Viajamos fuera de la M-30, a una casa a en Alcobendas a la que Manuel Alejandro (Jerez de la Frontera, 1932) se mudó para, según cuenta él mismo, sus vecinos no le dieran con la escoba en el techo, hartos de escucharle tocar los preludios y las fugas de Juan Sebastián Bach. Este andaluz de acento claro, bellísimo, es admirable, ya no por su carrera, larga y exitosa, sino por conservar a esta edad una lucidez a prueba de bombas. Está rápido, sigue igual de elegante que siempre, el mejor compositor de canciones en español del siglo XX.
Porque no se puede argumentar mejor una ruptura, ya que «las cosas tan hermosas duran poco, jamás duró una flor dos primaveras». Hay talento para gritar: «Ya no siento nada al hacerlo contigo». Supones que «lo mejor de tu vida me lo he llevado yo». Solo pides que te hable del mar, marinero. Ah, y «que no se rompa la noche, que sea serena y larga como el tallo de una rosa». Tú eres el que cada noche la persigue, aunque luego, te das cuenta de que «lo sabemos los tres, que no eres tú sola quien juegas, que está jugando él también». Y entonces procuras olvidarte, «haciendo en el día mil cosas distintas», dado que «se vuelven cadenas lo que fueron cintas blancas». Está Manuela, aunque «ya es tarde, señora». Está Manuela y está Manuel Alejandro.
PREGUNTA.- A los 93 años, ¿cómo es su rutina?
RESPUESTA.- Me levanto, hago gimnasia con mis pelotas, las que te dan los fisioterapeutas, y las gomas y esas cosas. Eso lo hago con tres cuartos de hora. Luego desayuno y me ducho. Antes de sentarme en el piano. Ando, por lo general. Antes corría. Ahora lo que hago es andar y un poco de bicicleta. Como media hora, tres cuartos de hora. Y ya me siento en el piano y ya estoy prácticamente en el piano todos los días hasta que termino, después de la cena, y doy una vuelta por el jardín caminando.
P.- Lleva mucho tiempo fuera de su tierra, de su Andalucía, pero no ha perdido el acento. ¿Qué otro Manuel Alejandro hubiera sido si no llega a nacer en Andalucía y en Jerez?
R.- No sé, diferente, sin lugar a duda. Siempre he dicho que, por la cantidad de médicos que ha habido en mi familia —tanto en la familia de mi madre como en la familia de mi padre—, podría haber sido médico. Me gusta mucho la medicina, pero no sé, teniendo un padre músico y que estaba todo el día con el piano a cuestas, pues, quieras que no, por ahí me llevaría.
Y además, lo digo muchas veces, yo fui el 7.º, mi hermano José María, el 8.º. Ya nos perdieron el respeto y no estaban encima de nosotros para que hiciéramos las cosas bien y meternos en una universidad, sino al contrario. No sabían lo que hacer, y como mi padre sabía mucha música, nos la enseñó y punto.

P.- Manuel Alejandro es andaluz y es escribidor de canciones, no compositor.
R.- No, por supuesto. Compositor era mi padre, yo soy el escribidor. Y mi hija Alejandra es escritora. Ella es licenciada en Filosofía y Letras, tiene ya su tercera novela en el mercado, Una pluma en el aire. Es una cosa muy bonita, muy a la altura del principal escritor que hay en España.
Y escribidor… yo ya me acostumbré a escribir, pero ella es escritora y yo soy escribidor. Ni estudié ni me preparé nada para hacer esto, que me perdonen tantos escritores buenos, que yo, por ser escribidor de canciones, me haya colado y les haya hecho algunas sombras en sus obras.
P.- Pero casi, casi como un intruso, dice.
R.- Sí, totalmente. Un intruso. Precisamente leía hace poco tiempo un artículo en el Abc de Pérez-Reverte —creo que el titular era: «Las editoriales tienen muy poca vergüenza», o algo por el estilo—, y sí hablaba de la poca vergüenza que había, porque a cualquiera de la televisión que destacara y que fuera popular, corriendo le ponían el libro en la mano, o se lo escribían o lo que fuera. Y que todo eso venía en perjuicio de ellos, del escritor. Pero bueno… los grandes escritores, precisamente, lo que fomentan es que la gente estudie, lea y escriba.
