Pavese en la cárcel de amor

Decía Jaime Gil de Biedma que, «de todas las historias de la Historia, la más triste sin duda es la de España, porque termina mal». Lo mismo podría decirse de Cesare Pavese si, en lugar de naciones, habláramos de poetas. De todas las historias de los poetas, la más triste sin duda es la de Cesare Pavese, porque termina mal. El escritor fue de fracaso en fracaso hasta el arrebato final -en un hotel de Turín llamado Roma-. Pavese fue precoz en el infortunio y se sostuvo admirablemente en él. En ese sentido, la suya es una vida ejemplar. 

La primera noticia que tenemos del Pavese enamorado -y, por ende, burlado- atañe a una bailarina de un teatro de Turín. El poeta la esperó bajo la lluvia mientras ella tomaba la puerta trasera; en lugar de un beso, ganó una pulmonía crónica. Es un patrón fatídico: de toda historia amorosa sacó una calamidad, no sólo un desengaño. De su segundo amor, o el primero quizás, extrajo una buena temporada a la sombra y, en fin, para compensar, un libro. Ese amor fue Tina Pizzardo y la obra La cárcel, que edita ahora Reino de Cordelia.

Primero hablaremos de la mujer y después de la literatura.

Battistina Tina Pizzardo era una matemática antifascista cuando, con 30 años, trabó amistad con Pavese, profesor y traductor que todavía no había publicado su primer libro de poemas, Lavorare stanca. Era el año 33 y ambos frecuentaban los círculos comunistas en Turín, mucho más activamente ella, que había pisado la cárcel de mujeres en Roma. Tina mantenía correspondencia con Alberto Spinelli, antifascista encarcelado, y con el socialista Bruno Maffi. Al tiempo, se trataba con Pavese y el comunista polaco Henek Rieser.

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La cárcel
Cesare Pavese

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El futuro escritor, enamorado de Tina, recibió de esta una oferta de amistad a cambio de sus proposiciones de matrimonio. Pavese, cuya militancia no era tan sólida, no perdía esperanza con Pizzardo y quizás por ello se mostró solícito a la hora de hacer de correo en la correspondencia de Tina con otros activistas. Esas cartas lo llevarían a prisión cuando, en 1935, cayó en una gran redada en Turín junto a, entre otros, Giulio Einaudi y Carlo Levi. Pavese fue señalado como «elemento peligroso» por las autoridades mussolinianas por su relación con la «notoria comunista Pizzardo Battistina, favoreciendo la correspondencia clandestina con el antifascista Maffi Bruno, a fin de eludir la vigilancia de la Policía y frecuentando asiduamente la casa, donde se habla de teorías socialistas».

Después de pasar por las prisiones de Turín y de Roma, la tristemente famosa Regina Coeli, se le dicta un confinamiento de tres años en un pueblo pequeño en el extremo calabrés de Italia. Sin saber nunca cuándo sería liberado, en Brancaleone Calabro estuvo al final cerca de un año (del 4 de agosto de 1935 al 15 de marzo de 1936). En ese tiempo, no recibió noticias de Tina Pizzardo, de lo que se queja en su correspondencia, pero al salir de prisión descubrió que se había comprometido y luego casado con Henek Reiser. Durante un tiempo aún trató de que ella se divorciara. En el verano de 1937, Pizzardo, para «poner fin a su tormentosa insistencia», le dijo claramente el problema que lo alejaba de él, «lo que él sabe y finge no saber»: sus disfunciones sexuales, la impotencia y la eyaculación precoz.

La memoria de la «mujer de la voz ronca», a través de los caminos extremos de la adoración, el odio y la misoginia, es rastreable en su vida, su obra y sus diarios. Aquel amor no correspondido alteraría el curso de su relación con las mujeres, que nunca fue apacible.

