Adelina Patti, la mejor soprano de su tiempo y la ‘diva’ más brillante

La lírica española ha aportado grandes sopranos a lo largo de la historia. Entre las más destacadas, puede mencionarse a María Malibrán, una de las grandes cantantes de ópera del siglo XIX; a la turolense Elvira de Hidalgo, no sólo una brillante soprano, sino además maestra de Maria Callas; a la madrileña Isabel Colbrán, esposa del famoso compositor Rossini; a la zaragozana Pilar Lorengar; o a la barcelonesa Victoria de los Ángeles. Bueno, y una tal Montserrat Caballé, claro.

Pues bien, si la Caballé fue la gran soprano española del siglo XX —y una de las mejores del mundo—, hoy hablaremos de la que seguramente fue la más destacada del siglo XIX. Y para empezar un doble aperitivo: se calcula que es la cantante de la historia que más dinero ha llegado a cobrar y se considera que Gaston Leroux se inspiró en ella para el personaje de Carlotta Giudicelli en El fantasma de la ópera. Hablamos de Adelina Patti.

Adelina Patti, una diva predestinada

Adelina Patti Chiesa nació en Madrid en 1843, aunque, como revelan sus apellidos, sus padres eran italianos. De hecho, vino al mundo en la capital de España un poco por accidente, ya que Salvador Patti y Catalina Chiesa, sus padres, ambos cantantes de ópera, se encontraban en ese momento en Madrid para actuar frente al público de nuestro país. Eso sí, Adelina llevó siempre muy a gala durante toda su vida su origen español. Por cierto, que a Adelina le faltó poco para nacer en pleno escenario, ya que su madre se puso de parto mientras interpretaba a la Norma de Bellini.

Con tales y comienzos y con esa familia, para sorpresa de nadie Adelina dio muestras muy pronto de un innegable don para el canto, con un amplísimo registro, que abarcaba desde el la grave hasta el fa sobreagudo, y con una agilidad que la llevaría a los repertorios belcantistas de Bellini, Rossini y Donizetti. Estando ya la familia establecida en Nueva York, su formación musical corrió a cargo de su padre y del pianista y compositor Maurice Strakosh, que estaba casado con una hermana de Adelina.

La primera experiencia de la joven en un escenario tuvo lugar con sólo siete años, cuando cantó subida a una mesa —para que el público pudiera verla— en la ópera italiana de Nueva York. La numerosa comunidad italoamericana la adoptó como su campeona. Su debut serio, sin embargo, llegó en 1859, cuando cantó el papel protagonista de Lucía de Lammermoor, de Donizetti, con sólo 16 años. Todavía hoy se considera a Adelina como una de las sopranos que mejor han cantado ese rol.

Fama mundial

Los años siguientes fueron para la Patti los de confirmación como una de las estrellas emergentes del panorama operístico mundial. Lo hizo en la piel del personaje de Amina en La sonnambula, de Bellini, con la que triunfó en Londres, París, Viena, San Petersburgo, Berlín… y Madrid.

Cabe reseñar una simpática anécdota ocurrida cuando vino a cantar al Teatro Real de Madrid. Fue en 1863, en un momento en que Adelina era ya toda una estrella, por lo que cobraba nada menos que 14.000 reales por función. La expectación por escuchar a la Patti llevó al empresario dueño del Real a aplicar una subida general de precios, que en algunas zonas del teatro suponía el doble que la entrada habitual. Se pueden ustedes imaginar el trapicheo que se produjo con la reventa: llegaron a pagarse 320 reales por butacas que costaban 30. Pese a todo, en la última función, cuya recaudación iba íntegra para Adelina por contrato, la soprano madrileña exigió que se suprimiesen las subidas de precios.

Y de un chascarrillo a otro, porque ese mismo año la Patti cantó nada menos que en la Casa Blanca ante Abraham Lincoln y su esposa. El matrimonio presidencial acababa de perder a su hijo Willie a causa del tifus. La interpretación de Adelina del Home sweet home llevó a Lincoln a las lágrimas.

Una larga y exitosa carrera

La cima de la carrera de la Patti fue larga, prolongándose durante más de tres décadas, haciendo crecer una fama que le permitía cobrar cantidades exorbitantes por cantar. En una ocasión, de hecho, la prensa de Estados Unidos inició una campaña contra ella por cobrar más que el presidente. La respuesta de la Patti fue tajante: «Bien, pues que el presidente cante», dijo.

Su trayectoria operística se dilató hasta los años noventa del siglo XIX, momento a partir del cual sus apariciones pasaron a ser en formato recital. Su última representación teatral fue en Montecarlo, donde se despidió cantando La Traviata, de Verdi, y la Lucia di Lammermoor, que primero la había catapultado a la fama.

Por el camino, contrajo matrimonio tres veces: la primera con un caballerizo de Napoleón III, del que se divorció tras veinte años casados; la segunda con el tenor francés Ernesto Nicolini, con el que cantó en numerosas ocasiones y que la dejó viuda trece años después; y la última con un barón sueco, veinte años más joven que ella. Adelina Patti murió retirada en su castillo de Craig-y-Nos, en Gales, en 1919. Se la sigue considerando a día de hoy como la soprano más brillante de la segunda mitad del siglo XIX.

