Elena Ballesteros: «Con las mujeres la edad es un tema un poco pesado»

Actriz de televisión desde que era casi una niña, Elena Ballesteros (Madrid, 1981) entró pronto en el cine, pero tardó en hacerlo en el teatro. Lo hizo con muy buen pie, eso sí. Ahora, tiene en cartel, en el Teatro Capitol, la obra Cuando duerme conmigo, del argentino Eduardo Román, donde da vida a Laura, una mujer a la que un golpe de realidad le vuelve la vida del revés.

PREGUNTA.- ¿Cómo surgió este proyecto y cómo te embarcaste en él?

RESPUESTA.- En realidad, este proyecto fue un poco casualidad absoluta. Eduardo Román dice que los personajes eligen a los actores y yo creo que es así, que el personaje elige al actor, sin duda. Además suele coincidir con momentos vitales también. Es muy interesante cuando te llega un personaje, porque te habla un poco de tu momento personal muchas veces; igual no explícitamente, pero sí lo que tienes que trabajar como actriz. En esta ocasión, yo estaba haciendo la sustitución de Ana Ruiz, que es amiga mía, en La Regenta, y le llegó esta obra de teatro y me dijo: «Elena, léetela porque yo creo que te va a gustar». Me la leí de un tirón y no paré. A veces pasa que lees un guion y no acaba de meterte en la historia de una manera sencilla, vas haciendo paradas, y con este no pude parar. Es tal la cantidad de emociones, de situaciones, de cambios. Es una maravilla. Y dije: pues sí, tienes razón, me encanta.

P.- Es un poco difícil hablar de una obra que tiene un punto de inflexión muy importante. Son dos personajes que están en una sala de espera y se dan cuenta de ciertas cosas en un momento determinado. ¿En la promoción cuentas cuál es ese punto de inflexión?

R.- No. En realidad la historia es cómo te replanteas tu vida cuando te encuentras con una situación tan dramática como esta. En la vida seguimos la rutina, no nos paramos a pensar mucho, en nuestra historia de amor, en nuestra pareja, en nuestros hijos, en el trabajo, en lo cotidiano; seguimos un poco a piñón fijo, sin analizar verdaderamente si somos felices, si realmente es lo que queremos hacer con nuestra vida, si nos estamos enfocando hacia el lado equivocado, muchas veces vamos como los caballos con anteojeras y no nos damos cuenta.

P.- Si estamos apegados a la realidad o no.

R.- Si realmente queremos saber la verdad o no. Un montón de cosas que cuando te enfrentas a un drama vital no te queda más remedio que mirar. La vida te da, como dice Laura, esa bofetada que te acaba acercando a la realidad.

P.- ¿Habías visto la película, con Ana Claudia Talancón? Debe de ser un hándicap que exista una película y luego tener que hacer el personaje tuyo.

R.- Sí, vi la película. Nos la pasó Eduardo, pero en todo momento nos dijo que no quería que replicásemos nada. Él está acostumbrado a hacerla con muchos elencos distintos y cada elenco le da una cosa, es inevitable. Lo acercas a ti misma y tienes unas vivencias distintas, o traduces ciertas cosas de manera distinta, y es lo que a él le interesa realmente como artista: contar la misma historia desde otros puntos de vista en un momento determinado. Hay una parte en la que mi personaje se enfada mucho, súper iracunda y grita. Yo en mi vida jamás me enfado a ese nivel, pero nunca. Nunca me he puesto a gritar, y es algo que le decía a Eduardo: «Yo no sé si voy a llegar a esto». Él dijo: «bueno, seguro que sí». Y claro, lo haces, lo trabajas. Además, es una persona tan poco romántica.

«Siempre nos llegan vendavales en la vida y según vas cumpliendo años, hay más posibilidades de que ocurra»

P.- Tan contenida.

R.- No tiene nada que ver conmigo. Yo soy todo lo contrario. Soy expansiva, súper emocional, súper sensible, romántica. Nada, nada, nada. Somos contrarias completamente.

P.- ¿No te ha pasado nunca nada como lo que le pasa a Laura, ese vendaval?

R.- Por suerte no. Hombre, siempre nos llegan vendavales en la vida y según vas cumpliendo años, hay más posibilidades de que ocurra, pero en concreto el de ella no.

P.- ¿Y entiendes la decisión que toma tu personaje?

R.- Sí, claro, claro que la entiendo. Ya no sé hasta qué punto hay generosidad por su parte o miedo a estar sola. Ahí ya cada uno que se lleve el mensaje que quiera, pero sí, lo entiendo, lo entiendo. Además, en mi momento vital, estoy trabajando con el tema del perfeccionismo. Me parece que el perfeccionismo nos limita muchísimo porque es imposible hacer las cosas perfectas ni ser perfectas, imposible. Es una expectativa a la que nunca jamás vas a llegar, con lo cual es un camino de frustración siempre. Estaba muy enfocada en este tema. Así que cuando llegó este proyecto y vi este personaje, esta Laura que, como ya dije al principio me eligió para interpretarla, me di cuenta de que efectivamente tenía que ver conmigo, en ese camino de la perfección inexistente.

P.- Llama la atención que, en realidad, con toda la carrera larga que llevas, entraste al teatro tarde. Fue de la mano de Daniel Guzmán, en Perfectos desconocidos, y luego hiciste también Miles Gloriosus de Plauto, en el Festival de Teatro de Mérida. ¿Por qué entraste tan tarde al teatro? ¿Fue una decisión propia o así se dio?

R.- En realidad, me daba bastante miedo.

P.- ¿Por qué?