P.- Este 2025 ha publicado Manuel Alejandro. Vibraciones y elucubraciones de un escribidor de canciones: Memorias. Cuando alguien escribe un libro de memorias y revisita su vida, ¿qué descubre de uno mismo? ¿Qué descubre de su pasado? ¿Qué le hace pensar sobre cómo ha sido su vida?
R.- He visto, por ejemplo, que soy una persona paciente. No he sido actuante, he sido paciente. Quizás he absorbido mucho de las cosas de la vida. He estado para absorber, para oír, para ver. Fíjate cómo será que, si yo echo la vista atrás, cuando siempre tenía algún amigo y nos quedábamos en la época de tantos amigos y tantas cosas… siempre invitaba a un tercero. Pero era para oírlos hablar a ellos y que me dejaran a mí en la barrera.
P.- ¿A usted le ha marcado mucho el ser una persona tímida?
R.- Las personas que no son tímidas no tienen una sensibilidad para exportar, porque lo sueltan todo. Sí, es muy importante el ser paciente, el ser cohibido, el ser observador y no el hablador. Aunque ahora, mírame, estoy hablando demasiado.
P.- No, por favor, para eso estamos aquí. Una cosa que me preguntaba leyendo el libro: usted ha tenido mucho éxito, siempre. Pero ¿de qué le han servido las críticas? Cuando ha habido críticas, ¿de qué le han servido?
R.- Eso de que he tenido éxito… A mí me costó mucho trabajo que las canciones mías se tuvieran en cuenta. No, porque no he pertenecido ni a un grupo, ni a una fórmula, no había nadie que me defendiera nunca. No, no… A mí me han defendido, más que nadie, los cantantes a los que yo escribía las canciones. Esos me iban pregonando, iban diciendo que como mis canciones, ninguna.
La misma Rocío Jurado siempre decía: «La canción más horrible de Manuel Alejandro es la mejor de otros». Juro que lo decía textualmente así. Recuerdo a Rocío, que estaba tan enamorada de mis canciones, porque tiene que haber una entente. Si no, no se puede escribir a nadie.
Todas las personas para las que yo he escrito son personas que se han enamorado de mis canciones antes; han venido ya enamoradas de mis canciones. Recuerdo que Rocío Jurado, por ejemplo, firmó con la discográfica EMI y le hice el disco donde está «Se nos rompió el amor». Contaba varias canciones de las más destacadas de Rocío que le escribí.
Y estuvo dos años esperándome hasta que se lo pude escribir. Precisamente, el presidente de la compañía era un compositor, y una vez le mandó un casete con 14 canciones para que no me esperara y escogiera entre aquellas 14 canciones. Y ella le dijo al presidente de su compañía que no, que me esperaba lo que fuera. Estuvo dos años, y podría haber estado cuatro años sin grabar.

P.- Venía escuchando de camino a su casa a Julio Iglesias, un álbum que a mí me fascina, «Un hombre solo», porque siempre se tiende a ver a Julio, y a muchos otros artistas —a la mayoría para los que usted ha escrito canciones—, como gente súper exitosa, felices, pero ese álbum me parece muy importante porque nos cuenta el otro lado, el lado que no vemos del artista: la soledad y el sufrimiento. Nos cuesta mucho comprender cómo es la vida de alguien como ellos, como Julio Iglesias, Rocío Jurado, Raphael, José José. El éxito, pero a la vez también la soledad.
R.- Es que en todos los grandes divos de la canción, todos, absolutamente todos, son personas muy solitarias, muy trabajadoras, pero muy, muy, muy trabajadoras. Y todo lo demás lo sueltan en momentos específicos, para que parezca que hay estrellas. Pero no suele haber estrellas en casa de un gran autor.
Es muy sacrificado. Para ponerse delante de un público de 50.000 personas a cantar, primero tienes que estar en forma, tienes que saberte todas las letras, los compases, todas las cosas. Parece que no, con tanta luz y tanta cosa… Y todos son gente muy disciplinada. Y hay casos de soledad absoluta, no hay duda.
Yo a Julio Iglesias lo dibujé total y absolutamente como es y como vive. Y eso que él es una persona afable, de amigos, pero tiene su soledad, sus cosas, su interior… Cuando llega la noche, se da cuenta de que, después de tanta farfulla, es un hombre solo.
