La corrección política y el wokismo están llevando a atacar las estatuas de personajes históricos que se consideran racistas, como Colón, Lincoln y Churchill. Incluso dicen que es el despertar de la sociedad contra aquellos dirigentes con pasado racista. Hablan de resignificar a personajes históricos con pasado esclavista en las escuelas o los museos. Esta política de cancelación viene de la izquierda, y olvida cancelar a destacadas figuras izquierdistas como Marx o el Che Guevara, que fueron profundamente racistas. Y lo mismo podemos decir cuando el racismo procede de grupos étnicos victimizados, como los negros o los árabes con los judíos.
La Santo Domingo francesa era la colonia más productiva de la América colonial a finales del siglo XVIII. Más que Cuba. Tenía un 80% de población esclava, y exportaba azúcar, algodón, café, cacao y añil, que salían en los más de 600 barcos que atracaban anualmente. La burguesía colonial eran los «grandes blancos», compuesta por propietarios y funcionarios, y los «pequeños blancos», es decir, tenderos, comerciantes y soldados. Luego estaban los affranchi o mulatos, con profesión por cuenta propia, pero que tenían negado el acceso a la administración. En París estaban representados por la Sociedad de Amigos de los Negros. Por último, los cimaroons o cimarrones: esclavos huidos y que protagonizaron ataques organizados contra los blancos entre 1751 y 1758.
Francia estableció el llamado Código Negro en 1685 en Martinica, la Santo Domingo francesa y Luisiana, sus colonias americanas. Ese código determinaba las sanciones a los negros por desobediencia, obligaba a la cristianización para erradicar el vudú, y cifraba las condiciones para otorgar la libertad a un esclavo. El Código prohibía a los negros las bebidas alcohólicas, llevar armas, y los derechos de reunión y de propiedad. El artículo 38 del Código Negro decía que al esclavo fugado un mes «se le cortarán las orejas», si reincide, «las corvas», y una tercera vez, era castigado con la muerte. Eran cosas, no personas, por eso los declaraba “bienes muebles transmisibles”. También era muy duro el código negro británico para sus colonias de Jamaica y Barbados, donde se permitía amputar el pie de un esclavo huido si pasaban 30 días, la muerte si atacaba, violaba o se rebelaba contra un blanco, y prohibía las ceremonias religiosas y tocar el tambor. En las colonias españolas, el código para los esclavos, de 1789, era más blando: obligaba a los propietarios a alimentar, vestir e instruir a los esclavos, así como prohibía las amputaciones como castigo.
La Revolución Francesa removió la colonia. Los blancos se dividieron entre monárquicos, girondinos y jacobinos, y constituyeron una Asamblea en Puerto Príncipe. Los negros y mulatos, sin embargo, no vieron reconocidos sus derechos. Esta contradicción generó muchos problemas. La Sociedad de Amigos de los Negros, compuesta allí por mulatos influyentes, inició presiones para el reconocimiento de sus derechos. En lugar de eso, en 1790 la Asamblea haitiana extendió los derechos políticos a los blancos no propietarios.
El desengaño llevó al primer levantamiento armado. A finales de octubre de 1790, un grupo de mulatos liderados por Vincent Ogé y Chavannes, exigió a la Asamblea la igualdad ante la ley. La manifestación fue reprimida duramente, con varias ejecuciones.
Sin embargo, las ideas jacobinas fueron extendiéndose entre los esclavos. Igualdad, libertad, fraternidad, e independencia de la metrópoli para librarse de los terratenientes esclavistas. El proceso se inició en agosto de 1791. El sacerdote vudú Boukman convocó una asamblea de 200 delegados de las plantaciones azucareras del norte. Allí se planeó el levantamiento. Fue la Gran Insurrección del Norte. Miles de esclavos asaltaron las propiedades, asesinaron a los blancos y destruyeron todas las infraestructuras.
Boukman llegó a reunir a unos 30.000 combatientes, lo que no evitó que fuera capturado y ejecutado por sus crímenes. Hubo algunas revueltas en otros lugares, pero finalmente los mulatos tomaron el control. Quizá por esto, la Asamblea Nacional Francesa otorgó la ciudadanía a los negros en Saint Domingue a comienzos de 1792. Para controlar la situación, la Asamblea envió con 6.000 soldados a tres comisarios jacobinos encabezados por Sonthonax. La delegación francesa se apoyó entonces en los mulatos jacobinos para contener a los blancos monárquicos y a los esclavos.
