El tópico de destino de sol y playa se evapora nada más poner pone un pie en Alicante gracias a una vibrante oferta cultural y una dinámica actividad social tanto de día como de noche, que explota durante una de las celebraciones más desconocidas y divertidas del país, Fogueres de Sant Joan. Aquí, las tradicionales hogueras de playa han mutado en elaboradas esculturas que arden por las calles la noche de San Juan. Además, este año Alicante ostenta el título de Capital Española de la Gastronomía 2025, una distinción que otorga la Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET) y la Federación Española de Hostelería a urbes con una gran riqueza y una larga historia culinaria para promocionar el turismo. A continuación, dos recorridos por la capital alicantina a mesa puesta con desayuno, aperitivo, comida, merienda, tardeo y cena.
Redacción:
Javier A. Fernández
Coordinación editorial:
Francis Pachá y Juan Antonio Carbajo
Diseño e ilustración:
María José Durán
Desarrollo:
Sonia San José
Coordinación de diseño:
Adolfo Domenech y Rodolfo Mata
Vídeo:
Diego Martínez, Quique Oñate
Vestuario:
Marc O’Polo, Pelonio, Saucony, Notabene
Agradecimientos:
Francesca García López, guía oficial de turismo de la Comunidad Valenciana
La ciudad brilla por sus bares y restaurantes en los que el arroz se presta a tantas recetas como días tiene el mes; por sus cafeterías, donde probar curiosas mezclas de café, o por sus panaderías y pastelerías, donde dejarse llevar por sus especialidades la coca y la horchata. Durante San Juan, sus calles centellean aún más con las esculturales y creativas ‘fogueras’, su fiesta mayor
El tópico de destino de sol y playa se evapora nada más poner pone un pie en Alicante gracias a una vibrante oferta cultural y una dinámica actividad social tanto de día como de noche, que explota durante una de las celebraciones más desconocidas y divertidas del país, Fogueres de Sant Joan. Aquí, las tradicionales hogueras de playa han mutado en elaboradas esculturas que arden por las calles la noche de San Juan. Además, este año Alicante ostenta el título de Capital Española de la Gastronomía 2025, una distinción que otorga la Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET) y la Federación Española de Hostelería a urbes con una gran riqueza y una larga historia culinaria para promocionar el turismo. A continuación, dos recorridos por la capital alicantina a mesa puesta con desayuno, aperitivo, comida, merienda, tardeo y cena.
En el corazón de la urbe
Arte cinético, pintura historicista y coca ‘amb tonyina’
Uno de los mayores placeres cuando se está de vacaciones es desayunar sin prisas, ni agobios, a la hora que a uno le apetece. En Alicante, el visitante encontrará una cafetería en cada esquina. En el casco histórico, la zona más antigua y con más sabor, las hay como las de toda la vida; el Café Ripoll, en el barrio del Pla, es una de ellas. Allí se puede pedir un café con unas tostadas con tomate y jamón; un tradicional montadito de lomo adobado, pollo o tortilla de patatas o un pepito de ternera. Pero también han llegado las cafeterías de especialidad, como Swallow Specialty Coffee, que permiten elegir entre una variedad de café y probarlos en diversos formatos, como la combinación de dos tazas, una de expresso y otra de cortado para apreciar los matices.
Con el estómago lleno, aprovecha las primeras -y más frescas- horas de la mañana para recorrer el barrio de Santa Cruz, a pocos metros del Swallow Specialty Coffee. Un vecindario de aspecto mediterráneo con casitas bajas de paredes blancas y marcos azules, sobre un trazado en el que mandan las escalinatas. No se suben en vano, pues llegan hasta lo alto del monte Benacantil, donde se sitúa el castillo de Santa Bárbara, al que es mejor subir al atardecer.
Gildas y obras de arte que se mueven al mirarlas
En esta zona se concentran los museos. A pocos metros del café, se puede visitar el de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA). Un centro creado hace apenas 15 años que alberga la colección del escultor y pintor alicantino Eusebio Sempere (1923-1985), representante del arte cinético, cuyas obras están dotadas de movimiento a medida que el espectador se mueve en torno a ellas. Cuenta también con piezas de Picasso, Gris, Calder, Chagall, Miró, Dalí, Chillida o Juana Francés, una desconocida pero importante representante del abstracto. La exposición se ha ido alimentando de nuevas donaciones y adquisiciones que complementan el recorrido principal. El museo se integra en la antigua Casa de la Asegurada, el edificio civil más antiguo de Alicante, construido en 1685, y comparte vistas con la basílica de Santa María, de estilo gótico valenciano y una llamativa portada barroca.