«Rocío Jurado siempre decía que mi canción más horrible era la mejor de otros»
P.- Hablando de Julio… hay una anécdota recuerdo: algo así como —para que veamos un poco los clichés y las ideas que tenemos preconcebidas de los artistas— que se van a cenar y, en realidad, Julio se va a las 12 a la cama, y el que se queda tomando unas copitas es el compositor.
R.- Por lo general, los compositores, si son buenos, es que son borrachos. Es más importante antes que ser músico, hay que ser borracho, aunque entre comillas, pero que les guste la copa, y vivir de manera natural.
P.- ¿Ha compuesto muchas canciones con un par de copitas de vino de Jerez?
R.- Nunca en la vida. Nunca, porque voy a decir muchas tonterías… Cuando se escribe bien, es cuando tiene uno una ilusión por vivir algo. Ese es el momento ideal: «A ver, esta noche tal cosa», «Mañana tal cosa». Una vez pasado eso que tú querías, ya no. En el amor es lo mismo: en el amor se escribe… hasta que no se conquista ese amor. Una vez conquistado, ya fue diferente. Y empiezan los desamores. Empiezan los palos. Ya empiezan los celos. Ya empiezan los «se nos rompió el amor».
P.- Una de sus canciones dice: «Amar es sufrir y querer es gozar». ¿Ama diferente y quiere diferente un hombre que una mujer?
R.- Totalmente. El hombre ama deseando. La mujer ama escuetamente. Ama sin desear.
P.- O sea, que el hombre siempre va buscando…
R.- Totalmente. Y la mujer ama ¿Por qué? Porque necesita sentirse amada. La mujer necesita sentirse amada. Está creada para eso. Es la fuente, es todo. Por eso todo este movimiento que hay, que queremos llevar las cosas a un sitio y a otro… eso no puede ser.
Esa canción mía creo que es totalmente acertada. Eso de: «Casi todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar. Porque amar es sufrir porque hasta la belleza cansa. Porque se vuelven rutina las caricias más divinas».

P.- Tengo la sensación de que ahora, en la sociedad, lo que es tabú —más que el sexo, que lo era antes— es el amor. Se puede preguntar sobre sexo, pero el amor, el «¿cómo de enamorado estás?», se habla menos en la sociedad. No sé si tiene esa sensación.
R.- Sí. Pero yo, si me dan unos años de propina para vivir más, lo voy a poner totalmente de moda. Estoy escribiendo una canción que es el remate ya de cuando se queda uno sin amor. Así que… vamos, sí.
«Mi primer gran premio lo gané con un cantante vasco llamado Koldo, de nombre artístico le puse Miguel Ángel y menos mal…»
P.- Usted trabaja con artistas como José José o Emmanuel, artistas hispanoamericanos. Hoy el artista hispanoamericano triunfa mucho en nuestro país y muy rápido. A veces, lo hace con géneros que igual no le gustan a usted mucho como es el reguetón.
R.- No es que no me guste. Es lo que hay. De eso estoy curado, porque mi música es la música clásica, la que se llama música clásica. O sea, la música. No nos olvidemos que la canción es la canción, y la música es la música. La canción es la canción, como el dibujo es el dibujo, y la pintura es la pintura. El pintor es el pintor: sabe dibujar. El que escribe canciones sabe música, pero escribe canciones, no escribe sinfonías, no escribe conciertos, ni poemas sinfónicos. Pero tiene gracia. Yo, precisamente, tengo una nieta, Sofía, que tiene un ángel especial. Y he quedado de acuerdo con ella: le he escrito una canción que quiero que haga y quiero que se la produzca alguien de este género. Algo arregetonado.
P.- ¿Y qué música escucha?
R.- Escucho de todo, veo todo lo que hay para no hacerlo. Y tengo un defecto: que no soy mentiroso en absoluto, puedes ver mi móvil, tengo el pop español, novedades de pop latino, al lado de Khachaturian o Prokofiev. Y luego lo que me trae loco lo guardo en una carpeta llamada temas divinos. Ahí tengo como tres o cuatro días seguidos de música. La flor y nata de la música. Soy un hombre totalmente enamorado de la buena música. La música no es buena ni mala. La música o es bonita y bella o no.
