Lauren Izquierdo, la joven prodigio de las letras: 26 años y seis libros que desafían a una generación

Con solo 26 años, Lauren Izquierdo se ha convertido en una de las autoras más destacadas del panorama romántico juvenil. Periodista y escritora, ha publicado ya seis libros que conectan con una generación que busca nuevas formas de hablar del amor, las emociones y los vínculos personales. Su obra va más allá del romance tradicional: aborda el feminismo, las redes sociales y los afectos reales desde una mirada fresca y cercana.

Graduada en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid, Lauren compagina la escritura con su trabajo en medios como Mujer Hoy, InStyle o Women’s Health, donde escribe sobre moda y belleza. A pesar de su juventud, ya ha desarrollado una manera de contar única, en la que conviven sensibilidad, frescura y un humor muy reconocible. En su nueva novela, Madrid tiene los ojos verdes, Lauren apuesta por la comedia romántica para contar la historia de Rocío Velasco, una escritora de novela romántica cuya peculiar ruptura sentimental se vuelve viral en TikTok. Abrumada por la exposición, decide dejar Madrid y volver a su pueblo, donde se reencuentra con un viejo amor. Un ‘casi algo’ que nos recuerda que, donde hubo fuego, cenizas quedan.

Desde THE OBJECTIVE hemos podido hablar con Lauren Izquierdo en primera persona, y si algo queda claro tras la conversación es que el amor, para ella, es un concepto amplio, transformador y profundamente humano. Más allá de los clichés del romanticismo tradicional, la autora reivindica un amor realista, con grietas, pero lleno de belleza. Sus libros son un reflejo de cómo las nuevas generaciones se narran a sí mismas, rompiendo patrones tóxicos y apostando por vínculos sanos, donde la vulnerabilidad y la autenticidad son la base. A la hora de elegir pareja, nos dice Lauren, ya no buscamos al príncipe azul idealizado, sino a alguien que nos vea de verdad, que nos acompañe sin anularnos, que nos admire, que nos haga sentir en casa. Y quizás esa sea la verdadera revolución del amor en los tiempos que corren: aprender a quererse, empezando por una misma, para poder elegir, desde el amor propio, aquello que realmente nos hace bien.

Madrid tiene los ojos verdes

PREGUNTA. – En un primer vistazo, muchos podrían pensar que escribes solo sobre amor romántico. ¿Cómo defines tú el amor en tus libros?

RESPUESTA. –Escribo sobre amor, sí, pero desde un enfoque 360. Desde el principio, y especialmente al escribir Madrid tiene los ojos verdes, tenía muy claro que no quería que mis historias se centraran a lo afectivo entre dos personas o al sexo. Para mí, el amor es mucho más que eso: es el que sientes por una hermana, por una amiga que se convierte en tu familia elegida, por tu madre, y, sobre todo, el amor propio. Porque si no te amas a ti misma, el resto simplemente no funciona.

En un momento como el de hoy, tan caótico y acelerado, me parece más importante que nunca poner en valor esas otras formas de amor que a veces olvidamos. Yo misma lo he vivido: mis amigos son mi familia, y sin ellos, mi vida no tendría el mismo sentido. Creo que este tipo de libros invitan también a reflexionar sobre eso, a recuperar lo esencial. ¿Cuánto hace que no llamas a tu madre solo para decirle que la quieres? ¿O por qué no le dices a tu amiga lo mucho que significa para ti? La vida se pasa rápido, y es fundamental recordarle a quienes nos importan lo mucho que los queremos. Para mí, eso también es amor.

P.-¿Qué te llevó a querer escribir sobre el amor desde esta mirada tan amplia?

R.-He crecido rodeada de mujeres que son referentes para mí. Mujeres que me han enseñado el valor de elegir, de equivocarme, de reinventarme. Mi madre, por ejemplo, se descubrió a los 50. Mi bisabuela huyó en burro con un republicano porque su familia quería casarla con un facha. Todas estas historias me marcaron. Yo creo que el amor no es ni el de Disney ni el de Hollywood. El amor real tiene grietas, pero también mucha belleza. Y eso es lo que me interesa contar.