La ejecución de Luis XVI en Francia sublevó a los monárquicos haitianos y propició la intervención del Reino Unido y de España en la isla. Para compensar el levantamiento y la invasión de británicos y españoles, Francia quiso formar en Haití un ejército de esclavos negros y abolió la esclavitud. Ese fue el origen del problema, porque los franceses acabaron armando a los que querían una revolución en la isla y la independencia.
Un esclavo procedente de Benin, en África, llamado Louverture, reunió un ejército de 51.000 soldados. Louverture formó una élite negra jacobina que quería establecer una República independiente de Francia y mantuvo la denominada Guerra de los Cuchillos, entre 1799 y 1800, contra los blancos y sus aliados. Napoleón, cansado de Haití, envió a 24.000 hombres al mando del general Leclerc para que volviera a Francia y restablecer la esclavitud.
Louverture fue capturado, pero le sucedió el general negro Dessalines, que tomó el mando de los haitianos rebeldes y convirtió la independencia en una auténtica guerra de razas. El ejército de Dessalines lo constituían negros y esclavos, y acabó derrotando a las tropas napoleónicas en la Batalla de Vertieres. El ejército francés capituló en diciembre de 1803. Es así que la primera derrota de Napoleón no fue en Bailén, sino en Haití.
Dessalines se convirtió en el primer presidente de Haití, y en un año se proclamó Emperador con el nombre de Jacques I. Hizo su propia Constitución en 1805 e inició la discriminación legal de los blancos. Solo serían ciudadanos los negros. «Ningún blanco -decía el artículo 12- pisará este territorio como amo o propietario».
Fue el primer paso. Luego llegó la matanza de blancos. Primero asesinaron a los hombres y después a los niños. Los torturaban y pasaban a cuchillo en sus casas y a plena luz del día. Luego ordenaron matar a todas las mujeres que no accedieran a casarse con un negro, para cortar de raíz la raza blanca.
El emperador Dessalines visitaba las ciudades para verificar que se ejecutaban sus órdenes. Violaciones, incendios y saqueos precedían a los asesinatos. Se hizo famoso por su crueldad un tal Jean Zombi, de donde procede el nombre de los no muertos. Fue un genocidio. Se calcula que entre 3.000 y 5.000 blancos fueron asesinados. Hoy, Dessalines es venerado en Haití como un héroe, pero en realidad fue un genocida tapado por el wokismo.
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La corrección política y el wokismo están llevando a atacar las estatuas de personajes históricos que se consideran racistas, como Colón, Lincoln y Churchill. Incluso dicen
La corrección política y el wokismo están llevando a atacar las estatuas de personajes históricos que se consideran racistas, como Colón, Lincoln y Churchill. Incluso dicen que es el despertar de la sociedad contra aquellos dirigentes con pasado racista. Hablan de resignificar a personajes históricos con pasado esclavista en las escuelas o los museos. Esta política de cancelación viene de la izquierda, y olvida cancelar a destacadas figuras izquierdistas como Marx o el Che Guevara, que fueron profundamente racistas. Y lo mismo podemos decir cuando el racismo procede de grupos étnicos victimizados, como los negros o los árabes con los judíos.
La Santo Domingo francesa era la colonia más productiva de la América colonial a finales del siglo XVIII. Más que Cuba. Tenía un 80% de población esclava, y exportaba azúcar, algodón, café, cacao y añil, que salían en los más de 600 barcos que atracaban anualmente. La burguesía colonial eran los «grandes blancos», compuesta por propietarios y funcionarios, y los «pequeños blancos», es decir, tenderos, comerciantes y soldados. Luego estaban los affranchi o mulatos, con profesión por cuenta propia, pero que tenían negado el acceso a la administración. En París estaban representados por la Sociedad de Amigos de los Negros. Por último, los cimaroons o cimarrones: esclavos huidos y que protagonizaron ataques organizados contra los blancos entre 1751 y 1758.
Francia estableció el llamado Código Negro en 1685 en Martinica, la Santo Domingo francesa y Luisiana, sus colonias americanas. Ese código determinaba las sanciones a los negros por desobediencia, obligaba a la cristianización para erradicar el vudú, y cifraba las condiciones para otorgar la libertad a un esclavo. El Código prohibía a los negros las bebidas alcohólicas, llevar armas, y los derechos de reunión y de propiedad. El artículo 38 del Código Negro decía que al esclavo fugado un mes «se le cortarán las orejas», si reincide, «las corvas», y una tercera vez, era castigado con la muerte. Eran cosas, no personas, por eso los declaraba “bienes muebles transmisibles”. También era muy duro el código negro británico para sus colonias de Jamaica y Barbados, donde se permitía amputar el pie de un esclavo huido si pasaban 30 días, la muerte si atacaba, violaba o se rebelaba contra un blanco, y prohibía las ceremonias religiosas y tocar el tambor. En las colonias españolas, el código para los esclavos, de 1789, era más blando: obligaba a los propietarios a alimentar, vestir e instruir a los esclavos, así como prohibía las amputaciones como castigo.
