La Guerra de la Conchinchina: cuando España conquistó Vietnam

Estos días se rememora el fin de la guerra de Vietnam, con la entrada de los comunistas en Saigón, el 30 de abril de 1975. Dos años antes, Richard Nixon había firmado la paz en París, y se decidió por la vietnamización; es decir, que el conflicto fuera una guerra civil entre vietnamitas, no de EEUU en Asia. Los fracasos políticos y militares norteamericanos desde la época de JFK facilitaron que la izquierda tomara aquella guerra como una derrota del imperialismo yanqui frente al comunismo. Ya dijo el Che Guevara que había que convertir cada rincón del mundo en un Vietnam. El cine, la literatura y la música tomaron aquella guerra para mostrar el desastre y sus efectos, y ha quedado como la mayor derrota de EEUU en su historia. Bueno. Quizá no esté de más recordar que quien venció en aquellas tierras, cuando los vietnamitas estaban bajo el imperio Annam, en la Conchinchina, fue España.

Empezamos con los antecedentes. Los españoles estaban en el sudeste asiático desde el año 1565, cuando Miguel López de Legazpi y el fraile agustino Andrés de Urdaneta llegaron a la isla de Cebú. Allí ya había estado Magallanes en 1521, donde fueron bien recibidos, estrecharon alianzas con los aborígenes, y, en respuesta a esa alianza, atacó a los enemigos de sus nuevos amigos, en la isla de Mactán, donde murió. El caso es que mucho después Felipe II ordenó la conquista de aquellas tierras, a las que se llamó archipiélago de San Lázaro. La expedición partió de Nueva España, México, en noviembre de 1564. Es un buen momento para recordar que las tropas españolas que durante siglos ocuparon las islas Filipinas, compuestas por mexicanos.

La conquista del archipiélago filipino, que sabéis que tomó el nombre en honor a Felipe II, fue relativamente rápida con menos de 400 hombres. El éxito hizo que se mirase al resto de Asia, especialmente a China, Indochina y las islas de las especias, pero el equilibrio con Portugal lo desaconsejó. Lo que sí se hizo fue una campaña de evangelización, que llevaron a cabo los jesuitas. Así, en 1614, misioneros jesuitas, que huían de las persecuciones en Japón, recalaron en el reino de Tonkin, que hacía frontera con China al norte y con Annam al sur, y que hoy es el norte de Vietnam. Las misiones se extendieron por toda la zona. Se calcula que solo en el siglo XVIII ya había allí 5.000 misioneros y 300.000 nativos se habían convertido al catolicismo. Aquí estuvo el problema, ya que los poderes locales vieron en peligro su autoridad e influencia en la población. Se generó así una fuerte xenofobia y racismo auspiciado por los gobernantes del lugar.

El emperador anamita Tu-Duc, con tan solo 19 años, inició la persecución de los europeos. Publicó un edicto en 1848 que decretaba el exterminio del cristianismo en sus dominios y una prohibición de comerciar con los extranjeros blancos. Esto inició una persecución que bien podría llamarse genocidio. La matanza de frailes en lugares públicos, con ritos horribles, se extendió por el imperio de Annam, que es el sur de lo que hoy es Vietnam. Aclaro aquí: el norte de Vietnam era llamado Tonkín por los europeos, y el sur, Conchinchina. Esa persecución de sacerdotes católicos incluyó el asesinato del obispo dominico de Tonkín, José María Díaz Sanjurjo, el 30 de julio de 1857. Aquello fue el detonante.

España se vio involucrada cuando Napoleón III, emperador francés, pidió ayuda a través de su ministro de negocios extranjeros, el conde Walewski. Napoleón III pensaba que España era la aliada perfecta en la zona porque poseía en Filipinas una base naval cercana al objetivo. El 12 de diciembre de 1857, el Gobierno español, presidido por Francisco Armero, aceptó la propuesta de Francia. El argumento fue la defensa del catolicismo, pero España también quiso una política de prestigio internacional. El problema es que el gobierno de Armero no exigió la firma de acuerdo alguno entre las partes para estipular los detalles de las operaciones militares y, sobre todo, las condiciones que se exigirían al emperador annamita Tu-Duc en la firma de la paz.