Creo, además, que el amor sigue siendo el gran motor del mundo, aunque a veces lo olvidemos. Escribo para todos, pero especialmente para la Generación Z, que es la que me identifica y a la que pertenezco. Percibo que hemos perdido parte de la magia de las primeras veces. Ya no nos miramos tanto a los ojos, ya no tonteamos con la misma ingenuidad. En su lugar, nos hemos resignado a conceptos como ghosting, benching o gaslighting, términos actuales para describir el desapego emocional y las relaciones a medias. Me gusta reflexionar sobre esos «placeres descafeinados» que se han instalado en la forma en que nos relacionamos. La gente se está olvidando de lo que es vivir el amor con plenitud. Y ojo, eso no significa que sea fácil, de hecho, a veces es una mierda, pero también es profundamente transformador. Por eso creo que la literatura romántica sigue siendo un refugio y una inspiración: un recordatorio de todo lo bonito que aún podemos sentir.

«Carrie Bradshaw elegía muy bien los zapatos, pero fatal a los hombres»

P.- ¿Cómo ha evolucionado, a tu juicio, la forma en que se representa el amor en la literatura actual?

R.- Ha cambiado, y menos mal. Nosotras crecimos creyendo que Chuck Bass era el ideal romántico. Hoy sabemos que tenía más red flags que la bandera de España. Yo siempre digo que las chicas listas se quedan con chicos buenos, pero con matices. Porque si el chico bueno es un muermo, pues chica ahí no es… Hay que construir nuevos referentes que no sean tóxicos. Y eso intento hacer: ofrecer modelos de relaciones sanas que puedan inspirar, especialmente, a las más jóvenes.

Al final, si hay un patrón tóxico, una red flag, una línea roja que te incomoda o algo que simplemente no te hace bien, lo mejor es decir «hasta aquí». No estamos para soportar tonterías, para eso ya está Sexo en Nueva York. Como suelo decir, Carrie Bradshaw elegía muy bien los zapatos, pero fatal a los hombres. El amor sano empieza por saber lo que no estás dispuesta a tolerar.

P.- ¿Qué clichés del género romántico te esfuerzas por evitar o resignificar?

R.- Ese clásico de “si te ignora, es que le gustas”… ¡mentira! Si te hace daño, si desaparece, si no te cuida, no le gustas. No hay más. No deberíamos normalizar la falta de afecto ni la falta de responsabilidad emocional. En mis novelas quiero romper con esos patrones: hombres (y mujeres) emocionalmente responsables, relaciones sanas, y límites claros. Si hay red flags, ¡sal corriendo!

P.- ¿Qué priorizas al construir tus personajes? ¿Empiezas por su historia o por la dinámica entre ellos?

R.- Lo más importante para mí es que sean humanos. Que cometan errores, que metan la pata, pero que también tengan la capacidad corregir sus errores. No quiero personajes planos ni perfectos. Me interesa que el lector conecte con sus emociones, que entienda sus decisiones, aunque no las comparta. Además, incluyo referencias actuales, memes, canciones, guiños a la cultura pop… porque eso es parte de cómo vivimos y sentimos hoy.

P.-¿Te inspiras en tu propia vida o en historias cercanas?

R.- No soy Sabina: no puedo escribir sobre lo que no me ha tocado de alguna forma. Aunque todos mis libros son ficción, claro que me inspiro en cosas que me pasan o en experiencias que me cuentan amigos. Creo, además, que en los libros de amor lo más importante no es el amor, sino el desamor. Porque el dolor une. Por eso me gusta escribir sobre esos sentimientos que a veces incomodan, pero que nos tocan a todos. Porque ahí, es donde más fácil es sentirse identificado. Y seamos sinceras: regodearse un poco en la mierda da gustito. En este último libro, por ejemplo, hay una escena especialmente dura: el padre de la protagonista muere. Y me costó mucho escribirla, porque mi padre también falleció. Pero justo por eso tiene verdad, tiene autenticidad.

P.- ¿Y qué es el amor para ti, en lo personal?

R.- Amor es mirar a alguien y sentir que estás en casa. Que te calma. Que te ve. Para mí, el amor son mis amigos, mi familia, la gente que me conoce tan bien que sabe lo que me pasa con solo mirarme. Es estar presente en los malos momentos y también alegrarte sin reservas en los buenos. Es regalar tiempo, abrazar fuerte y decir “te quiero” sin miedo.

