Italia revelada: un viaje fotográfico desde la postguerra al siglo XXI

Hay lugares que se recuerdan por lo que se vivió en ellos, otros por cómo fueron contados. Italia, país de luz y sombra, de plazas y ruinas, de mares y montañas, ha sido retratada por poetas, pintores, cineastas y fotógrafos con una devoción casi sagrada. Desde el pasado 23 de mayo, y hasta el 13 de septiembre, el Instituto Italiano de Cultura de Madrid se convierte en el escenario de esa mirada múltiple y sensible con la exposición Sugestiones de Italia. Del neorrealismo al siglo XXI.

Concebida en el marco del festival PHotoESPAÑA 2025, la muestra propone una travesía visual a través de 64 fotografías de 13 autores –Nino Migliori, Gianni Berengo Gardin, Mario Cresci, Mimmo Jodice, Mario Giacomelli, Franco Fontana, Luigi Ghirri, Ugo Mulas, Uliano Lucas, Gabriele Basilico, Ferdinando Scianna, Enzo Obiso y Bruna Biamino–, muchas de ellas icónicas, que narran más de medio siglo de transformaciones, contrastes y silencios italianos. Organizada bajo los auspicios de la Embajada de Italia en España, y comisariada por Riccardo Passoni, la exposición reúne obras procedentes de dos instituciones de referencia: la Galleria d’Arte Moderna e Contemporanea (GAM) de Turín y la Fondazione per l’Arte Moderna e Contemporanea CRT.

Lo que el visitante encontrará no es simplemente una sucesión de imágenes: es una cartografía emocional, una reconstrucción estética de la historia reciente de Italia desde la posguerra hasta los albores del siglo XXI. Esta no es la Italia del cine costumbrista ni la de los escaparates del turismo. Es, en cambio, una Italia de carne y hueso, de asfalto y polvo, de plazas silenciosas, cuerpos en tránsito y arquitecturas que hablan. Se trata de un recorrido por el tiempo y el espacio, por los rostros y los paisajes, por las heridas y las formas de belleza que Italia ha sabido cultivar –y sufrir– a lo largo de las décadas.

Así lo ha explicado en la inauguración, el pasado 22 de mayo, Giuseppe Buccino Grimaldi, el embajador de Italia en España: «Lejos de la Italia de postal y de la grandiosidad monumental, estas fotografías conviven a redibujar el país con una mirada más auténtica y humana. Esta exposición representa un tributo al arte y a la creatividad, una oportunidad para reflexionar sobre la conexión única entre la fotografía y la historia y la sociedad italiana. De hecho, las imágenes nos invitan a descubrir paisajes, ciudades y rostros, revelando no solo la evolución de nuestra geografía urbana y rural, sino también la evolución de nuestra sociedad, de nuestra manera de vivir».

El recorrido propuesto por la exposición no sigue un orden cronológico rígido. La muestra arranca con el Neorrealismo, una corriente estética y ética que definió buena parte del arte italiano de posguerra, incluida su célebre cinematografía. Sugestiones de Italia empieza por la Sala Blanca con las fotografías del casi centenario Nino Migliori (Bolonia, 1926), quien representa esta etapa con imágenes que combinan lirismo y crudeza, escenas cotidianas que respiran compasión sin caer en la miseria.

De los Alpes a Sicilia

Gianni Berengo Gardin (Santa Margherita Ligure, Génova, 1930), por su parte, ofrece una épica popular en blanco y negro: niños en la calle, trabajadores, ancianos que fuman frente al mar. Su cámara no juzga, acompaña. En sus imágenes, lo cotidiano se convierte en símbolo. «La fotografía de Migliori identifica con precisión momentos de pobreza que conciernen tanto a Delta, pasando por Emilia-Romaña, como al sur de Italia [en su serie Gente (Gente dell’Emilia, Gente del Delta y Gende del Sud)], en el sentido de que existe una condición compartida de cierta pobreza nacional. Berengo Gardin también desarrolla este tipo de concepción, desde un punto de vista quizás un poco menos tenso y menos político, más poético», ha explicado Passoni.