R.- Porque la exposición que tienes en un escenario nunca jamás va a ser la misma que en un plató de televisión o de cine. Aunque es cierto que la cámara capta absolutamente todo lo que uno siente –si se lo permites, claro está–, en un escenario es toda tu presencia, con todo lo que tienes ese día. Sabes que nunca va a salir igual y es como tiene que ser, pero a mí me generaba un miedo terrorífico sentir que no tenía un salvavidas como es un «¡corten!» o «vamos a volver a hacerlo». Hasta que no se dieron las circunstancias y las personas, para subirme de la mano con ellas al escenario, no lo hice.

Elena Ballesteros. | Carmen Suárez

P.- Y lo superaste así, con la confianza que da hacerlo con gente que conoces.

R.- Con Dani, fue Dani Guzmán. Me dijo: «Vamos a comer un día», yo en realidad pensando que íbamos a hablar de nuestras cosas, porque hemos trabajado juntos. Y cuando me dijo esto y me habló del elenco que tenía en mente y demás, dije vale, creo que es el momento, creo que ya toca.

P.- ¿Qué da el teatro que no da el cine o la televisión a una actriz?

R.- Por supuesto, formación. Personajes mucho más profundos e interesantes. Luego hay de todo, hay personajes muy interesantes en tele y en cine, pero creo que los mejores personajes están en teatro. De hecho, el otro día se lo escuché en una entrevista a Alicia Borrachero, con la que me estrené en teatro…

P.- Y también trabajaste en tele, en Periodistas.

R.- Sí. Y tenía toda la razón, y más en personajes femeninos de cierta edad. Llega un momento en que la profundidad de los personajes en teatro es abismal en comparación con el audiovisual. No tiene nada que ver adentrarte en un personaje con tanta profundidad, en tanta intención, como en mi caso el personaje de Laura, que hacer algo un poquito más superficial. La implicación como actriz es distinta.

P.- También dicen que el teatro da la oportunidad de hacer personajes de distintas edades, y de dilatar la edad. Aunque yo me imagino que tú todavía no sufres ese problema de la edad en el audiovisual, ¿o sí?

R.- La edad siempre, con nosotras en concreto, es una piedra de toque. «Pareces más joven, pareces más mayor». En mi caso, siempre es porque parezco más joven. ¿De verdad? ¿En serio? ¿Y es también un problema? Siempre con las mujeres, en concreto, la edad es un tema un poco pesado.

«Cuando me veo en Gran Vía, gigante, en ese vídeo del Teatro Capitol, es como si no fuese yo»

P.- ¿Quieres decir que no te dan el papel que corresponde a tu edad porque pareces más joven?

R.- Claro. A ver, no tengo problema si es interesante lo que contamos; de hecho, encantada.

P.- Empezaste de adolescente, en esa serie que se llamaba Más que amigos, que fue cantera para toda una generación de actores que marcaron la escena cinematográfica y teatral: Paz Vega, Alberto San Juan, Melanie Olivares… Iñaki Miramón estaba también en esa serie. ¿Cómo recuerdas aquella experiencia?

R.- Imagínate, mi primera serie de televisión. Yo había presentado el Club Disney, y Dani Écija, el director de la serie, me decía: «No tienes que decirlo al público». Claro, no lo había hecho nunca, tenía 16 años. Para mí era todo súper nuevo, pero como eran gente joven que tampoco tenían tantísima experiencia, tenían veintipocos años y no habían hecho tantas cosas, me sentí muy arropada por ellos. Y la manera que tenían de interpretar era muy novedosa para el momento. Eran la nueva generación y la nueva manera de interpretar. Jorge Bosch venía de estudiar en el Actors Studio y en el Stella Adler, y ahora, fíjate, nominado a los premios Olivier. Yo aprendí muchísimo ahí, mi experiencia fue maravillosa. En realidad, la profesión me vino un poco dada.

P.- ¿No la buscaste?

R.- Me gustaba y sí quería, y yo sentía que iba a ser actriz. Era como una certeza. De hecho, mi marido –somos amigos desde los ocho años– me decía: «el día que me dijiste que ibas a ser actriz me lo dijiste con tanta seguridad y tan confiada, que dije: lo va a ser».

P.- Tú eres de familia numerosa, la segunda de cuatro hermanas, tienes dos hermanas que también fueron en su momento actrices. Imagino que los padres animaron. ¿Nunca quisiste hacer otra cosa?

R.- En realidad, fue mi hermana mayor la pionera. Lo que pasa siempre con los hermanos mayores, son los que van abriendo camino. En mi casa nadie tenía en mente este tema de la interpretación. Mi hermana fue la primera y, claro, estaba en casa y nos explicaba ejercicios que hacía en clase, y entonces nos poníamos a practicar y nos lo pasábamos tan bien… Era como un juego. Entonces yo dije: ostras, puedes trabajar jugando, me gusta.

Elena Ballesteros. | Carmen Suárez

P.- Después de Más que amigos haces Periodistas, que tuvo muchísima más repercusión. ¿A ti te afectó la fama cuando eras jovencita?

R.- No. Es curioso porque siempre me he sentido un poco como desdoblada. Me sigue pasando. Cuando me veo, por ejemplo, en Gran Vía, gigante, en ese vídeo del Teatro Capitol, es como si no fuese yo. No sé cómo explicarte. Hay una parte que no soy yo, es mi parte actriz, es Elena Ballesteros. Yo soy María Elena, además, en mi familia.

P.- ¿Y te llaman María Elena?

R.- En mi casa, sí, en mi familia, o Nena. Y desde jovencita lo he sentido así. Yo salía del plató y ya era yo. La misma persona, pero en mi faceta personal.

P.- ¿Y no te reconocían por la calle?

