«La vida va pasando y van pasando cosas y no se puede ser inflexible, hay un momento para todo». Quimi Portet respondía así por qué ahora es el momento de reunirse y volver a los escenarios junto a Manolo García, con quien formó uno de los grupos más relevantes de los años 80 y 90, El Último de la Fila. La pregunta no era en vano. Cuando los músicos publicaron a finales de 2023, después de un cuarto de siglo separados, el disco Desbarajuste piramidal, con nuevas versiones de sus viejas canciones, declararon que hacer conciertos era «improbable». Y aún más, desde que se separaron para seguir cada uno su camino en solitario, en 1998, habían repetido muchas, muchas veces: «nunca jamás».
Ese absoluto ya no existe: Manolo García y Quimi Portet, tal y como presentaron este martes en una rueda de prensa en Madrid, tocarán en directo en 2026 como El Último de la Fila. La gira es pequeña y –advierten– no crecerá. Nueve ciudades, ni una más ni una menos: Fuengirola (Málaga) el 25 de abril, Barcelona el 3 de mayo, Roquetas de Mar (Almería) el 16 de mayo, Madrid el 23 de mayo, Bilbao el 30 de mayo, Coruña el 13 de junio, Avilés (Asturias) el 20 de junio, Sevilla el 27 de junio y Valencia el 4 de julio.
El precio de las entradas, disponibles desde este 29 de mayo –salvo para Madrid, que no tiene aún lugar determinado y se venderán a partir del 16 de junio–, estará entre los 65 y los 90 euros. Es una cifra que han fijado los propios músicos con, dicen, una «intención social». No están de acuerdo con los costos estratosféricos que llegan a alcanzar algunos espectáculos, explicaron, ni con encarecerlo según la demanda. «Porque la vida está muy jodida para todo el mundo», señaló García. «Somos un grupo popular y mal nos iría si en nuestros textos nuestra intención es una y en nuestra actuación otra».
En cuanto al repertorio, que ya están preparando, quedó claro que tocarán sus grandes éxitos –«las canciones que nos gustan más», dijeron–, no solamente de El Último, sino también de las formaciones anteriores que integraron, Los Burros (que todavía más atrás fueron Los Rápidos), como Huesos. Entre canciones que son himnos para un par de generaciones –Insurrección, Aviones plateados, El que canta su mal espanta, Como un burro amarrado en la puerta del baile, Lápiz y tinta…– tienen claro cuál abrirá el show, en la que ambos están de acuerdo, «pero no se puede decir».
Habrá también algún tema nuevo. «Quimi tiene incontinencia compositiva», señalaba García. «Todo el mundo tiene sus recursos para huir de la disciplina familiar», respondía Portet. Acompañados de sus músicos de siempre, contó este último, sonarán en el escenario menos con el acústico suave de Desbarajuste piramidal que como antiguamente. «Vamos a intentar que las canciones recuperen el sonido del directo», un sonido «tirando a incendiario», «tirando a crudo», comentó Portet.
«Lo importante son las canciones»
«Estamos hasta los cojones todos», decía García sobre el ánimo general que provocan las noticias y lo que viene a traer el proyecto que presentan. «La ciudadanía quiere, risas, alegría, guitarrazos bien dados». Lo importante, seguía el del Poblenou, «son las canciones, más que nosotros»: «La gente quiere cantar y va a hacerlo porque las canciones son suyas».
Ninguno de los dos se extendieron en las razones de su reunión –ni mencionaron su divorcio, del que en algún momento se dolieron–, pero de lo que contaron en el acto, presentado por el periodista deportivo Juan Ochoa, traslucía que la decisión la tomaron de manera natural, a fuerza de juntarse a hacer lo que más les gusta hacer. «Es algo fisiológico. Lo pasamos muy bien trabajando juntos».
Se sienten ajenos, eso sí, a los cambios en la industria musical. Al respecto, Portet habló de la «burbuja» en la que siempre se movía el grupo, ajena al mercado: «De puertas para dentro nos basamos en las canciones y en el placer de interpretarlas». Por «amor a la burbuja», explicaron, fue que abandonaron en plena gira, a mediados de los 90, sus conciertos en América Latina, donde también son una institución. Aquello era, contó García, un «torbellino que un poco nos asustó, no porque seamos personas timoratas, sino porque nos alejaba de la intención primigenia, que era hacer canciones».
De ellas, el artista reivindica no solamente la calidad musical, sino las letras. «Los textos aportan», dijo, hablando de la época en la que surgió El Último de la Fila, herederos de los cantautores. «No es lo mismo oír a Joan Báez que lililí lalalá».
¿Les asusta el directo ahora? Les preocupa, contestaba Portet, por la conciencia de que «todo tiene que estar bien», y resumía: «Acojonados no, pero circunspectos sí». Para García, la gira es como una reunión de viejos amigos en torno a una paella. Y decía quitándole importancia: «Pues sí, parece que van a venir a muchos».