A cinco minutos del museo, y ya en plena hora del aperitivo, merece la pena acercarse a La Taberna del Gourmet. Su carta sorprende por sus originales tapas. Pide la gilda de alcachofa con anchoa, aceituna y guindilla o las croquetas de chorizo. A siete minutos, la cervecería Sento Rambla sirve todo tipo de montaditos originales, como el de anchoa con leche condensada o el de mojama con bacalao y tomate. Un poco más lejos, en la plaza de los Luceros, a cuarto de hora de paseo, Aperitivos Gisbert ofrece encurtidos, conservas y patés de la zona -o de la terreta como dicen allí- para llevar o tomar allí.

Una playa de San Juan neomediterránea
La playa de San Juan, a la que se llega en tranvía en 20 minutos desde el centro de Alicante, cuenta con dos coloridos puestos de socorro que, además, son dos obras de arte del pintor alicantino Antonyo Marest. Se inspiró en las que pueblan las playas de Florida y California y las vistió con su habitual combinación de formas geométricas y vibrantes colores neones y pastel. Cuenta el artista que rinden homenaje al movimiento arquitectónico Neomediterráneo que triunfaba en América hace un siglo y que evocaba la dolce vita del sur de Europa. Los colores, beben del tropicalismo, la vivaz y desenfadada corriente fundada en Milán a finales del siglo XX y que Marest ha convertido en su seña de identidad en murales, desde Casablanca a Las Vegas.
Si el aperitivo abre el apetito, a cinco minutos de MACA se encuentra Steki, que propone una cocina española con matices griegos y mexicanos, tradiciones con sabores intensos que se materializan en mousses de feta, sardina ahumada y tomate verde o presa ibérica con mole (salsa a base de chocolate y especias), boniato y sésamo. A la misma distancia, y a los pies del monte Benacantil, La Ereta. Su chef Dani Frías plantea una vuelta de tuerca a la cocina alicantina que conoció de niño. En su local, con unas vistas de la ciudad hacia el mar, se puede elegir entre dos menús degustación que superan los 95 euros que incluyen platos que, de primeras, suenan a cocina de batalla, como el pepito de ternera, pero que se visten de alta costura si se continúa leyendo la carta: “Ternera madurada con chimichurri de níspero y requesón”.
Tras una comida copiosa, otro museo permitirá evitar el sol de las horas centrales del día mientras uno se culturiza. El de Bellas Artes Gravina (MUBAG), situado en un palacio del siglo XVIII, alberga una amplia colección de artistas locales del siglo XIX y XX, explica su director, Jorge Soler, que toca temas de gran dramatismo como la pintura historicista que ensalza la construcción de la identidad española, por ejemplo, a través de los Reyes Católicos; la denuncia social mediante la composición de escenas trágicas de la clase obrera o el retrato burgués.
Uno de los mejores museos de Europa
El Museo de Arqueología de Alicante (MARQ) es una visita ineludible. En su interior se reconstruye la historia de la provincia de la Prehistoria a la Edad Moderna. En 2004 ganó el premio al museo europeo del año, uno de los cuatro españoles con esta distinción que el Foro Europeo de los Museos otorga a aquellos que promueven la excelencia. El MARQ recibió el galardón por la forma tan original de contar la historia: en él se combinan las proyecciones, las actividades interactivas y los propios objetos de una manera atractiva, pedagógica y divertida.
La coca, ¿con mollitas o con atún?
Uno de los productos que más enorgullece a los alicantinos es su coca, una masa de harina, sal y aceite que se puede rellenar de atún o tomarse sola. Se solía consumir durante las fiestas de San Juan, pero ahora se puede comprar en cualquier panadería todo el año. La de mollitas consiste en una masa cubierta de bolitas elaboradas con la misma masa, pero en forma de pequeñas gotas. Su gracia reside en el contraste de texturas. En algunos lugares le añaden chocolate, lo que proporciona jugosidad, pero la receta habitual es salada. La de tonyina, la más popular, se elabora colocando un guiso de atún, cebolla y piñones entre dos masas de harina sal y aceite.
Si aún quedan fuerzas, merece la pena emprender una excursión al castillo de Santa Bárbara cuando el sol empieza a bajar. Esta fortaleza de origen musulmán, renovada por orden de Felipe II, es el monumento más visitado de la ciudad, según el Ayuntamiento. Hoy se pueden recorrer sus dependencias, visitar los restos de una capilla gótica, además de asistir a los conciertos y ferias que habitualmente se programan. Cuando el sol se ha escondido, lo mejor es bajar hacia el centro de la ciudad para pedir mesa en el restaurante que presume de tener la barra alicantina de referencia, una tendencia cada vez más de moda, que consiste en comer sentado junto al tradicional mostrador de bar, donde se exponen los productos frescos, pero con la calidad y el servicio de un restaurante sofisticado. La cocina española escribe la carta de Nou Manolín, en la que destaca su particular combinación de carnes y pescados, en recetas como la ventresca de atún con jugo de morro de cerdo ibérico.

