A sus casi 85 años, Margaret Atwood acaba de regresar de su gira europea. Tiene jet lag y es, quizás por eso, que llega tarde a la rueda de prensa con los periodistas españoles y latinoamericanos. Tras alguna incidencia técnica, nos dice que, gracias a su tardanza, tendremos más tiempo para hablar de su nuevo libro Perdidas en el bosque (Salamandra, 2024).
Este nuevo libro, traducido por Victoria Alonso, es su primer trabajo de ficción desde la secuela de El cuento de la criada titulada Los testamentos, libro que resultó ganador del Booker Prize en 2019. Perdidas en el bosque es un compendio de quince relatos íntimos, divididos en tres partes -a la autora le gustan los números impares- muchos de ellos inspirados en su relación con su esposo, el novelista Graeme Gibson, quien falleció en 2019. En este libro, Atwood explora temas como el matrimonio, la memoria, la pérdida y lo que significa vivir en pareja en el mundo contemporáneo.
En el encuentro, Atwood no dejó de recordar la importancia de no perder de vista el pasado ni nuestra propia esencia, aspectos que se reflejan en los relatos de Perdidas en el bosque al explorar, a través de personajes que, como ella, ya alcanzan una edad avanzada, lo que ella llama «los dones reservados para la vejez». Esta es, según la escritora, la etapa en la que nos damos cuenta de que “nos hemos convertido en nuestros padres”.
Además de su difunto esposo, en estos relatos aparecen figuras históricas y literarias a quienes la escritora admira. Escribe sobre Hipatia de Alejandría, quien revive su propia ejecución, mientras que George Orwell, uno de sus referentes literarios de juventud, participa en una entrevista post mortem que Atwood realiza a través de una médium. «Leí 1984 cuando tenía trece o catorce años, y fue él quien me llevó a imaginar un Estados Unidos bajo un régimen totalitario. Esa idea fue la semilla de El cuento de la criada«, cuenta la autora canadiense.
«Leí 1984 cuando tenía trece o catorce años, y fue él -George Orwell- quien me llevó a imaginar un Estados Unidos bajo un régimen totalitario. Esa idea fue la semilla de El cuento de la criada»
Actualmente, Atwood está sumergida en la escritura de sus memorias y es enfática al decir que «las memorias no son una autobiografía». Explica: «Escribes sobre lo que recuerdas, y, normalmente, lo que recuerdas son tonterías o desastres. No esperen leer mucho sobre mis vacaciones de verano, pero sí sobre aquella vez que casi morimos».
Reflexionando sobre este proceso, la autora señala que el oficio de escribir te enseña sobre la escritura, al igual que los libros enseñan sobre las personas. Sin embargo, duda de si el escritor y la literatura se pueden realmente separar: «Comparten una misma memoria con dos funciones, pero siguen siendo la misma persona». Para ella, escribir un libro es aprender más de lo que creías saber, y sobre todo, aprender a enfrentar el fracaso. «A veces, incluso puedes pensar que muchos de los libros que has escrito podrían estar en la papelera», admite.
Una distopía llamada Estados Unidos
Fiel a su estilo y plena actividad literaria, la escritora canadiense no pierde la oportunidad de tocar los temas que le inquietan profundamente, como el poder, el control sobre el cuerpo de las mujeres y la fragilidad de las libertades individuales. No es de extrañar que el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos haya despertado la preocupación de la reina de la distopía contemporánea.
Aunque afirma que todo ha pasado muy rápido, ya que esta misma semana fueron las elecciones, nos comenta que Kamala Harris, por ser una mujer y, además, negra, «asustó a muchos, que temían que hiciera lo que otros han hecho a personas como ella. El miedo a perder el estatus y el poder identitario pesó mucho», explicó.
Horas antes del encuentro, Atwood había publicado en sus redes sociales una imagen de la Estatua de la Libertad llorando, con el mensaje: «La desesperación no es una opción, no ayuda a nadie». También había instado a las mujeres a salir y alzar la voz antes de las elecciones, recordándoles que sus derechos están en juego, como en su novela El cuento de la criada.
Esta advertencia es más relevante que nunca en un contexto donde, para Atwood, el futuro estadounidense parece incierto, ya que se está hablando poco sobre la identidad y no sobre la clase, comenta la autora. «Yo creo que esa conversación va a volver. En Estados Unidos, las afiliaciones de clase han cambiado: antes los republicanos representaban a los ricos y los demócratas a los trabajadores. Hoy los demócratas representan a las élites y los republicanos a la clase trabajadora, entonces hay que preguntarse qué va a pasar en el futuro.»
Sus preguntas no se quedan ahí; sus reflexiones se mueven como pez en el agua, y nos pregunta: «¿Nos dirigimos a una especie de dictadura hitleriana?» Nadie responde, y ella prosigue: «Dudo que Trump llegue a ese punto, pero todo dependerá de si la gente elige creerle a alguien que miente de manera compulsiva. Trump ha dicho que ejecutaría al jefe del ejército o que construiría campos de concentración para demócratas e inmigrantes. ¿Es eso lo que apoyaría el pueblo estadounidense? Quiero pensar que no, aunque tampoco creía posible que volviera a ganar. Confío en que, si se desvía demasiado, los propios republicanos pondrán freno, porque no podrán seguirlo sin consecuencias. Si eso no ocurre, podríamos ver el colapso de lo que hasta ahora ha sido el país más poderoso del mundo».
