¿Qué hacía «irresistible de verdad» a Sánchez Dragó? No era el sexo, ni las jornadas maratonianas de «sexo tántrico» de las que presumía el escritor. La periodista Anna Grau desmonta en su libro En la boca del dragón, de la editorial La Esfera de los Libros, algunos mitos o fábulas alimentadas por el propio escritor. Grau narra su historia de amor con uno de los rostros más conocidos de la España que anhelaba la libertad tras décadas de dictadura franquista y que, una vez lograda, la ejerció como pocos. La escritora catalana se sincera para contar lo que, para ella, convertía a Dragó en un hombre tan «irresistible» como «insoportable». Con sus luces y sombras.
Su libro tiene dosis de humor, drama y ternura para esculpir de forma literaria la personalidad del autor de Gárgoris y Habidis y el aprendizaje vital y filosófico que supuso estar con él. Un hombre poco convencional, cuyo ideal de vida habría sido una «comuna fachahippy» donde convivieran todas sus mujeres, exmujeres e hijos.
En esta carta-libro que Grau envía a Dragó, quien falleció hace dos años, le deja claro que se enamoró de él no solo por ser un hombre culto o inteligente –rasgos que compartía con otras de sus anteriores parejas– sino por ser un «hombre sabio»: «Una mente honda y antigua, una mente de gran maestro, envuelta en el carácter de un niño. Eso era lo que te hacía de verdad irresistible. E insoportable».
«Mens sana in corpore sano»
En su libro, Grau narra las aventuras que vivió al lado de Dragó. La ingesta de galletas de marihuana, viajes a Tailandia o Ucrania, o sus peculiares tratamientos de salud y antiaging: «También eras firme defensor de aplicar gel de testosterona por vía cutánea. Tú te la frotabas a diario en los muslos. Se suponía que reforzaba la libido y la energía en general».
Y es que, según confiesa, Dragó parecía conocer todos «los secretos de la longevidad». «Viajabas siempre acarreando una maleta con una cantidad inconcebible de pastillas, que habías ido probando e incorporando a tu rutina a lo largo de tu vida, en un permanente ejercicio de autoexploración y autoconocimiento. Glucosamina y condroitina para las articulaciones, levadura roja de arroz para prevenir el colesterol, Omega 3 (versión moderna del antiguo aceite de hígado de bacalao, me explicabas…), cafeína por las mañanas, melatonina por las noches, y un largo etcétera. No eras tímido con las dosis, fiándote más de tu instinto que de las leyes. Decías que España es un país particularmente timorato e intervencionista en materia farmacológica, y he comprobado que es verdad», abunda.
Riña sobre Hillary Clinton
Más allá de estas experiencias, Grau intenta dar respuesta a la pregunta que recurrentemente le hacían de cómo podía estar «con un hombre tan de derechas». De hecho, una de sus riñas más importantes se debió a sus discrepancias políticas. Corría el año 2016. En Estados Unidos concurrían a las elecciones presidenciales Hillary Clinton, por el Partido Demócrata, y Donald Trump era el candidato del Partido Republicano.
En aquel momento todo hacía indicar que Clinton sería la nueva inquilina de la Casa Blanca, pero la discusión se desencadenó por el apoyo de Dragó a Trump: «Solo sé que estábamos hablando tú y yo y de repente me di cuenta de que habías pasado a hablar tú solo. A encadenar reflexión inapelable (para ti) tras reflexión inapelable (para ti) de por qué era una tragedia y un desastre que Hillary pudiera salir victoriosa en aquellas elecciones. Eso sería el preludio, afirmabas con creciente y exuberante rencor, de que el mundo pasara a ser limpiamente inhabitable para personas como tú».
La bronca llegó a tal nivel, que Grau se fue a dormir sola en otro hotel. A Dragó, sin embargo, le reconoce su habilidad de seguir su propio «camino». Ya fuera por mera provocación o por convicción. Sin ataduras. Con libertad.