A mediados del siglo XIX, España contaba en las Filipinas con una guarnición de 10.723 hombres, incluidos los 400 de «seguridad pública» sacados de las fuerzas de infantería. De estos, solo eran europeos los jefes, oficiales y sargentos, algunos cabos y 200 artilleros. El resto de la tropa era tagala. La expedición comenzó con el envío de un contingente de 1.500 hombres, lo que era casi el 15% de la guarnición de Filipinas. Se puso al coronel Bernardo Ruiz de Lanzarote al mando, y el comandante Carlos Palanca Gutiérrez, de ayudante. Los tagalos resultaron ser soldados valerosos, muy bien aclimatados al país, y con oficiales y suboficiales con mucha experiencia en escenarios tropicales gracias a las campañas contra los moros de Mindanao y Joló y contra los igorrotes y los bandidos tulisanes. Esos conflictos bélicos, que se habían prolongado durante años, proporcionaron un bagaje en batalla con armamento y técnicas modernas de las que carecían los vietnamitas.

La participación de Francia al comienzo, en cambio, fue un desastre. El contralmirante Rigault de Genouilly, que había participado en la Guerra de Crimea entre 1854 y 1856, y en la Segunda guerra del Opio contra China hasta 1858, comunicó al gobierno francés que no disponía de recursos suficientes que destinar a Vietnam. Las tropas francesas no llegaron hasta el 12 de agosto de 1858. En cuanto llegaron, empezaron a caer como moscas por las enfermedades y el clima. Esto obligó a que los españoles y tagalos tomaran la iniciativa. El objetivo escogido fue la toma de Saigón, importante puerto del imperio de Annam, aunque la capital era Hué. Si lo lograban, Tu-Duc no tendría más remedio que sentarse a negociar la paz.

Las tropas franco-españolas asaltaron Saigón del 9 al 17 de febrero de 1859. Una semana después, las unidades navales alcanzaban el río Mekong, comenzando el bombardeo del primer fuerte. Sucesivamente, durante seis días, fueron ocupados los ocho fuertes que protegían la ciudad. Tras un duelo de artillería entre los barcos y las defensas de la fortaleza, al amanecer del 17 de febrero se inició el asalto. Al caer la noche la capital de la Baja Cochinchina se hallaba en poder de las tropas aliadas. El coronel Bernardo Ruiz fue ascendido a brigadier por esta operación. Durante los seis meses posteriores la ciudad fue sitiada por tropas nativas y con apenas 550 hombres entre franceses y españoles mantuvieron la posición hasta la llegada de refuerzos.

Finalmente, el 5 de junio de 1862 se firmó el Tratado de Paz, Amistad, Comercio e Indemnización entre España, Francia y Annam. Llegó tras más de cuatro años de combates. Tu-Duc concedió absoluta libertad de acción a los misioneros católicos. También abrió varios puertos al comercio franco-español y se comprometió a pagar la indemnización de cuatro millones de dólares. Además, cedió tres provincias a Francia. Con esto se inició el imperio colonial francés en Indochina.

¿Qué sacó España? Nuestro país tuvo acceso a los llamados «culíes», que eran trabajadores chinos o conchinchinos en régimen de semiesclavitud, muy empleados por los imperios coloniales europeos. Entre 1847 y 1874, se introdujeron en la Cuba española cerca de 125.000 culíes.

La apertura de puertos de Annam al comercio español permitió la exportación de aguardientes, vinos, tabacos y otros artículos. Se trataba de bienes de primera necesidad o de consumo muy extendido en Cochinchina. Todos ellos se producían en el archipiélago filipino.

Pronto se olvidó este conflicto porque en 1859 se inició la Guerra de África, que tanto patriotismo levantó en su día, y que hoy, como la otra, está completamente olvidada.

