Con más de 20 años de carrera con la compañía Jamming y casi diez como productor con Luces & Sueños, Juanma Díez Diego (Madrid, 1980) presenta Salto o caída, su segunda obra como dramaturgo, sobre el suicidio y la enfermedad mental. La herida profunda que dio lugar a ese texto centra la conversación, que también se ocupa del nacimiento de su vocación, de los retos de mantenerse en activo y de la complejidad a la que está obligado el teatro.
PREGUNTA.- Juanma Díez Diego, dramaturgo, director, actor. Tienes Salto o caída en el Teatro de la Abadía dentro del ciclo «Teatro bajo la arena», y dices en la presentación: «Trato la temática de la enfermedad mental y el suicidio porque necesito escribir sobre ello y transformarlo en una pieza teatral. No hay elección. Las obras no se eligen. Esta me convocó hace tiempo. Es ahora cuando puedo concretarla gracias a la perspectiva que me da el paso del tiempo y la labor de documentación e investigación que llevo realizando desde hace muchos años». ¿Por qué dices que te eligió? ¿De dónde parte la idea de esta obra?
RESPUESTA.- Vamos a ir directos a la herida. Tiene que ver con una decisión que toma mi madre, que decide suicidarse. Yo tenía 19 años y a partir de ahí aparece esa profunda herida. La vida me va llevando al teatro y ahora decido darle expresión a esto a través de de lo que sé hacer, que es escribir y contar historias. La realidad se pone al servicio de la ficción, la ficción al servicio de la realidad, y aparece esta expresión en forma de obra teatral. Si hubiese sido músico o me hubiese dedicado a la pintura probablemente la expresión hubiera sido otra. En este caso es el teatro, porque decido expresarlo.
P.- Una especie de cura, o de expiación. ¿Sirve la expresión artística para curar una herida así?
R.- Yo creo que sí. No creo que sea lo primero y lo fundamental, pero es una consecuencia. Y tanto en la obra en sí como para mí, poder hacerla, como los personajes de esta obra, que tienen heridas y quieren, deciden, trascenderlas y superarlas, sí, aparece algo de sanación, por supuesto.
P.- Para hacer la obra, aparte de la experiencia personal, ¿has tenido asesoría de especialistas?
R.- Por un lado está la experiencia personal, como dices, y luego sí, desde mi psicólogo a otros psiquiatras, y también la Fundación Amafe [Asociación Española de Apoyo en Psicosis], donde pude ir a dar clases de dramaturgia y de teatro a personas que tienen esquizofrenia. Es algo que siempre ha estado en mí porque mi madre tenía esa enfermedad, se la diagnosticaron. Yo me ocupo de entender.
«El teatro es un lugar que tiene que tratar los temas complejos con complejidad, no los puede simplificar»
P.- Más allá de lo que cuentas, hay una cosa que también también dices: «Supongo que esto no debería contarlo aquí». Una especie de «salida del armario», como estás haciendo ahora, porque no sabía que venía de una experiencia tan cercana. Uno de los más grandes problemas del suicidio es justamente que no se suele hablar de ello ni quien lo sufre ni la familia, ni, luego, la sociedad. En España son unas 4.000 personas al año las que cometen suicidio. Frente, por ejemplo, a las muertes por accidentes de tráfico, que son un poco más de mil, que concitan muchísima publicidad y muchísimas campañas, la proporción es escandalosa. Yo Imagino que habrás reflexionado sobre esto.
R.- Sí, sí, totalmente. El peligro no está en hablar de ello, sino en no hablar de ello. Creo que las heridas hay que afrontarlas y hay que hay que poder poder darles expresión y poder contarlo. Entonces, sí, totalmente. El personaje dice «esto no se cuenta aquí» también en esa evolución que tiene. En un momento dado dice «esto no se debe hablar, esto no se cuenta aquí», pero poco a poco uno se va dando cuenta, y el personaje de esta obra dice: No, no, yo quiero hablar de esto. Para seguir adelante ponemos silencio encima. Yo quiero darme la vuelta y observar, mirar aquello y nombrarlo y poder darle expresión a eso. Ha pasado esto, poder ahondar en aquello que ocurrió. Eso es lo que le pasa a ese personaje con lo que yo me identifico.
