La espera (AdN, traducción de Javier Guerrero) es el vigesimoquinto libro de Michael Connelly dentro de la serie protagonizada por Harry Bosch, inaugurada con The Black Echo en 1992. En él, el autor estadounidense obra varios milagros. Su héroe sigue en plena forma, una pieza central en el proyecto de retratar Los Ángeles y los Estados Unidos a través de la literatura policial. Además, las secundarias, aquí ya con categoría de protagonistas, encajan a la perfección. Por un lado, tenemos a Renée Ballard, a la que vimos por primera vez en Sesión Nocturna (vigesimoprimera entrega): una policía competente y eficaz, un personaje complejo que se ha ido quitando de encima la sombra de Bosch y ganando protagonismo y profundidad. Por otro, nos encontramos a Maddie Bosch, hija del policía más famoso de la ciudad, a la que hemos visto crecer prácticamente desde la cuna y ahora se ha convertido en compañera de la pupila de su padre. Algunos grandes protagonistas de la serie de novelas han ido cayendo por el camino, son muchos años: la mujer y luego exmujer de Bosch y madre de Maddie, Eleanor, o el compañero más fiel que ha tenido nuestro héroe, J. Edgard. En esta ocasión, no encontramos a Mickey Haller, hermanastro de Bosch, más conocido por muchos como El abogado del Lincoln (sí, el de la serie de Netflix) protagonista a su vez de siete novelas y presencia estelar en las aventuras de Bosch. Una última interconexión: Ballard está inspirada en la detective de la policía de Los Ángeles Mitzi Roberts, colaboradora del pódcast Murder Book, una ejemplar incursión por parte de Connelly en ese formato. Universos interrelacionados con el crimen de fondo. Balzac en el siglo XXI.
La espera
Michael Connelly
AdN, 2024
448 páginas, 21, 95 euros Michael Connelly firma la vigesimoquinta aventura protagonizada por Harry Bosch, un retrato criminal de los Estados Unidos en el siglo XXI con todas las virtudes del género
La espera (AdN, traducción de Javier Guerrero) es el vigesimoquinto libro de Michael Connelly dentro de la serie protagonizada por Harry Bosch, inaugurada con The Black Echo en 1992. En él, el autor estadounidense obra varios milagros. Su héroe sigue en plena forma, una pieza central en el proyecto de retratar Los Ángeles y los Estados Unidos a través de la literatura policial. Además, las secundarias, aquí ya con categoría de protagonistas, encajan a la perfección. Por un lado, tenemos a Renée Ballard, a la que vimos por primera vez en Sesión Nocturna (vigesimoprimera entrega): una policía competente y eficaz, un personaje complejo que se ha ido quitando de encima la sombra de Bosch y ganando protagonismo y profundidad. Por otro, nos encontramos a Maddie Bosch, hija del policía más famoso de la ciudad, a la que hemos visto crecer prácticamente desde la cuna y ahora se ha convertido en compañera de la pupila de su padre. Algunos grandes protagonistas de la serie de novelas han ido cayendo por el camino, son muchos años: la mujer y luego exmujer de Bosch y madre de Maddie, Eleanor, o el compañero más fiel que ha tenido nuestro héroe, J. Edgard. En esta ocasión, no encontramos a Mickey Haller, hermanastro de Bosch, más conocido por muchos como El abogado del Lincoln (sí, el de la serie de Netflix) protagonista a su vez de siete novelas y presencia estelar en las aventuras de Bosch. Una última interconexión: Ballard está inspirada en la detective de la policía de Los Ángeles Mitzi Roberts, colaboradora del pódcast Murder Book, una ejemplar incursión por parte de Connelly en ese formato. Universos interrelacionados con el crimen de fondo. Balzac en el siglo XXI.