¿Qué hacía «irresistible de verdad» a Sánchez Dragó? No era el sexo, ni las jornadas maratonianas de «sexo tántrico» de las que presumía el escritor. La
¿Qué hacía «irresistible de verdad» a Sánchez Dragó? No era el sexo, ni las jornadas maratonianas de «sexo tántrico» de las que presumía el escritor. La periodista Anna Grau desmonta en su libro En la boca del dragón, de la editorial La Esfera de los Libros, algunos mitos o fábulas alimentadas por el propio escritor. Grau narra su historia de amor con uno de los rostros más conocidos de la España que anhelaba la libertad tras décadas de dictadura franquista y que, una vez lograda, la ejerció como pocos. La escritora catalana se sincera para contar lo que, para ella, convertía a Dragó en un hombre tan «irresistible» como «insoportable». Con sus luces y sombras.
Su libro tiene dosis de humor, drama y ternura para esculpir de forma literaria la personalidad del autor de Gárgoris y Habidis y el aprendizaje vital y filosófico que supuso estar con él. Un hombre poco convencional, cuyo ideal de vida habría sido una «comuna fachahippy» donde convivieran todas sus mujeres, exmujeres e hijos.
En esta carta-libro que Grau envía a Dragó, quien falleció hace dos años, le deja claro que se enamoró de él no solo por ser un hombre culto o inteligente –rasgos que compartía con otras de sus anteriores parejas– sino por ser un «hombre sabio»: «Una mente honda y antigua, una mente de gran maestro, envuelta en el carácter de un niño. Eso era lo que te hacía de verdad irresistible. E insoportable».
En su libro, Grau narra las aventuras que vivió al lado de Dragó. La ingesta de galletas de marihuana, viajes a Tailandia o Ucrania, o sus peculiares tratamientos de salud y antiaging: «También eras firme defensor de aplicar gel de testosterona por vía cutánea. Tú te la frotabas a diario en los muslos. Se suponía que reforzaba la libido y la energía en general».
Y es que, según confiesa, Dragó parecía conocer todos «los secretos de la longevidad». «Viajabas siempre acarreando una maleta con una cantidad inconcebible de pastillas, que habías ido probando e incorporando a tu rutina a lo largo de tu vida, en un permanente ejercicio de autoexploración y autoconocimiento. Glucosamina y condroitina para las articulaciones, levadura roja de arroz para prevenir el colesterol, Omega 3 (versión moderna del antiguo aceite de hígado de bacalao, me explicabas…), cafeína por las mañanas, melatonina por las noches, y un largo etcétera. No eras tímido con las dosis, fiándote más de tu instinto que de las leyes. Decías que España es un país particularmente timorato e intervencionista en materia farmacológica, y he comprobado que es verdad», abunda.
Más allá de estas experiencias, Grau intenta dar respuesta a la pregunta que recurrentemente le hacían de cómo podía estar «con un hombre tan de derechas». De hecho, una de sus riñas más importantes se debió a sus discrepancias políticas. Corría el año 2016. En Estados Unidos concurrían a las elecciones presidenciales Hillary Clinton, por el Partido Demócrata, y Donald Trump era el candidato del Partido Republicano.
En aquel momento todo hacía indicar que Clinton sería la nueva inquilina de la Casa Blanca, pero la discusión se desencadenó por el apoyo de Dragó a Trump: «Solo sé que estábamos hablando tú y yo y de repente me di cuenta de que habías pasado a hablar tú solo. A encadenar reflexión inapelable (para ti) tras reflexión inapelable (para ti) de por qué era una tragedia y un desastre que Hillary pudiera salir victoriosa en aquellas elecciones. Eso sería el preludio, afirmabas con creciente y exuberante rencor, de que el mundo pasara a ser limpiamente inhabitable para personas como tú».
La bronca llegó a tal nivel, que Grau se fue a dormir sola en otro hotel. A Dragó, sin embargo, le reconoce su habilidad de seguir su propio «camino». Ya fuera por mera provocación o por convicción. Sin ataduras. Con libertad.
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