‘Nocturno’: sueños y pesadillas de Gabriele D’Annunzio

La aviación necesitaba un poeta y lo tuvo en D’Annunzio, escribió Ramón Gómez de la Serna. El 16 de enero de 1916 el poeta-aviador efectuaba una misión de reconocimiento sobre Trieste, cuando el hidroavión que pilotaba su amigo Luigi Bologna –él iba encargado de la ametralladora del aparato– dejó de funcionar mientras era perseguido por dos aeronaves austriacas y recibía el fuego de los fusiles desde tierra.

El biplano trimotor Caproni se vio obligado a descender sobre el mar, aterrizando de emergencia sobre las aguas del Adriático, chocando de forma violenta con un banco de arena sumergido. El vate salió volando, golpeándose la cabeza con la ametralladora de proa del avión.

Aunque se dio cuenta al instante de que tenía daños en la vista, siguió planeando ataques y aventuras en aquel frente de la Primera Guerra Mundial donde era más que un soldado, el líder romántico, el primer poeta de Italia, que arengaba a las tropas y se ponía delante de ellas en las misiones más arriesgadas.

Cuando se puso en manos de los médicos apenas veía nada. Con un doble vendaje, en la más absoluta oscuridad, los galenos le recetaron total reposo, única manera de recuperar la vista. Por ello se recluyó en una casa de Venecia, capital de buena parte de sus proyectos, junto con su hija Renata, recibiendo las visitas del duque de Aosta, del comandante en jefe Luigi Cadorna, del rey Víctor Manuel III o de escritores y políticos destacados.

Fue así como nació Nocturno, una serie de escritos que son mitad sueño, mitad pesadilla, una mezcla de recuerdos y fantasías inclasificables escritas con la maestría de un D’Annunzio que, para Eugenio d’Ors, engendraba entonces la «poesía de la ceguera… la poesía de la mudez, y luego de la palabra ganada o recobrada».

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Nocturno. Cuadernos de guerra de un aviador entre tinieblas
Gabriele D’Annunzio

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Escritos en la oscuridad

Para poder escribir, ciego e inmóvil, su hija le preparaba unas largas tiras de papel, inspiradas en las Sibilas romanas, en las que él escribía desde su oscuridad intentando no salirse de los estrechos márgenes. Fueron miles de fragmentos los que hubo que traducir, en un enorme trabajo posterior de edición que acabó por formar la magistral obra que ve ahora la luz en una nueva edición gracias a la exquisita labor de la editorial Fórcola y de su editor, Javier Jiménez.

De este último es, precisamente, el prólogo de la obra, un fabuloso texto que nos acerca con maestría a la personalidad inmensa del poeta, así como al mundo romántico y decadente que protagonizan sus ideas. Una Europa que está dejando de ser lo que era y de la que el poeta-aviador es uno de sus últimos representantes.

El editor ha tenido a bien completar el libro con dos textos que constituyen una unidad temática con lo tratado en el Nocturno. Se trata de La burla de Buccari y de La canción del Carnaro, dos escritos en los que D’Annunzio nos cuenta la gran hazaña bélica en la que participó: la violación del bloqueo naval austriaco en la bahía de Buccari (Bakar), en la costa croata, a bordo de la torpedera MAS, con una incursión que, como resalta Antonio Scurati, «elevó la moral de las tropas italianas después de la derrota de Caporetto».

Así mismo, se incluye una detallada cronología de la vida y las obras del autor, de forma que el lector neófito puede entender de forma amena la magnitud del personaje, una bibliografía selecta, donde aparecen, como curiosidad, maravillosos textos de González Ruano o de Agustín de Foxá sobre el italiano, y un aparato crítico que tiene la intención de ayudar a la comprensión de los escritos de D’Annunzio, identificando a personajes, explicando partes de su vida o localizando hechos y lugares históricos.

El Adriático, espacio mítico

La edición, una auténtica joya, se redondea con la reproducción de las xilografías originales que hiciese Adolfo de Carolis, artista amigo de nuestro protagonista, para una primera edición de esta obra que data del año 1921.

El espacio geográfico en el que transcurre Nocturno es el mar Adriático, que se convierte en espacio poético y mítico, donde se desarrolla un relato aparentemente sin coherencia, que nace del flujo libre de la conciencia, que nos recuerda a los primeros volúmenes de En busca del tiempo perdido. Pesadillas, alucinaciones, visiones en medio de la ceguera, donde desfilan recuerdos de infancia y juventud, conquistas amorosas, el dolor por la madre perdida, historias de guerra y hasta fantasías eróticas.

Dice el prologuista y editor que Nocturno «es el testimonio de una pasión, la del vuelo y la aviación, que cumple el mito de Ícaro», buscando la plenitud de su vida y de su muerte, pero que también es el «osado manifiesto de una misión sagrada, la de la unidad y la gloria de la Nueva Italia, lo que implica la reclamación de las ciudades y enclaves del imaginario nacionalista que permanecen en manos del enemigo». Un sueño de otros tiempos cuyo nivel artístico e intelectual, alcanzable por pocos, seguirá vigente por siempre.

