El miliciano que salvó a la Virgen

Talla de la Virgen de Sopeña rescatada por Juan Antonio Gaya.

Se alistó a la milicia republicana después de que los franquistas fusilasen a su padre, un médico rural que no había cometido delito alguno. Sin embargo, y a pesar del dolor y la rabia que acumulaba, su amor por el patrimonio histórico le llevó a engañar a sus compañeros de armas, jugándose la vida para salvar una talla románica que estos querían destruir. Se llamaba Juan Antonio Gaya Nuño (1913-1976), historiador, crítico de arte y escritor soriano que jamás hizo pública su hazaña, aunque ahora el estudio Historia, avatares y salvación de la talla medieval de la Virgen de Sopeña (San Andrés del Congosto, Guadalajara), del investigador Josemi Lorenzo Arribas y publicado en la revista Vínculos de Historia de la Universidad de Castilla-La Mancha, destapa su historia.

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Imagen de la talla tomada por Tomás Camarillo en los años 30 del siglo pasado.Recorte de prensa del diario 'El Alcázar', donde Layna reconoce el mérito de Gaya en la salvación de la talla. Un estudio recuperara la hazaña del historiador Juan Antonio Gaya al jugarse la vida durante la Guerra Civil para rescatar de la destrucción una talla románica  

Se alistó a la milicia republicana después de que los franquistas fusilasen a su padre, un médico rural que no había cometido delito alguno. Sin embargo, y a pesar del dolor y la rabia que acumulaba, su amor por el patrimonio histórico le llevó a engañar a sus compañeros de armas, jugándose la vida para salvar una talla románica que estos querían destruir. Se llamaba Juan Antonio Gaya Nuño (1913-1976), historiador, crítico de arte y escritor soriano que jamás hizo pública su hazaña, aunque ahora el estudioHistoria, avatares y salvación de la talla medieval de la Virgen de Sopeña (San Andrés del Congosto, Guadalajara), del investigador Josemi Lorenzo Arribas y publicado en la revista Vínculos de Historia de la Universidad de Castilla-La Mancha, destapa su historia.

La imagen de la Virgen de Sopeña, que se exhibe desde 1968 en el Museo Diocesano de Arte Antiguo de Sigüenza, fue tallada hace siete siglos. Pertenecía al pueblo de San Andrés de Congosto (Guadalajara), localidad actualmente con menos de un centenar de habitantes censados.

La imagen de madera muestra sentados a la Virgen y al Niño. María cubre la cabeza con velo una corona de cuatro puntas. Levanta el brazo derecho. Su mano muestra el dedo índice señalando hacia arriba. El Niño se sienta sobre el regazo materno con un libro en la mano izquierda. La talla mide 60 por 30 cm. Al principio estuvo policromada, aunque no le queda nada del color original. “El estado de conservación de la imagen es bueno, con restos de antiguos ataques de carcoma. Puede ser de finales del XIII o principios del XIV”, señala el estudio.

A principios del siglo XX, los investigadores empezaron a interesarse por ella dada su evidente calidad artística. El fotógrafo Tomás Camarillo (1879-1954) la retrató en los años treinta del siglo pasado. En 1936, al inicio de la Guerra Civil, la imagen desapareció.

La investigación de Josemi Lorenzo parte de la vida de Juan Antonio Gaya Nuño (1913-1976), autor del El Románico en la provincia de Soria, y de su relación de amistad con Francisco Layna Serrano (1893-1971), autor de La arquitectura románica en la provincia de Guadalajara.

Entre 1934 y 1967, los dos estudiosos mantuvieron correspondencia epistolar, a pesar de la “la diferente orientación política de ambos amigos, que no fue óbice para la óptima relación personal y el gran respeto profesional que se profesaban”, recuerda Lorenzo. Layna fue presidente de la Comisión Provincial de Monumentos durante el régimen de Franco, institución creada en el siglo XIX.

Durante la Guerra Civil, Soria quedó en manos franquistas y Guadalajara en republicanas. “La destrucción de patrimonio histórico-artístico [por los milicianos] fue notable. Hoy, se sabe que el patrimonio artístico de Castilla-La Mancha sufrió los principales daños durante los primeros días del conflicto y que estos fueron en general irreversibles, pues estuvieron relacionados básicamente con la quema de iglesias y ornamentos religiosos; una vez pasadas esas fechas, la incautación [de obras de art] eliminó bastantes problemas al proteger los objetos en depósitos”, señala Esther Almarcha, investigadora de la Universidad de Castilla-La Mancha.

En cambio, en Soria “no hubo frente ni apenas resistencia armada. Aun así, los sublevados [requetés] asesinaron a Juan Antonio Gaya Tovar, padre de Juan Antonio, en las tapias del cementerio municipal el 17 de agosto de 1936. Había sido detenido por su pasado republicano moderado sin haber cometido ningún delito”, escribe Josemi Lorenzo.