El visitante atraviesa Italia no solo geográficamente –de los Alpes a Sicilia–, sino también espiritualmente. Mimmo Jodice (Nápoles, 1934), con su mirada napolitana, nos propone una Italia suspendida, entre el clasicismo perdido y la melancolía moderna. Sus paisajes urbanos, vacíos y solemnes, son casi escenografías teatrales donde el tiempo parece haberse detenido. Su fotografía no retrata, evoca. Es un eco visual.

Hay un momento en la exposición en que el ojo se acostumbra a la sobriedad del blanco y negro y, de pronto, el color irrumpe. Ya en la Sala de los Espejos, es Luigi Ghirri (Scandiano, Reggio Emilia, 1943 – Roncocesi, Reggio Emilia, 1992) el pionero en reivindicar el color como herramienta conceptual, no decorativa. Sus paisajes «mínimos», «vacíos», casi sin figuras humanas, nos obligan a replantearnos la manera de ver. «En las fotografías de Ghirri hay misterio, geometría y un raro silencio lleno de significado. La persona humana sigue existiendo, pero se convierte sobre todo en una especie de telón de fondo, de detalle insignificante a favor de ciertas atmósferas que se relacionan con el paisaje, pequeñas arquitecturas, zonas en las que el hombre está ahí y ha estado ahí, ha conseguido algo pero ya no es tan importante para estar representado», ha dicho Passoni.

Exposición ‘Sugestiones de Italia’. | Matteo Rovella.

Mario Giacomelli (Senigallia, Ancona, 1925-2000), en cambio, lleva la técnica al límite: desenfoques, contrastes extremos, sobreimpresiones. Sus campos arados parecen pinturas abstractas; su estilo es radical, poético, inconfundible. Ya en la última, la Sala Belvedere, Franco Fontana (Módena, 1933) introduce otro tipo de color: saturado, gráfico, casi matemático. Sus composiciones parecen construidas con regla y compás, revelando una armonía interna en los paisajes urbanos y rurales. Otros fotógrafos, como Enzo Obiso (Campobello di Mazara, Trapani, 1954), optan por la sugerencia más que por la contundencia. Su uso de la luz, casi místico, capta lo inasible: una esquina al atardecer, una mirada fugaz.

Bruna Biamino (Turín, 1956), por su parte, nos transporta a una Italia espectral, onírica. Sus fotografías en color, suaves como un velo, componen una especie de «sueño blanquecino»: paisajes despojados, arquitecturas solitarias, espacios marcados por la ausencia. Lejos de ser vacíos sin alma, estos lugares respiran una extraña intensidad. En ellos, el silencio se convierte en un estado de contemplación y el desarraigo, en una forma de belleza suspendida.

Mario Cresci, Vedere attraverso, Pisa, 1997 GAM Galleria Civica d’Arte Moderna e Contemporanea di Torino. | Courtesy Fondazione Torino Musei

La sombra de la historia

Más allá de las ciudades y del paisaje canónico, la exposición se adentra también en los márgenes. Las periferias industriales fotografiadas por Ugo Mulas (Pozzolengo, Brescia, 1928 – Milán, 1973) –figura clave del arte conceptual– nos hablan de una belleza ignorada, una poética del abandono. Muy representativa es su imagen de la escenografía para la ópera Wozzeck (1969) de Alban Berg. Uliano Lucas (Milán, 1942), con su lenguaje narrativo, retrata la Italia invisible: huelgas, migraciones, contradicciones sociales. Su enfoque documental rompe con el mito romántico del sur idílico o la metrópolis cosmopolita.