P.- También dices, sobre la enfermedad mental: «¿Cuál es el origen? ¿Se puede curar, más que tratar? ¿Cómo miramos a quien tiene la enfermedad mental? ¿Qué descubre aquel a quien llamamos loco?». Yo creo –esto es algo que he hablado con alguna invitada que también ha tratado este tema a través de sus obras– que la enfermedad mental es una de las cosas más incomprensibles, sobre todo para el sano. ¿Tú has encontrado respuestas a esas preguntas que te haces?
R.- No. He encontrado todavía más preguntas, más aproximaciones, y entiendo que el teatro es el lugar para cuestionar y para que se abran esos interrogantes, y que cada uno pueda encontrar sus sus posibles respuestas, o que le aparezcan otras otras preguntas. Pero sí, esto que dices de lo que le ocurre al sano, creo que también el que tiene la enfermedad mental, o así lo en lo he experimentado yo de manera muy cercana, es que no siempre está con esa enfermedad mental. Que el problema o lo complejo de esas enfermedades mentales es que también ves. También hay momentos en los que estás bien y luego vuelve otra vez y luego estás bien. Entonces, como dice el personaje de Mabel del Pozo, «puedo ver desde este lado el otro», y eso es lo que lo que lo hace tan sumamente complejo. Creo que el teatro es un lugar que tiene que tratar los temas complejos con complejidad, no los puede simplificar ni dar una respuesta clara ni mucho menos. No la hay.

P.- Cuando tú sufriste esto de primera mano, ¿entendías que estabas ante una persona enferma o sentías impotencia, rencor, hacia esa persona, que era tu madre?
R.- No. Lo que lo que ocurre, que se lleva a la obra, es que sí, puede haber momentos de cabreo, momentos de no comprender, pero lo que permite el recorrido de esta obra y lo que le permite al personaje con quien me identifico, es que busca la esperanza y busca la sanación de esa herida. Entonces, recurre a muchos recuerdos bonitos de quien tenía esa enfermedad y quien decidió suicidarse. Porque no solo es eso: es todo lo bueno que también ha vivido con esa persona. Creo que este personaje lo que le pasa es que está obsesionado con el suicidio, con la muerte de su madre y con la enfermedad mental, y en un momento dado se va dando cuenta de que no solamente es eso, de que eso lo puede trascender y de que esa es una parte dolorosa que uno puede transmutar. Y aparece la esperanza y el recuerdo bello, la belleza de esto.
P.- ¿Eso es lo que le dirías a alguien que pasa por esta experiencia? ¿Cuál es la lección que has aprendido y que compartirías?
R.- Yo comparto la obra que he escrito y que hemos creado entre todos en esta creación colectiva que hacemos con Lolo Diego, con Mabel y con Eusebio Calonge orientándonos. Lo que creo es que son personajes que deciden o que tienen la valentía y el coraje de atravesar esa herida y de poder transmutarla. Se puede hacer. Creo que va por ahí. Lección es una palabra que yo no puedo usar, y mucho menos en teatro. No para como yo lo entiendo. No debe haber.
P.- ¿Por qué decides contar con Mabel del Pozo, que también es actriz, dramaturga, directora? ¿Cómo juntas a este equipo?
R.- Este equipo ya se juntó en una en una creación anterior y nos conocemos de hace mucho tiempo. Compartimos un mismo lenguaje teatral, nos conocemos de Fernando Piernas. Lolo y yo nos conocemos de toda la vida porque además de compañeros y socios, somos familia, somos primos hermanos. Lolo y yo fundamos una productora, Luces & Sueños, para explorar la dramaturgia contemporánea y esta es nuestra tercera propuesta. La verdad es que no me imaginaba a nadie que no sea Mabel haciendo ese personaje. De hecho, está escrito para ella. Aparte de la tremenda admiración que tengo hacia ella, no me imagino otra actriz que se pueda meter en esa complejidad y mostrar esa fragilidad, esa vulnerabilidad, como lo hace ella.
P.- Hablando de familia, la obra con la que te estrenaste como dramaturgo, Señor B. Algunos desastres de una guerra, también parte de una historia familiar, y tiene que ver con la Guerra Civil. Tampoco es un tema fácil.