P.- Una curiosidad, ¿ha estado interesado o le ha interesado algo Eurovisión?
R.- Bueno, en aquella época sí. Luego lo suelo ver. Este año no lo he visto. No sé por qué, pero, por lo general, siempre para mí ha sido una fiesta ponerme a ver qué hacen los países. Bueno, qué hacen algunos, naturalmente. Y todavía no he oído la canción española, la de Melody. Pero la oiré. La buscaré. Ella es una chica que vale mucho, seguro que llegará muy alto.
P.- Melody también tiene esa cosa de diva andaluza.
R.- Sí, Andalucía no da nada feo, nada malo. Andalucía da gente muy sutil, muy buena y, sobre todo, muy sensible. No es que otras regiones no lo den, pero Andalucía siempre. Y, de hecho, los verdaderos grandes poetas, desde los Machado hasta Juan Ramón Jiménez, son andaluces.
P.- Y ya que hablamos de Eurovisión, el asunto de los premios ¿le interesa?
R.- Como empezamos hablando, no había quien me hiciera caso. En realidad, tengo diez años más que todos los cantantes de mi época, como Julio, como Raphael, porque salí diez años después, nadie me quería y nadie me empujaba. Nadie. Y empecé a despuntar gracias a los festivales, que quedaba siempre el primero… Eso fue lo grande, y me tuvieron en cuenta. En la Sociedad de autores yo era una más, pero es cierto que traía dinero, dinero que viene de América. Y era el único que cobraba de América.
Pero se le daba mucha más importancia a cuarenta más. Y llegó un día, un festival internacional de las sociedades de autores del mundo. Del mundo occidental, fueron como veinte naciones. Y me llevé el premio con un novato. No llevé ni un cantante conocido. Un novato que hacía de bajo, no de tenor, sino de bajo en los coros de las grabaciones. Un vasco que se llamaba Koldo, y yo le puse «Miguel Ángel». Y ahora mismo te diré qué bien qué le puse aquel nombre (ríe).
P.- Estuvo acertado, la actualidad nunca se sabe por dónde viene. Y me consta que usted sigue mucho los medios.
R.- Siempre estoy detrás de la prensa, leyendo los artículos de opinión, etc. Tengo mis ideas, por supuesto, y creo que España va a despertar de una vez por siempre. Y vamos a coger las riendas otra vez, que nos las están quitando de las manos.
P.- Intuyo que usted no piensa en la retirada.
R.- Pero no me retiro porque no estoy metido en nada de lo que me pueda retirar. Estoy en mi casa y estoy haciendo lo que sé hacer. Lo que pasa es que no lo publico. Pero no estoy en ningún sitio para retirarme. No estoy jugando, no estoy haciendo nada. Y cuando hago alguna presentación, como las que he hecho en el Real, en el Albéniz, las hago porque hay muchos amigos que me piden que lo haga.
Y es algo que no se ha hecho nunca, que es explicar, vivir cómo yo escribo las canciones y poner de protagonista a la canción. No a la estrella, no al divo, no al cantante, sino que yo hablo… Soy un actor que se pone en un escenario a contar. He cogido 10, 15 canciones, las he hilvanado y he hecho un argumento con ellas y sirven esas letras de todas esas canciones como texto de esa comedia. Eso es algo interesante incluso, porque, oyéndolo al natural, dices: «Esta es la canción que tiene que venir ahora, a la fuerza».
P.- ¿Cuál es la canción que más le repite la gente?
R.- Bueno, al final, la que más se ha quedado es «Procuro olvidarte». No sé por qué, o yo lo siento así. Era una canción perdida totalmente. Pero hubo una persona, que era un productor dentro de las compañías discográficas, un cordobés que se llamaba Tomás Muñoz, que fue el primero que se la dio, después de oírla, no al que yo le escribí la canción, sino a María Dolores Pradera, que fue la primera que la grabó después del original, que fue Bernardo Zúñiga, un sudamericano, un centroamericano. Y fue, y se la dio Tomás Muñoz a una brasileña que no recuerdo su nombre, pero la cantó en español y fue un éxito tremendo.