 La aviación necesitaba un poeta y lo tuvo en D’Annunzio, escribió Ramón Gómez de la Serna. El 16 de enero de 1916 el poeta-aviador efectuaba una  

La aviación necesitaba un poeta y lo tuvo en D’Annunzio, escribió Ramón Gómez de la Serna. El 16 de enero de 1916 el poeta-aviador efectuaba una misión de reconocimiento sobre Trieste, cuando el hidroavión que pilotaba su amigo Luigi Bologna –él iba encargado de la ametralladora del aparato– dejó de funcionar mientras era perseguido por dos aeronaves austriacas y recibía el fuego de los fusiles desde tierra.

El biplano trimotor Caproni se vio obligado a descender sobre el mar, aterrizando de emergencia sobre las aguas del Adriático, chocando de forma violenta con un banco de arena sumergido. El vate salió volando, golpeándose la cabeza con la ametralladora de proa del avión.

Aunque se dio cuenta al instante de que tenía daños en la vista, siguió planeando ataques y aventuras en aquel frente de la Primera Guerra Mundial donde era más que un soldado, el líder romántico, el primer poeta de Italia, que arengaba a las tropas y se ponía delante de ellas en las misiones más arriesgadas.

Cuando se puso en manos de los médicos apenas veía nada. Con un doble vendaje, en la más absoluta oscuridad, los galenos le recetaron total reposo, única manera de recuperar la vista. Por ello se recluyó en una casa de Venecia, capital de buena parte de sus proyectos, junto con su hija Renata, recibiendo las visitas del duque de Aosta, del comandante en jefe Luigi Cadorna, del rey Víctor Manuel III o de escritores y políticos destacados.

Fue así como nació Nocturno, una serie de escritos que son mitad sueño, mitad pesadilla, una mezcla de recuerdos y fantasías inclasificables escritas con la maestría de un D’Annunzio que, para Eugenio d’Ors, engendraba entonces la «poesía de la ceguera… la poesía de la mudez, y luego de la palabra ganada o recobrada».

Para poder escribir, ciego e inmóvil, su hija le preparaba unas largas tiras de papel, inspiradas en las Sibilas romanas, en las que él escribía desde su oscuridad intentando no salirse de los estrechos márgenes. Fueron miles de fragmentos los que hubo que traducir, en un enorme trabajo posterior de edición que acabó por formar la magistral obra que ve ahora la luz en una nueva edición gracias a la exquisita labor de la editorial Fórcola y de su editor, Javier Jiménez.

De este último es, precisamente, el prólogo de la obra, un fabuloso texto que nos acerca con maestría a la personalidad inmensa del poeta, así como al mundo romántico y decadente que protagonizan sus ideas. Una Europa que está dejando de ser lo que era y de la que el poeta-aviador es uno de sus últimos representantes.

El editor ha tenido a bien completar el libro con dos textos que constituyen una unidad temática con lo tratado en el Nocturno. Se trata de La burla de Buccari y de La canción del Carnaro, dos escritos en los que D’Annunzio nos cuenta la gran hazaña bélica en la que participó: la violación del bloqueo naval austriaco en la bahía de Buccari (Bakar), en la costa croata, a bordo de la torpedera MAS, con una incursión que, como resalta Antonio Scurati, «elevó la moral de las tropas italianas después de la derrota de Caporetto».

Así mismo, se incluye una detallada cronología de la vida y las obras del autor, de forma que el lector neófito puede entender de forma amena la magnitud del personaje, una bibliografía selecta, donde aparecen, como curiosidad, maravillosos textos de González Ruano o de Agustín de Foxá sobre el italiano, y un aparato crítico que tiene la intención de ayudar a la comprensión de los escritos de D’Annunzio, identificando a personajes, explicando partes de su vida o localizando hechos y lugares históricos.

La edición, una auténtica joya, se redondea con la reproducción de las xilografías originales que hiciese Adolfo de Carolis, artista amigo de nuestro protagonista, para una primera edición de esta obra que data del año 1921.

El espacio geográfico en el que transcurre Nocturno es el mar Adriático, que se convierte en espacio poético y mítico, donde se desarrolla un relato aparentemente sin coherencia, que nace del flujo libre de la conciencia, que nos recuerda a los primeros volúmenes de En busca del tiempo perdido. Pesadillas, alucinaciones, visiones en medio de la ceguera, donde desfilan recuerdos de infancia y juventud, conquistas amorosas, el dolor por la madre perdida, historias de guerra y hasta fantasías eróticas.

Dice el prologuista y editor que Nocturno «es el testimonio de una pasión, la del vuelo y la aviación, que cumple el mito de Ícaro», buscando la plenitud de su vida y de su muerte, pero que también es el «osado manifiesto de una misión sagrada, la de la unidad y la gloria de la Nueva Italia, lo que implica la reclamación de las ciudades y enclaves del imaginario nacionalista que permanecen en manos del enemigo». Un sueño de otros tiempos cuyo nivel artístico e intelectual, alcanzable por pocos, seguirá vigente por siempre.

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