R.- No, no, no. Y me doy cuenta que tiene mucho que ver. Volvemos ahí, volvemos a la herida, a una herida que no se cierra y qué pasa con la herida. Yo creo que en la Guerra Civil también, aunque suene un poco tópico, se pone mucho silencio. No se habla del todo de ello, o se decidió tapar la herida. En esencia, es lo mismo. Las heridas no se pueden tapar, se tienen que hablar, se tienen que trascender. Y con con Señor B ocurría esto, ir hacia ahí. Luego aparece también en las dos obras, que lo he descubierto hace relativamente poco, el perdón. También es muy importante encontrar un perdón de aquello que es muy difícil de perdonar, o como se decía en Señor B, «de lo no perdonable». Se puede perdonar lo que no es perdonable, ahí es donde creo que hay que mirar.
«En la Guerra Civil también, aunque suene un poco tópico, se pone mucho silencio. No se habla del todo de ello, o se decidió tapar la herida»
P.- Paz, piedad y perdón, que pedía Azaña. Son dos temas, ahora que lo pienso, que públicamente se presume que se tratan –la enfermedad mental, la guerra civil, la memoria democrática…–, pero en el fondo, el dolor sigue estando ahí. Lo veo como una contradicción.
R.- Sí, porque creo que se tiene que mirar con mucha más profundidad. No podemos quedarnos en lo superficial. Hay que realmente mirar aquello, remangarse y entrarle de lleno, que creo que es lo que hace el personaje de Salto o caída. Voy a mirar lo que pasa realmente, tratar de de entender, y en ese proceso, decidir que lo bonito es el recuerdo bello y la esperanza, lo bonito que ha sido lo que ha compartido con su madre en su vida.
P.- Una catarsis, en todos los sentidos.
R.- En el teatro creo que es importante que haya esa catarsis y creo que en estas dos obras la hay.
P.- ¿Tiene que ver entonces esa experiencia que te pasó con el nacimiento de la vocación de actor o ya estaba en ti?
R.- Ahora que lo dices, puede ser. También lo dice el personaje de la obra: «He tomado conciencia de que la vida es corta». Creo que debajo de esa frase, en el subtexto, hay mucho. Que la vida es corta significa que uno tiene que realmente discernir lo que es importante. En mi caso me di cuenta de que la vida era corta y quería hacer lo que yo realmente necesitaba y mi cuerpo pedía. El teatro pudo ser un lugar de recogimiento y de llevar una vida que quería llevar. Y sí lo ha sido, sí.
P.- Y sin embargo no es nada fácil el teatro. ¿Que es lo más difícil de esta profesión?
R.- Yo creo que mantenerse. Con Lolo montamos Luces & Sueños para crear estas obras e investigar en la dramaturgia contemporánea pero muchos años atrás creamos Jamming, nuestra compañía, con la que llevamos más de 20 años. Decidimos remangarnos y desde muy pronto nos dimos cuenta de que querer hacer lo que nos gustaba implicaba un trabajo fuerte, y fuimos compaginando la pasión, por un lado, de contar historias, dedicarnos al teatro y estar en un escenario, con la parte de producción. A nosotros nadie nos ha regalado nada. Somos productoras independientes que han ido haciendo realidad lo que querían hacer.

P.- ¿Cómo se lleva a cabo eso? ¿Cómo es el día a día para ir sacando adelante proyectos? ¿Es inconsciencia o es cabeza?
R.- Creo que al principio la inconciencia está bien, porque no sabes lo difícil que es. Te metes, te metes, te metes y, luego, una vez que estás dentro, vas adquiriendo experiencia. Es verdad que es un trabajo duro, pero como te gusta tanto lo que haces, sabes que es el precio que tienes que pagar. Sarna con gusto no pica, hay algo de esto. Tío, toma conciencia, sé profesional e implícate, porque a lo que nos va a llevar es a poder estar a punto de entrar a un escenario con el teatro lleno.
P.- Y esa sensación, ¿qué?
R.- Eso es lo que nos lleva a todo. Es ese enganche y ese contacto, esa conexión pura con el momento a momento y con el ahora.
