La Fundación Manzano premia con la Medalla Richard H. Driehaus a Carmen Añón Feliú en reconocimiento a su extraordinaria y extensa trayectoria de más de seis décadas en la restauración y conservación de jardines históricos. Añón, quien fuera asesora de la UNESCO para el área de paisajes culturales, ha intervenido espacios como el Real Jardín Botánico, El Retiro, la Zarzuela, los jardines de Moncloa, entre muchos otros. «Es un galardón que no esperaba. En realidad, lo único que hecho toda mi vida y de lo que me siento orgullosa es haber podido trabajar en lo que me gusta, lo que es un regalo en sí mismo. Además, he sido feliz, teniendo la ocasión de transmitir mis ideas y pensamientos», nos cuenta.
PREGUNTA.- Dice ser autodidacta, ha trabajado en los principales jardines de España y como asesora de la UNESCO ha recorrido cientos alrededor del mundo…
RESPUESTA.- Lo digo porque la mejor manera de conocer un jardín es recorriéndolo, aunque toda mi vida me haya formado también en la práctica y en la teoría. Soy catalana de nacimiento, pero desde muy pequeña vivo en Madrid. Con la UNESCO he viajado muchísimo por todo el mundo y como ciudad y por sus jardines, me sigo quedando con Madrid. Mi rol en las Naciones Unidas, consistía principalmente en asesorar y designar a los equipos que trabajarían en el área de paisajes culturales. He recorrido medio mundo visitando jardines, desde Australia, Nueva Zelanda, América Latina, todo Europa, China, Rusia, Líbano u Oriente Medio.
P.- ¿Por qué se dice que los jardines son en parte siempre el reflejo de la cultura que los crea?
R.- Un jardín es siempre el reflejo de la sociedad que lo ha creado porque es parte de su cultura y su historia. Decir que entendemos un jardín japonés, por ejemplo, no puede ser del todo cierto, porque por más que nos lo expliquen con detenimiento, uno tiene que haberlo vivido un tiempo, irlo a ver con calma, visitarlo varias veces y puede que entonces, al fin se logre entrar un poco en su mundo. Un obstáculo también importante es la lengua de cada lugar, la cultura en general, pero los jardines tienen también un encanto en sí mismo, que trascienden estas barreras sociales o culturales.
«Lo que uno ve de un jardín depende también del estado de ánimo en el que nos encontramos»
P.- Los primeros jardines, los babilónicos que datan del 600 a.C. Se cuenta que se hicieron como un acto de amor. Los más famosos de Europa del siglo XVII y XVIII, en Francia e Inglaterra, se dice que buscaban despertar los sentidos de quienes los visitaran…
R.- Históricamente siempre se ha hablado de ello, de lo que despierta un jardín en quien lo recorre. Creo que lo que uno ve de un jardín, depende también del estado de ánimo en el que nos encontramos, por ello es difícil saber qué jardines me pueden gustar más que otros. Muchas veces he visitado el mismo lugar y la percepción ha sido distinta, porque siempre digo que lo que ves es un poco el reflejo de lo que estás viviendo o sintiendo en lo personal. Me gusta pensar que uno puede elegir un diferente jardín, para diferentes días o distintos estados de ánimo.
P.- ¿Cuáles son los principales elementos que hay que tomar en cuenta al iniciar un proyecto de paisajismo o jardinería?
R.- Hay que saber diferenciar entre jardines porque existen los declarados BIC (Bien de Interés Cultural), los cuales hay que tratar con una metodología diferente que la que se emplea en un jardín particular, por más maravillosos que puedan ser todos. En un jardín declarado monumento, se debe por ley presentar un proyecto de restauración con una metodología propia para esa obra. La restauración de un BIC puede incluir una investigación arqueológica de lo que puede haber en su estructura o histórica, y la metodología o solución que uno propone, debe estar aprobada por el Ministerio de Cultura. El problema es que los gobiernos no suelen tener expertos en el tema, lo he visto a lo largo de muchos años, donde se han aprobado proyectos que no tienen bases ni fundamentos. Igual creo y espero que vamos a mejor y que cada vez se le tiene más respeto a los BIC y los controles son más rigurosos.
