<p><strong>La memoria, como el propio amor, tiene eco.</strong> Si hacemos caso a la mitología, Eco, con la E mayúscula, fue una ninfa esencialmente desgraciada. Primero fue castigada y su don para contar las más bellas historias con la voz más dulce se convirtió por imperativo de la celosa Hera en una muy triste disfunción: sin voz propia quedó condenada a repetir lo último escuchado. Sus desgracias no quedaron aquí. Luego se enamoró del muy narcisista Narciso e, incapaz de declarar su amor pues de su garganta solo salían palabras ya oídas, fue objeto de la peor de las burlas por precisamente el sujeto de su pasión. Y, sin embargo, y pese a todo, cabría imaginar que la condena que sufrió la ninfa bien podría no serlo tanto. Quizá ella no solo reproducía lo que oía, sino que lo modulaba, le otorgaba relevancia y gracias a ella, la palabra misma adquiría su verdadero y más profundo sentido. Narciso no cayó en la cuenta por la sencilla razón de que él estaba a lo suyo en el más estricto de los sentidos.</p>
El cineasta compone su película más fascinante, enigmática e hipnótica de la mano de un soberbio ejercicio de cine con eco y con memoria
<p><strong>La memoria, como el propio amor, tiene eco.</strong> Si hacemos caso a la mitología, Eco, con la E mayúscula, fue una ninfa esencialmente desgraciada. Primero fue castigada y su don para contar las más bellas historias con la voz más dulce se convirtió por imperativo de la celosa Hera en una muy triste disfunción: sin voz propia quedó condenada a repetir lo último escuchado. Sus desgracias no quedaron aquí. Luego se enamoró del muy narcisista Narciso e, incapaz de declarar su amor pues de su garganta solo salían palabras ya oídas, fue objeto de la peor de las burlas por precisamente el sujeto de su pasión. Y, sin embargo, y pese a todo, cabría imaginar que la condena que sufrió la ninfa bien podría no serlo tanto. Quizá ella no solo reproducía lo que oía, sino que lo modulaba, le otorgaba relevancia y gracias a ella, la palabra misma adquiría su verdadero y más profundo sentido. Narciso no cayó en la cuenta por la sencilla razón de que él estaba a lo suyo en el más estricto de los sentidos.</p>
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