P.- Eres un animal teatral, eso queda claro. Pero también has hecho cine y también has hecho televisión. ¿Cómo se ven esos trabajos desde la vocación primera? ¿Como un trabajo alimenticio, para hacer caja, o realmente lo disfrutas?¿Adquieres conocimiento para luego llevarlo al escenario?
R.- Yo lo disfruto todo y de todo aprendo. Siento, aunque también pueda sonar tópico, que estoy absolutamente aprendiendo constantemente. Tengo la sensación real de que ahora estoy empezando y llevamos más de 20 años. Es sobre todo en otros lugares como el cine o el audiovisual, donde tengo menos experiencia, que aprendo constantemente. Y es absolutamente consustancial, se retroalimenta, o sea que sí, sí.
P.- ¿Qué crees que necesita el teatro en España? ¿Qué problemas tiene? ¿Qué pedirías tú? ¿Hace falta más público joven?
R.- Nosotros con Jamming, por ejemplo, atraemos a mucho público joven. Hacemos una propuesta muy dinámica. Nos adaptamos al momento en el que estamos sin traicionar nuestros valores teatrales o lo que entendemos de cómo se tienen que contar las historias y de cómo tiene que ser el teatro, en este caso el teatro de improvisación. Nos amoldamos a los nuevos momentos y hacemos propuestas desde ahí. Creo que hay que escuchar, y sin renunciar, sí hay que remodelarse. He estado en una obra de teatro que ha durado más de dos horas y me ha aburrido porque podía haber durado una hora. Creo que los que crean teatro tienen también esa responsabilidad de hacer un teatro competente sin renunciar a esos valores. Y tampoco estar sordos a lo que hay alrededor. Pero yo sí que soy optimista y confío y creo que hay muy buen teatro. Yo soy consumidor, además de hacerlo consumo teatro, y no siempre salgo feliz y encantado, pero muchas veces sí.
P.- ¿Qué tal es el teatro que se está haciendo en España, a tu juicio?
R.- Hay de todo, pero nosotros vamos a ir al Teatro de la Abadía y creo que es un gran referente del teatro que se hace, ahí hay muy buen teatro, hay muy buenas obras. Hay una complejidad en lo que duran las obras, en la multiprogramación. Todo esto quizá convendría cuidarlo un poco más y quizá cuidar la parte económica para que puedan darse. Porque una obra que dura una semana es que es muy poco. Y una obra que te den una subvención y que te dejen saberla en 15 días, es muy poco. Se debería poner cierta atención en esa burocracia para cuidar más esa cultura.
«Los que crean teatro tienen la responsabilidad de hacer un teatro competente sin renunciar a esos valores, y tampoco estar sordos a lo que hay alrededor»
P.- En el caso de Salto o caída son tres días los que están en el Teatro de la Abadía –19, 20 y 21 de junio–. Cuando uno monta una obra así, además tan compleja y en la que pone tanto sentimiento, yo me imagino que aparte de ese ciclo, está previsto algo más. ¿Cuál es el plan?
R.- Tenemos previsto, pero no sabemos. Vivimos en esa incógnita de no saber qué va a ocurrir. Nuestra cabeza está en que la obra guste, que vengan programadores y que se siga programando, pero es muy complicado. Es muy complejo el teatro independiente de la manera en la que nosotros lo hacemos y cómo creemos que debe hacerse desde que fundamos Luces & Sueños, donde la gestación de la obra no es en 15 días. A lo mejor nos tiramos años hasta que está el texto; cuando está el texto, años o un año de trabajo para crearla… No queremos que nos fagocite la industria, que nos diga «esto hay que hacerlo ya». Y eso también tiene unas consecuencias de complejidad a la hora de distribuirlas y de mostrarlas.
P.- Juanma, te deseo toda la suerte del mundo con Salto o caída. No hemos visto la obra, por supuesto, porque se estrena el 19 de junio, pero solamente por el tema, merece la pena prestarle atención e ir a verla.
R.- Yo creo que sí, os esperamos.
P.- Y muchas gracias por la confianza.
R.- Gracias a ti.