Ferdinando Scianna (Bagheria, Palermo, 1943), gran amigo de Henri Cartier-Bresson –quien en 1982 lo invita a entrar en la agencia Magnum Photo–, aporta una dimensión antropológica. Sus retratos de Sicilia revelan más que las palabras: mujeres vestidas de negro, fiestas religiosas, la sombra alargada de la historia. Todo en él vibra con el contraste entre la luz abrasadora del Mediterráneo y la oscuridad ancestral del mito. Su mítica fotografía de Borges en Sicilia en el 1984 también se puede ver en la muestra. Por otro lado, las fotografías de Milán, Turín o Nápoles de Gabriele Basilico (Milán, 1944-2013) no son reportajes, son meditaciones sobre el espacio. La ausencia humana en sus imágenes no implica frialdad, sino una invitación a observar lo que normalmente ignoramos: las líneas, los volúmenes, el alma secreta de la ciudad.

No hay una sola Italia en esta exposición. Tampoco una sola mirada. Lo que hay es un mosaico de instantes detenidos que no pretenden enseñar un país, sino convocarlo. Invocarlo, incluso. Porque lo que se muestra aquí no es un territorio geográfico, sino uno emocional, lleno de memoria, contradicciones y belleza fugaz.

Cada fotografía –ya sea en blanco y negro o en color– actúa como una puerta sin cerradura. Nos asomamos, y lo que vemos es tanto Italia como una parte de nosotros mismos: nuestras ruinas, nuestras luces, nuestros silencios, nuestros pasajes interiores.

Estos 13 fotógrafos no han logrado solo documentar el paso del tiempo, sino intervenir en él. Y, al hacerlo, nos entregan una Italia que nunca termina de decir lo que quiere decir. Una Italia que se sugiere más que se afirma. Como ciertas verdades que solo pueden ser vistas de reojo.

La Italia que aquí se expone no es la de los clichés ni las postales. Es una Italia que respira por los márgenes, por las ruinas, por los rostros comunes y las geometrías improbables de sus ciudades. Una Italia de grietas, de niebla, de ternura, de contradicción.

La fotografía nos enseña a ver el mundo, ya conocido, por primera vez.

 Hay lugares que se recuerdan por lo que se vivió en ellos, otros por cómo fueron contados. Italia, país de luz y sombra, de plazas y  

Hay lugares que se recuerdan por lo que se vivió en ellos, otros por cómo fueron contados. Italia, país de luz y sombra, de plazas y ruinas, de mares y montañas, ha sido retratada por poetas, pintores, cineastas y fotógrafos con una devoción casi sagrada. Desde el pasado 23 de mayo, y hasta el 13 de septiembre, el Instituto Italiano de Cultura de Madrid se convierte en el escenario de esa mirada múltiple y sensible con la exposición Sugestiones de Italia. Del neorrealismo al siglo XXI.

Concebida en el marco del festival PHotoESPAÑA 2025, la muestra propone una travesía visual a través de 64 fotografías de 13 autores –Nino Migliori, Gianni Berengo Gardin, Mario Cresci, Mimmo Jodice, Mario Giacomelli, Franco Fontana, Luigi Ghirri, Ugo Mulas, Uliano Lucas, Gabriele Basilico, Ferdinando Scianna, Enzo Obiso y Bruna Biamino–, muchas de ellas icónicas, que narran más de medio siglo de transformaciones, contrastes y silencios italianos. Organizada bajo los auspicios de la Embajada de Italia en España, y comisariada por Riccardo Passoni, la exposición reúne obras procedentes de dos instituciones de referencia: la Galleria d’Arte Moderna e Contemporanea (GAM) de Turín y la Fondazione per l’Arte Moderna e Contemporanea CRT.

Lo que el visitante encontrará no es simplemente una sucesión de imágenes: es una cartografía emocional, una reconstrucción estética de la historia reciente de Italia desde la posguerra hasta los albores del siglo XXI. Esta no es la Italia del cine costumbrista ni la de los escaparates del turismo. Es, en cambio, una Italia de carne y hueso, de asfalto y polvo, de plazas silenciosas, cuerpos en tránsito y arquitecturas que hablan. Se trata de un recorrido por el tiempo y el espacio, por los rostros y los paisajes, por las heridas y las formas de belleza que Italia ha sabido cultivar –y sufrir– a lo largo de las décadas.

