A comienzos de los 2000, el director de cine Oliver Stone, se reunió con Robin Lane Fox para negociar con él la adaptación de su popular biografía sobre Alejandro Magno, que protagonizaría Colin Farrell. El historiador y ensayista accedió a cambio de dos curiosas peticiones no negociables: figurar entre los primeros diez actores de cada carga de caballería que se filmara en compañía de Alejandro —como le hizo saber, Fox llevaba años montando a caballo por entonces— y que su nombre apareciera en los créditos precedido por las palabras «y presentado». Stone, del que sus colegas historiadores le habían prevenido por ser como una especie de Satanás para las adaptaciones históricas, accedió consternado: «Me dijo después que pensó que yo pediría un millón de dólares. Y así fue como conseguí un contrato, para horror de mis agentes».
A partir de esta anécdota, que el propio Lane Fox contó el pasado viernes durante los Diálogos cosmopolitas de la Fundación Juan March en conversación con el profesor de Filosofía David Mejía, uno se puede hacer una idea de la personalidad del clasicista y profesor de Historia Antigua de la Universidad de Oxford. El historiador, que se encuentra en España para promocionar su último libro, Homero y su Ilíada (Crítica), en el que reflexiona sobre la autoría y las circunstancias de creación del más célebre poema épico occidental, narró desde sus años en el Eton College, la prestigiosa escuela para varones, hasta su pasión por la Ilíada, que leyó por primera vez a los 13 años, en una intervención que dio tiempo para hablar incluso de cine: «Creo que Troya es una de las películas más horribles que he visto nunca».
«Cuando finalmente terminé como el mejor de la escuela, me convertí en jardinero», recuerda. Lane Fox, conocido por ser uno de los mayores expertos en jardinería de Gran Bretaña —desde hace cinco décadas escribe sobre ello en el suplemento de los sábados de Financial Times—, es autor de libros de éxito en nuestro país, donde suele figurar entre las listas de los más vendidos, con títulos como El mundo clásico: la epopeya de Grecia y Roma o Héroes viajeros: los griegos y sus mitos, desde que en 1973 publicó el primero, aquella descomunal biografía sobre Alejandro Magno que había comenzado a escribir siendo un chaval y terminó a los 26 años.
Docente en Oxford durante casi 40 años, el historiador empezó a enseñar la Ilíada, precisamente, en 1973. Homero y su Ilíada, la más reciente de sus obras, fue escrita durante la pandemia. «Un día me fui a comer con un amigo, un famoso editor, y fue él el que me dijo que debería escribir un libro sobre Homero. Pensé que con él pagaría mi olvidada factura de la luz. Creía que lo tendría en tres meses, pero me llevó casi tres años». En él Lane Fox trata de responder a los grandes interrogantes en torno al poema épico: quién la escribió —¿fue realmente Homero?—, cómo, cuándo y con qué intención se compuso.
La Ilíada, sostiene, es una obra que hoy en día sería imposible componer. «Tiene por lo menos 2.600 años de antigüedad, pero sobrepasa nuestras capacidades. Nos sigue desbordando. Cada vez que la leo, soy incapaz de contener las lágrimas. Cuando la cierro y vuelvo a la vida cotidiana, mi forma de ver el mundo ha cambiado». Tampoco hay, para el historiador, nada parecido en la antigüedad. «Homero era un genio. Puedes leer otros poemas épicos de todo el mundo, puedes leer el poema babilónico de Gilgamesh, que es maravilloso. Pero Homero inventó la épica. La Ilíada no es solo un poema heroico, donde una cosa sigue a otra como sucede, por ejemplo, con La guerra de las galaxias. Él crea una trama e inventa la épica».
Único autor de la ‘Ilíada’
«Homero —continúa— representó por primera vez un robot, mucho antes que Elon Musk, pensara en la inteligencia artificial». Se refiere al canto XVIII, donde el poeta griego describe cómo Hefesto sale cojeando apoyado en «unas sirvientas de oro, semejantes a muchachas vivas», dotadas de inteligencia, voz y fuerza. «Pueden hablar y están hechas por el dios artesano del Olimpo, no por ningún ingeniero estadounidense. Homero labra aquí una secuencia de escenas como si utilizara un plano cenital y cuanto más lo leo más siento que inventó las imágenes en movimiento antes de que existiera el cine».