R.- Sí, mucho.

P.- ¿Eso lo llevabas bien?

R.- Sí. La única vez que me fue incómodo fue un día que tenía un mal día. Estaba llorando, me había pasado algo personal y estaba comprando en el supermercado, y una señora me quitó las gafas y me dijo: «Niña, no llores, es que le das muchos disgustos a tu padre». Y yo no entendía nada. Ya te digo, como yo disocio tanto, yo pensaba que me hablaba de mi padre de verdad.

«Es clave en la vida seguir evolucionando, no quedarte anclado a los éxitos pasados»

P.- Y era José Coronado, ¿no?

R.- Claro. Hay un punto un poco invasivo, pero me pasó en contadas ocasiones.

P.- Te lo pregunto también porque no es tan normal ser actriz o actor de niño y dar el paso a ser actor adulto, hacer una transición para no convertirse en un juguete roto, o para no abandonar la profesión y dedicarse a otra cosa. ¿Cómo fue ese ese paso para ti?

R.- He tenido siempre la suerte de que tanto directores de casting como directores o productores han ido contando conmigo, y yo también tuve muy claro que me iba a formar. Yo sabía que iba a estudiar, que el que yo fuera actriz de niña no quería decir que tuviera las herramientas como para soportar una profesión así… Fui al psicólogo, fui a mis clases de interpretación… Siempre me estoy formando, continúo formándome. Es clave en la vida seguir evolucionando, no quedarte anclado a los éxitos pasados. Está muy bien tener un éxito puntual, pero hay que seguir trabajando por seguir conquistando otras parcelas de tu vida.

P.- Desde los años 90, que empezaste, hasta ahora, ¿en qué ha cambiado para bien y para mal la profesión en este país?

R.- Por un lado hay muchas más plataformas y hay más medios que dan trabajo a compañeros, pero el tema redes sociales, por ejemplo, creo que es un arma de doble filo. Tú puedes tener mucha repercusión y que la gente te siga, porque es tan sencillo como darle a un clic y no te pide pan. Pero claro, hay gente a la que sigues pero a la que no irías a ver al teatro, o a la que no irías a ver a un cine. De alguna manera, entiendo que tanto las cadenas como las productoras piensan que se garantizan una publicidad gratuita por medio de estas redes sociales, de gente con muchos seguidores, pero por otro lado, también se están dando cuenta que de que eso no les va a garantizar que tenga más repercusión su producto. No sé, sería como para un programa entero. Tiene cosas bastante contradictorias. En los 90 es verdad que lo malo es que éramos menos las personas que finalmente trabajábamos, porque había menos oportunidad, pero había una protección a lo personal más grande. Ahora todo está mucho más expuesto.

P.- Fuiste madre muy joven y tu hija, Jimena Marín, también quiere ser actriz. ¿Qué consejo le das? ¿Te gusta que se dedique a esto o te hubiera gustado que se dedicara a otra cosa?

R.- La verdad es que me gusta que se dedique a lo que quiera. Lo tengo más claro… Me parece, además, que cada camino es distinto. Ella decide que quiere ser actriz y me parece maravilloso. Aparte, está estudiando Ciencias Políticas, o sea, que es una mujercita que tiene la cabeza bastante bien puesta. Le gusta formarse también, entiende que hay que tener un nivel cultural. Porque ese es otro tema. Me doy cuenta aquí en España es que no se no se valora realmente el trabajo del actor o de la actriz, lo que tienes que realmente tener como actor o como actriz. Hay una formación, una cultura general que tienes que tener. Hay que leer mucho, hay que conocer el teatro, hay que ir al teatro, hay que saber de cine. Cuanto más sepas, más oportunidades para interpretar personajes con mayor profundidad. Creo que el actor se debe a su trabajo personal, a aprender a crecer y a formarse constantemente. Y creo que hoy en día hay menosprecio a esto, no se le da el valor que tiene. O el tema de los sindicatos. Fuera de España, no puedes trabajar si no estás sindicado, si no tienes una formación actoral; aquí no, aquí da igual. Por un lado, me parece que es interesante que haya oportunidades para todos, pero por otro lado, me parece que se menosprecia nuestro oficio. A mí no se me ocurriría decir «Venga, tú, ¡qué manos más bonitas!, opérame el corazón» o «Toca el piano». Oiga, es que es una carrera.

P.- También da la sensación de que uno va a las salas de teatro y hay cada vez menos gente joven. No sé si tú tienes la misma impresión. ¿Cómo atraerlos?

R.- Creo que tiene que ver también con la cultura, con el nivel cultural. Verlo también en tu casa, entender que las cosas que cuestan muchas veces son las que más poso te van a dejar. No hablo aquí del sacrificio ni de la culpa, sino a que no es lo mismo leerte un tebeo de Zipi y Zape que leer Hamlet. Nunca va a ser lo mismo. Es verdad que es mucho más complejo y que requiere de más atención, de más paciencia, de incluso repetir y releer varias páginas, pero el poso que te deja y lo que te hace entender de la vida y lo que te amplifica el cerebro, el corazón, todo… Es que no hay color. Y vuelvo a las redes sociales –parezco la abuela Cebolleta–, con el tema de esa inmediatez, del clic, de no tener que esperar para ver una serie completa, de lo fácil, creo que se está desarrollando una cosa que acabaremos pagando. Es una pena, porque ya no se le da ni media vuelta a nada. Todo es como muy rápido, nada tiene valor, nadie tiene un peso que digas «guau». Creo que el teatro da también eso.

Elena Ballesteros. | Carmen Suárez

P.- ¿Tienes algún papel favorito que hayas hecho en tu vida o siempre es el que uno está haciendo en este momento?