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Viajamos fuera de la M-30, a una casa a en Alcobendas a la que Manuel Alejandro (Jerez de la Frontera, 1932) se mudó para, según cuenta
Viajamos fuera de la M-30, a una casa a en Alcobendas a la que Manuel Alejandro (Jerez de la Frontera, 1932) se mudó para, según cuenta él mismo, sus vecinos no le dieran con la escoba en el techo, hartos de escucharle tocar los preludios y las fugas de Juan Sebastián Bach. Este andaluz de acento claro, bellísimo, es admirable, ya no por su carrera, larga y exitosa, sino por conservar a esta edad una lucidez a prueba de bombas. Está rápido, sigue igual de elegante que siempre, el mejor compositor de canciones en español del siglo XX.
Porque no se puede argumentar mejor una ruptura, ya que «las cosas tan hermosas duran poco, jamás duró una flor dos primaveras». Hay talento para gritar: «Ya no siento nada al hacerlo contigo». Supones que «lo mejor de tu vida me lo he llevado yo». Solo pides que te hable del mar, marinero. Ah, y «que no se rompa la noche, que sea serena y larga como el tallo de una rosa». Tú eres el que cada noche la persigue, aunque luego, te das cuenta de que «lo sabemos los tres, que no eres tú sola quien juegas, que está jugando él también». Y entonces procuras olvidarte, «haciendo en el día mil cosas distintas», dado que «se vuelven cadenas lo que fueron cintas blancas». Está Manuela, aunque «ya es tarde, señora». Está Manuela y está Manuel Alejandro.
PREGUNTA.- A los 93 años, ¿cómo es su rutina?
RESPUESTA.- Me levanto, hago gimnasia con mis pelotas, las que te dan los fisioterapeutas, y las gomas y esas cosas. Eso lo hago con tres cuartos de hora. Luego desayuno y me ducho. Antes de sentarme en el piano. Ando, por lo general. Antes corría. Ahora lo que hago es andar y un poco de bicicleta. Como media hora, tres cuartos de hora. Y ya me siento en el piano y ya estoy prácticamente en el piano todos los días hasta que termino, después de la cena, y doy una vuelta por el jardín caminando.
P.- Lleva mucho tiempo fuera de su tierra, de su Andalucía, pero no ha perdido el acento. ¿Qué otro Manuel Alejandro hubiera sido si no llega a nacer en Andalucía y en Jerez?
R.- No sé, diferente, sin lugar a duda. Siempre he dicho que, por la cantidad de médicos que ha habido en mi familia —tanto en la familia de mi madre como en la familia de mi padre—, podría haber sido médico. Me gusta mucho la medicina, pero no sé, teniendo un padre músico y que estaba todo el día con el piano a cuestas, pues, quieras que no, por ahí me llevaría.
Y además, lo digo muchas veces, yo fui el 7.º, mi hermano José María, el 8.º. Ya nos perdieron el respeto y no estaban encima de nosotros para que hiciéramos las cosas bien y meternos en una universidad, sino al contrario. No sabían lo que hacer, y como mi padre sabía mucha música, nos la enseñó y punto.

P.- Manuel Alejandro es andaluz y es escribidor de canciones, no compositor.
R.- No, por supuesto. Compositor era mi padre, yo soy el escribidor. Y mi hija Alejandra es escritora. Ella es licenciada en Filosofía y Letras, tiene ya su tercera novela en el mercado, Una pluma en el aire. Es una cosa muy bonita, muy a la altura del principal escritor que hay en España.
Y escribidor… yo ya me acostumbré a escribir, pero ella es escritora y yo soy escribidor. Ni estudié ni me preparé nada para hacer esto, que me perdonen tantos escritores buenos, que yo, por ser escribidor de canciones, me haya colado y les haya hecho algunas sombras en sus obras.
P.- Pero casi, casi como un intruso, dice.
R.- Sí, totalmente. Un intruso. Precisamente leía hace poco tiempo un artículo en el Abc de Pérez-Reverte —creo que el titular era: «Las editoriales tienen muy poca vergüenza», o algo por el estilo—, y sí hablaba de la poca vergüenza que había, porque a cualquiera de la televisión que destacara y que fuera popular, corriendo le ponían el libro en la mano, o se lo escribían o lo que fuera. Y que todo eso venía en perjuicio de ellos, del escritor. Pero bueno… los grandes escritores, precisamente, lo que fomentan es que la gente estudie, lea y escriba.
