Desde hace ya varios años, se nos presenta el coche eléctrico como el gran futuro de la automoción. Aunque las ventas ciertamente han aumentado en la última década, seguramente no lo hacen al ritmo que instituciones como la Unión Europea desearían. Hoy por hoy, por tanto, puede decirse que el coche eléctrico es una alternativa pero que está por ver si se convierte en la norma de aquí a unos años. Y no digamos si los apagones se convierten en habituales.
Bromas aparte, esta semana en Ilustres olvidados contamos la historia del inventor del primer coche eléctrico que se fabricó en nuestro país. Antes de eso, cabe aclarar que el vehículo impulsado por electricidad no es una idea española. Es difícil atribuir este invento a una sola persona, ya que es uno de esos artefactos que han llegado a nuestros días gracias al esfuerzo común a lo largo del tiempo de muchos hombres de ciencia. Entre los nombres más importantes de la historia del coche eléctrico están, por ejemplo, el ingeniero francés Camille Alphonse Faure, el inglés Thomas Parker o el estadounidense William Morrison.
Francisco Domínguez-Adame, ingeniero e inventor sevillano
No fue hasta unos cincuenta años después cuando un español quiso poner al día a nuestro país en este ámbito. Cabe decir que, para entonces, el motor de combustión se había convertido ya en el estándar de la automoción y que la idea del coche eléctrico se había quedado cogiendo polvo en el trastero de la historia. Eso no impidió al ingeniero sevillano Francisco Domínguez-Adame Romero proponerse el reto de desarrollar un coche eléctrico made in Spain.
Como ya hemos dicho, Francisco Domínguez-Adame nació en la capital de Andalucía, en 1905. Ingeniero industrial de profesión, el coche eléctrico no fue su única invención, ya que antes ya había dado muestras de su carácter inquieto. Por ejemplo, en 1931, desarrolló un cambio de velocidades progresivo. Unos años después, en 1936, el elevado precio de la gasolina por la Guerra Civil le llevó a idear un gasógeno que instaló en un Fiat 508. Por último, en 1940 construyó un coche eléctrico de 0,5 caballos para que sus hijos jugasen.
Por fin, en 1946, ese divertimento que Domínguez-Adame armó para sus pequeños alcanzó una entidad mucho mayor. La Segunda Guerra Mundial acababa de terminar y la gasolina estaba racionada. Es por eso que el ingeniero sevillano decidió tomar cartas en el asunto y procurarse él mismo un medio de transporte que no dependiese de este escaso combustible.
El DAR 1946, el primer coche eléctrico español
El proceso de fabricación duró unos cuatro meses. En primer lugar, Domínguez-Adame dibujó en una sola noche los planos de lo que iba a ser un coche impulsado por electricidad. A continuación, se puso manos a la obra en el sótano de su casa y durante tres meses, ayudado por sus hijos, ensambló el chasis y la carrocería. Para ello, tuvo que echar mano de piezas desguazadas de otros coches. Domínguez-Adame remató su obra con dos motores eléctricos de 2 caballos, 60 voltios y 1.500 revoluciones por minuto.
El resultado fue un coche de casi una tonelada pero muy silencioso, y que alcanzaba cerca de 50 kilómetros por hora, con 80 kilómetros de autonomía. Lo bautizó como DAR 1946 (por sus iniciales y por su año de puesta en circulación) y, tras un arduo proceso, consiguió matricularlo con la placa SE-19.935. Estaba alimentado por cuatro baterías, que había que cargar durante toda la noche.
Y no crean que el vehículo fue el hobby inútil de un inventor aficionado: Domínguez-Adame y su familia utilizaron el DAR durante nada menos que 12 años. Curiosamente, el inventado por el ingeniero sevillano no fue sólo el primer coche eléctrico español, sino también el primer híbrido: Domínguez-Adame lo modificó varios años después añadiéndole un motor térmico. En 1958, eso sí, Francisco vendió su creación y se compró —como tantos españoles por aquellos años— un Seat 600.
Francisco Domínguez-Adame falleció en 1987 sin que su DAR recibiese el reconocimiento que seguramente merecía. Por suerte, su familia guardó su legado para que lo hayamos podido contar en estas líneas.