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Con más de 20 años de carrera con la compañía Jamming y casi diez como productor con Luces & Sueños, Juanma Díez Diego (Madrid, 1980) presenta
Con más de 20 años de carrera con la compañía Jamming y casi diez como productor con Luces & Sueños, Juanma Díez Diego (Madrid, 1980) presenta Salto o caída, su segunda obra como dramaturgo, sobre el suicidio y la enfermedad mental. La herida profunda que dio lugar a ese texto centra la conversación, que también se ocupa del nacimiento de su vocación, de los retos de mantenerse en activo y de la complejidad a la que está obligado el teatro.
PREGUNTA.- Juanma Díez Diego, dramaturgo, director, actor. Tienes Salto o caída en el Teatro de la Abadía dentro del ciclo «Teatro bajo la arena», y dices en la presentación: «Trato la temática de la enfermedad mental y el suicidio porque necesito escribir sobre ello y transformarlo en una pieza teatral. No hay elección. Las obras no se eligen. Esta me convocó hace tiempo. Es ahora cuando puedo concretarla gracias a la perspectiva que me da el paso del tiempo y la labor de documentación e investigación que llevo realizando desde hace muchos años». ¿Por qué dices que te eligió? ¿De dónde parte la idea de esta obra?
RESPUESTA.- Vamos a ir directos a la herida. Tiene que ver con una decisión que toma mi madre, que decide suicidarse. Yo tenía 19 años y a partir de ahí aparece esa profunda herida. La vida me va llevando al teatro y ahora decido darle expresión a esto a través de de lo que sé hacer, que es escribir y contar historias. La realidad se pone al servicio de la ficción, la ficción al servicio de la realidad, y aparece esta expresión en forma de obra teatral. Si hubiese sido músico o me hubiese dedicado a la pintura probablemente la expresión hubiera sido otra. En este caso es el teatro, porque decido expresarlo.
P.- Una especie de cura, o de expiación. ¿Sirve la expresión artística para curar una herida así?
R.- Yo creo que sí. No creo que sea lo primero y lo fundamental, pero es una consecuencia. Y tanto en la obra en sí como para mí, poder hacerla, como los personajes de esta obra, que tienen heridas y quieren, deciden, trascenderlas y superarlas, sí, aparece algo de sanación, por supuesto.
P.- Para hacer la obra, aparte de la experiencia personal, ¿has tenido asesoría de especialistas?
R.- Por un lado está la experiencia personal, como dices, y luego sí, desde mi psicólogo a otros psiquiatras, y también la Fundación Amafe [Asociación Española de Apoyo en Psicosis], donde pude ir a dar clases de dramaturgia y de teatro a personas que tienen esquizofrenia. Es algo que siempre ha estado en mí porque mi madre tenía esa enfermedad, se la diagnosticaron. Yo me ocupo de entender.
«El teatro es un lugar que tiene que tratar los temas complejos con complejidad, no los puede simplificar»
P.- Más allá de lo que cuentas, hay una cosa que también también dices: «Supongo que esto no debería contarlo aquí». Una especie de «salida del armario», como estás haciendo ahora, porque no sabía que venía de una experiencia tan cercana. Uno de los más grandes problemas del suicidio es justamente que no se suele hablar de ello ni quien lo sufre ni la familia, ni, luego, la sociedad. En España son unas 4.000 personas al año las que cometen suicidio. Frente, por ejemplo, a las muertes por accidentes de tráfico, que son un poco más de mil, que concitan muchísima publicidad y muchísimas campañas, la proporción es escandalosa. Yo Imagino que habrás reflexionado sobre esto.
R.- Sí, sí, totalmente. El peligro no está en hablar de ello, sino en no hablar de ello. Creo que las heridas hay que afrontarlas y hay que hay que poder poder darles expresión y poder contarlo. Entonces, sí, totalmente. El personaje dice «esto no se cuenta aquí» también en esa evolución que tiene. En un momento dado dice «esto no se debe hablar, esto no se cuenta aquí», pero poco a poco uno se va dando cuenta, y el personaje de esta obra dice: No, no, yo quiero hablar de esto. Para seguir adelante ponemos silencio encima. Yo quiero darme la vuelta y observar, mirar aquello y nombrarlo y poder darle expresión a eso. Ha pasado esto, poder ahondar en aquello que ocurrió. Eso es lo que le pasa a ese personaje con lo que yo me identifico.
