En estos tiempos en que tanto se habla de rescatar la memoria, no son pocos los que prefieren olvidar los terroríficos años de ETA. Así que toda obra —película, serie— que ayude a mantener viva la memoria de las víctimas es bienvenida. Ya sea con realidad, con ficción o con argumentos basados en hechos reales, cualquier recordatorio del daño que hicieron a este país los 853 asesinatos y las 2632 personas heridas contribuye a evitar que 42 años sumidos en atrocidades y sufrimiento caigan en el olvido…
La última serie sobre la banda fue estrenada hace un par de semanas en la plataforma Prime y será emitida próximamente por TVE. Se trata de La frontera, escrita por David Zurdo y Luis Marías y dirigida por María Pulido y Yolanda Centeno. Como si de un thriller se tratara, ficciona el intento de un grupo disidente de ETA de cometer un gran atentado en París. Su intención es boicotear las incipientes negociaciones con el Estado español y continuar así su lucha armada hasta conseguir la independencia.
El plan es descubierto por un capitán de la Guardia Civil (Javier Rey), pero insospechadamente sus superiores le impiden actuar. Prefieren dejar que ETA provoque con ese atentado el cambio de postura de París contra la banda, a la que históricamente viene protegiendo. El sargento decide actuar por su cuenta, con la ayuda de un colega francés (Vincet Pérez), que también tiene que trabajar extraoficialmente, porque las autoridades galas no colaboran con las españolas. Completa el trío el personaje de Itxaso Arana, hija de un viejo dirigente de la banda partidario de la negociación, que se muestra sumida en la duda entre ayudar a los suyos o evitar una nueva carnicería.
La frontera no está a la altura de otras series como Patria (la serie de Aitor Gabilondo sobre el best seller de Fernando Aramburu) o películas como La infiltrada (Arantxa Echevarria), el inesperado éxito cinematográfico de la última temporada. Pero es un producto digno, en el que la ficción con excesiva frecuencia hace menos creíbles aspectos reales que también aborda.
A quienes vivimos aquella época nos chirría porque recordamos exactamente cómo fue. Sin embargo, a los más jóvenes —aquellos a los que hemos permitido ignorar quién era Miguel Ángel Blanco— les vendrá bien saber que hubo un tiempo, mucho tiempo, en que el estado francés protegía a los etarras, o que en 1987 los terroristas asesinaron a once personas, seis de ellas menores, en el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. Por mencionar solo dos asuntos a los que se refiere de forma expresa la serie.
Decía que puede que haya aspectos que nos chirríen, como la historia de amor de un guardia civil y una infiltrada de ETA, el extraño colegueo de un agente francés y un guardia civil, el comportamiento exagerado de una etarra sanguinaria y ninfómana que recuerda a la famosa Tigresa, o la dulce ama de casa que no sabía nada de las actividades terroristas de su marido. Pero podemos darlos por válidos si con ello contribuyen a mostrarnos la crueldad de la banda y no a edulcorarla.
Ya que de series y terrorismo hablamos, el ejemplo del Ulster es muy significativo. Dos series de calidad —La británica La caza y la irlandesa Blue Lights— nos muestran las terribles secuelas dejadas por el terrorismo en Belsfat después de los eufemísticamente llamados ‘The Troubles’ (los problemas). O la muy reciente No digas nada, norteamericana, sobre los dilemas morales y emocionales desatados tras el fin de la lucha armada. La frontera, en suma, no será una obra maestra ni un retrato documental de lo que fueron las cuatro décadas de terror en España, pero sí es una obra más que digna que invita a la reflexión sobre las atrocidades cometidas por la banda y contribuye, además, a evitar el olvido de unas heridas aún muy recientes y sin cicatrizar. Si no nos esforzamos en recordar aquellos años del terror, acabarán por ser solo una mera ficción.