P.- ¿Hay algún personaje tuyo con el que te identifiques especialmente?

R.- Rocío, la protagonista de Madrid tiene unos ojos verdes, tiene mucho de mí. Es una mujer que está desbordada por muchas cosas: el trabajo, la fama, el duelo, el amor. Tiene que aprender a pedir ayuda, a no ser siempre fuerte. Y eso también lo he vivido yo. Ella me enseñó que a veces se puede llegar tarde… pero también a tiempo. Le tengo un cariño muy especial.

P.- ¿Te han contado lectores que tu obra les ha ayudado de alguna forma?

R.- Me han dicho que este libro les ha devuelto la ilusión por leer, y sinceramente, creo que no hay nada más bonito que eso. Para mí, es de las cosas más preciosas que me han pasado. Justo antes de venir a esta entrevista, mi mejor amigo Fran, al que siempre digo que es el amor de mi vida, aunque sé que vendrán muchos más, me despertó con un texto que había escrito sobre mí, a raíz de una entrevista que me hizo hace unas semanas. Y fue, de verdad, el mejor regalo posible. Iba por la calle con los ojos empañados porque cada palabra que me dedicó fue una declaración de amor. De las de verdad.

Ha conseguido retratarme de una forma tan bonita que me pareció mágico. Hizo un retrato emocional mío con una delicadeza que me dejó sin palabras. Y luego están esas comparaciones que me hacen reír y emocionarme al mismo tiempo: dicen que nuestras abuelas tuvieron a Richard Gere en Oficial y caballero, que nuestras madres y hermanas suspiraron con Channing Tatum en Querido John, y que la Generación Z necesitaba un nuevo héroe romántico. Y ahí aparece Germán Castillo. Que lo digan así, que lo vean así… me parece brutal.

Pero si me quedo con algo, es con el hecho de haber conseguido que la gente desconecte un rato del ruido diario, de sus preocupaciones, de sus penas, y se deje llevar por la historia de Rocío y su universo. Que se permitan disfrutar, emocionarse, y que hagan ese pequeño acto de generosidad que es entregarse por completo a una historia. Aunque luego guste más o menos, si logra eso, ya ha merecido la pena

 Con solo 26 años, Lauren Izquierdo se ha convertido en una de las autoras más destacadas del panorama romántico juvenil. Periodista y escritora, ha publicado ya  

Con solo 26 años, Lauren Izquierdo se ha convertido en una de las autoras más destacadas del panorama romántico juvenil. Periodista y escritora, ha publicado ya seis libros que conectan con una generación que busca nuevas formas de hablar del amor, las emociones y los vínculos personales. Su obra va más allá del romance tradicional: aborda el feminismo, las redes sociales y los afectos reales desde una mirada fresca y cercana.

Graduada en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid, Lauren compagina la escritura con su trabajo en medios como Mujer Hoy, InStyle o Women’s Health, donde escribe sobre moda y belleza. A pesar de su juventud, ya ha desarrollado una manera de contar única, en la que conviven sensibilidad, frescura y un humor muy reconocible. En su nueva novela, Madrid tiene los ojos verdes, Lauren apuesta por la comedia romántica para contar la historia de Rocío Velasco, una escritora de novela romántica cuya peculiar ruptura sentimental se vuelve viral en TikTok. Abrumada por la exposición, decide dejar Madrid y volver a su pueblo, donde se reencuentra con un viejo amor. Un ‘casi algo’ que nos recuerda que, donde hubo fuego, cenizas quedan.

Desde THE OBJECTIVE hemos podido hablar con Lauren Izquierdo en primera persona, y si algo queda claro tras la conversación es que el amor, para ella, es un concepto amplio, transformador y profundamente humano. Más allá de los clichés del romanticismo tradicional, la autora reivindica un amor realista, con grietas, pero lleno de belleza. Sus libros son un reflejo de cómo las nuevas generaciones se narran a sí mismas, rompiendo patrones tóxicos y apostando por vínculos sanos, donde la vulnerabilidad y la autenticidad son la base. A la hora de elegir pareja, nos dice Lauren, ya no buscamos al príncipe azul idealizado, sino a alguien que nos vea de verdad, que nos acompañe sin anularnos, que nos admire, que nos haga sentir en casa. Y quizás esa sea la verdadera revolución del amor en los tiempos que corren: aprender a quererse, empezando por una misma, para poder elegir, desde el amor propio, aquello que realmente nos hace bien.