Pero si hay algo en lo que destaca Connelly (Filadelfia, 68 años) es en la construcción de tramas, en su amor por el detalle, la estructura cerrada, el procedimental perfecto. Y eso no se ha erosionado con el paso de los años, al contrario: en esta ocasión, hasta tres líneas argumentales se entrelazan con suavidad. Como en la novela anterior, en La espera nos encontramos a Ballard al frente de la Unidad de casos abiertos del Departamento de Policía de Los Ángeles. Le han robado la placa mientras surfeaba y eso le puede costar el empleo, justo ahora que está donde quiere, marcando la diferencia, recorriendo el camino abierto por Harry Bosch, cumpliendo un mandato claro: tratar cada caso como si fuera el último, a cada víctima como si fuera la única. Pero es una mujer, y los fallos no se consideran de la misma forma. El sendero por el que Connelly lleva a los lectores de ese pequeño robo a algo mucho más peligroso y grande es una clase práctica de narrativa policial.
En paralelo a estos problemas se suma un bombazo para la unidad: un análisis cruzado de ADN les pone tras la pista de El violador de la almohada, un tipo que sembró el terror en la zona antes de desaparecer en 2005 y que marcó a Ballard cuando era patrullera. Bosch (Harry) está jubilado y luchando contra el cáncer, así que Bosch (Maddie) se suma a las labores investigadoras con su placa, su juventud (tiene 26 años) y su arrojo. Quienes hayan visto la extraordinaria serie Boschy luego Legacy (Amazon Prime) se enfrentan aquí a un pequeño laberinto cronológico: la producción televisiva ha ido más rápido y saben más de la hija del héroe de lo que conocen quienes se hayan quedado en los libros. Ocurre con más aspectos de la ficción televisiva, uno de los mejores policiales de las últimas décadas. Nada, en cualquier caso, que entorpezca el discurrir de la novela que nos ocupa.
Confiado en su fuerza narrativa y su experiencia, Connelly adereza este caso central con otros más pequeños, aledaños, una auténtica delicia para el fan del policial, hasta que un poco antes de la mitad suelta la segunda bomba: Maddie Bosch ha encontrado una pista sobre la muerte de Elisabeth Short, la Dalia negra, el caso sin resolver más famoso de Los Ángeles y quién sabe si de Estados Unidos. Una de las obras mayores del mejor James Ellroy es el retrato en ficción de la investigación y la obsesión por ese crimen, del que además se han escrito incontables ensayos y se han vertido horas y horas de radio, televisión, podcasts y vídeos en plataformas. Cientos de detectives aficionados, un fenómeno en boga en Estados Unidos, lo han desmenuzado hasta el aburrimiento. Y, sin embargo, Connelly es capaz de integrarlo en el conjunto y dotar a ese hilo de rigor, verosimilitud y calidad literaria. Emplear tres tramas de esa solidez en una sola novela y a estas alturas de su carrera es de una fuerza indudable.
La acción está dividida por días, y al principio de cada parte pone una fecha y una hora exactas, las del inicio de la acción; es un recurso demasiado visto pero que, gracias al ritmo de las historias, no plantea mayor problema.
Sigamos con las buenas noticias: el nivel de oscuridad, de compromiso moral, de conflicto ético tratado sin remilgos se mantiene intacto. Al final, la victoria de los investigadores es una victoria vacía: traen justicia, pero no alivian el dolor de las víctimas y eso los va horadando. Le ocurrió a Harry Bosch durante décadas, le ocurre a Renée Ballard, le empieza a ocurrir a Maddie Bosch. Al terminar La espera, la línea vital de los protagonistas permanece abierta y con muchos hilos por explorar. Si nada lo impide, al lector le quedan muchas horas en las sabias manos del autor de Estrella del desierto (AdN, que publica de manera constante cada libro del maestro).
Las novelas de Connelly son integrantes habituales de las listas de los más vendidos en Estados Unidos. Ocurre también con Liz Moore, Laura Lippman o Dennis Lehane y otro puñado de autores. Una ficción criminal que trasciende los tópicos del género y abraza un público masivo sin renunciar a la profundidad, los matices y la calidad. Qué envidia.
Michael ConnellyAdN, 2024448 páginas, 21, 95 euros
Feed MRSS-S Noticias