Despejando la X

¿Estar en Twitter o no estar en Twitter? La duda metódica acompaña a los usuarios de la red social desde que en marzo de 2006 la fundaron tres lumbreras llamadas Jack Dorsey, Biz Stone y Evan Williams. El dilema recurrente -X está llena de perfiles que van y vienen según el grado de cabreo y malestar que les causa-  afronta la hora de la verdad tras el fichaje del actual dueño, Elon Musk, por parte del gobierno de Donald Trump para «limpiar» la Administración. ¿O tal vez ha sido al revés y Musk ha fichado a Trump para que le gobierne el país? A saber.

La voz de alarma la ha dado el muy prestigioso y progresista diario británico The Guardian al anunciar que dejaba de publicar su información en X. Aunque, eso sí, dejará que sus lectores compartan sus artículos en la plataforma -solo faltaba- y que sus periodistas la sigan usando, con la condición -qué menos- de que respeten los derechos humanos.

La decisión de The Guardian, al que ha seguido en España La Vanguardiapuede tener su parte altruista -la red es vehículo de mensajes de odio, contribuyó a la victoria de Trump,…-, pero, en el fondo, hay una razón muy práctica. Según confiesa el diario en el anuncio del abandono, las supuestas ventajas de X han sido claramente superadas por sus aspectos negativos. Hay quien piensa que se trata más bien de una pose. Otro gallo cantaría si la red fuera una fuente sustantiva de «tráfico».

Aún recuerdo aquel mes de julio de 2009 cuando los más jóvenes y avispados de la redacción de El Mundo nos descubrieron a los más veteranos una herramienta mágica llamada Twitter. Gracias a ella, íbamos a poder difundir nuestros trabajos por el mundo entero, íbamos a crear una comunidad de seguidores fieles con los que compartir nuestras grandes exclusivas, íbamos a crearnos una marca personal como periodistas más poderosa que la que nos daba el propio diario. 

Qué ilusos. Lo que en realidad ocurrió es que Twitter canibalizó todo nuestro contenido a coste cero. Se apropió de nuestros lectores, que se consideraron suficientemente informados a base de tuits y muchas chanzas. Junto a otras plataformas -Google, Instagram o Facebook-, se hizo con la parte del león de los ingresos publicitarios que antes teníamos casi en exclusiva. Un desastre.

Ha sido grave el daño sufrido por la prensa tradicional -no sólo la de  papel, sino también las cabeceras digitales-, pero más grave ha sido que las redes sociales cambiaran por completo el modo de informarnos. A peor, claro. Hasta tal punto de que un 46 por ciento de los españoles se informa a través de las redes sociales. No creo que sea aventurado concluir que ahora estamos más informados, pero a base de información de menor calidad, cuando no directamente basura.   

Es natural sentirse incómodo en una red social como Twitter, cuyo propietario no solo es el hombre más rico del mundo, sino que  con mucha probabilidad también es el más poderoso. Un hombre con unas ideas trumpistas -perdón por el oxímoron-, que, visto el resultado de las elecciones, en Estados Unidos son muy apreciadas, pero que a una mayoría de españoles nos chirrían. Es perfectamente comprensible que sean muchos los particulares que abandonen la red, que no quieran informarse a través de ella, que no soporten sus contenidos con frecuencia ofensivos, pornográficos, racistas, violentos.

Sin  embargo, un periodista puede no participar en X si así lo desea,  pero lo que en ningún caso puede es ignorarla. Mientras gobiernos, instituciones, personalidades de todos los ámbitos se comuniquen con los ciudadanos a través de la plataforma, mientras 500 millones de usuarios la utilicen en todo el mundo, será una fuente de noticias y un periodista ni debe ni puede cerrar los ojos al mundo que le rodea. Eso sí, teniendo muy en cuenta que Twitter/X ni es la única fuente, ni mucho menos la más fiable.