Entre las tesis que defiende Lane Fox sobre la autoría de la Ilíada —que durante siglos ha sido discutida— el historiador sostiene que, al contrario de lo que se piensa, Homero no era ciego, y que es el único autor, salvo el libro 10 que fue añadido después, del poema épico. «Todos somos personas como él. Si empezáramos temprano, tal vez podríamos hacer algo parecido. No podemos porque ahora tenemos Facebook o películas espantosas como Troya y somos perezosos» —bromea—. «Pero lo que quiero dejar muy claro en la primera parte de mi libro es que Homero no memoriza un texto que luego canta, sino que lo compone sobre la marcha».
«Homero es el primer actor del mundo. No tiene máscaras como los de las tragedias. Pero él habla para captar la atención del público. Mueve los brazos, como lo hago yo. La antigua Macedonia, en la que creció, tenía una relación cercana con muchos de los elementos que se pueden leer en la Ilíada, no fue una fantasía creada al azar». Para el clasicista, una posibilidad es que el rapsoda, que se habría adiestrado en la composición poética oral desde su infancia, fuera analfabeto, y que hubiera dictado una versión de la Ilíada a alguien que sí supiera escribir —algún familiar cercano— y que la versión que nos llega derive de ese texto. «Me gustaría pensar que lo hizo porque quería una buena vida para sus hijos, aunque no sabemos si se casó. Yo creo que lo dictó para que sus hijos sacaran algún beneficio al mantenerlo en la familia. Y este es básicamente nuestro texto, con algunos añadidos».
Entre medias de estas eruditas explicaciones, entra las que desmiente que la Odisea fuera escrita por una mujer o que la propia guerra de Troya fuera un hecho histórico, a Lane Fox la da tiempo a demostrar su admiración por Cicerón o a compartir alguna anécdota electoral. «Estamos en shock, por supuesto, por la elección presidencial en Estados Unidos. Pero hay algunas sorpresas. En un largo artículo sobre la segunda dama, Usha Vance, un periodista contaba que, durante la campaña electoral, se la pudo ver llevando a todas partes el mismo libro, la Ilíada, que lo estaba leyendo y ahora lo ha terminado. Así que los estadounidenses todavía aman el dolor. Lo leerán ahora por ella», aseguró.
A comienzos de los 2000, el director de cine Oliver Stone, se reunió con Robin Lane Fox para negociar con él la adaptación de su popular
A comienzos de los 2000, el director de cine Oliver Stone, se reunió con Robin Lane Fox para negociar con él la adaptación de su popular biografía sobre Alejandro Magno, que protagonizaría Colin Farrell. El historiador y ensayista accedió a cambio de dos curiosas peticiones no negociables: figurar entre los primeros diez actores de cada carga de caballería que se filmara en compañía de Alejandro —como le hizo saber, Fox llevaba años montando a caballo por entonces— y que su nombre apareciera en los créditos precedido por las palabras «y presentado». Stone, del que sus colegas historiadores le habían prevenido por ser como una especie de Satanás para las adaptaciones históricas, accedió consternado: «Me dijo después que pensó que yo pediría un millón de dólares. Y así fue como conseguí un contrato, para horror de mis agentes».
A partir de esta anécdota, que el propio Lane Fox contó el pasado viernes durante los Diálogos cosmopolitas de la Fundación Juan March en conversación con el profesor de Filosofía David Mejía, uno se puede hacer una idea de la personalidad del clasicista y profesor de Historia Antigua de la Universidad de Oxford. El historiador, que se encuentra en España para promocionar su último libro, Homero y su Ilíada (Crítica), en el que reflexiona sobre la autoría y las circunstancias de creación del más célebre poema épico occidental, narró desde sus años en el Eton College, la prestigiosa escuela para varones, hasta su pasión por la Ilíada, que leyó por primera vez a los 13 años, en una intervención que dio tiempo para hablar incluso de cine: «Creo que Troya es una de las películas más horribles que he visto nunca».
«Cuando finalmente terminé como el mejor de la escuela, me convertí en jardinero», recuerda. Lane Fox, conocido por ser uno de los mayores expertos en jardinería de Gran Bretaña —desde hace cinco décadas escribe sobre ello en el suplemento de los sábados de Financial Times—, es autor de libros de éxito en nuestro país, donde suele figurar entre las listas de los más vendidos, con títulos como El mundo clásico: la epopeya de Grecia y Roma o Héroes viajeros: los griegos y sus mitos, desde que en 1973 publicó el primero, aquella descomunal biografía sobre Alejandro Magno que había comenzado a escribir siendo un chaval y terminó a los 26 años.