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 Estos días se rememora el fin de la guerra de Vietnam, con la entrada de los comunistas en Saigón, el 30 de abril de 1975. Dos  

Estos días se rememora el fin de la guerra de Vietnam, con la entrada de los comunistas en Saigón, el 30 de abril de 1975. Dos años antes, Richard Nixon había firmado la paz en París, y se decidió por la vietnamización; es decir, que el conflicto fuera una guerra civil entre vietnamitas, no de EEUU en Asia. Los fracasos políticos y militares norteamericanos desde la época de JFK facilitaron que la izquierda tomara aquella guerra como una derrota del imperialismo yanqui frente al comunismo. Ya dijo el Che Guevara que había que convertir cada rincón del mundo en un Vietnam. El cine, la literatura y la música tomaron aquella guerra para mostrar el desastre y sus efectos, y ha quedado como la mayor derrota de EEUU en su historia. Bueno. Quizá no esté de más recordar que quien venció en aquellas tierras, cuando los vietnamitas estaban bajo el imperio Annam, en la Conchinchina, fue España.

Empezamos con los antecedentes. Los españoles estaban en el sudeste asiático desde el año 1565, cuando Miguel López de Legazpi y el fraile agustino Andrés de Urdaneta llegaron a la isla de Cebú. Allí ya había estado Magallanes en 1521, donde fueron bien recibidos, estrecharon alianzas con los aborígenes, y, en respuesta a esa alianza, atacó a los enemigos de sus nuevos amigos, en la isla de Mactán, donde murió. El caso es que mucho después Felipe II ordenó la conquista de aquellas tierras, a las que se llamó archipiélago de San Lázaro. La expedición partió de Nueva España, México, en noviembre de 1564. Es un buen momento para recordar que las tropas españolas que durante siglos ocuparon las islas Filipinas, compuestas por mexicanos.

La conquista del archipiélago filipino, que sabéis que tomó el nombre en honor a Felipe II, fue relativamente rápida con menos de 400 hombres. El éxito hizo que se mirase al resto de Asia, especialmente a China, Indochina y las islas de las especias, pero el equilibrio con Portugal lo desaconsejó. Lo que sí se hizo fue una campaña de evangelización, que llevaron a cabo los jesuitas. Así, en 1614, misioneros jesuitas, que huían de las persecuciones en Japón, recalaron en el reino de Tonkin, que hacía frontera con China al norte y con Annam al sur, y que hoy es el norte de Vietnam. Las misiones se extendieron por toda la zona. Se calcula que solo en el siglo XVIII ya había allí 5.000 misioneros y 300.000 nativos se habían convertido al catolicismo. Aquí estuvo el problema, ya que los poderes locales vieron en peligro su autoridad e influencia en la población. Se generó así una fuerte xenofobia y racismo auspiciado por los gobernantes del lugar.

El emperador anamita Tu-Duc, con tan solo 19 años, inició la persecución de los europeos. Publicó un edicto en 1848 que decretaba el exterminio del cristianismo en sus dominios y una prohibición de comerciar con los extranjeros blancos. Esto inició una persecución que bien podría llamarse genocidio. La matanza de frailes en lugares públicos, con ritos horribles, se extendió por el imperio de Annam, que es el sur de lo que hoy es Vietnam. Aclaro aquí: el norte de Vietnam era llamado Tonkín por los europeos, y el sur, Conchinchina. Esa persecución de sacerdotes católicos incluyó el asesinato del obispo dominico de Tonkín, José María Díaz Sanjurjo, el 30 de julio de 1857. Aquello fue el detonante.

España se vio involucrada cuando Napoleón III, emperador francés, pidió ayuda a través de su ministro de negocios extranjeros, el conde Walewski. Napoleón III pensaba que España era la aliada perfecta en la zona porque poseía en Filipinas una base naval cercana al objetivo. El 12 de diciembre de 1857, el Gobierno español, presidido por Francisco Armero, aceptó la propuesta de Francia. El argumento fue la defensa del catolicismo, pero España también quiso una política de prestigio internacional. El problema es que el gobierno de Armero no exigió la firma de acuerdo alguno entre las partes para estipular los detalles de las operaciones militares y, sobre todo, las condiciones que se exigirían al emperador annamita Tu-Duc en la firma de la paz.