Desde hace ya varios años, se nos presenta el coche eléctrico como el gran futuro de la automoción. Aunque las ventas ciertamente han aumentado en la
Desde hace ya varios años, se nos presenta el coche eléctrico como el gran futuro de la automoción. Aunque las ventas ciertamente han aumentado en la última década, seguramente no lo hacen al ritmo que instituciones como la Unión Europea desearían. Hoy por hoy, por tanto, puede decirse que el coche eléctrico es una alternativa pero que está por ver si se convierte en la norma de aquí a unos años. Y no digamos si los apagones se convierten en habituales.
Bromas aparte, esta semana en Ilustres olvidados contamos la historia del inventor del primer coche eléctrico que se fabricó en nuestro país. Antes de eso, cabe aclarar que el vehículo impulsado por electricidad no es una idea española. Es difícil atribuir este invento a una sola persona, ya que es uno de esos artefactos que han llegado a nuestros días gracias al esfuerzo común a lo largo del tiempo de muchos hombres de ciencia. Entre los nombres más importantes de la historia del coche eléctrico están, por ejemplo, el ingeniero francés Camille Alphonse Faure, el inglés Thomas Parker o el estadounidense William Morrison.
No fue hasta unos cincuenta años después cuando un español quiso poner al día a nuestro país en este ámbito. Cabe decir que, para entonces, el motor de combustión se había convertido ya en el estándar de la automoción y que la idea del coche eléctrico se había quedado cogiendo polvo en el trastero de la historia. Eso no impidió al ingeniero sevillano Francisco Domínguez-Adame Romero proponerse el reto de desarrollar un coche eléctrico made in Spain.
Como ya hemos dicho, Francisco Domínguez-Adame nació en la capital de Andalucía, en 1905. Ingeniero industrial de profesión, el coche eléctrico no fue su única invención, ya que antes ya había dado muestras de su carácter inquieto. Por ejemplo, en 1931, desarrolló un cambio de velocidades progresivo. Unos años después, en 1936, el elevado precio de la gasolina por la Guerra Civil le llevó a idear un gasógeno que instaló en un Fiat 508. Por último, en 1940 construyó un coche eléctrico de 0,5 caballos para que sus hijos jugasen.
Por fin, en 1946, ese divertimento que Domínguez-Adame armó para sus pequeños alcanzó una entidad mucho mayor. La Segunda Guerra Mundial acababa de terminar y la gasolina estaba racionada. Es por eso que el ingeniero sevillano decidió tomar cartas en el asunto y procurarse él mismo un medio de transporte que no dependiese de este escaso combustible.
El proceso de fabricación duró unos cuatro meses. En primer lugar, Domínguez-Adame dibujó en una sola noche los planos de lo que iba a ser un coche impulsado por electricidad. A continuación, se puso manos a la obra en el sótano de su casa y durante tres meses, ayudado por sus hijos, ensambló el chasis y la carrocería. Para ello, tuvo que echar mano de piezas desguazadas de otros coches. Domínguez-Adame remató su obra con dos motores eléctricos de 2 caballos, 60 voltios y 1.500 revoluciones por minuto.
El resultado fue un coche de casi una tonelada pero muy silencioso, y que alcanzaba cerca de 50 kilómetros por hora, con 80 kilómetros de autonomía. Lo bautizó como DAR 1946 (por sus iniciales y por su año de puesta en circulación) y, tras un arduo proceso, consiguió matricularlo con la placa SE-19.935. Estaba alimentado por cuatro baterías, que había que cargar durante toda la noche.
Y no crean que el vehículo fue el hobby inútil de un inventor aficionado: Domínguez-Adame y su familia utilizaron el DAR durante nada menos que 12 años. Curiosamente, el inventado por el ingeniero sevillano no fue sólo el primer coche eléctrico español, sino también el primer híbrido: Domínguez-Adame lo modificó varios años después añadiéndole un motor térmico. En 1958, eso sí, Francisco vendió su creación y se compró —como tantos españoles por aquellos años— un Seat 600.
Francisco Domínguez-Adame falleció en 1987 sin que su DAR recibiese el reconocimiento que seguramente merecía. Por suerte, su familia guardó su legado para que lo hayamos podido contar en estas líneas.
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