P.- También dices, sobre la enfermedad mental: «¿Cuál es el origen? ¿Se puede curar, más que tratar? ¿Cómo miramos a quien tiene la enfermedad mental? ¿Qué descubre aquel a quien llamamos loco?». Yo creo –esto es algo que he hablado con alguna invitada que también ha tratado este tema a través de sus obras– que la enfermedad mental es una de las cosas más incomprensibles, sobre todo para el sano. ¿Tú has encontrado respuestas a esas preguntas que te haces?
R.- No. He encontrado todavía más preguntas, más aproximaciones, y entiendo que el teatro es el lugar para cuestionar y para que se abran esos interrogantes, y que cada uno pueda encontrar sus sus posibles respuestas, o que le aparezcan otras otras preguntas. Pero sí, esto que dices de lo que le ocurre al sano, creo que también el que tiene la enfermedad mental, o así lo en lo he experimentado yo de manera muy cercana, es que no siempre está con esa enfermedad mental. Que el problema o lo complejo de esas enfermedades mentales es que también ves. También hay momentos en los que estás bien y luego vuelve otra vez y luego estás bien. Entonces, como dice el personaje de Mabel del Pozo, «puedo ver desde este lado el otro», y eso es lo que lo que lo hace tan sumamente complejo. Creo que el teatro es un lugar que tiene que tratar los temas complejos con complejidad, no los puede simplificar ni dar una respuesta clara ni mucho menos. No la hay.

P.- Cuando tú sufriste esto de primera mano, ¿entendías que estabas ante una persona enferma o sentías impotencia, rencor, hacia esa persona, que era tu madre?
R.- No. Lo que lo que ocurre, que se lleva a la obra, es que sí, puede haber momentos de cabreo, momentos de no comprender, pero lo que permite el recorrido de esta obra y lo que le permite al personaje con quien me identifico, es que busca la esperanza y busca la sanación de esa herida. Entonces, recurre a muchos recuerdos bonitos de quien tenía esa enfermedad y quien decidió suicidarse. Porque no solo es eso: es todo lo bueno que también ha vivido con esa persona. Creo que este personaje lo que le pasa es que está obsesionado con el suicidio, con la muerte de su madre y con la enfermedad mental, y en un momento dado se va dando cuenta de que no solamente es eso, de que eso lo puede trascender y de que esa es una parte dolorosa que uno puede transmutar. Y aparece la esperanza y el recuerdo bello, la belleza de esto.
P.- ¿Eso es lo que le dirías a alguien que pasa por esta experiencia? ¿Cuál es la lección que has aprendido y que compartirías?
R.- Yo comparto la obra que he escrito y que hemos creado entre todos en esta creación colectiva que hacemos con Lolo Diego, con Mabel y con Eusebio Calonge orientándonos. Lo que creo es que son personajes que deciden o que tienen la valentía y el coraje de atravesar esa herida y de poder transmutarla. Se puede hacer. Creo que va por ahí. Lección es una palabra que yo no puedo usar, y mucho menos en teatro. No para como yo lo entiendo. No debe haber.
P.- ¿Por qué decides contar con Mabel del Pozo, que también es actriz, dramaturga, directora? ¿Cómo juntas a este equipo?
R.- Este equipo ya se juntó en una en una creación anterior y nos conocemos de hace mucho tiempo. Compartimos un mismo lenguaje teatral, nos conocemos de Fernando Piernas. Lolo y yo nos conocemos de toda la vida porque además de compañeros y socios, somos familia, somos primos hermanos. Lolo y yo fundamos una productora, Luces & Sueños, para explorar la dramaturgia contemporánea y esta es nuestra tercera propuesta. La verdad es que no me imaginaba a nadie que no sea Mabel haciendo ese personaje. De hecho, está escrito para ella. Aparte de la tremenda admiración que tengo hacia ella, no me imagino otra actriz que se pueda meter en esa complejidad y mostrar esa fragilidad, esa vulnerabilidad, como lo hace ella.