Nada se dice de Tina Pizzardo ni de las circunstancias de su detención en La cárcel, que sí es, sin embargo, un retrato cercano a sus días de confinamiento en Brancaleone, localidad que tampoco se cita en esta novela corta, escrita entre los años 38 y 39 pero que no fue publicada hasta 1948 junto a La casa de la colina en la obra conjunta Antes de que cante el gallo. Se trata, por tanto, de su primera novela, anterior a De tu tierra, y ahora la edita Reino de Cordelia, por primera vez por separado en español

La cárcel es una dolorosa disección de la melancolía y el hastío del poeta, de su incapacidad para trabar relaciones en un contexto precario como el de su destierro en Calabria -y, por extensión, en su vida- y su tendencia insobornable a la soledad. Lejos de la novela política, Pavese construyó una historia íntima y tal vez por eso no quiso publicarla en su momento. No hay menciones al régimen de Mussolini, a los motivos del confinamiento de Stefano, el protagonista, trasunto del poeta, pero sí detalles de aquel pueblo, sus gentes, su taberna y las cuatro paredes con un patio de entrada en los que vivió Pavese y que todavía hoy puede visitarse en Brancaleone.

Hay una larga y suculenta literatura carcelaria italiana, desde las memorias de Los Plomos de Casanova al Cristo se paró en Éboli, de Carlo Levi, pasando por Mis prisiones, del carbonaro Silvio Pellico, por no hablar del dramático documento de Primo Levi. Lo que distingue a esta prisión de Pavese es que está hecha de «paredes de aire» y lo estaría en doble sentido: la de aquel confinamiento entre el mar y las colinas que vivió en unos meses de la década de los 30 y la de la propia existencia de un hombre que nunca supo moverse con tino en las relaciones humanas. Desde esta Brancaleone enmascarada, Stefano añora incluso la pura reclusión: «Al otro lado de los barrotes todo el mundo es hermoso, mientras que la vida de confinamiento es como la otra, solo que un poco más sucia».

Precisamente durante aquel confinamiento, Pavese daría inicio a un diario (El oficio de vivir) que contiene las más desgarradoras de sus páginas y que seguiría escribiendo hasta el día de su muerte. Poco antes de suicidarse, había ganado el Premio Strega por El bello verano. Estaba en la cima de su carrera: «En mi oficio soy rey», escribe. Pero otro amor contrariado, en este caso por Constance Dowling, precipitó su decisión de acabar con una vida privada de fracasos concatenados, soledad e impotencia. Consumó su muerte el 27 de agosto de 1950, a los 41 años de edad.

 Decía Jaime Gil de Biedma que, «de todas las historias de la Historia, la más triste sin duda es la de España, porque termina mal». Lo  

Decía Jaime Gil de Biedma que, «de todas las historias de la Historia, la más triste sin duda es la de España, porque termina mal». Lo mismo podría decirse de Cesare Pavese si, en lugar de naciones, habláramos de poetas. De todas las historias de los poetas, la más triste sin duda es la de Cesare Pavese, porque termina mal. El escritor fue de fracaso en fracaso hasta el arrebato final -en un hotel de Turín llamado Roma-. Pavese fue precoz en el infortunio y se sostuvo admirablemente en él. En ese sentido, la suya es una vida ejemplar. 

La primera noticia que tenemos del Pavese enamorado -y, por ende, burlado- atañe a una bailarina de un teatro de Turín. El poeta la esperó bajo la lluvia mientras ella tomaba la puerta trasera; en lugar de un beso, ganó una pulmonía crónica. Es un patrón fatídico: de toda historia amorosa sacó una calamidad, no sólo un desengaño. De su segundo amor, o el primero quizás, extrajo una buena temporada a la sombra y, en fin, para compensar, un libro. Ese amor fue Tina Pizzardo y la obra La cárcel, que edita ahora Reino de Cordelia.

Primero hablaremos de la mujer y después de la literatura.

Battistina Tina Pizzardo era una matemática antifascista cuando, con 30 años, trabó amistad con Pavese, profesor y traductor que todavía no había publicado su primer libro de poemas, Lavorare stanca. Era el año 33 y ambos frecuentaban los círculos comunistas en Turín, mucho más activamente ella, que había pisado la cárcel de mujeres en Roma. Tina mantenía correspondencia con Alberto Spinelli, antifascista encarcelado, y con el socialista Bruno Maffi. Al tiempo, se trataba con Pavese y el comunista polaco Henek Rieser.