R.- No soy muy nostálgica, la verdad. Hombre, si tengo que poner en valor un personaje, fue Isabel, de Periodistas, la hija de José Coronado. Ya seré la hija de José Coronado para siempre. Y yo encantada. Fue el personaje que verdaderamente me hizo amar el oficio. De descubrimiento, de ingenuidad, de tantas cosas. Y obviamente, el personaje que estoy haciendo ahora es que me tiene tan enamorada… Todo lo que requiere, todo lo que he trabajado y lo que estoy trabajando…

P.- ¿Y alguna mala experiencia que tuvieras en la carrera?

R.- Hombre, claro, siempre hay malas experiencias. Nada es de color de rosa todo el tiempo, y gracias a esas malas experiencias también creces y aprendes.

P.- ¿Con qué tienen que ver esas malas experiencias?

R.- Con personas con las que no compartes la misma visión tanto profesional como personal. Yo ahora sí que le doy mucho más valor a eso, fíjate, a trabajar con personas que verdaderamente trabajan desde el amor, desde el respeto, desde la profesionalidad. Por supuesto con talento, claro. Me gusta trabajar con personas talentosas, pero no desde el sufrimiento, no desde la tiranía, no desde la prepotencia. Son características con las que no comulgo para nada y que no me gustan. Ni en el trabajo ni en lo personal.

P.- Aquí estuvo Manuela Vellés y decía que ya en el cine no se llevaban los desnudos. En tu caso hubo El lugar donde estuvo el paraíso –que por cierto está basada en la novela de un buen amigo, Carlos Franz–, ¿estás de acuerdo en esto?

R.- La verdad es que no te puedo decir. Es cierto que los desnudos últimamente son de una pureza… Son desde una visión por lo general más de directoras, mujeres, en los que se trata al cuerpo femenino no como un objeto de deseo, sino como un ser humano más. Y el significado es desnudar el alma un poco también. Probablemente sí estoy de acuerdo con Manuela, porque hasta hace nada, desde la época del destape en adelante, el cuerpo femenino estaba puesto exclusivamente como objeto de deseo del hombre, y éramos objetos, realmente. El #Metoo, el que más mujeres estemos dentro de la industria, más directoras, más guionistas, está cambiando esa visión bastante. Y también de las mujeres de a pie, o de todo tipo de profesiones. Creo que también estamos cada vez más más concienciadas con esto y nos damos el valor y el lugar que merecemos. Era un poco también mendigar un espacio para nosotras. Es mi sensación, no digo que sea la verdad absoluta, era como «que me des esto ya me va bien», «gracias por darme un hueco»… Ahora creo que lo hemos conquistado, sinceramente, y que estamos aquí por derecho propio. No nos tiene que dar nada, nadie, en ningún lugar.

P.- ¿Crees que es necesario entonces esto de los coach de escenas sexuales, por ejemplo?

R.- Sí, me encanta. Porque es muy incómodo cuando te dicen «improvisad». Perdona, no. Yo en mi vida improviso este tipo de cosas, pero en cámara no tengo la necesidad. Me parece súper incómodo. Si hay una persona que te está haciendo ver que esto es como un baile, hasta dónde tú te sientes cómoda, me parece que hay un respeto por el cuerpo del otro. Para mí mi cuerpo es un templo, lo siento, y quiero respetarlo, cuidarlo y que los demás también lo hagan. Me parece que esa profesión está ayudando mucho, mucho. Si tú dices cualquier cosa, hay veces que es como «ya está poniendo pegas», ¿sabes?. El poner límites muchas personas se lo toman como que estás creando un conflicto, y dices tú: ¿pero por qué, en qué momento? Lo estoy haciendo desde el amor, desde el cariño y para que no me veas luego en la cámara con la tensión… Si es todo por el bien del producto, del trabajo que estamos haciendo.

P.- Te entiendo. Antes has hablado de tu marido. Dices que lo conoces desde pequeña. Pero antes has tenido otras parejas. ¿Qué es mejor en esta profesión? ¿Tener una pareja de dentro de la profesión o de fuera?

R.- Para mí, de fuera de la profesión. De hecho, lo tenía muy claro cuando me separé. Después de mi última separación, dije: quiero a alguien que no tenga nada que ver, y a ser posible científico. Ya lo tenía claro. Necesito una mente muy cartesiana, muy organizada, que me complemente, porque si no, es más caótica la vida en pareja para mí. Luego tengo muchos compañeros que tienen. De hecho, en el caso de mi compañero Jorge, su mujer es actriz también y fenomenal, pero no en mi caso.

P.- Me encanta eso del reencuentro después de que se conocieran desde pequeños.

R.- Sí, sí.

P.- Y escribiste durante una época también, ¿verdad? Tenías un blog en Fotogramas. Te gusta escribir, entiendo. ¿Te gusta leer?

R.- Me gusta, me gusta.

P.- ¿Y tienes algún escritor o algún libro favorito?

R.- Mario Vargas Llosa, por supuesto. Juan José Millás me encanta. Gabriel García Márquez me fascina, y Javier Marías. Bueno, Lucía Etxebarría, con todo lo polémica que es, me encanta cómo escribe. Los primeros libros suyos que leí me volaron la cabeza, al ver esa descripción de esas mujeres tan poderosas. Creo que la leí por primera vez con 17 años, una cosa así. Me fascinó tanto esa visión de la mujer, del mundo, de la sexualidad… Me pareció tan innovadora. Y bueno, muchísimos, Hermann Hesse, Isabel Allende… No tienen mucho que ver unos con otros.