P.- Hablando de familia, la obra con la que te estrenaste como dramaturgo, Señor B. Algunos desastres de una guerra, también parte de una historia familiar, y tiene que ver con la Guerra Civil. Tampoco es un tema fácil.
R.- No, no, no. Y me doy cuenta que tiene mucho que ver. Volvemos ahí, volvemos a la herida, a una herida que no se cierra y qué pasa con la herida. Yo creo que en la Guerra Civil también, aunque suene un poco tópico, se pone mucho silencio. No se habla del todo de ello, o se decidió tapar la herida. En esencia, es lo mismo. Las heridas no se pueden tapar, se tienen que hablar, se tienen que trascender. Y con con Señor B ocurría esto, ir hacia ahí. Luego aparece también en las dos obras, que lo he descubierto hace relativamente poco, el perdón. También es muy importante encontrar un perdón de aquello que es muy difícil de perdonar, o como se decía en Señor B, «de lo no perdonable». Se puede perdonar lo que no es perdonable, ahí es donde creo que hay que mirar.
«En la Guerra Civil también, aunque suene un poco tópico, se pone mucho silencio. No se habla del todo de ello, o se decidió tapar la herida»
P.- Paz, piedad y perdón, que pedía Azaña. Son dos temas, ahora que lo pienso, que públicamente se presume que se tratan –la enfermedad mental, la guerra civil, la memoria democrática…–, pero en el fondo, el dolor sigue estando ahí. Lo veo como una contradicción.
R.- Sí, porque creo que se tiene que mirar con mucha más profundidad. No podemos quedarnos en lo superficial. Hay que realmente mirar aquello, remangarse y entrarle de lleno, que creo que es lo que hace el personaje de Salto o caída. Voy a mirar lo que pasa realmente, tratar de de entender, y en ese proceso, decidir que lo bonito es el recuerdo bello y la esperanza, lo bonito que ha sido lo que ha compartido con su madre en su vida.
P.- Una catarsis, en todos los sentidos.
R.- En el teatro creo que es importante que haya esa catarsis y creo que en estas dos obras la hay.
P.- ¿Tiene que ver entonces esa experiencia que te pasó con el nacimiento de la vocación de actor o ya estaba en ti?
R.- Ahora que lo dices, puede ser. También lo dice el personaje de la obra: «He tomado conciencia de que la vida es corta». Creo que debajo de esa frase, en el subtexto, hay mucho. Que la vida es corta significa que uno tiene que realmente discernir lo que es importante. En mi caso me di cuenta de que la vida era corta y quería hacer lo que yo realmente necesitaba y mi cuerpo pedía. El teatro pudo ser un lugar de recogimiento y de llevar una vida que quería llevar. Y sí lo ha sido, sí.
P.- Y sin embargo no es nada fácil el teatro. ¿Que es lo más difícil de esta profesión?
R.- Yo creo que mantenerse. Con Lolo montamos Luces & Sueños para crear estas obras e investigar en la dramaturgia contemporánea pero muchos años atrás creamos Jamming, nuestra compañía, con la que llevamos más de 20 años. Decidimos remangarnos y desde muy pronto nos dimos cuenta de que querer hacer lo que nos gustaba implicaba un trabajo fuerte, y fuimos compaginando la pasión, por un lado, de contar historias, dedicarnos al teatro y estar en un escenario, con la parte de producción. A nosotros nadie nos ha regalado nada. Somos productoras independientes que han ido haciendo realidad lo que querían hacer.

P.- ¿Cómo se lleva a cabo eso? ¿Cómo es el día a día para ir sacando adelante proyectos? ¿Es inconsciencia o es cabeza?
R.- Creo que al principio la inconciencia está bien, porque no sabes lo difícil que es. Te metes, te metes, te metes y, luego, una vez que estás dentro, vas adquiriendo experiencia. Es verdad que es un trabajo duro, pero como te gusta tanto lo que haces, sabes que es el precio que tienes que pagar. Sarna con gusto no pica, hay algo de esto. Tío, toma conciencia, sé profesional e implícate, porque a lo que nos va a llevar es a poder estar a punto de entrar a un escenario con el teatro lleno.
P.- Y esa sensación, ¿qué?
