El Cuarteto Casals interpreta a Shostakóvich: “Su música está atravesada por el miedo y la represión”

Los miembros del Cuarteto Casals están acostumbrados a ir siempre dos pasos por delante. Fueron ellos, a fin de cuentas, quienes pusieron en hora una tradición camerística que en España llevaba casi un siglo de retraso. Y desde entonces, hace ya 28 años, el tiempo ha corrido a su favor. Cuando nos reciben en una de las aulas de la Escuela Trémolo de Barcelona para hablar de la segunda entrega de su integral de los cuartetos de Shostakóvich (del nº 6 al 12) encontramos en los atriles el nocturno del Quince. “Su idea era escribir 24, uno por cada tonalidad, como Bach en El clave bien temperado”, dice el violonchelista Arnau Tomàs. “Pero la vida no le dio para más, y quizá no hubiera más que decir después de esto”.

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 El conjunto, que hace unos meses cambió de violista, publica la segunda entrega de su integral dedicada al compositor ruso como anticipo de su visita a Salzburgo y San Sebastián  

Los miembros del Cuarteto Casals están acostumbrados a ir siempre dos pasos por delante. Fueron ellos, a fin de cuentas, quienes pusieron en hora una tradición camerística que en España llevaba casi un siglo de retraso. Y desde entonces, hace ya 28 años, el tiempo ha corrido a su favor. Cuando nos reciben en una de las aulas de la Escuela Trémolo de Barcelona para hablar de la segunda entrega de su integral de los cuartetos de Shostakóvich (del nº 6 al 12) encontramos en los atriles el nocturno del Quince. “Su idea era escribir 24, uno por cada tonalidad, como Bach en El clave bien temperado”, dice el violonchelista Arnau Tomàs. “Pero la vida no le dio para más, y quizá no hubiera más que decir después de esto”.

Alguien podría pensar que han esperado el momento oportuno para abordar este repertorio con la suficiente madurez si no fuera porque la música de Shostakóvich los ha acompañado desde sus comienzos. “Ya en el primer concierto de presentación que ofrecimos en Toledo, allá por 1997, tocamos el Cuarteto nº 8”, recuerda la violinista Vera Martínez Mehner. En realidad fue la discográfica Harmonia Mundi la que les propuso acometer el ciclo tras los fastos del 25º aniversario del grupo. “A falta de los tres últimos cuartetos, sin duda los más oscuros y enigmáticos, el resto lo teníamos muy rodado”, confirma el también violinista Abel Tomàs. “El lenguaje de Shostakóvich forma parte de nuestro ADN como músicos”.

Para la grabación eligieron La Courroie, una antigua fábrica de la Provenza reconvertida en centro cultural y que cuenta con una pequeña sala de conciertos en un antiguo almacén de correas industriales. “Es un sitio muy especial en mitad del campo, entre caballos y gallinas”, recrean entre todos. “Como una gran masía en mitad de la nada”. La elección no fue casual: “Buscábamos un lugar que nos ofreciera la tranquilidad del estudio con la tensión y el calor de una sala llena”. Por las mañanas ajustaban los detalles de cada toma con el técnico de sonido y, por las noches, se entregaban al vértigo del directo. “Esta fórmula híbrida confirmó lo que ya sabíamos: que a la música de Shostakóvich le sienta muy bien el público”, explican.

Fue durante una de aquellas sesiones cuando Jonathan Brown, violista del Casals desde 2002 (en sustitución de David Quiggle, que a su vez había tomado el testigo de Andoni Mercero), les comunicó su decisión de abandonar el proyecto. “Fue un año muy duro, en el que se juntaron muchas cosas, también en lo personal”, confiesa Arnau, el mayor de los hermanos Tomàs y fundador, junto a Abel y Vera, del cuarteto durante su etapa de estudiantes en la Escuela Reina Sofía de Madrid. “Su salida nos pilló por sorpresa y sin apenas tiempo de reacción, en mitad de una grabación y a punto de emprender una gira por Latinoamérica”, dice en referencia a los conciertos que acaban ofrecer en Chile, Colombia y Perú.