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 Actriz de televisión desde que era casi una niña, Elena Ballesteros (Madrid, 1981) entró pronto en el cine, pero tardó en hacerlo en el teatro. Lo  

Actriz de televisión desde que era casi una niña, Elena Ballesteros (Madrid, 1981) entró pronto en el cine, pero tardó en hacerlo en el teatro. Lo hizo con muy buen pie, eso sí. Ahora, tiene en cartel, en el Teatro Capitol, la obra Cuando duerme conmigo, del argentino Eduardo Román, donde da vida a Laura, una mujer a la que un golpe de realidad le vuelve la vida del revés.

PREGUNTA.- ¿Cómo surgió este proyecto y cómo te embarcaste en él?

RESPUESTA.- En realidad, este proyecto fue un poco casualidad absoluta. Eduardo Román dice que los personajes eligen a los actores y yo creo que es así, que el personaje elige al actor, sin duda. Además suele coincidir con momentos vitales también. Es muy interesante cuando te llega un personaje, porque te habla un poco de tu momento personal muchas veces; igual no explícitamente, pero sí lo que tienes que trabajar como actriz. En esta ocasión, yo estaba haciendo la sustitución de Ana Ruiz, que es amiga mía, en La Regenta, y le llegó esta obra de teatro y me dijo: «Elena, léetela porque yo creo que te va a gustar». Me la leí de un tirón y no paré. A veces pasa que lees un guion y no acaba de meterte en la historia de una manera sencilla, vas haciendo paradas, y con este no pude parar. Es tal la cantidad de emociones, de situaciones, de cambios. Es una maravilla. Y dije: pues sí, tienes razón, me encanta.

P.- Es un poco difícil hablar de una obra que tiene un punto de inflexión muy importante. Son dos personajes que están en una sala de espera y se dan cuenta de ciertas cosas en un momento determinado. ¿En la promoción cuentas cuál es ese punto de inflexión?

R.- No. En realidad la historia es cómo te replanteas tu vida cuando te encuentras con una situación tan dramática como esta. En la vida seguimos la rutina, no nos paramos a pensar mucho, en nuestra historia de amor, en nuestra pareja, en nuestros hijos, en el trabajo, en lo cotidiano; seguimos un poco a piñón fijo, sin analizar verdaderamente si somos felices, si realmente es lo que queremos hacer con nuestra vida, si nos estamos enfocando hacia el lado equivocado, muchas veces vamos como los caballos con anteojeras y no nos damos cuenta.

P.- Si estamos apegados a la realidad o no.

R.- Si realmente queremos saber la verdad o no. Un montón de cosas que cuando te enfrentas a un drama vital no te queda más remedio que mirar. La vida te da, como dice Laura, esa bofetada que te acaba acercando a la realidad.

P.- ¿Habías visto la película, con Ana Claudia Talancón? Debe de ser un hándicap que exista una película y luego tener que hacer el personaje tuyo.

R.- Sí, vi la película. Nos la pasó Eduardo, pero en todo momento nos dijo que no quería que replicásemos nada. Él está acostumbrado a hacerla con muchos elencos distintos y cada elenco le da una cosa, es inevitable. Lo acercas a ti misma y tienes unas vivencias distintas, o traduces ciertas cosas de manera distinta, y es lo que a él le interesa realmente como artista: contar la misma historia desde otros puntos de vista en un momento determinado. Hay una parte en la que mi personaje se enfada mucho, súper iracunda y grita. Yo en mi vida jamás me enfado a ese nivel, pero nunca. Nunca me he puesto a gritar, y es algo que le decía a Eduardo: «Yo no sé si voy a llegar a esto». Él dijo: «bueno, seguro que sí». Y claro, lo haces, lo trabajas. Además, es una persona tan poco romántica.

«Siempre nos llegan vendavales en la vida y según vas cumpliendo años, hay más posibilidades de que ocurra»

P.- Tan contenida.

R.- No tiene nada que ver conmigo. Yo soy todo lo contrario. Soy expansiva, súper emocional, súper sensible, romántica. Nada, nada, nada. Somos contrarias completamente.

P.- ¿No te ha pasado nunca nada como lo que le pasa a Laura, ese vendaval?

R.- Por suerte no. Hombre, siempre nos llegan vendavales en la vida y según vas cumpliendo años, hay más posibilidades de que ocurra, pero en concreto el de ella no.

P.- ¿Y entiendes la decisión que toma tu personaje?

R.- Sí, claro, claro que la entiendo. Ya no sé hasta qué punto hay generosidad por su parte o miedo a estar sola. Ahí ya cada uno que se lleve el mensaje que quiera, pero sí, lo entiendo, lo entiendo. Además, en mi momento vital, estoy trabajando con el tema del perfeccionismo. Me parece que el perfeccionismo nos limita muchísimo porque es imposible hacer las cosas perfectas ni ser perfectas, imposible. Es una expectativa a la que nunca jamás vas a llegar, con lo cual es un camino de frustración siempre. Estaba muy enfocada en este tema. Así que cuando llegó este proyecto y vi este personaje, esta Laura que, como ya dije al principio me eligió para interpretarla, me di cuenta de que efectivamente tenía que ver conmigo, en ese camino de la perfección inexistente.

P.- Llama la atención que, en realidad, con toda la carrera larga que llevas, entraste al teatro tarde. Fue de la mano de Daniel Guzmán, en Perfectos desconocidos, y luego hiciste también Miles Gloriosus de Plauto, en el Festival de Teatro de Mérida. ¿Por qué entraste tan tarde al teatro? ¿Fue una decisión propia o así se dio?

R.- En realidad, me daba bastante miedo.

P.- ¿Por qué?