P.- Este 2025 ha publicado Manuel Alejandro. Vibraciones y elucubraciones de un escribidor de canciones: Memorias. Cuando alguien escribe un libro de memorias y revisita su vida, ¿qué descubre de uno mismo? ¿Qué descubre de su pasado? ¿Qué le hace pensar sobre cómo ha sido su vida?
R.- He visto, por ejemplo, que soy una persona paciente. No he sido actuante, he sido paciente. Quizás he absorbido mucho de las cosas de la vida. He estado para absorber, para oír, para ver. Fíjate cómo será que, si yo echo la vista atrás, cuando siempre tenía algún amigo y nos quedábamos en la época de tantos amigos y tantas cosas… siempre invitaba a un tercero. Pero era para oírlos hablar a ellos y que me dejaran a mí en la barrera.
P.- ¿A usted le ha marcado mucho el ser una persona tímida?
R.- Las personas que no son tímidas no tienen una sensibilidad para exportar, porque lo sueltan todo. Sí, es muy importante el ser paciente, el ser cohibido, el ser observador y no el hablador. Aunque ahora, mírame, estoy hablando demasiado.
P.- No, por favor, para eso estamos aquí. Una cosa que me preguntaba leyendo el libro: usted ha tenido mucho éxito, siempre. Pero ¿de qué le han servido las críticas? Cuando ha habido críticas, ¿de qué le han servido?
R.- Eso de que he tenido éxito… A mí me costó mucho trabajo que las canciones mías se tuvieran en cuenta. No, porque no he pertenecido ni a un grupo, ni a una fórmula, no había nadie que me defendiera nunca. No, no… A mí me han defendido, más que nadie, los cantantes a los que yo escribía las canciones. Esos me iban pregonando, iban diciendo que como mis canciones, ninguna.
La misma Rocío Jurado siempre decía: «La canción más horrible de Manuel Alejandro es la mejor de otros». Juro que lo decía textualmente así. Recuerdo a Rocío, que estaba tan enamorada de mis canciones, porque tiene que haber una entente. Si no, no se puede escribir a nadie.
Todas las personas para las que yo he escrito son personas que se han enamorado de mis canciones antes; han venido ya enamoradas de mis canciones. Recuerdo que Rocío Jurado, por ejemplo, firmó con la discográfica EMI y le hice el disco donde está «Se nos rompió el amor». Contaba varias canciones de las más destacadas de Rocío que le escribí.
Y estuvo dos años esperándome hasta que se lo pude escribir. Precisamente, el presidente de la compañía era un compositor, y una vez le mandó un casete con 14 canciones para que no me esperara y escogiera entre aquellas 14 canciones. Y ella le dijo al presidente de su compañía que no, que me esperaba lo que fuera. Estuvo dos años, y podría haber estado cuatro años sin grabar.

P.- Venía escuchando de camino a su casa a Julio Iglesias, un álbum que a mí me fascina, «Un hombre solo», porque siempre se tiende a ver a Julio, y a muchos otros artistas —a la mayoría para los que usted ha escrito canciones—, como gente súper exitosa, felices, pero ese álbum me parece muy importante porque nos cuenta el otro lado, el lado que no vemos del artista: la soledad y el sufrimiento. Nos cuesta mucho comprender cómo es la vida de alguien como ellos, como Julio Iglesias, Rocío Jurado, Raphael, José José. El éxito, pero a la vez también la soledad.
R.- Es que en todos los grandes divos de la canción, todos, absolutamente todos, son personas muy solitarias, muy trabajadoras, pero muy, muy, muy trabajadoras. Y todo lo demás lo sueltan en momentos específicos, para que parezca que hay estrellas. Pero no suele haber estrellas en casa de un gran autor.
Es muy sacrificado. Para ponerse delante de un público de 50.000 personas a cantar, primero tienes que estar en forma, tienes que saberte todas las letras, los compases, todas las cosas. Parece que no, con tanta luz y tanta cosa… Y todos son gente muy disciplinada. Y hay casos de soledad absoluta, no hay duda.
