Ha regresado de entre los muertos. Les hablo de la novela de terror El subastador de Joan Samson. Pero les aclaro: quien ha regresado de entre los muertos no es el protagonista de la novela, como un resucitado, un vampiro o un zombi. No, porque el terror que nos propone la autora es psicológico y realista. La que ha regresado de entre los muertos es la propia novela.
Publicada en 1976, en su momento tuvo un éxito razonable e incluso se compraron los derechos para una adaptación al cine. Sin embargo, el paso a la pantalla no llegó a producirse nunca y a los pocos meses de publicarse la novela –la primera y única de Joan Samson–, la escritora falleció de un cáncer cerebral. Con el tiempo, El subastador se diluyó en el olvido, como tantos otros libros. Hasta que en 2020 la editorial estadounidense Valancourt, especializada en rescates de obras olvidadas, la recuperó. Y desde entonces han ido llegando en cascada las traducciones. Ahora es el turno de la española, publicada por Minotauro.
Entre finales de los años sesenta y durante la década de los setenta del pasado siglo, el género de terror, tanto literario como cinematográfico, vivió un momento álgido. Hay una teoría sociológica que dice que en las épocas convulsas el género crece, porque es un modo de descargar angustias. Y los años setenta fueron muy convulsos. De este periodo han quedado para la posteridad éxitos sonados como La semilla del diablo –novela de Ira Levin y película de Polanski–, El exorcista –novela de William Peter Blatty y película de William Friedkin–, Carrie –novela de Stephen King y la adaptación de Brian de Palma– y el largometraje gore La matanza de Texas. De modo que hay que colocar El subastador en la estela de estos títulos.
Sin embargo, por su temática, escenario y planteamiento, se la ha comparado sobre todo con La lotería, el legendario –y extraordinario– relato de Shirley Jackson, publicado por primera vez en la revista The New Yorker en 1948. Su aparición marcó un hito histórico: nunca un texto aparecido en la revista había generado tantas cartas de los lectores. Y no se trataba precisamente de elogios entusiastas, sino de misivas iracundas de suscriptores escandalizados que amenazaban con darse de baja después de leer un cuento tan espeluznante.
El subastador comparte con La lotería tres aspectos relevantes: la autoría femenina, nada habitual entonces en el género de terror, la ambientación en el mundo rural más tradicional y la posible lectura alegórica.
Un vecino inquietante
En el caso de la novela de Joan Samson, se sitúa en un pequeño pueblo de New Hampshire, en el que se instala un forastero que compra una casa vacía. Se trata de Perly Dunsmore, que se presenta como un vecino modélico que ofrece sus servicios a la comunidad. Dado que en el pasado trabajó como subastador, propone que los vecinos le entreguen objetos que ya no usan para subastarlos con el fin de recaudar fondos para poder dotar de ayudantes al sheriff local. Estamos en los años setenta –recuerden, la época en que Nueva York parecía al borde del colapso, desbordada por la degradación y la inseguridad– y para el maquiavélico subastador es fácil meter el miedo en el cuerpo a los incautos vecinos, a los que engatusa sin tener que esforzarse demasiado.
Contratados los nuevos miembros de la fuerza policial, las subastas no se detienen. La petición de artículos para las subastas se convierte en exigencia bajo presión y lo subastado empieza a ser cada vez más personal, hasta sobrepasar límites inauditos. Los protagonistas de la novela son el granjero John Moore y su familia, compuesta por su esposa, su hija y su madre. Son víctimas, como el resto de vecinos, primero del poder de seducción del recién llegado y después de sus malas artes para coaccionar, que sumen al pueblo en un espiral aterrador.
Sin manejar elementos sobrenaturales, aunque dotando a la maldad de Perly Dunsmore de una dimensión que acaso vaya más allá de lo humano, la lectura simbólica de la novela admite una lectura política, relacionada con aquellos que engatusan a la gente con seductoras promesas y la manipulan con mentiras para someterla a su voluntad. En cierto momento, la abuela de la familia protagonista, se lamenta en una reunión vecinal ante el subastador: «Ya estamos otra vez. Ya está dando la vuelta a las palabras. Lo que era blanco sobre negro se vuelve negro sobre blanco. Lo que estaba mal pasa a estar bien. Te pega un tiro en la espalda y luego te recita el Sermón de la Montaña». ¿Les suena?
El subastador no deja de ser una novela pulp, pero brilla muy por encima de los productos habituales del género. Y no deja de ser una novela primeriza, pero muestra el talento de la autora para forjar un clima progresivamente enfermizo en un entorno idílico. Previamente Joan Samson solo había publicado un libro de autoayuda sobre su experiencia como madre primeriza. Tras el libro sobre la maternidad llegó esta inesperada novela, que descubría una estimulante voz para el género de terror. Por desgracia, la autora apenas tuvo tiempo de disfrutar de su éxito y evidentemente tampoco ha podido ver el rescate de El subastador, convertida ya en un clásico del terror de los años setenta.