R.- Porque la exposición que tienes en un escenario nunca jamás va a ser la misma que en un plató de televisión o de cine. Aunque es cierto que la cámara capta absolutamente todo lo que uno siente –si se lo permites, claro está–, en un escenario es toda tu presencia, con todo lo que tienes ese día. Sabes que nunca va a salir igual y es como tiene que ser, pero a mí me generaba un miedo terrorífico sentir que no tenía un salvavidas como es un «¡corten!» o «vamos a volver a hacerlo». Hasta que no se dieron las circunstancias y las personas, para subirme de la mano con ellas al escenario, no lo hice.

Elena Ballesteros. | Carmen Suárez

P.- Y lo superaste así, con la confianza que da hacerlo con gente que conoces.

R.- Con Dani, fue Dani Guzmán. Me dijo: «Vamos a comer un día», yo en realidad pensando que íbamos a hablar de nuestras cosas, porque hemos trabajado juntos. Y cuando me dijo esto y me habló del elenco que tenía en mente y demás, dije vale, creo que es el momento, creo que ya toca.

P.- ¿Qué da el teatro que no da el cine o la televisión a una actriz?

R.- Por supuesto, formación. Personajes mucho más profundos e interesantes. Luego hay de todo, hay personajes muy interesantes en tele y en cine, pero creo que los mejores personajes están en teatro. De hecho, el otro día se lo escuché en una entrevista a Alicia Borrachero, con la que me estrené en teatro…

P.- Y también trabajaste en tele, en Periodistas.

R.- Sí. Y tenía toda la razón, y más en personajes femeninos de cierta edad. Llega un momento en que la profundidad de los personajes en teatro es abismal en comparación con el audiovisual. No tiene nada que ver adentrarte en un personaje con tanta profundidad, en tanta intención, como en mi caso el personaje de Laura, que hacer algo un poquito más superficial. La implicación como actriz es distinta.

P.- También dicen que el teatro da la oportunidad de hacer personajes de distintas edades, y de dilatar la edad. Aunque yo me imagino que tú todavía no sufres ese problema de la edad en el audiovisual, ¿o sí?

R.- La edad siempre, con nosotras en concreto, es una piedra de toque. «Pareces más joven, pareces más mayor». En mi caso, siempre es porque parezco más joven. ¿De verdad? ¿En serio? ¿Y es también un problema? Siempre con las mujeres, en concreto, la edad es un tema un poco pesado.

«Cuando me veo en Gran Vía, gigante, en ese vídeo del Teatro Capitol, es como si no fuese yo»

P.- ¿Quieres decir que no te dan el papel que corresponde a tu edad porque pareces más joven?

R.- Claro. A ver, no tengo problema si es interesante lo que contamos; de hecho, encantada.

P.- Empezaste de adolescente, en esa serie que se llamaba Más que amigos, que fue cantera para toda una generación de actores que marcaron la escena cinematográfica y teatral: Paz Vega, Alberto San Juan, Melanie Olivares… Iñaki Miramón estaba también en esa serie. ¿Cómo recuerdas aquella experiencia?

R.- Imagínate, mi primera serie de televisión. Yo había presentado el Club Disney, y Dani Écija, el director de la serie, me decía: «No tienes que decirlo al público». Claro, no lo había hecho nunca, tenía 16 años. Para mí era todo súper nuevo, pero como eran gente joven que tampoco tenían tantísima experiencia, tenían veintipocos años y no habían hecho tantas cosas, me sentí muy arropada por ellos. Y la manera que tenían de interpretar era muy novedosa para el momento. Eran la nueva generación y la nueva manera de interpretar. Jorge Bosch venía de estudiar en el Actors Studio y en el Stella Adler, y ahora, fíjate, nominado a los premios Olivier. Yo aprendí muchísimo ahí, mi experiencia fue maravillosa. En realidad, la profesión me vino un poco dada.

P.- ¿No la buscaste?

R.- Me gustaba y sí quería, y yo sentía que iba a ser actriz. Era como una certeza. De hecho, mi marido –somos amigos desde los ocho años– me decía: «el día que me dijiste que ibas a ser actriz me lo dijiste con tanta seguridad y tan confiada, que dije: lo va a ser».

P.- Tú eres de familia numerosa, la segunda de cuatro hermanas, tienes dos hermanas que también fueron en su momento actrices. Imagino que los padres animaron. ¿Nunca quisiste hacer otra cosa?

R.- En realidad, fue mi hermana mayor la pionera. Lo que pasa siempre con los hermanos mayores, son los que van abriendo camino. En mi casa nadie tenía en mente este tema de la interpretación. Mi hermana fue la primera y, claro, estaba en casa y nos explicaba ejercicios que hacía en clase, y entonces nos poníamos a practicar y nos lo pasábamos tan bien… Era como un juego. Entonces yo dije: ostras, puedes trabajar jugando, me gusta.

Elena Ballesteros. | Carmen Suárez

P.- Después de Más que amigos haces Periodistas, que tuvo muchísima más repercusión. ¿A ti te afectó la fama cuando eras jovencita?

R.- No. Es curioso porque siempre me he sentido un poco como desdoblada. Me sigue pasando. Cuando me veo, por ejemplo, en Gran Vía, gigante, en ese vídeo del Teatro Capitol, es como si no fuese yo. No sé cómo explicarte. Hay una parte que no soy yo, es mi parte actriz, es Elena Ballesteros. Yo soy María Elena, además, en mi familia.

P.- ¿Y te llaman María Elena?

R.- En mi casa, sí, en mi familia, o Nena. Y desde jovencita lo he sentido así. Yo salía del plató y ya era yo. La misma persona, pero en mi faceta personal.