[¿Eres anunciante y quieres patrocinar este programa? Escríbenos a comercial@theobjective.com]

 La lírica española ha aportado grandes sopranos a lo largo de la historia. Entre las más destacadas, puede mencionarse a María Malibrán, una de las grandes  

La lírica española ha aportado grandes sopranos a lo largo de la historia. Entre las más destacadas, puede mencionarse a María Malibrán, una de las grandes cantantes de ópera del siglo XIX; a la turolense Elvira de Hidalgo, no sólo una brillante soprano, sino además maestra de Maria Callas; a la madrileña Isabel Colbrán, esposa del famoso compositor Rossini; a la zaragozana Pilar Lorengar; o a la barcelonesa Victoria de los Ángeles. Bueno, y una tal Montserrat Caballé, claro.

Pues bien, si la Caballé fue la gran soprano española del siglo XX —y una de las mejores del mundo—, hoy hablaremos de la que seguramente fue la más destacada del siglo XIX. Y para empezar un doble aperitivo: se calcula que es la cantante de la historia que más dinero ha llegado a cobrar y se considera que Gaston Leroux se inspiró en ella para el personaje de Carlotta Giudicelli en El fantasma de la ópera. Hablamos de Adelina Patti.

Adelina Patti Chiesa nació en Madrid en 1843, aunque, como revelan sus apellidos, sus padres eran italianos. De hecho, vino al mundo en la capital de España un poco por accidente, ya que Salvador Patti y Catalina Chiesa, sus padres, ambos cantantes de ópera, se encontraban en ese momento en Madrid para actuar frente al público de nuestro país. Eso sí, Adelina llevó siempre muy a gala durante toda su vida su origen español. Por cierto, que a Adelina le faltó poco para nacer en pleno escenario, ya que su madre se puso de parto mientras interpretaba a la Norma de Bellini.

Con tales y comienzos y con esa familia, para sorpresa de nadie Adelina dio muestras muy pronto de un innegable don para el canto, con un amplísimo registro, que abarcaba desde el la grave hasta el fa sobreagudo, y con una agilidad que la llevaría a los repertorios belcantistas de Bellini, Rossini y Donizetti. Estando ya la familia establecida en Nueva York, su formación musical corrió a cargo de su padre y del pianista y compositor Maurice Strakosh, que estaba casado con una hermana de Adelina.

La primera experiencia de la joven en un escenario tuvo lugar con sólo siete años, cuando cantó subida a una mesa —para que el público pudiera verla— en la ópera italiana de Nueva York. La numerosa comunidad italoamericana la adoptó como su campeona. Su debut serio, sin embargo, llegó en 1859, cuando cantó el papel protagonista de Lucía de Lammermoor, de Donizetti, con sólo 16 años. Todavía hoy se considera a Adelina como una de las sopranos que mejor han cantado ese rol.

Los años siguientes fueron para la Patti los de confirmación como una de las estrellas emergentes del panorama operístico mundial. Lo hizo en la piel del personaje de Amina en La sonnambula, de Bellini, con la que triunfó en Londres, París, Viena, San Petersburgo, Berlín… y Madrid.

Cabe reseñar una simpática anécdota ocurrida cuando vino a cantar al Teatro Real de Madrid. Fue en 1863, en un momento en que Adelina era ya toda una estrella, por lo que cobraba nada menos que 14.000 reales por función. La expectación por escuchar a la Patti llevó al empresario dueño del Real a aplicar una subida general de precios, que en algunas zonas del teatro suponía el doble que la entrada habitual. Se pueden ustedes imaginar el trapicheo que se produjo con la reventa: llegaron a pagarse 320 reales por butacas que costaban 30. Pese a todo, en la última función, cuya recaudación iba íntegra para Adelina por contrato, la soprano madrileña exigió que se suprimiesen las subidas de precios.

Y de un chascarrillo a otro, porque ese mismo año la Patti cantó nada menos que en la Casa Blanca ante Abraham Lincoln y su esposa. El matrimonio presidencial acababa de perder a su hijo Willie a causa del tifus. La interpretación de Adelina del Home sweet home llevó a Lincoln a las lágrimas.

La cima de la carrera de la Patti fue larga, prolongándose durante más de tres décadas, haciendo crecer una fama que le permitía cobrar cantidades exorbitantes por cantar. En una ocasión, de hecho, la prensa de Estados Unidos inició una campaña contra ella por cobrar más que el presidente. La respuesta de la Patti fue tajante: «Bien, pues que el presidente cante», dijo.

Su trayectoria operística se dilató hasta los años noventa del siglo XIX, momento a partir del cual sus apariciones pasaron a ser en formato recital. Su última representación teatral fue en Montecarlo, donde se despidió cantando La Traviata, de Verdi, y la Lucia di Lammermoor, que primero la había catapultado a la fama.

Por el camino, contrajo matrimonio tres veces: la primera con un caballerizo de Napoleón III, del que se divorció tras veinte años casados; la segunda con el tenor francés Ernesto Nicolini, con el que cantó en numerosas ocasiones y que la dejó viuda trece años después; y la última con un barón sueco, veinte años más joven que ella. Adelina Patti murió retirada en su castillo de Craig-y-Nos, en Gales, en 1919. Se la sigue considerando a día de hoy como la soprano más brillante de la segunda mitad del siglo XIX.

[¿Eres anunciante y quieres patrocinar este programa? Escríbenos a [email protected]]

 Noticias de Cultura: Última hora de hoy en THE OBJECTIVE

Noticias Similares