Madrid tiene los ojos verdes

PREGUNTA. – En un primer vistazo, muchos podrían pensar que escribes solo sobre amor romántico. ¿Cómo defines tú el amor en tus libros?

RESPUESTA. –Escribo sobre amor, sí, pero desde un enfoque 360. Desde el principio, y especialmente al escribir Madrid tiene los ojos verdes, tenía muy claro que no quería que mis historias se centraran a lo afectivo entre dos personas o al sexo. Para mí, el amor es mucho más que eso: es el que sientes por una hermana, por una amiga que se convierte en tu familia elegida, por tu madre, y, sobre todo, el amor propio. Porque si no te amas a ti misma, el resto simplemente no funciona.

En un momento como el de hoy, tan caótico y acelerado, me parece más importante que nunca poner en valor esas otras formas de amor que a veces olvidamos. Yo misma lo he vivido: mis amigos son mi familia, y sin ellos, mi vida no tendría el mismo sentido. Creo que este tipo de libros invitan también a reflexionar sobre eso, a recuperar lo esencial. ¿Cuánto hace que no llamas a tu madre solo para decirle que la quieres? ¿O por qué no le dices a tu amiga lo mucho que significa para ti? La vida se pasa rápido, y es fundamental recordarle a quienes nos importan lo mucho que los queremos. Para mí, eso también es amor.

P.-¿Qué te llevó a querer escribir sobre el amor desde esta mirada tan amplia?

R.-He crecido rodeada de mujeres que son referentes para mí. Mujeres que me han enseñado el valor de elegir, de equivocarme, de reinventarme. Mi madre, por ejemplo, se descubrió a los 50. Mi bisabuela huyó en burro con un republicano porque su familia quería casarla con un facha. Todas estas historias me marcaron. Yo creo que el amor no es ni el de Disney ni el de Hollywood. El amor real tiene grietas, pero también mucha belleza. Y eso es lo que me interesa contar.

Creo, además, que el amor sigue siendo el gran motor del mundo, aunque a veces lo olvidemos. Escribo para todos, pero especialmente para la Generación Z, que es la que me identifica y a la que pertenezco. Percibo que hemos perdido parte de la magia de las primeras veces. Ya no nos miramos tanto a los ojos, ya no tonteamos con la misma ingenuidad. En su lugar, nos hemos resignado a conceptos como ghosting, benching o gaslighting, términos actuales para describir el desapego emocional y las relaciones a medias. Me gusta reflexionar sobre esos «placeres descafeinados» que se han instalado en la forma en que nos relacionamos. La gente se está olvidando de lo que es vivir el amor con plenitud. Y ojo, eso no significa que sea fácil, de hecho, a veces es una mierda, pero también es profundamente transformador. Por eso creo que la literatura romántica sigue siendo un refugio y una inspiración: un recordatorio de todo lo bonito que aún podemos sentir.

P.- ¿Cómo ha evolucionado, a tu juicio, la forma en que se representa el amor en la literatura actual?

R.- Ha cambiado, y menos mal. Nosotras crecimos creyendo que Chuck Bass era el ideal romántico. Hoy sabemos que tenía más red flags que la bandera de España. Yo siempre digo que las chicas listas se quedan con chicos buenos, pero con matices. Porque si el chico bueno es un muermo, pues chica ahí no es… Hay que construir nuevos referentes que no sean tóxicos. Y eso intento hacer: ofrecer modelos de relaciones sanas que puedan inspirar, especialmente, a las más jóvenes.

Al final, si hay un patrón tóxico, una red flag, una línea roja que te incomoda o algo que simplemente no te hace bien, lo mejor es decir «hasta aquí». No estamos para soportar tonterías, para eso ya está Sexo en Nueva York. Como suelo decir, Carrie Bradshaw elegía muy bien los zapatos, pero fatal a los hombres. El amor sano empieza por saber lo que no estás dispuesta a tolerar.

P.- ¿Qué clichés del género romántico te esfuerzas por evitar o resignificar?