P.- ¿Y no te reconocían por la calle?

R.- Sí, mucho.

P.- ¿Eso lo llevabas bien?

R.- Sí. La única vez que me fue incómodo fue un día que tenía un mal día. Estaba llorando, me había pasado algo personal y estaba comprando en el supermercado, y una señora me quitó las gafas y me dijo: «Niña, no llores, es que le das muchos disgustos a tu padre». Y yo no entendía nada. Ya te digo, como yo disocio tanto, yo pensaba que me hablaba de mi padre de verdad.

«Es clave en la vida seguir evolucionando, no quedarte anclado a los éxitos pasados»

P.- Y era José Coronado, ¿no?

R.- Claro. Hay un punto un poco invasivo, pero me pasó en contadas ocasiones.

P.- Te lo pregunto también porque no es tan normal ser actriz o actor de niño y dar el paso a ser actor adulto, hacer una transición para no convertirse en un juguete roto, o para no abandonar la profesión y dedicarse a otra cosa. ¿Cómo fue ese ese paso para ti?

R.- He tenido siempre la suerte de que tanto directores de casting como directores o productores han ido contando conmigo, y yo también tuve muy claro que me iba a formar. Yo sabía que iba a estudiar, que el que yo fuera actriz de niña no quería decir que tuviera las herramientas como para soportar una profesión así… Fui al psicólogo, fui a mis clases de interpretación… Siempre me estoy formando, continúo formándome. Es clave en la vida seguir evolucionando, no quedarte anclado a los éxitos pasados. Está muy bien tener un éxito puntual, pero hay que seguir trabajando por seguir conquistando otras parcelas de tu vida.

P.- Desde los años 90, que empezaste, hasta ahora, ¿en qué ha cambiado para bien y para mal la profesión en este país?

R.- Por un lado hay muchas más plataformas y hay más medios que dan trabajo a compañeros, pero el tema redes sociales, por ejemplo, creo que es un arma de doble filo. Tú puedes tener mucha repercusión y que la gente te siga, porque es tan sencillo como darle a un clic y no te pide pan. Pero claro, hay gente a la que sigues pero a la que no irías a ver al teatro, o a la que no irías a ver a un cine. De alguna manera, entiendo que tanto las cadenas como las productoras piensan que se garantizan una publicidad gratuita por medio de estas redes sociales, de gente con muchos seguidores, pero por otro lado, también se están dando cuenta que de que eso no les va a garantizar que tenga más repercusión su producto. No sé, sería como para un programa entero. Tiene cosas bastante contradictorias. En los 90 es verdad que lo malo es que éramos menos las personas que finalmente trabajábamos, porque había menos oportunidad, pero había una protección a lo personal más grande. Ahora todo está mucho más expuesto.

P.- Fuiste madre muy joven y tu hija, Jimena Marín, también quiere ser actriz. ¿Qué consejo le das? ¿Te gusta que se dedique a esto o te hubiera gustado que se dedicara a otra cosa?

R.- La verdad es que me gusta que se dedique a lo que quiera. Lo tengo más claro… Me parece, además, que cada camino es distinto. Ella decide que quiere ser actriz y me parece maravilloso. Aparte, está estudiando Ciencias Políticas, o sea, que es una mujercita que tiene la cabeza bastante bien puesta. Le gusta formarse también, entiende que hay que tener un nivel cultural. Porque ese es otro tema. Me doy cuenta aquí en España es que no se no se valora realmente el trabajo del actor o de la actriz, lo que tienes que realmente tener como actor o como actriz. Hay una formación, una cultura general que tienes que tener. Hay que leer mucho, hay que conocer el teatro, hay que ir al teatro, hay que saber de cine. Cuanto más sepas, más oportunidades para interpretar personajes con mayor profundidad. Creo que el actor se debe a su trabajo personal, a aprender a crecer y a formarse constantemente. Y creo que hoy en día hay menosprecio a esto, no se le da el valor que tiene. O el tema de los sindicatos. Fuera de España, no puedes trabajar si no estás sindicado, si no tienes una formación actoral; aquí no, aquí da igual. Por un lado, me parece que es interesante que haya oportunidades para todos, pero por otro lado, me parece que se menosprecia nuestro oficio. A mí no se me ocurriría decir «Venga, tú, ¡qué manos más bonitas!, opérame el corazón» o «Toca el piano». Oiga, es que es una carrera.

P.- También da la sensación de que uno va a las salas de teatro y hay cada vez menos gente joven. No sé si tú tienes la misma impresión. ¿Cómo atraerlos?

R.- Creo que tiene que ver también con la cultura, con el nivel cultural. Verlo también en tu casa, entender que las cosas que cuestan muchas veces son las que más poso te van a dejar. No hablo aquí del sacrificio ni de la culpa, sino a que no es lo mismo leerte un tebeo de Zipi y Zape que leer Hamlet. Nunca va a ser lo mismo. Es verdad que es mucho más complejo y que requiere de más atención, de más paciencia, de incluso repetir y releer varias páginas, pero el poso que te deja y lo que te hace entender de la vida y lo que te amplifica el cerebro, el corazón, todo… Es que no hay color. Y vuelvo a las redes sociales –parezco la abuela Cebolleta–, con el tema de esa inmediatez, del clic, de no tener que esperar para ver una serie completa, de lo fácil, creo que se está desarrollando una cosa que acabaremos pagando. Es una pena, porque ya no se le da ni media vuelta a nada. Todo es como muy rápido, nada tiene valor, nadie tiene un peso que digas «guau». Creo que el teatro da también eso.