 ¿Estar en Twitter o no estar en Twitter? La duda metódica acompaña a los usuarios de la red social desde que en marzo de 2006 la  

¿Estar en Twitter o no estar en Twitter? La duda metódica acompaña a los usuarios de la red social desde que en marzo de 2006 la fundaron tres lumbreras llamadas Jack Dorsey, Biz Stone y Evan Williams. El dilema recurrente -X está llena de perfiles que van y vienen según el grado de cabreo y malestar que les causa-  afronta la hora de la verdad tras el fichaje del actual dueño, Elon Musk, por parte del gobierno de Donald Trump para «limpiar» la Administración. ¿O tal vez ha sido al revés y Musk ha fichado a Trump para que le gobierne el país? A saber.

La voz de alarma la ha dado el muy prestigioso y progresista diario británico The Guardian al anunciar que dejaba de publicar su información en X. Aunque, eso sí, dejará que sus lectores compartan sus artículos en la plataforma -solo faltaba- y que sus periodistas la sigan usando, con la condición -qué menos- de que respeten los derechos humanos.

La decisión de The Guardian, al que ha seguido en España La Vanguardiapuede tener su parte altruista -la red es vehículo de mensajes de odio, contribuyó a la victoria de Trump,…-, pero, en el fondo, hay una razón muy práctica. Según confiesa el diario en el anuncio del abandono, las supuestas ventajas de X han sido claramente superadas por sus aspectos negativos. Hay quien piensa que se trata más bien de una pose. Otro gallo cantaría si la red fuera una fuente sustantiva de «tráfico».

Aún recuerdo aquel mes de julio de 2009 cuando los más jóvenes y avispados de la redacción de El Mundo nos descubrieron a los más veteranos una herramienta mágica llamada Twitter. Gracias a ella, íbamos a poder difundir nuestros trabajos por el mundo entero, íbamos a crear una comunidad de seguidores fieles con los que compartir nuestras grandes exclusivas, íbamos a crearnos una marca personal como periodistas más poderosa que la que nos daba el propio diario. 

Qué ilusos. Lo que en realidad ocurrió es que Twitter canibalizó todo nuestro contenido a coste cero. Se apropió de nuestros lectores, que se consideraron suficientemente informados a base de tuits y muchas chanzas. Junto a otras plataformas -Google, Instagram o Facebook-, se hizo con la parte del león de los ingresos publicitarios que antes teníamos casi en exclusiva. Un desastre.

Ha sido grave el daño sufrido por la prensa tradicional -no sólo la de  papel, sino también las cabeceras digitales-, pero más grave ha sido que las redes sociales cambiaran por completo el modo de informarnos. A peor, claro. Hasta tal punto de que un 46 por ciento de los españoles se informa a través de las redes sociales. No creo que sea aventurado concluir que ahora estamos más informados, pero a base de información de menor calidad, cuando no directamente basura.   

Es natural sentirse incómodo en una red social como Twitter, cuyo propietario no solo es el hombre más rico del mundo, sino que  con mucha probabilidad también es el más poderoso. Un hombre con unas ideas trumpistas -perdón por el oxímoron-, que, visto el resultado de las elecciones, en Estados Unidos son muy apreciadas, pero que a una mayoría de españoles nos chirrían. Es perfectamente comprensible que sean muchos los particulares que abandonen la red, que no quieran informarse a través de ella, que no soporten sus contenidos con frecuencia ofensivos, pornográficos, racistas, violentos.

Sin  embargo, un periodista puede no participar en X si así lo desea,  pero lo que en ningún caso puede es ignorarla. Mientras gobiernos, instituciones, personalidades de todos los ámbitos se comuniquen con los ciudadanos a través de la plataforma, mientras 500 millones de usuarios la utilicen en todo el mundo, será una fuente de noticias y un periodista ni debe ni puede cerrar los ojos al mundo que le rodea. Eso sí, teniendo muy en cuenta que Twitter/X ni es la única fuente, ni mucho menos la más fiable.

 Noticias de Cultura: Última hora de hoy en THE OBJECTIVE

Noticias Similares