Le Parody, la artista que llegó mucho antes a la explosión del folclore: «Tan malo es llegar tarde como demasiado pronto como yo»

<p>Cuando el folklore no molaba, <a href=»https://www.elmundo.es/cultura/2015/12/27/567f0dd722601d607b8b4597.html»><strong>Le Parody</strong> ya estaba allí</a>. Antes de que revisitar la música popular, remezclándola con <i>techno </i>y tirando de <i>sample</i>, fuera moda, Sole Parody (Granada, 1985) ya lo había explorado. En 2012 Rodrigo Cuevas, Califato 3/4 y María Arnal i Marcel Bagés aún no grababan, y por supuesto Rosalía y C. Tangana no habían resignificado el folklore y la <strong>experimentación con música autóctona</strong>. Aquel año esta andaluza ya se había autoeditado el álbum <i>Cásala</i>. Tras aquel destello de lo que devendría en tendencia poco después, en 2015, con <i>Hondo</i>, acabó por hacerlo suyo. Ahora, tras cinco años alejada del circuito entre la pandemia, la maternidad y los procesos de creación, está de vuelta con <i><strong>Remedios</strong></i>, que no es más (ni menos) que la evolución de todo aquello.</p>

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 La cantante granadina presenta su cuarto álbum, ‘Remedios’, tras cinco años desconectada por el proceso creativo y la maternidad  

Cuando el folklore no molaba, Le Parody ya estaba allí. Antes de que revisitar la música popular, remezclándola con techno y tirando de sample, fuera moda, Sole Parody (Granada, 1985) ya lo había explorado. En 2012 Rodrigo Cuevas, Califato 3/4 y María Arnal i Marcel Bagés aún no grababan, y por supuesto Rosalía y C. Tangana no habían resignificado el folklore y la experimentación con música autóctona. Aquel año esta andaluza ya se había autoeditado el álbum Cásala. Tras aquel destello de lo que devendría en tendencia poco después, en 2015, con Hondo, acabó por hacerlo suyo. Ahora, tras cinco años alejada del circuito entre la pandemia, la maternidad y los procesos de creación, está de vuelta con Remedios, que no es más (ni menos) que la evolución de todo aquello.

«Por fin se ha puesto de moda y ahora me tengo que subir a mi propia ola. Por una parte es guay, porque esta música me gusta y antes tenía dos o tres artistas que me ponía todo el rato. Ahora hay 20 solo en la escena española. Pero, por otro, es tan malo llegar tarde como llegar pronto y yo llegué demasiado pronto. Veremos ahora cómo me acogen mis descendientes». Lo dice la Sole que en su nuevo proyecto deja a un lado la oscuridad de lo anterior para resurgir en una fiesta postapocalíptica. La que ha sustituido la revolución musical por la verbena. «En el último año he dejado de tenerle miedo a lo accesible, antes siempre quería hacer algo más elevado, pero está muy bien que mucha gente pueda entender el lenguaje que estoy usando. Sé que la palabra extraño o raro siempre salía en lo que yo hacía, pero lo acojo y me parece bien».

¿Ha dejado lo raro para integrarse en esa nueva realidad que se ha encontrado?
Estoy esperando a ver qué pasa con mi retorno a un mundo en el que encaja más lo que hago. Pero ahora vengo desde bastante más atrás.
Precisamente esa rareza ha sido siempre un poco su virtud, ¿no?
Igual es que yo no me muevo pensando tanto en la etiqueta que me van a poner, hago la música que me gusta oír. No es que decida ser rara, es que lo soy, pero hay mucha gente que también lo es y que ha roto con todo lo que hacía para hacer algo totalmente distinto. Cada uno de mis discos cuenta una historia de una manera y en este último me marcó mucho la idea que yo tenía del directo, quería probar a ir con dos trompetas y que hubiera mucha armonía, pero me salió un poco de barroquismo como siempre.

