Curtido en el mundo del cine low cost, Julián Génisson (Madrid, 42 años) financió su última película, Inmotep (2022), con el dinero ganado en un bingo. Ahora tiene nuevo largometraje en camino, desarrollado con el programa Residencias de la Academia de Cine, y acaba de publicar Deshacer el ridículo: Tratado sobre la risa (La Caja Books), denso texto donde se propone extraer el humor de la ecuación de la risa. Formado en Filosofía en París y miembro del colectivo cómico Canódromo Abandonado, Génisson atribuye el libro a la frustración de que en sus monólogos, de los que dice haberse retirado, el público riera en los momentos erróneos. No está claro si lo dice en broma.
El escritor y director, una de las voces más insólitas de la comedia ‘underground’, publica el ensayo ‘Deshacer el ridículo’
Curtido en el mundo del cine low cost, Julián Génisson (Madrid, 42 años) financió su última película, Inmotep(2022), con el dinero ganado en un bingo. Ahora tiene nuevo largometraje en camino, desarrollado con el programa Residencias de la Academia de Cine, y acaba de publicar Deshacer el ridículo: Tratado sobre la risa (La Caja Books), denso texto donde se propone extraer el humor de la ecuación de la risa. Formado en Filosofía en París y miembro del colectivo cómico Canódromo Abandonado, Génisson atribuye el libro a la frustración de que en sus monólogos, de los que dice haberse retirado, el público riera en los momentos erróneos. No está claro si lo dice en broma.
Pregunta. ¿Por qué la noción de ridículo es central en su estudio sobre la risa?
Respuesta. De la expresión “hacer el ridículo”, me interesaba la idea de que se pueda hacer, que se cree. Me interesaba la performatividad, que la risa no sea algo que se constate, sino algo que se genera entre reidores, se solidifica en tiempo y espacio y acaba otorgando una propiedad. Luego, el ridículo trae a cierto campo de la burla social. Si se puede hacer el ridículo, tiene que ser posible deshacerlo. Esa es la intuición fundamental.
P. ¿Es la risa entonces independiente del humor?
R. Las risas que no tienen que ver con lo cómico suelen ignorarse. Hay excepciones, Aristóteles tiene un texto sobre las cosquillas. Pero, en general, el interés está en la comicidad. Yo creo que la mayor parte de la risa cotidiana tiene que ver con todo menos con la comedia. Muchas veces es algo nervioso, interacciones que se hacen más leves por reír con naderías, a mí me pasa constantemente. El problema en la definición de la risa es que parece que estás en un círculo, la risa es lo que desata la comicidad y la comicidad es todo material que suscita risa. ¿Y si se invierte el orden, si reír fuera lo que generase realidad social de lo que se considera gracioso?

P. Señala en el libro que Trump, Milei o Musk no pueden ser ridiculizados porque no tienen sentido del ridículo. ¿Es el humor político menos eficaz de lo que pensamos?
R. Estamos asistiendo al avance de figuras que se prestan a la risa de una manera que parece deliberada. Es posible que se haya exagerado la capacidad emancipadora de la risa. Reírse de los poderosos puede servir como desahogo, pero, a largo plazo, si quieres construir una reacción contra estas condiciones que nos hacen vivir en un ridículo colectivo y sentir que se están riendo en nuestra cara, eso no se puede conseguir si no es con algún tipo de organización.
P. Pero el supuesto humor de los trolls sí funciona para desacreditar.
R. Es un uso de la comedia destinado a descartar que se pueda tomar en serio un discurso. En vez de discutir si, por ejemplo, es justo que tengamos granjas donde se torture a seres vivos, se ridiculiza a quien dice esto con cosas como: “¿Y las lechugas no tienen sentimientos?”. Eso ha existido siempre, pero ahora las jaurías virtuales hacen que se magnifique. En Platón está este problema. Él dice que la manera más eficaz de discutir un tema es individualmente, porque frente a un grupo enseguida se generan estas dinámicas de la gente que ríe, uno contagia a otro y la sola idea de debatir se desecha.
P. Si nosotros hacemos risibles los objetos, ¿cómo se abordan, desde esa perspectiva, los límites del humor?
R. Si te preocupa que se acoten los temas de los que puede hablarse humorísticamente, ¿por qué no explorar cosas que no han hecho reír a nadie nunca? ¿Por qué volver a los chistes de gitanos? Se acaba de estrenar la segunda temporada deLos ensayos. Hay un cómico que ha visto unos problemas en las aerolíneas, en la manera de interactuar de pilotos y copilotos, así que el tío decide hacer una intervención, una performance cómico-filosófica, y aprende de verdad a pilotar un avión comercial. ¡Solo para una broma! A mí me parece increíble, esa es la gente que de verdad se plantea los límites del humor.
P. En sus películas, vídeos de internet y ahora su libro, hay siempre una hiperconsciencia sobrevolando. ¿De dónde le viene esa obsesión por el análisis del cuerpo, la comunicación, los gestos…?
R. Probablemente la timidez me haya ayudado a ser más sensible a lo artificial que hay en lo natural. Puede que me llevara a desconfiar de las muestras de espontaneidad más aparentemente explosivas. Igual que nadie nace sabiendo ser natural porque la naturalidad se aprende, la risa es menos espontánea de lo que podríamos pensar. Evidentemente es algo innato, pero el hecho de que esté en unas situaciones y no en otras sí que tiene un condicionamiento social. No tiene por qué estar mal ver la parte de mecánica y condicionamiento en las cosas.
P. ¿Reír no es un rasgo de humanidad?
R. No reír se asocia a lo inhumano. Está la idea de que los nazis no tenían humor o reían con una carcajada macabra. Pero también se asocia a lo sobrehumano. Cristo no ríe en los Evangelios canónicos. Eso se puede interpretar de muchas maneras. Podía reír perfectamente, pero decidió aguantarse la risa y quizás hay ahí una especie de statement sobre que podemos no reír sin dejar de ser humanos. Podemos ser, de hecho, más humanos. De Walt Whitman, los biógrafos también decían que nunca rió. Que la risa se vea como propia del ser humano es paradójico, porque también parece que nos animaliza. Cuando ríes, pierdes el control de tu cuerpo, hay un abandono, estás siendo tú mismo más que nunca y a la vez estás fuera de ti, eres un cacho de carne congestionado que se tiene que agarrar para no caerse. Eso no parece una imagen muy de lo humano, del ser al mando de todo lo que le pasa por dentro.
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