‘Fogueres de Sant Joan’: música, fuego y pólvora
Las hogueras de San Juan, que se encienden la noche del 24 al 25 de junio, toman una dimensión única en Alicante. Aquí se queman sofisticadas esculturas que, al igual que su fiesta hermana, las fallas de Valencia, narran alguna historia o noticia local o emiten una feroz crítica social. La festividad arrancó en 1928, cuando se colocó la primera foguera en el popular barrio de Benalúa, hoy conocido como de Miguel Hernández. Mostraba una escena costumbrista de la ciudad con un vagón de tranvía en el que viajaban vecinos arquetípicos de la ciudad.
Desde entonces, cada año se plantan por la ciudad en torno a 200 fogueras que arden en medio del jolgorio de las barracas, escenarios montados en medio de las calles, donde los vecinos y visitantes comen, beben y bailan hasta el amanecer. Este año se plantarán 91 de temática infantil, más pequeñas, y otras tantas de temática general, cuenta David Olivares, presidente de la Federaciò de Fogueres, que reúne a 182 asociaciones y a 14.000 vecinos. “Es una fiesta que vivimos intensamente desde pequeños y que une a todo el mundo”, cuenta. Cada pieza puede tener hasta 15 metros de longitud y cinco o seis de altura y se trabaja durante un año entero. Nada más acabar una edición, se empieza a proyectar la siguiente, explica Joaquín Rubio, maestro foguerer y presidente del gremio de artistas. Las mascletás también son seña de identidad de esta fiesta y se suceden por toda la ciudad desde mayo hasta finales de junio.
Del centro a la explanada de España
Decenas de arroces, un ‘expresso’ con tónica y el vermut al atardecer
Si el casco histórico de Alicante conserva su sabor mediterráneo y tradicional, el centro representa una ciudad vibrante, moderna y comercial no está exenta de encantos. Basta darse un paseo por sus avenidas o sus plazas, como las exuberantes del Portal o de Gabriel Miró, protegidas por inmensos ficus que proporcionan un socorrido frescor, para darse cuenta. A cinco minutos de la plaza de Gabriel Miró se encuentra Sip & Wonder, donde empezar el día con un café o alguno de sus curiosos cócteles mañaneros. Sus baristas recomiendan el yuzu tonic, elaborado con café expresso, agua tónica y zumo de yuzu –un cítrico japonés-; el matcha citric, con té verde matcha y zumo de pomelo, o el bumblebee (quizá el más atrevido al paladar), compuesto por expresso y zumo de naranja. Si uno arranca la jornada más tarde de lo normal, ya puede aprovechar el brunch en Sip & Coffee o en otras cafeterías a tiro de piedra como Tres Texturas o Bardín (a dos minutos de Gabriel Miró).
Tras el desayuno, aprovecha para refrescarte en alguna de las playas urbanas que tiene Alicante. La del Postiguet es la más cercana. Hacia el norte, se encuentra la de San Juan, a la que llegar en tranvía. Y, hacia el sur, la de San Gabriel, más pequeñita y recogida. También se puede aprovechar para dar un paseo por la Explanada de España, el paseo marítimo de Alicante famoso por su suelo de mármol que evoca las olas del mar: se construyó en 1959 con piedra de yacimientos del entorno en rojo, blanco y azul. En uno de sus extremos se ubica uno de los edificios más representativos de la ciudad: Casa Carbonell, mandada construir por el empresario cuyo apellido le da nombre, es un ejemplo del modernismo valenciano, cercano al estilo que se cultivó en Francia.
Al final de la explanada, pasado el parque de Canalejas se llega a un nuevo polo cultural de la ciudad, Casa Mediterráneo. La antigua estación de tren de Benalúa se ha transformado en un centro cultural promovido por el Ministerio de Exteriores que busca, cuenta Andrés Perelló, su director, estrechar lazos con otros países bañados por el Mediterráneo: “Queremos poner en común tantos siglos de historia compartida y colaborar, ya sea en materia gastronómica, educativa, científica o de igualdad de género, a través de exposiciones, conciertos, proyección de películas o tertulias”, detalla.