«El Retiro tiene muchísimos árboles, entre 150.000 y 200.000, es una reserva forestal de oxígeno única»
P.- Cuenta que en el parque del Retiro ha retirado más de cinco mil árboles…
R.- El Retiro tiene muchísimos árboles, entre 150.000 y 200.000, es una reserva forestal de oxígeno única. Por ello la suma de los que he retirado suena mucho, pero si lo vemos porcentualmente no lo es. Mantener esa cantidad de árboles es una misión difícil y muy costosa y los que tenemos que quitar, son porque están muy enfermos y contaminan a los demás y terminan siendo un peligro. Todavía se sigue cerrando el parque cuando hay anuncios de vientos fuertes, porque no se puede garantizar cómo van a responder los árboles. El suelo de Madrid es muy difícil, es complejo porque es arcilla pura y ello dificulta el drenaje del agua y el crecimiento y desarrollo como es debido.
P.- Usted fue una de las promotoras de la Escuela de Jardinería de la Alameda de Osuna, con su labor se rescataron muchos de los elementos originales del jardín, como el laberinto o el estanque…
R.- Sí, la Alameda de Osuna estaba en muy malas condiciones cuando nos encargaron El Capricho, su jardín. Allí hicimos la primera escuela taller y eso nos permitió levantar planos, estudiar en profundidad varias materias, dar clases y formar a mucha gente. Hasta hace un tiempo, ser jardinero no significaba nada, era sinónimo de no tener profesión. Con la creación de estos talleres se empleó a más de 600 personas, nos venían a buscar de ayuntamientos periféricos, para que los alumnos hagan jardinería. También había cursos de pintura, de arquitectura o de arqueología, para poder abarcar los espacios de la manera más integral posible. El Retiro, por ejemplo, tiene todo por dentro, pabellones pintados, zonas arquitectónicas, arqueológicas, así que trabajamos con varias especialidades y tuvimos un campo de experiencias muy bueno.
«El Botánico es maravilloso. Tiene un tamaño reducido, por ello se debería regular la cantidad de visitas»
P.- Como espacios que ha intervenido, habla especialmente bien del Palacio Real de Aranjuez y del Jardín Botánico…
R.- El Palacio Real de Aranjuez lo conozco muy bien, yo estaba en Patrimonio Nacional cuando nos encargaron sus jardines, son de los mejores de España. Y en el Jardín Botánico tuve la suerte de encontrar el plano original el primer día que llegué, se fundó en 1755. En los archivos encontré una cartita muy pequeña de Sabatini de un plano que no tendría más de 20 centímetros, pero con todo detalle y a color. Era una preciosidad, el primer plano del Jardín Botánico, donde estaban las terrazas que aún se mantienen, fue toda una sorpresa; a veces Dios ayuda a los investigadores. El Botánico es maravilloso. Tiene un tamaño reducido, por ello se debería regular la cantidad de visitas, no hay jardín en el mundo que aguante tanto turismo.
P.- Ha dedicado gran parte de su vida a cuidar y reformar jardines…
R.- Sí, y a cuidar de mis nueve hijos y de mi marido, quien era ingeniero industrial, especialista encargado de innovación tecnológica, pero que siempre que podía, me acompañaba a los jardines. Creo que lo principal para trabajar bien un jardín, o en cualquier labor, es que te guste lo que haces, si te gusta no es un trabajo, es lo mejor lo que te puede pasar. De lo contrario, dedícate a otra cosa, sé que es difícil porque hay muchas responsabilidades y necesidades, pero creo que hay que por lo menos intentar ir en esa dirección, tratar de invertir nuestro tiempo en algo que realmente admiremos.