A sus casi 85 años, Margaret Atwood acaba de regresar de su gira europea. Tiene jet lag y es, quizás por eso, que llega tarde a
A sus casi 85 años, Margaret Atwood acaba de regresar de su gira europea. Tiene jet lag y es, quizás por eso, que llega tarde a la rueda de prensa con los periodistas españoles y latinoamericanos. Tras alguna incidencia técnica, nos dice que, gracias a su tardanza, tendremos más tiempo para hablar de su nuevo libro Perdidas en el bosque (Salamandra, 2024).
Este nuevo libro, traducido por Victoria Alonso, es su primer trabajo de ficción desde la secuela de El cuento de la criada titulada Los testamentos, libro que resultó ganador del Booker Prize en 2019. Perdidas en el bosque es un compendio de quince relatos íntimos, divididos en tres partes -a la autora le gustan los números impares- muchos de ellos inspirados en su relación con su esposo, el novelista Graeme Gibson, quien falleció en 2019. En este libro, Atwood explora temas como el matrimonio, la memoria, la pérdida y lo que significa vivir en pareja en el mundo contemporáneo.
En el encuentro, Atwood no dejó de recordar la importancia de no perder de vista el pasado ni nuestra propia esencia, aspectos que se reflejan en los relatos de Perdidas en el bosque al explorar, a través de personajes que, como ella, ya alcanzan una edad avanzada, lo que ella llama «los dones reservados para la vejez». Esta es, según la escritora, la etapa en la que nos damos cuenta de que “nos hemos convertido en nuestros padres”.
Además de su difunto esposo, en estos relatos aparecen figuras históricas y literarias a quienes la escritora admira. Escribe sobre Hipatia de Alejandría, quien revive su propia ejecución, mientras que George Orwell, uno de sus referentes literarios de juventud, participa en una entrevista post mortem que Atwood realiza a través de una médium. «Leí 1984 cuando tenía trece o catorce años, y fue él quien me llevó a imaginar un Estados Unidos bajo un régimen totalitario. Esa idea fue la semilla de El cuento de la criada«, cuenta la autora canadiense.
«Leí 1984 cuando tenía trece o catorce años, y fue él -George Orwell- quien me llevó a imaginar un Estados Unidos bajo un régimen totalitario. Esa idea fue la semilla de El cuento de la criada»
Actualmente, Atwood está sumergida en la escritura de sus memorias y es enfática al decir que «las memorias no son una autobiografía». Explica: «Escribes sobre lo que recuerdas, y, normalmente, lo que recuerdas son tonterías o desastres. No esperen leer mucho sobre mis vacaciones de verano, pero sí sobre aquella vez que casi morimos».
Reflexionando sobre este proceso, la autora señala que el oficio de escribir te enseña sobre la escritura, al igual que los libros enseñan sobre las personas. Sin embargo, duda de si el escritor y la literatura se pueden realmente separar: «Comparten una misma memoria con dos funciones, pero siguen siendo la misma persona». Para ella, escribir un libro es aprender más de lo que creías saber, y sobre todo, aprender a enfrentar el fracaso. «A veces, incluso puedes pensar que muchos de los libros que has escrito podrían estar en la papelera», admite.
Fiel a su estilo y plena actividad literaria, la escritora canadiense no pierde la oportunidad de tocar los temas que le inquietan profundamente, como el poder, el control sobre el cuerpo de las mujeres y la fragilidad de las libertades individuales. No es de extrañar que el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos haya despertado la preocupación de la reina de la distopía contemporánea.
Aunque afirma que todo ha pasado muy rápido, ya que esta misma semana fueron las elecciones, nos comenta que Kamala Harris, por ser una mujer y, además, negra, «asustó a muchos, que temían que hiciera lo que otros han hecho a personas como ella. El miedo a perder el estatus y el poder identitario pesó mucho», explicó.
Horas antes del encuentro, Atwood había publicado en sus redes sociales una imagen de la Estatua de la Libertad llorando, con el mensaje: «La desesperación no es una opción, no ayuda a nadie». También había instado a las mujeres a salir y alzar la voz antes de las elecciones, recordándoles que sus derechos están en juego, como en su novela El cuento de la criada.
Esta advertencia es más relevante que nunca en un contexto donde, para Atwood, el futuro estadounidense parece incierto, ya que se está hablando poco sobre la identidad y no sobre la clase, comenta la autora. «Yo creo que esa conversación va a volver. En Estados Unidos, las afiliaciones de clase han cambiado: antes los republicanos representaban a los ricos y los demócratas a los trabajadores. Hoy los demócratas representan a las élites y los republicanos a la clase trabajadora, entonces hay que preguntarse qué va a pasar en el futuro.»
La lista de TO
Sus preguntas no se quedan ahí; sus reflexiones se mueven como pez en el agua, y nos pregunta: «¿Nos dirigimos a una especie de dictadura hitleriana?» Nadie responde, y ella prosigue: «Dudo que Trump llegue a ese punto, pero todo dependerá de si la gente elige creerle a alguien que miente de manera compulsiva. Trump ha dicho que ejecutaría al jefe del ejército o que construiría campos de concentración para demócratas e inmigrantes. ¿Es eso lo que apoyaría el pueblo estadounidense? Quiero pensar que no, aunque tampoco creía posible que volviera a ganar. Confío en que, si se desvía demasiado, los propios republicanos pondrán freno, porque no podrán seguirlo sin consecuencias. Si eso no ocurre, podríamos ver el colapso de lo que hasta ahora ha sido el país más poderoso del mundo».
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