Arroz de mar y de campo
Con el apetito ya abierto, es hora de probar el arroz alicantino. Las combinaciones son tantas que uno podría pasarse un mes comiendo arroz sin repetir la misma combinación de ingredientes. Este cereal casa bien con la carne, el pescado y las verduras, explica María Luisa Rivero, propietaria y chef de La Sastrería, restaurante situado en la plaza de Gabriel Miró. El más habitual, comenta, es el arroz del senyoret, “del señorito, porque el marisco se presenta pelado para que no tener que hacerlo con las manos”, explica la ironía. Pero también triunfa el meloso de bacalao con alcachofas, el de pollo con garbanzos y el de magro con verduras. “El meloso es uno de los favoritos, no es tan líquido como el caldoso y se sirve en cazuela, mientras que el seco, el más habitual, se presenta en paella”, explica la chef y una de las principales promotoras de Mujeres en Gastronomía, asociación que pretende respaldar el talento femenino y aumentar su visibilidad en este sector eminentemente masculino.
Otro referente de los arroces en Alicante es Alma de Barra, donde el chef Alejandro Torres los elabora con pescados y mariscos -como el meloso de pulpo y verduras, el negro de zamburiñas o la fideuá del senyoret– y con carne:acaba de introducir en la carta el de oreja de cerdo con lágrimas de pimiento. “El intenso sabor del pimiento complementa al de la carne, más graso”, detalla el chef.

Una horchata para merendar
Los vecinos del 38 de la calle Calderón de la Barca están acostumbrados a las colas junto a su edificio, pequeñas mareas de turistas y alicantinos de toda la vida que esperan por una horchata helada en la Horchatería Azul, la más veterana de la ciudad. Levantó el negocio Alejandrina Candela en torno a 1942, aunque allí ya elaboraban la bebida blanca para distribuirla al por mayor desde 1930. Ahora llevan el negocio la tercera y la cuarta generación, que despachan litros y litros de agua de cebada, horchata de avellanas, de almendras y kilos de fartons durante los meses de calor, pues cierran a finales de septiembre para volver a abrir en mayo.
A siete minutos de Alma de Barra, o cinco desde La Sastrería, se ubica un diminuto pero único museo, el de Fogueres. En él se exhiben los ninots que se salvan del fuego durante San Juan. Cada año, el público vota y elige uno que pasa a formar parte de la colección. Entre ellos los hay dedicados a celebridades, como escritores, pintores y actores, o alegorías sobre la naturaleza.
Cuando empieza a caer el sol uno puede darse un paseo de cuarto de hora hasta el castillo de San Fernando, en el parque del Monte Tossal, desde el que tener una magnífica vista de la toda la ciudad, fortaleza de Santa Bárbara incluida. O, si no, lanzarse directamente a por una cerveza, un vino o un vermut. Terrazas y bares empiezan a llenarse pronto por las tardes cuando empieza el buen tiempo. El Mercado Central es uno de los centros neurálgicos de ese tardeo: Barra Central, La Guapa Vermutería o El Palé son algunos de los más concurridos. Cerca de allí está Manero, un sofisticado pub restaurante con un toque británico donde, si se hace tarde, se puede cenar uno de sus célebres sándwiches de marisco. Y Probar el Buen Bar, también a cinco minutos, donde pedir la ensaladilla con anguila o la de bonito y piparras. Sea donde sea, nada mejor que comer y beber para culminar una visita a la sabrosa capital de la Costa Blanca.
El dulce trago alicantino de los reyes
Fue el mejor vino de España de 2020, pero tres siglos antes ya había conquistado al paladar más regio de Europa. El fondillón es el secreto mejor guardado de la bodega alicantina, su vino más único, dicen los chefs a los que se les consulta, y con la protección especial dentro de la DOP Alicante, en la fértil zona del Vinalopó. Es dulce, pero eso no lo hermana con otros vinos fortificados de Oporto o Jerez, pues su alcohol proviene de la uva, que se recoge ya muy madura y fermenta más lentamente. De hecho, su nombre proviene del fondo de los barriles, donde se acumulaban los posos y los azúcares. Fue el favorito de aristócratas y monarcas, como Luis XIV de Francia, el Rey Sol, y ha sido apreciado por escritores como Alejandro Dumas, que lo menciona en El conde de Montecristo.
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CRÉDITOS
Redacción: Javier A. Fernández
Coordinación editorial: Francis Pachá y Juan Antonio Carbajo
Diseño e ilustración: María José Durán
Desarrollo: Sonia San José
Coordinación de diseño: Adolfo Domenech y Rodolfo Mata
Vídeo: Diego Martínez, Quique Oñate
Vestuario: Marc O’Polo, Pelonio, Saucony, Notabene
Agradecimientos: Francesca García López, guía oficial de turismo de la Comunidad Valenciana
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