«La vida va pasando y van pasando cosas y no se puede ser inflexible, hay un momento para todo». Quimi Portet respondía así por qué ahora
«La vida va pasando y van pasando cosas y no se puede ser inflexible, hay un momento para todo». Quimi Portet respondía así por qué ahora es el momento de reunirse y volver a los escenarios junto a Manolo García, con quien formó uno de los grupos más relevantes de los años 80 y 90, El Último de la Fila. La pregunta no era en vano. Cuando los músicos publicaron a finales de 2023, después de un cuarto de siglo separados, el disco Desbarajuste piramidal, con nuevas versiones de sus viejas canciones, declararon que hacer conciertos era «improbable». Y aún más, desde que se separaron para seguir cada uno su camino en solitario, en 1998, habían repetido muchas, muchas veces: «nunca jamás».
Ese absoluto ya no existe: Manolo García y Quimi Portet, tal y como presentaron este martes en una rueda de prensa en Madrid, tocarán en directo en 2026 como El Último de la Fila. La gira es pequeña y –advierten– no crecerá. Nueve ciudades, ni una más ni una menos: Fuengirola (Málaga) el 25 de abril, Barcelona el 3 de mayo, Roquetas de Mar (Almería) el 16 de mayo, Madrid el 23 de mayo, Bilbao el 30 de mayo, Coruña el 13 de junio, Avilés (Asturias) el 20 de junio, Sevilla el 27 de junio y Valencia el 4 de julio.
El precio de las entradas, disponibles desde este 29 de mayo –salvo para Madrid, que no tiene aún lugar determinado y se venderán a partir del 16 de junio–, estará entre los 65 y los 90 euros. Es una cifra que han fijado los propios músicos con, dicen, una «intención social». No están de acuerdo con los costos estratosféricos que llegan a alcanzar algunos espectáculos, explicaron, ni con encarecerlo según la demanda. «Porque la vida está muy jodida para todo el mundo», señaló García. «Somos un grupo popular y mal nos iría si en nuestros textos nuestra intención es una y en nuestra actuación otra».
En cuanto al repertorio, que ya están preparando, quedó claro que tocarán sus grandes éxitos –«las canciones que nos gustan más», dijeron–, no solamente de El Último, sino también de las formaciones anteriores que integraron, Los Burros (que todavía más atrás fueron Los Rápidos), como Huesos. Entre canciones que son himnos para un par de generaciones –Insurrección, Aviones plateados, El que canta su mal espanta, Como un burro amarrado en la puerta del baile, Lápiz y tinta…– tienen claro cuál abrirá el show, en la que ambos están de acuerdo, «pero no se puede decir».
Habrá también algún tema nuevo. «Quimi tiene incontinencia compositiva», señalaba García. «Todo el mundo tiene sus recursos para huir de la disciplina familiar», respondía Portet. Acompañados de sus músicos de siempre, contó este último, sonarán en el escenario menos con el acústico suave de Desbarajuste piramidal que como antiguamente. «Vamos a intentar que las canciones recuperen el sonido del directo», un sonido «tirando a incendiario», «tirando a crudo», comentó Portet.
«Estamos hasta los cojones todos», decía García sobre el ánimo general que provocan las noticias y lo que viene a traer el proyecto que presentan. «La ciudadanía quiere, risas, alegría, guitarrazos bien dados». Lo importante, seguía el del Poblenou, «son las canciones, más que nosotros»: «La gente quiere cantar y va a hacerlo porque las canciones son suyas».
Ninguno de los dos se extendieron en las razones de su reunión –ni mencionaron su divorcio, del que en algún momento se dolieron–, pero de lo que contaron en el acto, presentado por el periodista deportivo Juan Ochoa, traslucía que la decisión la tomaron de manera natural, a fuerza de juntarse a hacer lo que más les gusta hacer. «Es algo fisiológico. Lo pasamos muy bien trabajando juntos».
Se sienten ajenos, eso sí, a los cambios en la industria musical. Al respecto, Portet habló de la «burbuja» en la que siempre se movía el grupo, ajena al mercado: «De puertas para dentro nos basamos en las canciones y en el placer de interpretarlas». Por «amor a la burbuja», explicaron, fue que abandonaron en plena gira, a mediados de los 90, sus conciertos en América Latina, donde también son una institución. Aquello era, contó García, un «torbellino que un poco nos asustó, no porque seamos personas timoratas, sino porque nos alejaba de la intención primigenia, que era hacer canciones».
De ellas, el artista reivindica no solamente la calidad musical, sino las letras. «Los textos aportan», dijo, hablando de la época en la que surgió El Último de la Fila, herederos de los cantautores. «No es lo mismo oír a Joan Báez que lililí lalalá».
¿Les asusta el directo ahora? Les preocupa, contestaba Portet, por la conciencia de que «todo tiene que estar bien», y resumía: «Acojonados no, pero circunspectos sí». Para García, la gira es como una reunión de viejos amigos en torno a una paella. Y decía quitándole importancia: «Pues sí, parece que van a venir a muchos».
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