La Fundación Manzano premia con la Medalla Richard H. Driehaus a Carmen Añón Feliú en reconocimiento a su extraordinaria y extensa trayectoria de más de seis
La Fundación Manzano premia con la Medalla Richard H. Driehaus a Carmen Añón Feliú en reconocimiento a su extraordinaria y extensa trayectoria de más de seis décadas en la restauración y conservación de jardines históricos. Añón, quien fuera asesora de la UNESCO para el área de paisajes culturales, ha intervenido espacios como el Real Jardín Botánico, El Retiro, la Zarzuela, los jardines de Moncloa, entre muchos otros. «Es un galardón que no esperaba. En realidad, lo único que hecho toda mi vida y de lo que me siento orgullosa es haber podido trabajar en lo que me gusta, lo que es un regalo en sí mismo. Además, he sido feliz, teniendo la ocasión de transmitir mis ideas y pensamientos», nos cuenta.
PREGUNTA.- Dice ser autodidacta, ha trabajado en los principales jardines de España y como asesora de la UNESCO ha recorrido cientos alrededor del mundo…
RESPUESTA.- Lo digo porque la mejor manera de conocer un jardín es recorriéndolo, aunque toda mi vida me haya formado también en la práctica y en la teoría. Soy catalana de nacimiento, pero desde muy pequeña vivo en Madrid. Con la UNESCO he viajado muchísimo por todo el mundo y como ciudad y por sus jardines, me sigo quedando con Madrid. Mi rol en las Naciones Unidas, consistía principalmente en asesorar y designar a los equipos que trabajarían en el área de paisajes culturales. He recorrido medio mundo visitando jardines, desde Australia, Nueva Zelanda, América Latina, todo Europa, China, Rusia, Líbano u Oriente Medio.
P.- ¿Por qué se dice que los jardines son en parte siempre el reflejo de la cultura que los crea?
R.- Un jardín es siempre el reflejo de la sociedad que lo ha creado porque es parte de su cultura y su historia. Decir que entendemos un jardín japonés, por ejemplo, no puede ser del todo cierto, porque por más que nos lo expliquen con detenimiento, uno tiene que haberlo vivido un tiempo, irlo a ver con calma, visitarlo varias veces y puede que entonces, al fin se logre entrar un poco en su mundo. Un obstáculo también importante es la lengua de cada lugar, la cultura en general, pero los jardines tienen también un encanto en sí mismo, que trascienden estas barreras sociales o culturales.
«Lo que uno ve de un jardín depende también del estado de ánimo en el que nos encontramos»
P.- Los primeros jardines, los babilónicos que datan del 600 a.C. Se cuenta que se hicieron como un acto de amor. Los más famosos de Europa del siglo XVII y XVIII, en Francia e Inglaterra, se dice que buscaban despertar los sentidos de quienes los visitaran…
R.- Históricamente siempre se ha hablado de ello, de lo que despierta un jardín en quien lo recorre. Creo que lo que uno ve de un jardín, depende también del estado de ánimo en el que nos encontramos, por ello es difícil saber qué jardines me pueden gustar más que otros. Muchas veces he visitado el mismo lugar y la percepción ha sido distinta, porque siempre digo que lo que ves es un poco el reflejo de lo que estás viviendo o sintiendo en lo personal. Me gusta pensar que uno puede elegir un diferente jardín, para diferentes días o distintos estados de ánimo.
P.- ¿Cuáles son los principales elementos que hay que tomar en cuenta al iniciar un proyecto de paisajismo o jardinería?
R.- Hay que saber diferenciar entre jardines porque existen los declarados BIC (Bien de Interés Cultural), los cuales hay que tratar con una metodología diferente que la que se emplea en un jardín particular, por más maravillosos que puedan ser todos. En un jardín declarado monumento, se debe por ley presentar un proyecto de restauración con una metodología propia para esa obra. La restauración de un BIC puede incluir una investigación arqueológica de lo que puede haber en su estructura o histórica, y la metodología o solución que uno propone, debe estar aprobada por el Ministerio de Cultura. El problema es que los gobiernos no suelen tener expertos en el tema, lo he visto a lo largo de muchos años, donde se han aprobado proyectos que no tienen bases ni fundamentos. Igual creo y espero que vamos a mejor y que cada vez se le tiene más respeto a los BIC y los controles son más rigurosos.
