Hace unos meses se estrenó Treasure de la alemana Julia von Heinz, protagonizada por Lena Dunham y Stephen Fry. Esta semana se estrena A Real Pain, dirigida por Jesse Eisenberg, con él mismo y Kieran Culkin como actores. Ambas películas tienen un tema en común y un planteamiento similar. Dos americanos judíos hacen un viaje a Polonia en busca de las raíces familiares, se empapan del drama del Holocausto, con visita a un campo de exterminio incluida, y durante el periplo emergen los conflictos latentes que se han ido acumulando entre ellos.
Treasure está basada en la experiencia real de una periodista, autora de un artículo sobre el viaje a Polonia con su padre, que de niño sobrevivió del Holocausto. Es un largometraje que, aunque tiene algunas pinceladas de comedia, juega sobre todo la baza del dramatismo. Contiene escenas demoledoras, como la visita de los protagonistas a la antigua casa familiar, un piso burgués de sus ricos antepasados. Se encuentran con que ahora lo ocupa una familia polaca cercana al lumpen, que se quedó con todo –muebles, vajilla y abrigo de visón incluidos– cuando los abuelos de la periodista fueron enviados al campo de exterminio. Y por medio se va cocinando la complicada relación con su padre, un hombre tirando a desastroso, que nunca ha sabido entender a su hija.
A Real Pain parte de un guion original del propio Eisenberg y en este caso los protagonistas son dos primos que deciden visitar la casa natal de la abuela, fallecida hace poco, y se apuntan a un tour guiado por los lugares vinculados con los judíos polacos. Tiene un tono más amable, no aparecen polacos deplorables y hoscos, y se centra en especial en la relación entre los dos primos y en cómo interactúan con el resto del pequeño grupo con el que viajan.
Uno de ellos (Culkin, que acaba de ganar un Globo de Oro por su actuación en esta película y suena a candidato al Oscar) tiene una personalidad expansiva y conflictiva. Sabe ganarse a la gente, pero es impredecible y puede crear situaciones incómodas en cualquier momento. El otro (Eisenberg), ya asentado como marido y padre, con un buen trabajo en Nueva York, es más gris, pero también más estable. El título, que la distribuidora ha decidido no traducir, tiene en inglés una doble lectura interesante. A Real Pain puede referirse por un lado a una persona insoportable (A pain in the ass), pero también a un dolor profundo. Y ahí está la clave para entender al personaje de Culkin, un tipo extravertido, cargante pero entrañable, que bajo su aparente indolencia esconde un dolor insondable.
Frente a la sombría Treausure -que no creo que el Ministerio de Turismo polaco utilice para promocionar el país-, Eisenberg consigue con A Real Pain una cinta de apariencia más liviana que sabe dosificar sus cargas de profundidad. De hecho, consigue salir más que airoso del registro más complicado de manejar, el de la tragicomedia. Logra un equilibrio admirable entre ambos polos. Y lo hace con una sucesión de situaciones que a simple vista pueden parecer triviales, pero que sirven para explicar muchas cosas de los personajes. No abusa de los subrayados, deja que sea el espectador el que saque sus conclusiones, y lo que en un principio puede parecer una comedia ligera sobre dos primos incompatibles, va adquiriendo una dimensión de mucho más calado.
Sólido guion
Ello se debe a que Eisenberg es un personaje singular. Prototípico judío neoyorquino, es conocido sobre todo como actor. Ha desarrollado una carrera interesante, en la que destacan La red social, en la que interpretaba a Mark Zuckerberg y la serie Fleishman está en apuros (Disney +), que pasó injustamente desapercibida y en la que da vida a un médico judío recién divorciado. Su físico, la neurosis que imprime a sus personajes y su habla acelerada lo convierten en una suerte de versión joven de Woody Allen. Y precisamente a eso jugó en la estupenda Café Society. Pero a esta faceta de actor se añaden otras dos. La de director –tiene un largometraje previo, Cuando termines de salvar el mundo– y la menos conocida de escritor. Es autor de cuentos en la mejor tradición del humor sofisticado americano que publica en revistas como el New Yorker. Están reunidos en El besugo me da hipo (Reservoir Books, 2016), un libro con algunas irregularidades pero que contiene relatos desternillantes e inteligentísimos.
Su capacidad para construir personajes y situaciones, para saltar del humor y la emotividad, es la clave de la solidez del guion de A Real Pain, en el que se adivina un sólido talento literario. Entre situaciones cómicas, lanza preguntas interesantes: cómo nos relacionamos con nuestro pasado, cómo podemos ponernos en la piel de quienes sufrieron un destino horrible, qué significa ser americano (un país construido con emigrantes, aunque no le guste a Trump)… Y hay otro tema importante en la película: la necesidad de madurar y la incapacidad de algunos para hacerlo.
Kieran Culkin -al que le va mucho mejor que a su pobre hermano Macaulay, el de Solo en casa– captó la atención del personal con su actuación en la serie Succesion y aquí demuestra unas dotes actorales superlativas, insuflando humanidad a un personaje que podría resultar simplemente insoportable. El director y coprotagonista le cede a él el lucimiento en muchas escenas. Eisenberg sigue en su papel de judío neoyorquino neurótico que habla atropelladamente. En alguna entrevista ha confesado que padece TOC y el personaje que aquí interpreta también lo sufre. A Real Pain is A Real Pleasure. Una gran película disfrazada de obra menor.