Pese a ese barroquismo común, el cambio está. La obsesión por la producción y las horas de estudio para convertir Porvenir (2019) en un álbum de «festis raros al amanecer» -aunque lo acabó tocando para «gente sentada a las cinco de la tarde» por la pandemia- se han transformado en una necesidad de estar acompañada sobre el escenario y «poner una parte muy humana a la máquina». Y ese mismo cambio está también en la vida de la artista que, tras 20 años en Madrid, ha encontrado acomodo en un pueblo de Ávila. «He llegado a un punto en el que estoy en crisis con la necesidad constante de tener que vender para sobrevivir en una gran ciudad. Y ahora mismo con todo el tema de las redes y las plataformas hay una cosa muy loca que se está llevando por delante a muchos artistas. Tenía ganas de poder recuperar el hacer música porque sí. Mi idea es vivir más barato y en un sitio en el que no esté todo tan mediado por el capital».

«Los primeros de maternidad son como un tripi o un viaje de setas. Y he tenido que crear este disco desde ahí»

De momento se ha apuntado al coro del pueblo con el que canta en residencias de ancianos y anda ubicándose en su maternidad primeriza y solitaria. «Estoy gran parte del tiempo con la chiquilla y sé que en este mundo la presencia es fundamental, estar todo el rato generando… Estoy viendo que efectivamente si desapareces un poco puede que no te vuelvas a reenganchar. Estoy en el punto de ver qué pasa».

¿Tiene miedo a no poder reengancharse?
Es que puede suceder, todo son riesgos y apuestas. ¿Pero qué hago? ¿Estoy como todo el rato produciendo? ¿No tengo una hija? Yo voy a intentar hacer las cosas como a mí me da la gana, no renunciar a nada, pero haciendo las cosas como yo quiero. Me parece una locura que la disyuntiva sea tener un hijo o hacer un disco, tener que dejar las cosas personales a un lado, que son tu vida cotidiana, cosas profesionales que ni siquiera sabes si van a salirte bien.
Al margen de esa visión, ¿la maternidad también la ha cambiado para hacer música?
Cambia el tiempo material que tienes para hacer música. Antes me podía meter siete meses en el estudio sin parar, este disco lo he hecho en los huequitos que me dejaba la maternidad. Y me ha gustado, me ha parecido un método más oxigenado. Yo empezaba a hacer una canción e igual tardaba dos semanas en volver a abrir el archivo para leer lo que había escrito. Así tenía muy claro lo que quería cambiar y no me enredaba. Ha sido más lento por las circunstancias pero al mismo tiempo más ágil.
¿Y a la hora de afrontar esa mirada más festiva o más de celebración en lugar de más oscura como en los anteriores?
Sí, sí, desde luego. Esta es una comparación muy loca, pero estos primeros años de maternidad son como un tripi, un viaje de setas, y he tenido que crear desde ahí. Las consecuencias de crear cuando estás un poco colocado es que salen cosas que a ti te parecen increíbles e igual no lo son tanto. Ya lo veré cuando salga, pero desde luego hacer este disco ha sido un viaje lisérgico alucinante durante estos primeros años de crianza.
Sin embargo, tuvo muchas dudas de ponerse a hacerlo. ¿Por qué se decidió al final?
Porque desde Everlasting, que es el sello que me saca el disco, me llamaron y me dijeron que le interesaría publicar mi próximo trabajo. Y eso me hizo ilusión, si hay gente que sabiendo mis circunstancias le apetecía apostar por mí tenía que hacerlo. A veces está guay que alguien más crea en ti o te proponga cosas para tú misma verte con ganas de hacerlo.
Y tuviste cinco años para hacerlo, que no son los ritmos habituales de la industria en este momento.
Es que hay una cosa muy loca con la demanda, sobre todo en las plataformas, que o estás todo el rato generando cosas o te entierran en los abismos de lo desconocido. […] No quiero pegarme un tiro en el pie hablando de la industria, pero observo que ahora la música independiente/pop se basa en festivales, sacar discos de prensa musical. Es muy estrecha y solo entra gente que está en un circuito muy concreto. Hay músicos que hacen discos y tocan en festivales, pero la mayoría estamos a otras cosas: talleres, encargos, música para teatro… Yo entre disco y disco siempre procuro hacer cositas de este tipo porque trabajar por encargo me ha aportado muchísimo: te pones en la cabeza del otro, conoces otros públicas. Hay muchos artistas a los que les vendría bien probarlo y vivirlo.

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