Yo a Julio Iglesias lo dibujé total y absolutamente como es y como vive. Y eso que él es una persona afable, de amigos, pero tiene su soledad, sus cosas, su interior… Cuando llega la noche, se da cuenta de que, después de tanta farfulla, es un hombre solo.
«Rocío Jurado siempre decía que mi canción más horrible era la mejor de otros»
P.- Hablando de Julio… hay una anécdota recuerdo: algo así como —para que veamos un poco los clichés y las ideas que tenemos preconcebidas de los artistas— que se van a cenar y, en realidad, Julio se va a las 12 a la cama, y el que se queda tomando unas copitas es el compositor.
R.- Por lo general, los compositores, si son buenos, es que son borrachos. Es más importante antes que ser músico, hay que ser borracho, aunque entre comillas, pero que les guste la copa, y vivir de manera natural.
P.- ¿Ha compuesto muchas canciones con un par de copitas de vino de Jerez?
R.- Nunca en la vida. Nunca, porque voy a decir muchas tonterías… Cuando se escribe bien, es cuando tiene uno una ilusión por vivir algo. Ese es el momento ideal: «A ver, esta noche tal cosa», «Mañana tal cosa». Una vez pasado eso que tú querías, ya no. En el amor es lo mismo: en el amor se escribe… hasta que no se conquista ese amor. Una vez conquistado, ya fue diferente. Y empiezan los desamores. Empiezan los palos. Ya empiezan los celos. Ya empiezan los «se nos rompió el amor».
P.- Una de sus canciones dice: «Amar es sufrir y querer es gozar». ¿Ama diferente y quiere diferente un hombre que una mujer?
R.- Totalmente. El hombre ama deseando. La mujer ama escuetamente. Ama sin desear.
P.- O sea, que el hombre siempre va buscando…
R.- Totalmente. Y la mujer ama ¿Por qué? Porque necesita sentirse amada. La mujer necesita sentirse amada. Está creada para eso. Es la fuente, es todo. Por eso todo este movimiento que hay, que queremos llevar las cosas a un sitio y a otro… eso no puede ser.
Esa canción mía creo que es totalmente acertada. Eso de: «Casi todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar. Porque amar es sufrir porque hasta la belleza cansa. Porque se vuelven rutina las caricias más divinas».

P.- Tengo la sensación de que ahora, en la sociedad, lo que es tabú —más que el sexo, que lo era antes— es el amor. Se puede preguntar sobre sexo, pero el amor, el «¿cómo de enamorado estás?», se habla menos en la sociedad. No sé si tiene esa sensación.
R.- Sí. Pero yo, si me dan unos años de propina para vivir más, lo voy a poner totalmente de moda. Estoy escribiendo una canción que es el remate ya de cuando se queda uno sin amor. Así que… vamos, sí.
«Mi primer gran premio lo gané con un cantante vasco llamado Koldo, de nombre artístico le puse Miguel Ángel y menos mal…»
P.- Usted trabaja con artistas como José José o Emmanuel, artistas hispanoamericanos. Hoy el artista hispanoamericano triunfa mucho en nuestro país y muy rápido. A veces, lo hace con géneros que igual no le gustan a usted mucho como es el reguetón.
R.- No es que no me guste. Es lo que hay. De eso estoy curado, porque mi música es la música clásica, la que se llama música clásica. O sea, la música. No nos olvidemos que la canción es la canción, y la música es la música. La canción es la canción, como el dibujo es el dibujo, y la pintura es la pintura. El pintor es el pintor: sabe dibujar. El que escribe canciones sabe música, pero escribe canciones, no escribe sinfonías, no escribe conciertos, ni poemas sinfónicos. Pero tiene gracia. Yo, precisamente, tengo una nieta, Sofía, que tiene un ángel especial. Y he quedado de acuerdo con ella: le he escrito una canción que quiero que haga y quiero que se la produzca alguien de este género. Algo arregetonado.
P.- ¿Y qué música escucha?
R.- Escucho de todo, veo todo lo que hay para no hacerlo. Y tengo un defecto: que no soy mentiroso en absoluto, puedes ver mi móvil, tengo el pop español, novedades de pop latino, al lado de Khachaturian o Prokofiev. Y luego lo que me trae loco lo guardo en una carpeta llamada temas divinos. Ahí tengo como tres o cuatro días seguidos de música. La flor y nata de la música. Soy un hombre totalmente enamorado de la buena música. La música no es buena ni mala. La música o es bonita y bella o no.
