Los historiadores suelen situar la decadencia del Imperio español a lo largo del siglo XVII, con la llegada al trono de Felipe III, Felipe IV y Carlos, los llamados Austrias menores. No vamos a entrar aquí a discutir eso, que en parte puede discutirse, ya que España seguía siendo una de las principales potencias europeas. No vamos a debatirlo porque en cierto sentido también es cierto: el poderío español alcanzado con Carlos V y Felipe II iría reduciéndose con el tiempo.
Eso no es óbice para afirmar que, no ya en el XVII, sino incluso en el siglo XVIII España continuase siendo un actor importante en el escenario europeo. Y donde desde luego destacaba nuestro país era en su marina, que seguía siendo la más poderosa del continente junto con la británica. Pues bien, hoy hablaremos de un hecho de armas precisamente entre esas dos armadas hegemónicas de finales del XVIII. Porque se habla mucho de la amarga derrota de España en Trafalgar —con el almirante francés Villeneuve mediante, eso sí—, pero nuestros marinos le infligieron un golpe durísimo a los británicos apenas unos años antes, y de eso no se habla tanto.
Luis de Córdova, un gran marino del XVIII
Para ello, introducimos ya a nuestro protagonista de esta semana. Se trata de Luis de Córdova y Córdova, nacido en Sevilla en 1706. En ese momento, España estaba inmersa en su guerra de Sucesión, que terminaría con Felipe V en el trono. Y ese mismo año moría Luisa Roldán, de quien hablamos hace un par de semanas, y nacía Benjamin Franklin. La mención al padre de la patria estadounidense no es del todo aleatoria, como veremos más adelante.
El caso es que Luis de Córdova nació en el seno de una familia noble y de tradición marinera. Esa vocación por la mar se puso de manifiesto con precocidad. Antes de cumplir los 13 años, ya había acompañado a su padre, capitán de navío de la Armada, en dos travesías a América. A los 15 años, comenzó su carrera como guardiamarina, destacándose ya desde esa primera etapa de formación. Poco a poco fue ascendiendo y conduciéndose con brillantez en acciones como la toma de Orán de 1732. Poco después, también se batió el cobre durante la reconquista española de Sicilia y Nápoles.
En efecto, el mar Mediterráneo fue el escenario principal de los primeros años de la carrera de Córdova. Uno de los enemigos habituales en esa época fue Argelia. Ya hemos hablado antes de la conquista de Orán, pero durante la década de 1740, nuestro marino sevillano tuvo que seguir bregando contra los piratas argelinos, dolor de cabeza constante en las costas españolas. En 1747, tuvo un enfrentamiento destacado con los argelinos. Fue un combate de dos navíos españoles, uno de ellos mandado por Córdova, contra otros dos norteafricanos. El resultado fue una victoria clara: uno de los barcos argelinos escapó a las primeras de cambio y el segundo fue dejado para el arrastre. Esta acción le valió al marino andaluz la encomienda de la Orden de Calatrava.
La guerra Anglo-Española
Así pasaron otros treinta años, que se dice pronto, en los que Córdova continuó sirviendo a los intereses españoles en el mar, con diversos destinos. Ascendió a teniente general 1774, ya con 68 años, pese a lo cual no quiso retirarse, sino que siguió mandando escuadras. Poco después de aquello, estallaba la guerra de Independencia de Estados Unidos, en la que tanto España como Francia apoyaron a las Trece Colonias para debilitar al enemigo común, Gran Bretaña.
En este contexto, destacan dos acciones de guerra por parte de Córdova. La primera tuvo lugar en agosto de 1779, cuando el marino sevillano comandó una poderosa escuadra hispanofrancesa de 68 buques que amenazó con invadir las islas Británicas. La respuesta inglesa fue de auténtico pánico: hicieron volver a todos sus navíos a puerto (con el golpe que eso suponía para el comercio) y cerraron la bolsa de Londres. Lo que no pudieron evitar fue que la escuadra mandada por Córdova capturase a un navío de línea inglés de 74 cañones. Por este éxito, Carlos III le concedió la Gran Cruz de la Orden que llevaba su nombre. Incluso el rey de Francia, Luis XVI, quiso agasajar al teniente general español regalándole una pitillera de oro forrada de brillantes y con una dedicatoria grabada que rezaba: «Luis a Luis».
La batalla del cabo Santa María
Pero el que ha pasado a la historia es el segundo combate protagonizado por Luis de Córdova durante la guerra Anglo-Española. Fue exactamente un año después, el 9 de agosto de 1780, una acción que hoy conocemos con el nombre de batalla del cabo Santa María. Seguimos en el contexto de la guerra de Independencia Estadounidense, que estaba convirtiéndose en sangrante para Gran Bretaña. Los ingleses se afanaban por enviar hombres y suministros a Norteamérica para combatir a los colonos rebeldes. Pues bien, fue en este aspecto logístico donde nuestro sevillano castigó de lo lindo a los británicos.