«El Retiro tiene muchísimos árboles, entre 150.000 y 200.000, es una reserva forestal de oxígeno única»
P.- Cuenta que en el parque del Retiro ha retirado más de cinco mil árboles…
R.- El Retiro tiene muchísimos árboles, entre 150.000 y 200.000, es una reserva forestal de oxígeno única. Por ello la suma de los que he retirado suena mucho, pero si lo vemos porcentualmente no lo es. Mantener esa cantidad de árboles es una misión difícil y muy costosa y los que tenemos que quitar, son porque están muy enfermos y contaminan a los demás y terminan siendo un peligro. Todavía se sigue cerrando el parque cuando hay anuncios de vientos fuertes, porque no se puede garantizar cómo van a responder los árboles. El suelo de Madrid es muy difícil, es complejo porque es arcilla pura y ello dificulta el drenaje del agua y el crecimiento y desarrollo como es debido.
P.- Usted fue una de las promotoras de la Escuela de Jardinería de la Alameda de Osuna, con su labor se rescataron muchos de los elementos originales del jardín, como el laberinto o el estanque…
R.- Sí, la Alameda de Osuna estaba en muy malas condiciones cuando nos encargaron El Capricho, su jardín. Allí hicimos la primera escuela taller y eso nos permitió levantar planos, estudiar en profundidad varias materias, dar clases y formar a mucha gente. Hasta hace un tiempo, ser jardinero no significaba nada, era sinónimo de no tener profesión. Con la creación de estos talleres se empleó a más de 600 personas, nos venían a buscar de ayuntamientos periféricos, para que los alumnos hagan jardinería. También había cursos de pintura, de arquitectura o de arqueología, para poder abarcar los espacios de la manera más integral posible. El Retiro, por ejemplo, tiene todo por dentro, pabellones pintados, zonas arquitectónicas, arqueológicas, así que trabajamos con varias especialidades y tuvimos un campo de experiencias muy bueno.
«El Botánico es maravilloso. Tiene un tamaño reducido, por ello se debería regular la cantidad de visitas»
P.- Como espacios que ha intervenido, habla especialmente bien del Palacio Real de Aranjuez y del Jardín Botánico…
R.- El Palacio Real de Aranjuez lo conozco muy bien, yo estaba en Patrimonio Nacional cuando nos encargaron sus jardines, son de los mejores de España. Y en el Jardín Botánico tuve la suerte de encontrar el plano original el primer día que llegué, se fundó en 1755. En los archivos encontré una cartita muy pequeña de Sabatini de un plano que no tendría más de 20 centímetros, pero con todo detalle y a color. Era una preciosidad, el primer plano del Jardín Botánico, donde estaban las terrazas que aún se mantienen, fue toda una sorpresa; a veces Dios ayuda a los investigadores. El Botánico es maravilloso. Tiene un tamaño reducido, por ello se debería regular la cantidad de visitas, no hay jardín en el mundo que aguante tanto turismo.
P.- Ha dedicado gran parte de su vida a cuidar y reformar jardines…
R.- Sí, y a cuidar de mis nueve hijos y de mi marido, quien era ingeniero industrial, especialista encargado de innovación tecnológica, pero que siempre que podía, me acompañaba a los jardines. Creo que lo principal para trabajar bien un jardín, o en cualquier labor, es que te guste lo que haces, si te gusta no es un trabajo, es lo mejor lo que te puede pasar. De lo contrario, dedícate a otra cosa, sé que es difícil porque hay muchas responsabilidades y necesidades, pero creo que hay que por lo menos intentar ir en esa dirección, tratar de invertir nuestro tiempo en algo que realmente admiremos.
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