de la imagen, muy deteriorados por el paso del tiempo, la exposición al humo de las velas y las exhibiciones al culto y salidas procesionales.
Esta circunstancia es precisamente la que llevó a la Hermandad a acordar “una actuación de mantenimiento y conservación” en esa talla que se realizó durante la segunda semana de junio, por un espacio de cuatro días en la propia Basilíca por un equipo de la Universidad de Sevilla liderado por el catedrático de Conservación y Restauración de Obras de Arte de la US, Francisco Arquillo Torres. Este experto había presentado un informe previo sobre el estado general de la imagen en el que se constataba que era bueno y no requería de una intervención profunda ni inmediata, tal y como informó la Hermandad el pasado 10 de noviembre. Arquillo comenzó en los años 80 a ocuparse de restauraciones de esta talla del siglo XVII, atribuída al círculo de Pedro Roldán, que, de acuerdo con recientes estudios, podría haber realizado su hija La Roldana.

Las labores de conservación iban a centrarse, según se trasladó a los hermanos, en “elementos superficiales”, pero todos los restauradores e imagineros consultados por este diario coinciden en que el resultado ―sobre todo el que se mostró el pasado sábado― con unas pestañas mal encajadas y muy largas y un rostro demasiado claro, trascendía las meras tareas de una “intervención de conservación”, enmarcándose en un claro trabajo de restauración. “La limpieza de la policromía es mucho más que una mera tarea de conservación”, advierte Pedro Manzano, especialista en conservación y restauración de obras de arte. “Cuando limpias una imagen, ya la estás restaurando y eso requiere más de una semana de trabajo”, advierte otro prestigioso restaurador que pide no dar su nombre por desconocer en profundidad el detalle de los informes que han llevado a la Hermandad a encargar los trabajos de mantenimiento y en qué han consistido realmente los mismos. “Para una restauración se requiere de al menos tres o cuatro meses, no una semana y de un equipo de profesionales multidisciplinares detrás”, abunda.

“La virgen no es la misma”, concede Miñarro. Dos son los aspectos que más llamaron la atención cuando el pasado sábado la imagen volvió a instalarse en la Basílica: las pestañas y la desaparición de la característica pátina rojiza que envuelve la mirada de la Macarena y que otorga a su rostro ese característico gesto de cansancio. “La primera impresión es que las pestañas no estaban correctamente colocadas y que la largura esa excesiva. Las pestañas son las que dan la expresividad en un rostro devocional y su expresión se había modificado”, explica la restauradora Ana Cordero. “También sorprendió el grado de limpieza del rostro”, añade.
Opacidad

Precisamente, esos dos aspectos fueron los que la Hermandad retocó en otras dos restauraciones exprés en las 24 horas siguientes. El sábado a mediodía se cerraba la iglesia para recolocar las pestañas ―“corregir un efecto indeseado provocado por las pestañas sustituidas durante la intervención”, explicó la Hermandad en un tuit―. Por la noche volvió a actuarse sobre el rostro, devolviéndole parte del color rojizo en el contorno de los ojos y las mejillas. “Ha habido una enorme precipitación a la hora de devolver la imagen al culto. Antes tendrían que haberla estudiado, haber analizado el impacto que iba a tener entre el público. La Hermandad se enfrentó a esta situación con mucho nerviosismo”, sostiene Miñarro.
Todos los expertos cuestionan también el hecho de que en menos de 24 horas la Hermandad volviera a actuar sobre una intervención que ella misma había encargado y defendido. “Eso resta credibilidad a ese trabajo previo. La Hermandad no ha sido clara, no ha establecido una metodología de trabajo”, indica el conservador que prefiere mantener el anonimato. “Deberán dar explicaciones”, añade Cordero.
Este diario ha tratado de contactar sin éxito con sus responsables para obtener su punto de vista. Ese hermetismo previo y posterior sobre las actuaciones que se han llevado a cabo sobre la virgen y cómo se han desarrollado es otra de las principales críticas que realizan los expertos consultados. En este sentido, la Hermandad no ha clarificado si los retoques realizados durante la noche del sábado al domingo se han realizado por conservadores del equipo de Arquillo o por otros.
“Cuando estamos ante una restauración y más en el caso de La Macarena que es una imagen universal, se tendría que haber creado una comisión con expertos de todos los sectores del arte para determinar cómo hay que abordar los trabajos y qué hacer”, indica Manzano. José Antonio Navarro Arteaga, uno de los imagineros contemporáneos más importantes de Sevilla, introduce otro elemento polémico entre los especialistas en arte sacro: quién debe comandar las tareas de restauración de las imágenes sevillanas. “El equipo tiene que ser multidisciplinar, pero debería ser dirigido por imagineros, que somos los que dotamos de esa mística que deben tener las imágenes, los restauradores se dedican a conservar”, apunta.
“El equipo que ha trabajado en el mantenimiento debería presentar un informe de la restauración, con un antes y un después”, añade Miñarro, quien, no obstante, recuerda que la Macarena ha tenido otras intervenciones y otros juegos de pestañas en el pasado, “en función de las modas” y que, cada modificación, “incluso cuando se le cambia de atuendo”, suscita controversia.
“Aunque se parezca más, esta sigue sin ser La Macarena que yo tengo en casa, en mis estampas. Que se la lleven el tiempo que se la tengan que llevar, pero que la dejen como estaba”, sostenía el domingo por la tarde Lucía Redondo, a la salida de la Basílica, mientras el grupo de amigas que la acompañaban asentían. “Cuando se actúa sobre una imagen tiene que quedar exactamente igual”, corrobora Navarro Arteaga. El imaginero concede que la virgen necesitaba una intervención ―“había que quitarle el óxido de los barnices”―, y que con los arreglos de última hora “la imagen se acerca mucho a lo que era antes”, pero abunda en esa precipitación por parte de sus responsables y la opacidad. “La Virgen puede volver a su estado natural, pero eso requiere tiempo”, advierte.
A la recuperación de ese estado natural y a la insatisfacción por que la Hermandad no haya sido clara con los trabajos realizados sobre una de las imágenes más reconocibles de la ciudad es a lo que han apelado los organizadores a través de las redes sociales de una manifestación para protestar por el resultado de esa intervención. “Es como si se hubiera hecho una operación estética”, dice María junto a Lucía Redondo.
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