R.- Eso es lo que nos lleva a todo. Es ese enganche y ese contacto, esa conexión pura con el momento a momento y con el ahora.
P.- Eres un animal teatral, eso queda claro. Pero también has hecho cine y también has hecho televisión. ¿Cómo se ven esos trabajos desde la vocación primera? ¿Como un trabajo alimenticio, para hacer caja, o realmente lo disfrutas?¿Adquieres conocimiento para luego llevarlo al escenario?
R.- Yo lo disfruto todo y de todo aprendo. Siento, aunque también pueda sonar tópico, que estoy absolutamente aprendiendo constantemente. Tengo la sensación real de que ahora estoy empezando y llevamos más de 20 años. Es sobre todo en otros lugares como el cine o el audiovisual, donde tengo menos experiencia, que aprendo constantemente. Y es absolutamente consustancial, se retroalimenta, o sea que sí, sí.
P.- ¿Qué crees que necesita el teatro en España? ¿Qué problemas tiene? ¿Qué pedirías tú? ¿Hace falta más público joven?
R.- Nosotros con Jamming, por ejemplo, atraemos a mucho público joven. Hacemos una propuesta muy dinámica. Nos adaptamos al momento en el que estamos sin traicionar nuestros valores teatrales o lo que entendemos de cómo se tienen que contar las historias y de cómo tiene que ser el teatro, en este caso el teatro de improvisación. Nos amoldamos a los nuevos momentos y hacemos propuestas desde ahí. Creo que hay que escuchar, y sin renunciar, sí hay que remodelarse. He estado en una obra de teatro que ha durado más de dos horas y me ha aburrido porque podía haber durado una hora. Creo que los que crean teatro tienen también esa responsabilidad de hacer un teatro competente sin renunciar a esos valores. Y tampoco estar sordos a lo que hay alrededor. Pero yo sí que soy optimista y confío y creo que hay muy buen teatro. Yo soy consumidor, además de hacerlo consumo teatro, y no siempre salgo feliz y encantado, pero muchas veces sí.
P.- ¿Qué tal es el teatro que se está haciendo en España, a tu juicio?
R.- Hay de todo, pero nosotros vamos a ir al Teatro de la Abadía y creo que es un gran referente del teatro que se hace, ahí hay muy buen teatro, hay muy buenas obras. Hay una complejidad en lo que duran las obras, en la multiprogramación. Todo esto quizá convendría cuidarlo un poco más y quizá cuidar la parte económica para que puedan darse. Porque una obra que dura una semana es que es muy poco. Y una obra que te den una subvención y que te dejen saberla en 15 días, es muy poco. Se debería poner cierta atención en esa burocracia para cuidar más esa cultura.
«Los que crean teatro tienen la responsabilidad de hacer un teatro competente sin renunciar a esos valores, y tampoco estar sordos a lo que hay alrededor»
P.- En el caso de Salto o caída son tres días los que están en el Teatro de la Abadía –19, 20 y 21 de junio–. Cuando uno monta una obra así, además tan compleja y en la que pone tanto sentimiento, yo me imagino que aparte de ese ciclo, está previsto algo más. ¿Cuál es el plan?
R.- Tenemos previsto, pero no sabemos. Vivimos en esa incógnita de no saber qué va a ocurrir. Nuestra cabeza está en que la obra guste, que vengan programadores y que se siga programando, pero es muy complicado. Es muy complejo el teatro independiente de la manera en la que nosotros lo hacemos y cómo creemos que debe hacerse desde que fundamos Luces & Sueños, donde la gestación de la obra no es en 15 días. A lo mejor nos tiramos años hasta que está el texto; cuando está el texto, años o un año de trabajo para crearla… No queremos que nos fagocite la industria, que nos diga «esto hay que hacerlo ya». Y eso también tiene unas consecuencias de complejidad a la hora de distribuirlas y de mostrarlas.
P.- Juanma, te deseo toda la suerte del mundo con Salto o caída. No hemos visto la obra, por supuesto, porque se estrena el 19 de junio, pero solamente por el tema, merece la pena prestarle atención e ir a verla.
R.- Yo creo que sí, os esperamos.
P.- Y muchas gracias por la confianza.
R.- Gracias a ti.
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