P.- Una curiosidad, ¿ha estado interesado o le ha interesado algo Eurovisión?
R.- Bueno, en aquella época sí. Luego lo suelo ver. Este año no lo he visto. No sé por qué, pero, por lo general, siempre para mí ha sido una fiesta ponerme a ver qué hacen los países. Bueno, qué hacen algunos, naturalmente. Y todavía no he oído la canción española, la de Melody. Pero la oiré. La buscaré. Ella es una chica que vale mucho, seguro que llegará muy alto.
P.- Melody también tiene esa cosa de diva andaluza.
R.- Sí, Andalucía no da nada feo, nada malo. Andalucía da gente muy sutil, muy buena y, sobre todo, muy sensible. No es que otras regiones no lo den, pero Andalucía siempre. Y, de hecho, los verdaderos grandes poetas, desde los Machado hasta Juan Ramón Jiménez, son andaluces.
P.- Y ya que hablamos de Eurovisión, el asunto de los premios ¿le interesa?
R.- Como empezamos hablando, no había quien me hiciera caso. En realidad, tengo diez años más que todos los cantantes de mi época, como Julio, como Raphael, porque salí diez años después, nadie me quería y nadie me empujaba. Nadie. Y empecé a despuntar gracias a los festivales, que quedaba siempre el primero… Eso fue lo grande, y me tuvieron en cuenta. En la Sociedad de autores yo era una más, pero es cierto que traía dinero, dinero que viene de América. Y era el único que cobraba de América.
Pero se le daba mucha más importancia a cuarenta más. Y llegó un día, un festival internacional de las sociedades de autores del mundo. Del mundo occidental, fueron como veinte naciones. Y me llevé el premio con un novato. No llevé ni un cantante conocido. Un novato que hacía de bajo, no de tenor, sino de bajo en los coros de las grabaciones. Un vasco que se llamaba Koldo, y yo le puse «Miguel Ángel». Y ahora mismo te diré qué bien qué le puse aquel nombre (ríe).
P.- Estuvo acertado, la actualidad nunca se sabe por dónde viene. Y me consta que usted sigue mucho los medios.
R.- Siempre estoy detrás de la prensa, leyendo los artículos de opinión, etc. Tengo mis ideas, por supuesto, y creo que España va a despertar de una vez por siempre. Y vamos a coger las riendas otra vez, que nos las están quitando de las manos.
P.- Intuyo que usted no piensa en la retirada.
R.- Pero no me retiro porque no estoy metido en nada de lo que me pueda retirar. Estoy en mi casa y estoy haciendo lo que sé hacer. Lo que pasa es que no lo publico. Pero no estoy en ningún sitio para retirarme. No estoy jugando, no estoy haciendo nada. Y cuando hago alguna presentación, como las que he hecho en el Real, en el Albéniz, las hago porque hay muchos amigos que me piden que lo haga.
Y es algo que no se ha hecho nunca, que es explicar, vivir cómo yo escribo las canciones y poner de protagonista a la canción. No a la estrella, no al divo, no al cantante, sino que yo hablo… Soy un actor que se pone en un escenario a contar. He cogido 10, 15 canciones, las he hilvanado y he hecho un argumento con ellas y sirven esas letras de todas esas canciones como texto de esa comedia. Eso es algo interesante incluso, porque, oyéndolo al natural, dices: «Esta es la canción que tiene que venir ahora, a la fuerza».
P.- ¿Cuál es la canción que más le repite la gente?
R.- Bueno, al final, la que más se ha quedado es «Procuro olvidarte». No sé por qué, o yo lo siento así. Era una canción perdida totalmente. Pero hubo una persona, que era un productor dentro de las compañías discográficas, un cordobés que se llamaba Tomás Muñoz, que fue el primero que se la dio, después de oírla, no al que yo le escribí la canción, sino a María Dolores Pradera, que fue la primera que la grabó después del original, que fue Bernardo Zúñiga, un sudamericano, un centroamericano. Y fue, y se la dio Tomás Muñoz a una brasileña que no recuerdo su nombre, pero la cantó en español y fue un éxito tremendo.
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