Al enterarse del asesinato, Juan Antonio Gaya Nuño se hizo miliciano, se integró en el batallón Numancia. Combatió en IV Cuerpo de Ejército en las localidades de Alcorlo y San Andrés del Congosto. En esta última, donde se encontraba la talla románica, “fue profanada la iglesia del pueblo, destrozando los altares, imágenes y cuanto existía, derribando las dos campanas al suelo y rompiéndolas. Así también fue profanada la ermita con destrozo e incendio de las imágenes que había de la Soledad, la Dolorosa y Nuestro Señor en el Sepulcro”, según un documento de la época (Causa General) rescatado por Lorenzo.

Una carta que se conserva de Layna relata así los hechos: “Cuando los milicianos se disponían a quemarla, [Gaya] se apoderó de la Virgencita de la Sopeña so pretexto de querer calentarse haciéndola ascuas en la lumbre de su alojamiento”.

Imagen de la talla tomada por Tomás Camarillo en los años 30 del siglo pasado.

También se conserva otra misiva de Layna de la que se desprende que Gaya le había pedido información sobre otros objetos que pretendía salvar, “el cuadro de Brihuega” y la “Ejecutoria de Torija”, ya que su batallón iba a ser desplazado a estas localidades de Guadalajara.

Se desconoce cómo lo hizo, pero en noviembre de 1936 la talla de la Virgen llegó al Instituto Museo de Valencia de Don Juan, en Madrid, que se mantuvo cerrado durante la guerra y que estaba bajo protección de la embajada británica. Su director era Manuel Gómez-Moreno, catedrático y profesor de Gaya. Gómez-Moreno guardó la imagen sin registro de entrada para no dar explicaciones sobre cómo le llegó y evitar así “posibles responsabilidades y represalias políticas”.

No se volvió a saber más de la imagen hasta 1949, cuando Layna escribe a Gaya: “Figúrese cuál sería mi sorpresa y cuán grata cuando al visitar los días atrás el Instituto del Conde de Valencia de Don Juan vi que estaba allí esa imagen desde diciembre de 1936, gracias a usted que pudo salvarla de la destrucción, conforme acredita un papel clavado al dorso con chinchetas. ¿Cómo pudo conseguir que no fuese a la hoguera en unión de los altares y demás imágenes de aquella modesta iglesia?”.

Recorte de prensa del diario 'El Alcázar', donde Layna reconoce el mérito de Gaya en la salvación de la talla.

Acabada la guerra, Gaya Nuño entró en prisión y no saldría de ella hasta 1943, aunque estuvo en libertad vigilada hasta 1951. No pudo acceder a ningún puesto público dado su pasado republicano. Layna escribió varios artículos en la prensa del Movimiento recordando la hazaña de su amigo. “No pudo impedir que un pelotón de milicianos recién llegados quemara en la plaza imágenes y altares; pero sí consiguió que le diesen esta Virgen románica, que aquellos pretendían llevarse como mascota, y se apresuró a entregarla a su maestro, el ilustre don Manuel Gómez-Moreno, para que fuera conservada en el mencionado Instituto”, redactó en el diario El Alcázar.

La imagen fue finalmente trasladada en 1968 al Museo Diocesano de Sigüenza desde el Instituto Valencia de don Juan, en Madrid, porque la capital guadalajareña no contaba en ese momento con un museo bien acondicionado. Los investigadores han logrado en este estudio reconstruir todos los pasos que siguió desde 1936, excepto cómo Gaya consiguió trasladar desde el frente de guerra la imagen a Madrid. Nunca lo dijo ni lo dejó escrito.

En 1973, con 60 años cumplidos, Gaya fue invitado a Guadalajara a disertar sobre el románico provincial. No hizo ninguna mención a lo ocurrido. “Su hermetismo sobre cuestiones políticas, marca de la casa del soriano, debió evitar referencias inoportunas en la charla sobre el rescate de la talla”, explica Lorenzo. “Gaya suma su nombre así a la admirable relación de ciudadanos que arriesgaron literalmente su vida durante la Guerra Civil por salvar el patrimonio artístico desde las filas del bando republicano. Entre ellos, Manuel Gómez-Moreno, que hizo lo propio en Madrid en el colegio de los Jesuitas, Gudiol i Ricart en Barcelona y muchos personajes menos conocidos, como el militante de la CNT Antonio García Lamolla en Lérida y otros y otras valientes anónimos que esperan pacientes a que se les haga justicia. También, Leopoldo Torres Balbás, el mejor arquitecto restaurador que tuvo España en esa época, cuyo buen hacer y adelantados criterios plasmó en sus intervenciones en la catedral de Sigüenza, la que bombardeó sin piedad la aviación fascista italiana”.

No obstante, recuerda Lorenzo, Gaya Nuño dejó escrito que la mayoría de las destrucciones del patrimonio histórico, “al menos en el caso de España, se ha producido en tiempos de paz”.

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