R.- Ese clásico de “si te ignora, es que le gustas”… ¡mentira! Si te hace daño, si desaparece, si no te cuida, no le gustas. No hay más. No deberíamos normalizar la falta de afecto ni la falta de responsabilidad emocional. En mis novelas quiero romper con esos patrones: hombres (y mujeres) emocionalmente responsables, relaciones sanas, y límites claros. Si hay red flags, ¡sal corriendo!

P.- ¿Qué priorizas al construir tus personajes? ¿Empiezas por su historia o por la dinámica entre ellos?

R.- Lo más importante para mí es que sean humanos. Que cometan errores, que metan la pata, pero que también tengan la capacidad corregir sus errores. No quiero personajes planos ni perfectos. Me interesa que el lector conecte con sus emociones, que entienda sus decisiones, aunque no las comparta. Además, incluyo referencias actuales, memes, canciones, guiños a la cultura pop… porque eso es parte de cómo vivimos y sentimos hoy.

P.-¿Te inspiras en tu propia vida o en historias cercanas?

R.- No soy Sabina: no puedo escribir sobre lo que no me ha tocado de alguna forma. Aunque todos mis libros son ficción, claro que me inspiro en cosas que me pasan o en experiencias que me cuentan amigos. Creo, además, que en los libros de amor lo más importante no es el amor, sino el desamor. Porque el dolor une. Por eso me gusta escribir sobre esos sentimientos que a veces incomodan, pero que nos tocan a todos. Porque ahí, es donde más fácil es sentirse identificado. Y seamos sinceras: regodearse un poco en la mierda da gustito. En este último libro, por ejemplo, hay una escena especialmente dura: el padre de la protagonista muere. Y me costó mucho escribirla, porque mi padre también falleció. Pero justo por eso tiene verdad, tiene autenticidad.

P.- ¿Y qué es el amor para ti, en lo personal?

R.- Amor es mirar a alguien y sentir que estás en casa. Que te calma. Que te ve. Para mí, el amor son mis amigos, mi familia, la gente que me conoce tan bien que sabe lo que me pasa con solo mirarme. Es estar presente en los malos momentos y también alegrarte sin reservas en los buenos. Es regalar tiempo, abrazar fuerte y decir “te quiero” sin miedo.

P.- ¿Hay algún personaje tuyo con el que te identifiques especialmente?

R.- Rocío, la protagonista de Madrid tiene unos ojos verdes, tiene mucho de mí. Es una mujer que está desbordada por muchas cosas: el trabajo, la fama, el duelo, el amor. Tiene que aprender a pedir ayuda, a no ser siempre fuerte. Y eso también lo he vivido yo. Ella me enseñó que a veces se puede llegar tarde… pero también a tiempo. Le tengo un cariño muy especial.

P.- ¿Te han contado lectores que tu obra les ha ayudado de alguna forma?

R.- Me han dicho que este libro les ha devuelto la ilusión por leer, y sinceramente, creo que no hay nada más bonito que eso. Para mí, es de las cosas más preciosas que me han pasado. Justo antes de venir a esta entrevista, mi mejor amigo Fran, al que siempre digo que es el amor de mi vida, aunque sé que vendrán muchos más, me despertó con un texto que había escrito sobre mí, a raíz de una entrevista que me hizo hace unas semanas. Y fue, de verdad, el mejor regalo posible. Iba por la calle con los ojos empañados porque cada palabra que me dedicó fue una declaración de amor. De las de verdad.

Ha conseguido retratarme de una forma tan bonita que me pareció mágico. Hizo un retrato emocional mío con una delicadeza que me dejó sin palabras. Y luego están esas comparaciones que me hacen reír y emocionarme al mismo tiempo: dicen que nuestras abuelas tuvieron a Richard Gere en Oficial y caballero, que nuestras madres y hermanas suspiraron con Channing Tatum en Querido John, y que la Generación Z necesitaba un nuevo héroe romántico. Y ahí aparece Germán Castillo. Que lo digan así, que lo vean así… me parece brutal.

Pero si me quedo con algo, es con el hecho de haber conseguido que la gente desconecte un rato del ruido diario, de sus preocupaciones, de sus penas, y se deje llevar por la historia de Rocío y su universo. Que se permitan disfrutar, emocionarse, y que hagan ese pequeño acto de generosidad que es entregarse por completo a una historia. Aunque luego guste más o menos, si logra eso, ya ha merecido la pena

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