Docente en Oxford durante casi 40 años, el historiador empezó a enseñar la Ilíada, precisamente, en 1973. Homero y su Ilíada, la más reciente de sus obras, fue escrita durante la pandemia. «Un día me fui a comer con un amigo, un famoso editor, y fue él el que me dijo que debería escribir un libro sobre Homero. Pensé que con él pagaría mi olvidada factura de la luz. Creía que lo tendría en tres meses, pero me llevó casi tres años». En él Lane Fox trata de responder a los grandes interrogantes en torno al poema épico: quién la escribió —¿fue realmente Homero?—, cómo, cuándo y con qué intención se compuso.
La Ilíada, sostiene, es una obra que hoy en día sería imposible componer. «Tiene por lo menos 2.600 años de antigüedad, pero sobrepasa nuestras capacidades. Nos sigue desbordando. Cada vez que la leo, soy incapaz de contener las lágrimas. Cuando la cierro y vuelvo a la vida cotidiana, mi forma de ver el mundo ha cambiado». Tampoco hay, para el historiador, nada parecido en la antigüedad. «Homero era un genio. Puedes leer otros poemas épicos de todo el mundo, puedes leer el poema babilónico de Gilgamesh, que es maravilloso. Pero Homero inventó la épica. La Ilíada no es solo un poema heroico, donde una cosa sigue a otra como sucede, por ejemplo, con La guerra de las galaxias. Él crea una trama e inventa la épica».
«Homero —continúa— representó por primera vez un robot, mucho antes que Elon Musk, pensara en la inteligencia artificial». Se refiere al canto XVIII, donde el poeta griego describe cómo Hefesto sale cojeando apoyado en «unas sirvientas de oro, semejantes a muchachas vivas», dotadas de inteligencia, voz y fuerza. «Pueden hablar y están hechas por el dios artesano del Olimpo, no por ningún ingeniero estadounidense. Homero labra aquí una secuencia de escenas como si utilizara un plano cenital y cuanto más lo leo más siento que inventó las imágenes en movimiento antes de que existiera el cine».
Entre las tesis que defiende Lane Fox sobre la autoría de la Ilíada —que durante siglos ha sido discutida— el historiador sostiene que, al contrario de lo que se piensa, Homero no era ciego, y que es el único autor, salvo el libro 10 que fue añadido después, del poema épico. «Todos somos personas como él. Si empezáramos temprano, tal vez podríamos hacer algo parecido. No podemos porque ahora tenemos Facebook o películas espantosas como Troya y somos perezosos» —bromea—. «Pero lo que quiero dejar muy claro en la primera parte de mi libro es que Homero no memoriza un texto que luego canta, sino que lo compone sobre la marcha».
«Homero es el primer actor del mundo. No tiene máscaras como los de las tragedias. Pero él habla para captar la atención del público. Mueve los brazos, como lo hago yo. La antigua Macedonia, en la que creció, tenía una relación cercana con muchos de los elementos que se pueden leer en la Ilíada, no fue una fantasía creada al azar». Para el clasicista, una posibilidad es que el rapsoda, que se habría adiestrado en la composición poética oral desde su infancia, fuera analfabeto, y que hubiera dictado una versión de la Ilíada a alguien que sí supiera escribir —algún familiar cercano— y que la versión que nos llega derive de ese texto. «Me gustaría pensar que lo hizo porque quería una buena vida para sus hijos, aunque no sabemos si se casó. Yo creo que lo dictó para que sus hijos sacaran algún beneficio al mantenerlo en la familia. Y este es básicamente nuestro texto, con algunos añadidos».
Entre medias de estas eruditas explicaciones, entra las que desmiente que la Odisea fuera escrita por una mujer o que la propia guerra de Troya fuera un hecho histórico, a Lane Fox la da tiempo a demostrar su admiración por Cicerón o a compartir alguna anécdota electoral. «Estamos en shock, por supuesto, por la elección presidencial en Estados Unidos. Pero hay algunas sorpresas. En un largo artículo sobre la segunda dama, Usha Vance, un periodista contaba que, durante la campaña electoral, se la pudo ver llevando a todas partes el mismo libro, la Ilíada, que lo estaba leyendo y ahora lo ha terminado. Así que los estadounidenses todavía aman el dolor. Lo leerán ahora por ella», aseguró.
Noticias de Cultura: Última hora de hoy en THE OBJECTIVE