Con ellos ha viajado Cristina Cordero, la nueva integrante del grupo. “Siempre soñé con poder formar parte de un conjunto como el Casals, pero a mi edad ya había descartado esa posibilidad”, confiesa la violista de 27 años, que no había nacido cuando sus compañeros empezaron a abrirse paso por las salas de concierto de Europa. “Entonces recibí la llamada que lo cambió todo”, explica Cordero, antigua colaboradora de la formación. El relevo fue de lo más rápido y discreto, sin audiciones ni comunicados en redes sociales. “Cuando se anunció oficialmente mi incorporación, ya llevábamos meses tocando juntos”, reconoce con una sonrisa en la cara: “No hubo noviazgo: solo un match seguido de un pletórico sí, quiero”.

La del matrimonio es una de las muchas metáforas a las que recurre Sonia Simmenauer, agente internacional del Casals y autora de Vivir en un cuarteto, para describir esta singular forma de convivencia artística. “La clave está en que la confianza no derive nunca en falta de respeto, como en una pareja”, señala Martínez Mehner. “Y aquí las cosas no se votan, se vetan”, añade, entre risas, Arnau Tomàs: “No tiene sentido que tres estén a favor de algo y uno en contra”. Frente al ideal democrático, ellos cultivan el arriesgado arte de la diplomacia. “Para la final del Concurso de Londres elegimos el Cuarteto nº 15 de Shostakóvich sabiendo que Walter Levin, que formaba parte del jurado, no lo soportaba”. La jugada les salió bien.

A diferencia de sus sinfonías, sometidas al escrutinio de las altas instancias soviéticas, los cuartetos del compositor ruso pueden leerse como un diario íntimo. “Estas partituras le sirvieron de laboratorio de pruebas para todo aquello que no se podía permitir en una orquesta”, asegura el violonchelista. “No encontramos en ellas un solo gesto ingenuo: todo está atravesado por el miedo, la represión, la contradicción y el duelo”. Ni siquiera la muerte de Stalin en 1953, tras la cual compuso el Cuarteto nº 6 que abre este recopilatorio, consiguió diluir del todo la atmósfera opresiva. “Se percibe una cierta sensación de alivio, pero el estilo no cambia, es increíblemente estable: Shostakóvich sigue siendo Shostakóvich”, asevera.

El registro contiene seis obras especialmente reveladoras del catálogo de Shostakóvich, como el Cuarteto nº 8, que compuso en tres días tras su ingreso forzoso en el Partido Comunista. “El motivo D-S-C-H [acrónimo musical que equivale a las notas Re-Mi bemol-Do-Si conforme al sistema alemán] perfila un retrato devastador que suena a réquiem de sí mismo”, reflexiona el violinista. A partir de ahí, los cuartetos se vuelven más abstractos y ambiciosos, como demuestran la estructura en bloque del nº 9; la violencia rítmica del siguiente, dedicado a Mieczysław Weinberg; el complejo mosaico (“como de sueño roto”, dice Martínez Mehner) que da forma al nº 11, y la dimensión sinfónica, con sus destellos dodecafónicos, del nº 12.

Algunas de estas piezas sonarán en los recitales que este verano llevará al Cuarteto Casals por los festivales de Salzburgo (11 de agosto), Pollença (14), San Sebastián (21) y Vilabertrán (31) como anticipo de la integral que ofrecerán, la próxima temporada, en Madrid y Valencia, coincidiendo con la publicación del tercer volumen dedicado a Shostakóvich, a quien en algún momento definen, por su claridad y transparencia, como el “Haydn del siglo XX”. Para entonces se encontrarán a las puertas del 150º aniversario de Pau Casals y con los 30 años de la formación a la vuelta de la esquina. Todavía no lo han decidido, pero todo parece indicar que será una celebración a la húngara: “Aquí Bartók y Kurtág siempre son bienvenidos”.

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