Ha regresado de entre los muertos. Les hablo de la novela de terror El subastador de Joan Samson. Pero les aclaro: quien ha regresado de entre
Ha regresado de entre los muertos. Les hablo de la novela de terror El subastador de Joan Samson. Pero les aclaro: quien ha regresado de entre los muertos no es el protagonista de la novela, como un resucitado, un vampiro o un zombi. No, porque el terror que nos propone la autora es psicológico y realista. La que ha regresado de entre los muertos es la propia novela.
Publicada en 1976, en su momento tuvo un éxito razonable e incluso se compraron los derechos para una adaptación al cine. Sin embargo, el paso a la pantalla no llegó a producirse nunca y a los pocos meses de publicarse la novela –la primera y única de Joan Samson–, la escritora falleció de un cáncer cerebral. Con el tiempo, El subastador se diluyó en el olvido, como tantos otros libros. Hasta que en 2020 la editorial estadounidense Valancourt, especializada en rescates de obras olvidadas, la recuperó. Y desde entonces han ido llegando en cascada las traducciones. Ahora es el turno de la española, publicada por Minotauro.
Entre finales de los años sesenta y durante la década de los setenta del pasado siglo, el género de terror, tanto literario como cinematográfico, vivió un momento álgido. Hay una teoría sociológica que dice que en las épocas convulsas el género crece, porque es un modo de descargar angustias. Y los años setenta fueron muy convulsos. De este periodo han quedado para la posteridad éxitos sonados como La semilla del diablo –novela de Ira Levin y película de Polanski–, El exorcista –novela de William Peter Blatty y película de William Friedkin–, Carrie –novela de Stephen King y la adaptación de Brian de Palma– y el largometraje gore La matanza de Texas. De modo que hay que colocar El subastador en la estela de estos títulos.
Sin embargo, por su temática, escenario y planteamiento, se la ha comparado sobre todo con La lotería, el legendario –y extraordinario– relato de Shirley Jackson, publicado por primera vez en la revista The New Yorker en 1948. Su aparición marcó un hito histórico: nunca un texto aparecido en la revista había generado tantas cartas de los lectores. Y no se trataba precisamente de elogios entusiastas, sino de misivas iracundas de suscriptores escandalizados que amenazaban con darse de baja después de leer un cuento tan espeluznante.
El subastador comparte con La lotería tres aspectos relevantes: la autoría femenina, nada habitual entonces en el género de terror, la ambientación en el mundo rural más tradicional y la posible lectura alegórica.
En el caso de la novela de Joan Samson, se sitúa en un pequeño pueblo de New Hampshire, en el que se instala un forastero que compra una casa vacía. Se trata de Perly Dunsmore, que se presenta como un vecino modélico que ofrece sus servicios a la comunidad. Dado que en el pasado trabajó como subastador, propone que los vecinos le entreguen objetos que ya no usan para subastarlos con el fin de recaudar fondos para poder dotar de ayudantes al sheriff local. Estamos en los años setenta –recuerden, la época en que Nueva York parecía al borde del colapso, desbordada por la degradación y la inseguridad– y para el maquiavélico subastador es fácil meter el miedo en el cuerpo a los incautos vecinos, a los que engatusa sin tener que esforzarse demasiado.
Contratados los nuevos miembros de la fuerza policial, las subastas no se detienen. La petición de artículos para las subastas se convierte en exigencia bajo presión y lo subastado empieza a ser cada vez más personal, hasta sobrepasar límites inauditos. Los protagonistas de la novela son el granjero John Moore y su familia, compuesta por su esposa, su hija y su madre. Son víctimas, como el resto de vecinos, primero del poder de seducción del recién llegado y después de sus malas artes para coaccionar, que sumen al pueblo en un espiral aterrador.
Sin manejar elementos sobrenaturales, aunque dotando a la maldad de Perly Dunsmore de una dimensión que acaso vaya más allá de lo humano, la lectura simbólica de la novela admite una lectura política, relacionada con aquellos que engatusan a la gente con seductoras promesas y la manipulan con mentiras para someterla a su voluntad. En cierto momento, la abuela de la familia protagonista, se lamenta en una reunión vecinal ante el subastador: «Ya estamos otra vez. Ya está dando la vuelta a las palabras. Lo que era blanco sobre negro se vuelve negro sobre blanco. Lo que estaba mal pasa a estar bien. Te pega un tiro en la espalda y luego te recita el Sermón de la Montaña». ¿Les suena?
El subastador no deja de ser una novela pulp, pero brilla muy por encima de los productos habituales del género. Y no deja de ser una novela primeriza, pero muestra el talento de la autora para forjar un clima progresivamente enfermizo en un entorno idílico. Previamente Joan Samson solo había publicado un libro de autoayuda sobre su experiencia como madre primeriza. Tras el libro sobre la maternidad llegó esta inesperada novela, que descubría una estimulante voz para el género de terror. Por desgracia, la autora apenas tuvo tiempo de disfrutar de su éxito y evidentemente tampoco ha podido ver el rescate de El subastador, convertida ya en un clásico del terror de los años setenta.
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