La Revolución Francesa removió la colonia. Los blancos se dividieron entre monárquicos, girondinos y jacobinos, y constituyeron una Asamblea en Puerto Príncipe. Los negros y mulatos, sin embargo, no vieron reconocidos sus derechos. Esta contradicción generó muchos problemas. La Sociedad de Amigos de los Negros, compuesta allí por mulatos influyentes, inició presiones para el reconocimiento de sus derechos. En lugar de eso, en 1790 la Asamblea haitiana extendió los derechos políticos a los blancos no propietarios.
El desengaño llevó al primer levantamiento armado. A finales de octubre de 1790, un grupo de mulatos liderados por Vincent Ogé y Chavannes, exigió a la Asamblea la igualdad ante la ley. La manifestación fue reprimida duramente, con varias ejecuciones.
Sin embargo, las ideas jacobinas fueron extendiéndose entre los esclavos. Igualdad, libertad, fraternidad, e independencia de la metrópoli para librarse de los terratenientes esclavistas. El proceso se inició en agosto de 1791. El sacerdote vudú Boukman convocó una asamblea de 200 delegados de las plantaciones azucareras del norte. Allí se planeó el levantamiento. Fue la Gran Insurrección del Norte. Miles de esclavos asaltaron las propiedades, asesinaron a los blancos y destruyeron todas las infraestructuras.
Boukman llegó a reunir a unos 30.000 combatientes, lo que no evitó que fuera capturado y ejecutado por sus crímenes. Hubo algunas revueltas en otros lugares, pero finalmente los mulatos tomaron el control. Quizá por esto, la Asamblea Nacional Francesa otorgó la ciudadanía a los negros en Saint Domingue a comienzos de 1792. Para controlar la situación, la Asamblea envió con 6.000 soldados a tres comisarios jacobinos encabezados por Sonthonax. La delegación francesa se apoyó entonces en los mulatos jacobinos para contener a los blancos monárquicos y a los esclavos.
La ejecución de Luis XVI en Francia sublevó a los monárquicos haitianos y propició la intervención del Reino Unido y de España en la isla. Para compensar el levantamiento y la invasión de británicos y españoles, Francia quiso formar en Haití un ejército de esclavos negros y abolió la esclavitud. Ese fue el origen del problema, porque los franceses acabaron armando a los que querían una revolución en la isla y la independencia.
Un esclavo procedente de Benin, en África, llamado Louverture, reunió un ejército de 51.000 soldados. Louverture formó una élite negra jacobina que quería establecer una República independiente de Francia y mantuvo la denominada Guerra de los Cuchillos, entre 1799 y 1800, contra los blancos y sus aliados. Napoleón, cansado de Haití, envió a 24.000 hombres al mando del general Leclerc para que volviera a Francia y restablecer la esclavitud.
Louverture fue capturado, pero le sucedió el general negro Dessalines, que tomó el mando de los haitianos rebeldes y convirtió la independencia en una auténtica guerra de razas. El ejército de Dessalines lo constituían negros y esclavos, y acabó derrotando a las tropas napoleónicas en la Batalla de Vertieres. El ejército francés capituló en diciembre de 1803. Es así que la primera derrota de Napoleón no fue en Bailén, sino en Haití.
Dessalines se convirtió en el primer presidente de Haití, y en un año se proclamó Emperador con el nombre de Jacques I. Hizo su propia Constitución en 1805 e inició la discriminación legal de los blancos. Solo serían ciudadanos los negros. «Ningún blanco -decía el artículo 12- pisará este territorio como amo o propietario».
Fue el primer paso. Luego llegó la matanza de blancos. Primero asesinaron a los hombres y después a los niños. Los torturaban y pasaban a cuchillo en sus casas y a plena luz del día. Luego ordenaron matar a todas las mujeres que no accedieran a casarse con un negro, para cortar de raíz la raza blanca.
El emperador Dessalines visitaba las ciudades para verificar que se ejecutaban sus órdenes. Violaciones, incendios y saqueos precedían a los asesinatos. Se hizo famoso por su crueldad un tal Jean Zombi, de donde procede el nombre de los no muertos. Fue un genocidio. Se calcula que entre 3.000 y 5.000 blancos fueron asesinados. Hoy, Dessalines es venerado en Haití como un héroe, pero en realidad fue un genocida tapado por el wokismo.
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