Nada menos que 74 primaveras contaba entonces Córdova, a pesar de lo cual fue capaz de comandar una escuadra que apresó a nada menos que 55 navíos cargados hasta arriba de provisiones que iban rumbo a las Trece Colonias. La captura fue posible gracias a los espías españoles en Londres, que ofrecieron una inteligencia clave sobre la fecha de salida del convoy, así como de su ruta. Los buques de transporte iban protegidos por dos navíos de línea británicos, el Inflexible (de 64 cañones) y el Buffalo (de 60), así como por la fragata Alarm (32).
Córdova, que por entonces era ya director general de la Armada, se encontraba en ese momento patrullando la llegada de buques españoles a Cádiz venidos de América. Le llegó entonces el aviso de la salida del convoy británico y la orden de darle caza. Córdova se adentró en el Atlántico. A la una de la madrugada del 9 de agosto, avistaron un gran número de velas. El veterano marino, entonces, tendió una trampa a los británicos en la que estos cayeron por completo. Mandó colocar un farol encendido en lo alto del trinquete. Los buques ingleses lo interpretaron como una señal de su propio comandante y durante toda la noche navegaron directamente hacia su enemigo.

Un espléndido botín
Con las primeras luces del alba, los británicos repararon en su error, pero ya era demasiado tarde. Córdova dio la orden de caza general. Como hemos dicho, hasta 55 naves fueron capturadas, incluidas las tres que daban protección al resto, que fueron rebautizados para la Armada Española con los nombres de Colón, Santa Balbina y Santa Paula. El botín fue de 140 millones de reales, incluyendo un millón de libras en monedas y lingotes, provisiones, 80.000 mosquetes y 3.000 barriles de pólvora. Asimismo, se capturó a 3.000 hombres.
No sería este el último combate de Luis de Córdova, aunque sí el más recordado. El septuagenario marino capturó al año siguiente otro importante convoy británico, esta vez de 24 barcos, e incluso llegó a comandar un intento de toma de Gibraltar. En 1783, ascendió a capitán general de la Armada, es decir, su comandante supremo por debajo del Rey. Durante su mandato, colocó la primera piedra del Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando. Allí mismo descansan sus restos. Murió en San Fernando en 1796.
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Los historiadores suelen situar la decadencia del Imperio español a lo largo del siglo XVII, con la llegada al trono de Felipe III, Felipe IV y
Los historiadores suelen situar la decadencia del Imperio español a lo largo del siglo XVII, con la llegada al trono de Felipe III, Felipe IV y Carlos, los llamados Austrias menores. No vamos a entrar aquí a discutir eso, que en parte puede discutirse, ya que España seguía siendo una de las principales potencias europeas. No vamos a debatirlo porque en cierto sentido también es cierto: el poderío español alcanzado con Carlos V y Felipe II iría reduciéndose con el tiempo.
Eso no es óbice para afirmar que, no ya en el XVII, sino incluso en el siglo XVIII España continuase siendo un actor importante en el escenario europeo. Y donde desde luego destacaba nuestro país era en su marina, que seguía siendo la más poderosa del continente junto con la británica. Pues bien, hoy hablaremos de un hecho de armas precisamente entre esas dos armadas hegemónicas de finales del XVIII. Porque se habla mucho de la amarga derrota de España en Trafalgar —con el almirante francés Villeneuve mediante, eso sí—, pero nuestros marinos le infligieron un golpe durísimo a los británicos apenas unos años antes, y de eso no se habla tanto.
Para ello, introducimos ya a nuestro protagonista de esta semana. Se trata de Luis de Córdova y Córdova, nacido en Sevilla en 1706. En ese momento, España estaba inmersa en su guerra de Sucesión, que terminaría con Felipe V en el trono. Y ese mismo año moría Luisa Roldán, de quien hablamos hace un par de semanas, y nacía Benjamin Franklin. La mención al padre de la patria estadounidense no es del todo aleatoria, como veremos más adelante.
El caso es que Luis de Córdova nació en el seno de una familia noble y de tradición marinera. Esa vocación por la mar se puso de manifiesto con precocidad. Antes de cumplir los 13 años, ya había acompañado a su padre, capitán de navío de la Armada, en dos travesías a América. A los 15 años, comenzó su carrera como guardiamarina, destacándose ya desde esa primera etapa de formación. Poco a poco fue ascendiendo y conduciéndose con brillantez en acciones como la toma de Orán de 1732. Poco después, también se batió el cobre durante la reconquista española de Sicilia y Nápoles.