El futuro escritor, enamorado de Tina, recibió de esta una oferta de amistad a cambio de sus proposiciones de matrimonio. Pavese, cuya militancia no era tan sólida, no perdía esperanza con Pizzardo y quizás por ello se mostró solícito a la hora de hacer de correo en la correspondencia de Tina con otros activistas. Esas cartas lo llevarían a prisión cuando, en 1935, cayó en una gran redada en Turín junto a, entre otros, Giulio Einaudi y Carlo Levi. Pavese fue señalado como «elemento peligroso» por las autoridades mussolinianas por su relación con la «notoria comunista Pizzardo Battistina, favoreciendo la correspondencia clandestina con el antifascista Maffi Bruno, a fin de eludir la vigilancia de la Policía y frecuentando asiduamente la casa, donde se habla de teorías socialistas».

Después de pasar por las prisiones de Turín y de Roma, la tristemente famosa Regina Coeli, se le dicta un confinamiento de tres años en un pueblo pequeño en el extremo calabrés de Italia. Sin saber nunca cuándo sería liberado, en Brancaleone Calabro estuvo al final cerca de un año (del 4 de agosto de 1935 al 15 de marzo de 1936). En ese tiempo, no recibió noticias de Tina Pizzardo, de lo que se queja en su correspondencia, pero al salir de prisión descubrió que se había comprometido y luego casado con Henek Reiser. Durante un tiempo aún trató de que ella se divorciara. En el verano de 1937, Pizzardo, para «poner fin a su tormentosa insistencia», le dijo claramente el problema que lo alejaba de él, «lo que él sabe y finge no saber»: sus disfunciones sexuales, la impotencia y la eyaculación precoz.

La memoria de la «mujer de la voz ronca», a través de los caminos extremos de la adoración, el odio y la misoginia, es rastreable en su vida, su obra y sus diarios. Aquel amor no correspondido alteraría el curso de su relación con las mujeres, que nunca fue apacible.

Nada se dice de Tina Pizzardo ni de las circunstancias de su detención en La cárcel, que sí es, sin embargo, un retrato cercano a sus días de confinamiento en Brancaleone, localidad que tampoco se cita en esta novela corta, escrita entre los años 38 y 39 pero que no fue publicada hasta 1948 junto a La casa de la colina en la obra conjunta Antes de que cante el gallo. Se trata, por tanto, de su primera novela, anterior a De tu tierra, y ahora la edita Reino de Cordelia, por primera vez por separado en español

La cárcel es una dolorosa disección de la melancolía y el hastío del poeta, de su incapacidad para trabar relaciones en un contexto precario como el de su destierro en Calabria -y, por extensión, en su vida- y su tendencia insobornable a la soledad. Lejos de la novela política, Pavese construyó una historia íntima y tal vez por eso no quiso publicarla en su momento. No hay menciones al régimen de Mussolini, a los motivos del confinamiento de Stefano, el protagonista, trasunto del poeta, pero sí detalles de aquel pueblo, sus gentes, su taberna y las cuatro paredes con un patio de entrada en los que vivió Pavese y que todavía hoy puede visitarse en Brancaleone.

Hay una larga y suculenta literatura carcelaria italiana, desde las memorias de Los Plomos de Casanova al Cristo se paró en Éboli, de Carlo Levi, pasando por Mis prisiones, del carbonaro Silvio Pellico, por no hablar del dramático documento de Primo Levi. Lo que distingue a esta prisión de Pavese es que está hecha de «paredes de aire» y lo estaría en doble sentido: la de aquel confinamiento entre el mar y las colinas que vivió en unos meses de la década de los 30 y la de la propia existencia de un hombre que nunca supo moverse con tino en las relaciones humanas. Desde esta Brancaleone enmascarada, Stefano añora incluso la pura reclusión: «Al otro lado de los barrotes todo el mundo es hermoso, mientras que la vida de confinamiento es como la otra, solo que un poco más sucia».

Precisamente durante aquel confinamiento, Pavese daría inicio a un diario (El oficio de vivir) que contiene las más desgarradoras de sus páginas y que seguiría escribiendo hasta el día de su muerte. Poco antes de suicidarse, había ganado el Premio Strega por El bello verano. Estaba en la cima de su carrera: «En mi oficio soy rey», escribe. Pero otro amor contrariado, en este caso por Constance Dowling, precipitó su decisión de acabar con una vida privada de fracasos concatenados, soledad e impotencia. Consumó su muerte el 27 de agosto de 1950, a los 41 años de edad.

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