Hubo que esperar al sexto de la tarde para que el festejo recuperara el resuello después de cinco toros de juego muy desigual, que no permitieron el lucimiento de los toreros, unos por deslucidos y otros por inválidos o descastados. Y todo ello en la corrida en recuerdo -in memoriam- del gran Victorino Martín, padre del actual ganadero, y fallecido en 2017.
Martín/Ureña, De Justo, Jiménez
Toros de Victorino Martín, bien presentados, astifinos y de muy desigual comportamiento; primero y segundo cumplieron en los caballos, dificultosos en el tercio final y fueron aplaudidos en el arrastre; inválido el tercero; manso y muy descastado el cuarto; manso, noble y exigente el quinto, y cumplidor en varas el sexto, y muy noble y repetidor en la muleta, al que se le dio la vuelta al ruedo.
Paco Ureña: media baja y perpendicular (ovación); media baja y perpendicular y un descabello (silencio);
Emilio de Justo: estocada algo trasera (palmas); gran estocada (oreja).
Borja Jiménez: estocada atravesadísima que asoma por el lado contrario (silencio); estocada _aviso_ (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta Grande.
Plaza de Las Ventas. 15 de junio. Vigésima octava y última corrida de la Feria de San Isidro. Corrida In Memoriam de Victorino Martín. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa). Al final del paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Victorino Martín.
El torero sevillano cortó dos orejas a un toro de vuelta al ruedo, el más sobresaliente de una deslucida corrida de Victorino Martín. Emilio de Justo paseó una oreja por una gran estocada al quinto
Hubo que esperar al sexto de la tarde para que el festejo recuperara el resuello después de cinco toros de juego muy desigual, que no permitieron el lucimiento de los toreros, unos por deslucidos y otros por inválidos o descastados. Y todo ello en la corrida en recuerdo -in memoriam- del gran Victorino Martín, padre del actual ganadero, y fallecido en 2017.
Pero salió Milhijas, de 594 kilos de peso, que humilló en el capote de Borja Jiménez, cabeceó, primero, y empujó en el primer puyazo, y acudió largo y cumplió sobradamente en el segundo; acudió largo en banderillas, y en la muleta fue un bombón de chocolate por el pitón izquierdo.
Y su lidiador, que lo había capoteado con holgura y oficio hasta los medios, lo citó con la mano zurda y en cuatro tandas surgió, por un lado, la calidad del toro, que araba con el hocico la arena en cada embestida, y la disposición del torero, que dibujó muletazos largos y ligados, muy coreados por un público facilón necesitado de orejas.
Hubo momentos de alto interés, largos pases de pecho, naturales de categoría, y una sola tanda por la derecha, en que el toro evidenció su disgusto. Acertó Borja Jiménez con el estoque, el animal se negó a morir, y sonó un aviso antes de claudicar definitivamente en la arena.
Esa escena final, tan del gusto del aficionado moderno, contribuyó a que se pidiera con fuerza la vuelta al ruedo del victorino y las dos orejas para el torero.
Quizá, no habría que poner más impedimento a Milhijas que su falta de hondura por el pitón derecho; y sobre la labor del torero habría que decir que estuvo bien, a la altura de su oponente, pero quedó la impresión de que no fue esa faena redonda, rotunda, cautivadora y merecedora de los máximos trofeos.
Salió, no obstante, por la Puerta Grande. Y lo acompañó a hombros Victorino Martín García, sin motivo para tal alto honor después de cinco toros de dejaron muy en el aire el pabellón de la ganadería.
Porque la corrida se fue despeñando desde el primer toro, deslucido, soso y dificultoso, como el segundo. Inválido fue el tercero, al que Borja mató de un atravesadísima estocada impropia de un torero de su categoría; descastado fue el cuarto y noble y exigente el quinto. No hubo méritos en general para que el ganadero aceptara salir a hombros de la multitud.
Emilio de Justo paseó una oreja por una gran estocada al quinto, que embistió con genio al capote, y acudió a la muleta con codiciosa y exigente celeridad que no pudo dominar el torero. Fue una faena larga, desigual, irregular, en la que nunca encontró el camino del triunfo hasta la suerte suprema final. Con el segundo, complicado y con la cara suelta al final de cada muletazo, no pasó de estar entonado.
Y Ureña dibujó cinco naturales de categoría a su primero, soso y sin humillar, que fue de menos a más, con el que el torero se mostró dispuesto, pero no se acercó a la emoción deseada más allá de esa tanda con la mano zurda y unos largos ayudados por bajo finales. Y no pudo pasar de insistente ante el descastado cuarto.
Lo que son las cosas. Un festejo que se despeñaba por la senda del aburrimiento recuperó la alegría en el sexto y propició la Puerta Grande de un torero y el ganadero. Bien, pero con el recuerdo de lo vivido entre las manos, ninguno de los dos la mereció.
Martín/Ureña, De Justo, Jiménez
Toros de Victorino Martín, bien presentados, astifinos y de muy desigual comportamiento; primero y segundo cumplieron en los caballos, dificultosos en el tercio final y fueron aplaudidos en el arrastre; inválido el tercero; manso y muy descastado el cuarto; manso, noble y exigente el quinto, y cumplidor en varas el sexto, y muy noble y repetidor en la muleta, al que se le dio la vuelta al ruedo.
Paco Ureña: media baja y perpendicular (ovación); media baja y perpendicular y un descabello (silencio);
Emilio de Justo: estocada algo trasera (palmas); gran estocada (oreja).
Borja Jiménez: estocada atravesadísima que asoma por el lado contrario (silencio); estocada _aviso_ (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta Grande.
Plaza de Las Ventas. 15 de junio. Vigésima octava y última corrida de la Feria de San Isidro. Corrida In Memoriam de Victorino Martín. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa). Al final del paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Victorino Martín.
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