Elena Ballesteros. | Carmen Suárez

P.- ¿Tienes algún papel favorito que hayas hecho en tu vida o siempre es el que uno está haciendo en este momento?

R.- No soy muy nostálgica, la verdad. Hombre, si tengo que poner en valor un personaje, fue Isabel, de Periodistas, la hija de José Coronado. Ya seré la hija de José Coronado para siempre. Y yo encantada. Fue el personaje que verdaderamente me hizo amar el oficio. De descubrimiento, de ingenuidad, de tantas cosas. Y obviamente, el personaje que estoy haciendo ahora es que me tiene tan enamorada… Todo lo que requiere, todo lo que he trabajado y lo que estoy trabajando…

P.- ¿Y alguna mala experiencia que tuvieras en la carrera?

R.- Hombre, claro, siempre hay malas experiencias. Nada es de color de rosa todo el tiempo, y gracias a esas malas experiencias también creces y aprendes.

P.- ¿Con qué tienen que ver esas malas experiencias?

R.- Con personas con las que no compartes la misma visión tanto profesional como personal. Yo ahora sí que le doy mucho más valor a eso, fíjate, a trabajar con personas que verdaderamente trabajan desde el amor, desde el respeto, desde la profesionalidad. Por supuesto con talento, claro. Me gusta trabajar con personas talentosas, pero no desde el sufrimiento, no desde la tiranía, no desde la prepotencia. Son características con las que no comulgo para nada y que no me gustan. Ni en el trabajo ni en lo personal.

P.- Aquí estuvo Manuela Vellés y decía que ya en el cine no se llevaban los desnudos. En tu caso hubo El lugar donde estuvo el paraíso –que por cierto está basada en la novela de un buen amigo, Carlos Franz–, ¿estás de acuerdo en esto?

R.- La verdad es que no te puedo decir. Es cierto que los desnudos últimamente son de una pureza… Son desde una visión por lo general más de directoras, mujeres, en los que se trata al cuerpo femenino no como un objeto de deseo, sino como un ser humano más. Y el significado es desnudar el alma un poco también. Probablemente sí estoy de acuerdo con Manuela, porque hasta hace nada, desde la época del destape en adelante, el cuerpo femenino estaba puesto exclusivamente como objeto de deseo del hombre, y éramos objetos, realmente. El #Metoo, el que más mujeres estemos dentro de la industria, más directoras, más guionistas, está cambiando esa visión bastante. Y también de las mujeres de a pie, o de todo tipo de profesiones. Creo que también estamos cada vez más más concienciadas con esto y nos damos el valor y el lugar que merecemos. Era un poco también mendigar un espacio para nosotras. Es mi sensación, no digo que sea la verdad absoluta, era como «que me des esto ya me va bien», «gracias por darme un hueco»… Ahora creo que lo hemos conquistado, sinceramente, y que estamos aquí por derecho propio. No nos tiene que dar nada, nadie, en ningún lugar.

P.- ¿Crees que es necesario entonces esto de los coach de escenas sexuales, por ejemplo?

R.- Sí, me encanta. Porque es muy incómodo cuando te dicen «improvisad». Perdona, no. Yo en mi vida improviso este tipo de cosas, pero en cámara no tengo la necesidad. Me parece súper incómodo. Si hay una persona que te está haciendo ver que esto es como un baile, hasta dónde tú te sientes cómoda, me parece que hay un respeto por el cuerpo del otro. Para mí mi cuerpo es un templo, lo siento, y quiero respetarlo, cuidarlo y que los demás también lo hagan. Me parece que esa profesión está ayudando mucho, mucho. Si tú dices cualquier cosa, hay veces que es como «ya está poniendo pegas», ¿sabes?. El poner límites muchas personas se lo toman como que estás creando un conflicto, y dices tú: ¿pero por qué, en qué momento? Lo estoy haciendo desde el amor, desde el cariño y para que no me veas luego en la cámara con la tensión… Si es todo por el bien del producto, del trabajo que estamos haciendo.

P.- Te entiendo. Antes has hablado de tu marido. Dices que lo conoces desde pequeña. Pero antes has tenido otras parejas. ¿Qué es mejor en esta profesión? ¿Tener una pareja de dentro de la profesión o de fuera?

R.- Para mí, de fuera de la profesión. De hecho, lo tenía muy claro cuando me separé. Después de mi última separación, dije: quiero a alguien que no tenga nada que ver, y a ser posible científico. Ya lo tenía claro. Necesito una mente muy cartesiana, muy organizada, que me complemente, porque si no, es más caótica la vida en pareja para mí. Luego tengo muchos compañeros que tienen. De hecho, en el caso de mi compañero Jorge, su mujer es actriz también y fenomenal, pero no en mi caso.

P.- Me encanta eso del reencuentro después de que se conocieran desde pequeños.

R.- Sí, sí.

P.- Y escribiste durante una época también, ¿verdad? Tenías un blog en Fotogramas. Te gusta escribir, entiendo. ¿Te gusta leer?

R.- Me gusta, me gusta.

P.- ¿Y tienes algún escritor o algún libro favorito?

R.- Mario Vargas Llosa, por supuesto. Juan José Millás me encanta. Gabriel García Márquez me fascina, y Javier Marías. Bueno, Lucía Etxebarría, con todo lo polémica que es, me encanta cómo escribe. Los primeros libros suyos que leí me volaron la cabeza, al ver esa descripción de esas mujeres tan poderosas. Creo que la leí por primera vez con 17 años, una cosa así. Me fascinó tanto esa visión de la mujer, del mundo, de la sexualidad… Me pareció tan innovadora. Y bueno, muchísimos, Hermann Hesse, Isabel Allende… No tienen mucho que ver unos con otros.

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