Así lo ha explicado en la inauguración, el pasado 22 de mayo, Giuseppe Buccino Grimaldi, el embajador de Italia en España: «Lejos de la Italia de postal y de la grandiosidad monumental, estas fotografías conviven a redibujar el país con una mirada más auténtica y humana. Esta exposición representa un tributo al arte y a la creatividad, una oportunidad para reflexionar sobre la conexión única entre la fotografía y la historia y la sociedad italiana. De hecho, las imágenes nos invitan a descubrir paisajes, ciudades y rostros, revelando no solo la evolución de nuestra geografía urbana y rural, sino también la evolución de nuestra sociedad, de nuestra manera de vivir».

El recorrido propuesto por la exposición no sigue un orden cronológico rígido. La muestra arranca con el Neorrealismo, una corriente estética y ética que definió buena parte del arte italiano de posguerra, incluida su célebre cinematografía. Sugestiones de Italia empieza por la Sala Blanca con las fotografías del casi centenario Nino Migliori (Bolonia, 1926), quien representa esta etapa con imágenes que combinan lirismo y crudeza, escenas cotidianas que respiran compasión sin caer en la miseria.

De los Alpes a Sicilia

Gianni Berengo Gardin (Santa Margherita Ligure, Génova, 1930), por su parte, ofrece una épica popular en blanco y negro: niños en la calle, trabajadores, ancianos que fuman frente al mar. Su cámara no juzga, acompaña. En sus imágenes, lo cotidiano se convierte en símbolo. «La fotografía de Migliori identifica con precisión momentos de pobreza que conciernen tanto a Delta, pasando por Emilia-Romaña, como al sur de Italia [en su serie Gente (Gente dell’Emilia, Gente del Delta y Gende del Sud)], en el sentido de que existe una condición compartida de cierta pobreza nacional. Berengo Gardin también desarrolla este tipo de concepción, desde un punto de vista quizás un poco menos tenso y menos político, más poético», ha explicado Passoni.

El visitante atraviesa Italia no solo geográficamente –de los Alpes a Sicilia–, sino también espiritualmente. Mimmo Jodice (Nápoles, 1934), con su mirada napolitana, nos propone una Italia suspendida, entre el clasicismo perdido y la melancolía moderna. Sus paisajes urbanos, vacíos y solemnes, son casi escenografías teatrales donde el tiempo parece haberse detenido. Su fotografía no retrata, evoca. Es un eco visual.

Hay un momento en la exposición en que el ojo se acostumbra a la sobriedad del blanco y negro y, de pronto, el color irrumpe. Ya en la Sala de los Espejos, es Luigi Ghirri (Scandiano, Reggio Emilia, 1943 – Roncocesi, Reggio Emilia, 1992) el pionero en reivindicar el color como herramienta conceptual, no decorativa. Sus paisajes «mínimos», «vacíos», casi sin figuras humanas, nos obligan a replantearnos la manera de ver. «En las fotografías de Ghirri hay misterio, geometría y un raro silencio lleno de significado. La persona humana sigue existiendo, pero se convierte sobre todo en una especie de telón de fondo, de detalle insignificante a favor de ciertas atmósferas que se relacionan con el paisaje, pequeñas arquitecturas, zonas en las que el hombre está ahí y ha estado ahí, ha conseguido algo pero ya no es tan importante para estar representado», ha dicho Passoni.

Exposición ‘Sugestiones de Italia’. | Matteo Rovella.