En efecto, el mar Mediterráneo fue el escenario principal de los primeros años de la carrera de Córdova. Uno de los enemigos habituales en esa época fue Argelia. Ya hemos hablado antes de la conquista de Orán, pero durante la década de 1740, nuestro marino sevillano tuvo que seguir bregando contra los piratas argelinos, dolor de cabeza constante en las costas españolas. En 1747, tuvo un enfrentamiento destacado con los argelinos. Fue un combate de dos navíos españoles, uno de ellos mandado por Córdova, contra otros dos norteafricanos. El resultado fue una victoria clara: uno de los barcos argelinos escapó a las primeras de cambio y el segundo fue dejado para el arrastre. Esta acción le valió al marino andaluz la encomienda de la Orden de Calatrava.
Así pasaron otros treinta años, que se dice pronto, en los que Córdova continuó sirviendo a los intereses españoles en el mar, con diversos destinos. Ascendió a teniente general 1774, ya con 68 años, pese a lo cual no quiso retirarse, sino que siguió mandando escuadras. Poco después de aquello, estallaba la guerra de Independencia de Estados Unidos, en la que tanto España como Francia apoyaron a las Trece Colonias para debilitar al enemigo común, Gran Bretaña.
En este contexto, destacan dos acciones de guerra por parte de Córdova. La primera tuvo lugar en agosto de 1779, cuando el marino sevillano comandó una poderosa escuadra hispanofrancesa de 68 buques que amenazó con invadir las islas Británicas. La respuesta inglesa fue de auténtico pánico: hicieron volver a todos sus navíos a puerto (con el golpe que eso suponía para el comercio) y cerraron la bolsa de Londres. Lo que no pudieron evitar fue que la escuadra mandada por Córdova capturase a un navío de línea inglés de 74 cañones. Por este éxito, Carlos III le concedió la Gran Cruz de la Orden que llevaba su nombre. Incluso el rey de Francia, Luis XVI, quiso agasajar al teniente general español regalándole una pitillera de oro forrada de brillantes y con una dedicatoria grabada que rezaba: «Luis a Luis».
Pero el que ha pasado a la historia es el segundo combate protagonizado por Luis de Córdova durante la guerra Anglo-Española. Fue exactamente un año después, el 9 de agosto de 1780, una acción que hoy conocemos con el nombre de batalla del cabo Santa María. Seguimos en el contexto de la guerra de Independencia Estadounidense, que estaba convirtiéndose en sangrante para Gran Bretaña. Los ingleses se afanaban por enviar hombres y suministros a Norteamérica para combatir a los colonos rebeldes. Pues bien, fue en este aspecto logístico donde nuestro sevillano castigó de lo lindo a los británicos.
Nada menos que 74 primaveras contaba entonces Córdova, a pesar de lo cual fue capaz de comandar una escuadra que apresó a nada menos que 55 navíos cargados hasta arriba de provisiones que iban rumbo a las Trece Colonias. La captura fue posible gracias a los espías españoles en Londres, que ofrecieron una inteligencia clave sobre la fecha de salida del convoy, así como de su ruta. Los buques de transporte iban protegidos por dos navíos de línea británicos, el Inflexible (de 64 cañones) y el Buffalo (de 60), así como por la fragata Alarm (32).
Córdova, que por entonces era ya director general de la Armada, se encontraba en ese momento patrullando la llegada de buques españoles a Cádiz venidos de América. Le llegó entonces el aviso de la salida del convoy británico y la orden de darle caza. Córdova se adentró en el Atlántico. A la una de la madrugada del 9 de agosto, avistaron un gran número de velas. El veterano marino, entonces, tendió una trampa a los británicos en la que estos cayeron por completo. Mandó colocar un farol encendido en lo alto del trinquete. Los buques ingleses lo interpretaron como una señal de su propio comandante y durante toda la noche navegaron directamente hacia su enemigo.

Con las primeras luces del alba, los británicos repararon en su error, pero ya era demasiado tarde. Córdova dio la orden de caza general. Como hemos dicho, hasta 55 naves fueron capturadas, incluidas las tres que daban protección al resto, que fueron rebautizados para la Armada Española con los nombres de Colón, Santa Balbina y Santa Paula. El botín fue de 140 millones de reales, incluyendo un millón de libras en monedas y lingotes, provisiones, 80.000 mosquetes y 3.000 barriles de pólvora. Asimismo, se capturó a 3.000 hombres.
No sería este el último combate de Luis de Córdova, aunque sí el más recordado. El septuagenario marino capturó al año siguiente otro importante convoy británico, esta vez de 24 barcos, e incluso llegó a comandar un intento de toma de Gibraltar. En 1783, ascendió a capitán general de la Armada, es decir, su comandante supremo por debajo del Rey. Durante su mandato, colocó la primera piedra del Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando. Allí mismo descansan sus restos. Murió en San Fernando en 1796.
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