En estos tiempos en que tanto se habla de rescatar la memoria, no son pocos los que prefieren olvidar los terroríficos años de ETA. Así que
En estos tiempos en que tanto se habla de rescatar la memoria, no son pocos los que prefieren olvidar los terroríficos años de ETA. Así que toda obra —película, serie— que ayude a mantener viva la memoria de las víctimas es bienvenida. Ya sea con realidad, con ficción o con argumentos basados en hechos reales, cualquier recordatorio del daño que hicieron a este país los 853 asesinatos y las 2632 personas heridas contribuye a evitar que 42 años sumidos en atrocidades y sufrimiento caigan en el olvido…
La última serie sobre la banda fue estrenada hace un par de semanas en la plataforma Prime y será emitida próximamente por TVE. Se trata de La frontera, escrita por David Zurdo y Luis Marías y dirigida por María Pulido y Yolanda Centeno. Como si de un thriller se tratara, ficciona el intento de un grupo disidente de ETA de cometer un gran atentado en París. Su intención es boicotear las incipientes negociaciones con el Estado español y continuar así su lucha armada hasta conseguir la independencia.
El plan es descubierto por un capitán de la Guardia Civil (Javier Rey), pero insospechadamente sus superiores le impiden actuar. Prefieren dejar que ETA provoque con ese atentado el cambio de postura de París contra la banda, a la que históricamente viene protegiendo. El sargento decide actuar por su cuenta, con la ayuda de un colega francés (Vincet Pérez), que también tiene que trabajar extraoficialmente, porque las autoridades galas no colaboran con las españolas. Completa el trío el personaje de Itxaso Arana, hija de un viejo dirigente de la banda partidario de la negociación, que se muestra sumida en la duda entre ayudar a los suyos o evitar una nueva carnicería.
La frontera no está a la altura de otras series como Patria (la serie de Aitor Gabilondo sobre el best seller de Fernando Aramburu) o películas como La infiltrada (Arantxa Echevarria), el inesperado éxito cinematográfico de la última temporada. Pero es un producto digno, en el que la ficción con excesiva frecuencia hace menos creíbles aspectos reales que también aborda.
A quienes vivimos aquella época nos chirría porque recordamos exactamente cómo fue. Sin embargo, a los más jóvenes —aquellos a los que hemos permitido ignorar quién era Miguel Ángel Blanco— les vendrá bien saber que hubo un tiempo, mucho tiempo, en que el estado francés protegía a los etarras, o que en 1987 los terroristas asesinaron a once personas, seis de ellas menores, en el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. Por mencionar solo dos asuntos a los que se refiere de forma expresa la serie.
Decía que puede que haya aspectos que nos chirríen, como la historia de amor de un guardia civil y una infiltrada de ETA, el extraño colegueo de un agente francés y un guardia civil, el comportamiento exagerado de una etarra sanguinaria y ninfómana que recuerda a la famosa Tigresa, o la dulce ama de casa que no sabía nada de las actividades terroristas de su marido. Pero podemos darlos por válidos si con ello contribuyen a mostrarnos la crueldad de la banda y no a edulcorarla.
Ya que de series y terrorismo hablamos, el ejemplo del Ulster es muy significativo. Dos series de calidad —La británica La caza y la irlandesa Blue Lights— nos muestran las terribles secuelas dejadas por el terrorismo en Belsfat después de los eufemísticamente llamados ‘The Troubles’ (los problemas). O la muy reciente No digas nada, norteamericana, sobre los dilemas morales y emocionales desatados tras el fin de la lucha armada. La frontera, en suma, no será una obra maestra ni un retrato documental de lo que fueron las cuatro décadas de terror en España, pero sí es una obra más que digna que invita a la reflexión sobre las atrocidades cometidas por la banda y contribuye, además, a evitar el olvido de unas heridas aún muy recientes y sin cicatrizar. Si no nos esforzamos en recordar aquellos años del terror, acabarán por ser solo una mera ficción.
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