Hace unos meses se estrenó Treasure de la alemana Julia von Heinz, protagonizada por Lena Dunham y Stephen Fry. Esta semana se estrena A Real Pain,
Hace unos meses se estrenó Treasure de la alemana Julia von Heinz, protagonizada por Lena Dunham y Stephen Fry. Esta semana se estrena A Real Pain, dirigida por Jesse Eisenberg, con él mismo y Kieran Culkin como actores. Ambas películas tienen un tema en común y un planteamiento similar. Dos americanos judíos hacen un viaje a Polonia en busca de las raíces familiares, se empapan del drama del Holocausto, con visita a un campo de exterminio incluida, y durante el periplo emergen los conflictos latentes que se han ido acumulando entre ellos.
Treasure está basada en la experiencia real de una periodista, autora de un artículo sobre el viaje a Polonia con su padre, que de niño sobrevivió del Holocausto. Es un largometraje que, aunque tiene algunas pinceladas de comedia, juega sobre todo la baza del dramatismo. Contiene escenas demoledoras, como la visita de los protagonistas a la antigua casa familiar, un piso burgués de sus ricos antepasados. Se encuentran con que ahora lo ocupa una familia polaca cercana al lumpen, que se quedó con todo –muebles, vajilla y abrigo de visón incluidos– cuando los abuelos de la periodista fueron enviados al campo de exterminio. Y por medio se va cocinando la complicada relación con su padre, un hombre tirando a desastroso, que nunca ha sabido entender a su hija.
A Real Pain parte de un guion original del propio Eisenberg y en este caso los protagonistas son dos primos que deciden visitar la casa natal de la abuela, fallecida hace poco, y se apuntan a un tour guiado por los lugares vinculados con los judíos polacos. Tiene un tono más amable, no aparecen polacos deplorables y hoscos, y se centra en especial en la relación entre los dos primos y en cómo interactúan con el resto del pequeño grupo con el que viajan.
Uno de ellos (Culkin, que acaba de ganar un Globo de Oro por su actuación en esta película y suena a candidato al Oscar) tiene una personalidad expansiva y conflictiva. Sabe ganarse a la gente, pero es impredecible y puede crear situaciones incómodas en cualquier momento. El otro (Eisenberg), ya asentado como marido y padre, con un buen trabajo en Nueva York, es más gris, pero también más estable. El título, que la distribuidora ha decidido no traducir, tiene en inglés una doble lectura interesante. A Real Pain puede referirse por un lado a una persona insoportable (A pain in the ass), pero también a un dolor profundo. Y ahí está la clave para entender al personaje de Culkin, un tipo extravertido, cargante pero entrañable, que bajo su aparente indolencia esconde un dolor insondable.
Frente a la sombría Treausure -que no creo que el Ministerio de Turismo polaco utilice para promocionar el país-, Eisenberg consigue con A Real Pain una cinta de apariencia más liviana que sabe dosificar sus cargas de profundidad. De hecho, consigue salir más que airoso del registro más complicado de manejar, el de la tragicomedia. Logra un equilibrio admirable entre ambos polos. Y lo hace con una sucesión de situaciones que a simple vista pueden parecer triviales, pero que sirven para explicar muchas cosas de los personajes. No abusa de los subrayados, deja que sea el espectador el que saque sus conclusiones, y lo que en un principio puede parecer una comedia ligera sobre dos primos incompatibles, va adquiriendo una dimensión de mucho más calado.
Ello se debe a que Eisenberg es un personaje singular. Prototípico judío neoyorquino, es conocido sobre todo como actor. Ha desarrollado una carrera interesante, en la que destacan La red social, en la que interpretaba a Mark Zuckerberg y la serie Fleishman está en apuros (Disney +), que pasó injustamente desapercibida y en la que da vida a un médico judío recién divorciado. Su físico, la neurosis que imprime a sus personajes y su habla acelerada lo convierten en una suerte de versión joven de Woody Allen. Y precisamente a eso jugó en la estupenda Café Society. Pero a esta faceta de actor se añaden otras dos. La de director –tiene un largometraje previo, Cuando termines de salvar el mundo– y la menos conocida de escritor. Es autor de cuentos en la mejor tradición del humor sofisticado americano que publica en revistas como el New Yorker. Están reunidos en El besugo me da hipo (Reservoir Books, 2016), un libro con algunas irregularidades pero que contiene relatos desternillantes e inteligentísimos.
Su capacidad para construir personajes y situaciones, para saltar del humor y la emotividad, es la clave de la solidez del guion de A Real Pain, en el que se adivina un sólido talento literario. Entre situaciones cómicas, lanza preguntas interesantes: cómo nos relacionamos con nuestro pasado, cómo podemos ponernos en la piel de quienes sufrieron un destino horrible, qué significa ser americano (un país construido con emigrantes, aunque no le guste a Trump)… Y hay otro tema importante en la película: la necesidad de madurar y la incapacidad de algunos para hacerlo.
Kieran Culkin -al que le va mucho mejor que a su pobre hermano Macaulay, el de Solo en casa– captó la atención del personal con su actuación en la serie Succesion y aquí demuestra unas dotes actorales superlativas, insuflando humanidad a un personaje que podría resultar simplemente insoportable. El director y coprotagonista le cede a él el lucimiento en muchas escenas. Eisenberg sigue en su papel de judío neoyorquino neurótico que habla atropelladamente. En alguna entrevista ha confesado que padece TOC y el personaje que aquí interpreta también lo sufre. A Real Pain is A Real Pleasure. Una gran película disfrazada de obra menor.
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