Andrea Arnold: «Para combatir un tiempo tan oscuro como éste, el optimismo es una obligación»

<p>A <strong>Andrea Arnold</strong> le gusta hablar de cómo rueda, de cómo elige a los actores, de cómo los dirige, de cómo sufre, de cómo disfruta y de cómo organiza y desorganiza el caos que vive y hace vivir cada fotograma de su filmografía. «La clave está en cómo dar vida a las escenas, que la vida pase por ellas». Pausa. «Recuerdo que <strong>los chavales de </strong><i><strong>Bird </strong></i><strong>me hicieron perder el control por completo</strong>. Tuve que ser bastante firme con ellos para lograr que hicieran lo que yo quería. Eran indomesticables, pero estaban llenos de vida… Y por ello los amo», dice en lo que bien podría tomarse como el libro de estilo de la propia Arnold, de su forma de estar en el mundo y en el cine.</p>

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 La directora estrena Bird, una crónica dura y urbana a un paso del cuento de hadas sobre la familia, la mujer y… los pájaros  

A Andrea Arnold le gusta hablar de cómo rueda, de cómo elige a los actores, de cómo los dirige, de cómo sufre, de cómo disfruta y de cómo organiza y desorganiza el caos que vive y hace vivir cada fotograma de su filmografía. «La clave está en cómo dar vida a las escenas, que la vida pase por ellas». Pausa. «Recuerdo que los chavales de Bird me hicieron perder el control por completo. Tuve que ser bastante firme con ellos para lograr que hicieran lo que yo quería. Eran indomesticables, pero estaban llenos de vida… Y por ello los amo», dice en lo que bien podría tomarse como el libro de estilo de la propia Arnold, de su forma de estar en el mundo y en el cine.

El último trabajo de la autora de Fish Tank, Cumbres borrascosas o American Honey deja poco espacio para duda. Todo él respira esa vida que tanto le obsesiona. Se cuenta la vida de una adolescente de 12 años. La de ella y la de su hermano. La de los dos y la de un padre montado en patinete que no conoce ni reglas ni sentido de la medida. La de los tres y la de un ser solitario con alas. Todos viven en una casa ocupada que se desmorona con la misma tozudez que se cae todo lo demás. Todo se hunde.

De la mano de la recién llegada Nykiya Adams y con el auxilio de dos de los actores más peculiares del cine reciente, Barry Keoghan y Franz Rogowski, lo que sigue es una historia inclasificable por profundamente triste y esperanzada a la vez. En el cine de Andrea Arnold, lo que importa no es exhibir la dureza de la vida, sino entenderla. Su intención no es solo la denuncia, que también, sino la construcción de sentido. Sus personajes no son arquetipos ni modelos ni ejemplos de nada, sus personajes son exactamente eso, personajes con afanes, amores, desengaños y dudas.

«Estoy convencida de que vivimos un tiempo duro y oscuro, el más oscuro que he conocido en mi vida. Y por eso no nos podemos permitir desfallecer. El optimismo es una obligación», dice en una atinada descripción de su propia película. En puridad, Bird narra la extraña relación de dos desconocidos: la adolescente y el extraño. Y lo hace con la cámara siempre a la altura de los ojos, respetando las distancias, sin modales condescendientes. La idea es adentrarse en los misterios del propio misterio, en la vibración más íntima de una vida que se descubre y, al hacerlo, cobra consciencia de lo bueno y de lo malo, de lo cruel y lo tierno. Es cine sin definición, es cine como la propia vida, es Andrea Arnold.

«En verdad», dice la directora, «mi relación con el cine es muy accidental. Por mi origen y mi biografía yo no tenía que ser cineasta. La única película que recuerdo haber visto de niña fue Mary Poppins. Mi ambición era ser bailarina. A los 18 años, me escapé para unirme a un grupo de baile con patines llamado The Roxy Rolls». Luego, dice, cayó por casualidad en una audición para televisión. «Era muy mala como actriz, pero me fascinaba el proceso, la forma en que las imágenes se combinaban para crear una historia. Y cómo de todo eso surgía la vida», dice.

La nueva película de Andrea Arnold es para bien, para mal y para todo lo demás como ella. Caótica, vibrante, desequilibrada, imperfecta… llena de vida.

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