A mediados del siglo XIX, España contaba en las Filipinas con una guarnición de 10.723 hombres, incluidos los 400 de «seguridad pública» sacados de las fuerzas de infantería. De estos, solo eran europeos los jefes, oficiales y sargentos, algunos cabos y 200 artilleros. El resto de la tropa era tagala. La expedición comenzó con el envío de un contingente de 1.500 hombres, lo que era casi el 15% de la guarnición de Filipinas. Se puso al coronel Bernardo Ruiz de Lanzarote al mando, y el comandante Carlos Palanca Gutiérrez, de ayudante. Los tagalos resultaron ser soldados valerosos, muy bien aclimatados al país, y con oficiales y suboficiales con mucha experiencia en escenarios tropicales gracias a las campañas contra los moros de Mindanao y Joló y contra los igorrotes y los bandidos tulisanes. Esos conflictos bélicos, que se habían prolongado durante años, proporcionaron un bagaje en batalla con armamento y técnicas modernas de las que carecían los vietnamitas.

La participación de Francia al comienzo, en cambio, fue un desastre. El contralmirante Rigault de Genouilly, que había participado en la Guerra de Crimea entre 1854 y 1856, y en la Segunda guerra del Opio contra China hasta 1858, comunicó al gobierno francés que no disponía de recursos suficientes que destinar a Vietnam. Las tropas francesas no llegaron hasta el 12 de agosto de 1858. En cuanto llegaron, empezaron a caer como moscas por las enfermedades y el clima. Esto obligó a que los españoles y tagalos tomaran la iniciativa. El objetivo escogido fue la toma de Saigón, importante puerto del imperio de Annam, aunque la capital era Hué. Si lo lograban, Tu-Duc no tendría más remedio que sentarse a negociar la paz.

Las tropas franco-españolas asaltaron Saigón del 9 al 17 de febrero de 1859. Una semana después, las unidades navales alcanzaban el río Mekong, comenzando el bombardeo del primer fuerte. Sucesivamente, durante seis días, fueron ocupados los ocho fuertes que protegían la ciudad. Tras un duelo de artillería entre los barcos y las defensas de la fortaleza, al amanecer del 17 de febrero se inició el asalto. Al caer la noche la capital de la Baja Cochinchina se hallaba en poder de las tropas aliadas. El coronel Bernardo Ruiz fue ascendido a brigadier por esta operación. Durante los seis meses posteriores la ciudad fue sitiada por tropas nativas y con apenas 550 hombres entre franceses y españoles mantuvieron la posición hasta la llegada de refuerzos.

Finalmente, el 5 de junio de 1862 se firmó el Tratado de Paz, Amistad, Comercio e Indemnización entre España, Francia y Annam. Llegó tras más de cuatro años de combates. Tu-Duc concedió absoluta libertad de acción a los misioneros católicos. También abrió varios puertos al comercio franco-español y se comprometió a pagar la indemnización de cuatro millones de dólares. Además, cedió tres provincias a Francia. Con esto se inició el imperio colonial francés en Indochina.

¿Qué sacó España? Nuestro país tuvo acceso a los llamados «culíes», que eran trabajadores chinos o conchinchinos en régimen de semiesclavitud, muy empleados por los imperios coloniales europeos. Entre 1847 y 1874, se introdujeron en la Cuba española cerca de 125.000 culíes.

La apertura de puertos de Annam al comercio español permitió la exportación de aguardientes, vinos, tabacos y otros artículos. Se trataba de bienes de primera necesidad o de consumo muy extendido en Cochinchina. Todos ellos se producían en el archipiélago filipino.

Pronto se olvidó este conflicto porque en 1859 se inició la Guerra de África, que tanto patriotismo levantó en su día, y que hoy, como la otra, está completamente olvidada.

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