Mario Giacomelli (Senigallia, Ancona, 1925-2000), en cambio, lleva la técnica al límite: desenfoques, contrastes extremos, sobreimpresiones. Sus campos arados parecen pinturas abstractas; su estilo es radical, poético, inconfundible. Ya en la última, la Sala Belvedere, Franco Fontana (Módena, 1933) introduce otro tipo de color: saturado, gráfico, casi matemático. Sus composiciones parecen construidas con regla y compás, revelando una armonía interna en los paisajes urbanos y rurales. Otros fotógrafos, como Enzo Obiso (Campobello di Mazara, Trapani, 1954), optan por la sugerencia más que por la contundencia. Su uso de la luz, casi místico, capta lo inasible: una esquina al atardecer, una mirada fugaz.

Bruna Biamino (Turín, 1956), por su parte, nos transporta a una Italia espectral, onírica. Sus fotografías en color, suaves como un velo, componen una especie de «sueño blanquecino»: paisajes despojados, arquitecturas solitarias, espacios marcados por la ausencia. Lejos de ser vacíos sin alma, estos lugares respiran una extraña intensidad. En ellos, el silencio se convierte en un estado de contemplación y el desarraigo, en una forma de belleza suspendida.

Mario Cresci, Vedere attraverso, Pisa, 1997 GAM Galleria Civica d’Arte Moderna e Contemporanea di Torino. | Courtesy Fondazione Torino Musei

La sombra de la historia

Más allá de las ciudades y del paisaje canónico, la exposición se adentra también en los márgenes. Las periferias industriales fotografiadas por Ugo Mulas (Pozzolengo, Brescia, 1928 – Milán, 1973) –figura clave del arte conceptual– nos hablan de una belleza ignorada, una poética del abandono. Muy representativa es su imagen de la escenografía para la ópera Wozzeck (1969) de Alban Berg. Uliano Lucas (Milán, 1942), con su lenguaje narrativo, retrata la Italia invisible: huelgas, migraciones, contradicciones sociales. Su enfoque documental rompe con el mito romántico del sur idílico o la metrópolis cosmopolita.

Ferdinando Scianna (Bagheria, Palermo, 1943), gran amigo de Henri Cartier-Bresson –quien en 1982 lo invita a entrar en la agencia Magnum Photo–, aporta una dimensión antropológica. Sus retratos de Sicilia revelan más que las palabras: mujeres vestidas de negro, fiestas religiosas, la sombra alargada de la historia. Todo en él vibra con el contraste entre la luz abrasadora del Mediterráneo y la oscuridad ancestral del mito. Su mítica fotografía de Borges en Sicilia en el 1984 también se puede ver en la muestra. Por otro lado, las fotografías de Milán, Turín o Nápoles de Gabriele Basilico (Milán, 1944-2013) no son reportajes, son meditaciones sobre el espacio. La ausencia humana en sus imágenes no implica frialdad, sino una invitación a observar lo que normalmente ignoramos: las líneas, los volúmenes, el alma secreta de la ciudad.

No hay una sola Italia en esta exposición. Tampoco una sola mirada. Lo que hay es un mosaico de instantes detenidos que no pretenden enseñar un país, sino convocarlo. Invocarlo, incluso. Porque lo que se muestra aquí no es un territorio geográfico, sino uno emocional, lleno de memoria, contradicciones y belleza fugaz.

Cada fotografía –ya sea en blanco y negro o en color– actúa como una puerta sin cerradura. Nos asomamos, y lo que vemos es tanto Italia como una parte de nosotros mismos: nuestras ruinas, nuestras luces, nuestros silencios, nuestros pasajes interiores.

Estos 13 fotógrafos no han logrado solo documentar el paso del tiempo, sino intervenir en él. Y, al hacerlo, nos entregan una Italia que nunca termina de decir lo que quiere decir. Una Italia que se sugiere más que se afirma. Como ciertas verdades que solo pueden ser vistas de reojo.

La Italia que aquí se expone no es la de los clichés ni las postales. Es una Italia que respira por los márgenes, por las ruinas, por los rostros comunes y las geometrías improbables de sus ciudades. Una Italia de grietas, de niebla, de ternura, de contradicción.

La fotografía nos enseña a ver el mundo, ya conocido, por primera vez.

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